“El emprendimiento social no existe en el BOE, no hay una figura legal”

‘Revista Haz’ entrevista a Ana Sáenz de Miera, que ha sido nombrada recientemente vicepresidenta de la red de emprendedores sociales Ashoka a nivel global. Aunque lleva poco tiempo en el cargo, tiene una larga trayectoria en la entidad, sobre todo como directora general de la división española. Ahora le toca ampliar miras.

Ana Sáenz de Miera lleva unas pocas semanas ejerciendo como vicepresidenta de la red de emprendedores sociales Ashoka a nivel global. Un cargo de nueva creación y de responsabilidad mundial: “Se ha creado para seleccionar aquellos problemas sociales que tienen escala mundial y son de urgente resolución”, comenta.

Su objetivo es formar equipos mundiales de emprendedores sociales coordinados, “que se unan para dar respuestas colectivas a estos problemas”, apunta. Entre los temas que encabezan el listado de Sáenz de Miera están los de mejorar la igualdad de género, el empoderamiento y la libertad de la mujer, el cambio climático, las migraciones y el envejecimiento de la población. Sobre ello y más reflexiona en Revista Haz.

La lista de problemáticas a resolver es larga. ¿Hay alguna categoría que tenga una mayor prioridad?

Todavía no, lo primero que tenemos que hacer es mapear qué soluciones tenemos a nivel mundial, de la red de Ashoka o independientes de esta. Buscar, por un lado, proyectos que estén dando respuestas interesantes y, por otro, los huecos que quedan por cubrir. Una vez terminado este proceso, reclutaremos a cien nuevos emprendedores en cada una de estas temáticas.

¿Con qué beneficios se encontrarán los elegidos?

Nosotros les becamos durante tres años. Es decir, financiamos su proyecto en ese periodo de tiempo para que se puedan dedicar al 100% a sacarlo adelante.

¿Quién financia a Ashoka para que esto sea posible?

Fundamentalmente el sector privado, no recibimos ayudas del ámbito público. Yo creo que la barrera entre la empresa y lo social cada vez es más difusa, cada vez es más frecuente ver cómo los grandes retos de las compañías casan con los de los emprendedores sociales.

Por eso procuramos buscar la financiación en entidades que, como nosotros, estén interesadas en resolver los retos de los que antes hablábamos. Que vean en Ashoka un aliado para encontrar proyectos de carácter social con escalabilidad dentro de su propio negocio.

"La barrera entre la empresa y lo social cada vez es más difusa, cada vez es más frecuente ver cómo los grandes retos de las compañías casan con los de los emprendedores sociales".

¿Afecta a esa búsqueda la gran polarización que se ve, hoy por hoy, en el mundo?

Afecta en todos los sentidos. Por un lado, vemos que el mundo está mejor que nunca. Cada vez hay más soluciones que nos permiten a cada uno de nosotros generar transformaciones positivas en nuestro entorno. Sin embargo, la polarización se ha convertido en un gran problema que abre una brecha entre los que creen que el cambio es necesario y los que piensan que el mundo se tiene que quedar como está.

¿Cómo se rebate este último posicionamiento?

Todo el mundo debe entender que los cambios son inevitables, y que todos podemos hacer algo para darles un impacto positivo. No es algo de progresistas ni de conservadores, es una realidad que ya no solo está en manos de quien tiene dinero y poder, sino de cualquier persona. El día que todos y cada uno de nosotros comprendamos esto y hagamos un esfuerzo por llevarlo a cabo conseguiremos acabar con la polarización.

De ahí el lema de Ana Sáenz de Miera de que todos podemos ser changemakers… ¿Qué significa para usted este concepto?

Que todos podemos ser un agente de cambio, alguien que puede mirar a su alrededor con empatía, ver que hay cosas que no funcionan y ser consciente de que puede mejorarlas si se pone en marcha para lograrlo. En el momento en que consigues tu propósito comprendes que tienes en tus manos esa capacidad cambio positivo.

¿Dónde aprendió usted a ser una changemaker?

En los scouts. De pequeña te empoderan para decidir a qué juegas o dónde te vas de campamento. La primera vez que me encargaron esto último me tocó buscar autobuses para el desplazamiento, la ubicación, etc. Ese día supe que era perfectamente capaz de conseguir que las cosas pasaran. Es una pena que hoy en día sigamos viendo a personas bien formadas que creen que solo tiene poder de cambio quien está en una ONG, o en un Gobierno. Eso es un error. Cualquiera puede hacer algo para mejorar su entorno.

En Ashoka han creado una red de escuelas que busquen inculcar esa idea desde la infancia…

Efectivamente, en España está compuesta por 15 centros educativos. Es un sello distintivo que hace referencia a la forma que tienen de trabajar con los niños y jóvenes. Una opción para esos padres que buscan una escuela que eduque a sus hijos en responsabilidad.

Que no se piense solo en las salidas profesionales ni en la nota de selectividad, sino en cómo de empático va a ser mi hijo cuando salga, si va a saber trabajar en equipo o si va a ser flexible. Los padres debemos ser conscientes de que de ellas saldrán personas más preparadas para el futuro, porque unirán dos virtudes: lo que la sociedad necesita y lo que el mercado laboral busca.

¿Cómo se seleccionan estas escuelas?

Buscamos ejemplos exportables preocupados por influir en su comunidad, en el que haya equipos que hagan perdurar el modelo en el tiempo. Por nuestra parte, estamos intentando que haya una diversidad regional y nos acercamos más a las escuelas públicas; no puede ser que solo den respuesta aquellos que tienen recursos.

Nos fijamos en aquellos equipos que enseñan de forma diferente, como por ejemplo, ideando campañas de donación de sangre que también sirvan para ver la materia de biología. Los niños consiguen que en su ciudad o en su pueblo se conciencien al respecto al mismo tiempo que están estudiando los grupos sanguíneos. Y es una materia que se les queda para toda la vida.

¿Se están midiendo resultados?

Bueno, todavía llevamos poco tiempo, solo cuatro años. Estamos ideando la manera de medir el impacto. Lo que sí estamos viendo es que cada vez son más las escuelas que piden asesoramiento a los miembros de la red para extrapolar el modelo. Por otra parte, todas ellas tienen unos resultados académicos excelentes, medidos por el sistema tradicional. Si fuese al revés, esto no tendría validez.

"Apenas hay ayudas estatales ni fiscales al emprendimiento social, no existen desgravaciones para quienes lo apoyan y, sobre todo, no se habla de ello en el Parlamento".

Esta fórmula parece la ideal para mejorar los niveles de emprendimiento social que se ven en España. ¿En qué punto se está exactamente?

Comparados con otros países de nuestro entorno estamos mal. El emprendimiento social no existe en el Boletín Oficial del Estado (BOE), no hay una figura legal. Existe un ecosistema de facto, pero las entidades que se dedican a ello suelen estar registradas como asociación, ONG o como una Sociedad Limitada que recibe dinero de un fondo de impacto social. Apenas hay ayudas estatales ni fiscales al emprendimiento social, no existen desgravaciones para quienes lo apoyan y, sobre todo, no se habla de ello en el Parlamento.

¿Cómo se podría llamar la atención en este sentido?

Quizás nos falta hacer estudios que demuestren que esto supone un ahorro. O difundir proyectos como el de Faustino Zapico, uno de los emprendedores de nuestra red, que ha creado unidades terapéuticas en la cárcel de Villabona, en Asturias. Allí se ha demostrado que, gracias a su sistema, se pueden reducir los niveles de reincidencia.

¿Cuál es la comparativa?

En Europa y en España se calcula que un 70% de las personas con drogodependencia que salen de prisión vuelven poco tiempo después con un grado mayor. Sin embargo, en las personas que pasan por su unidad terapéutica el nivel de reincidencia es del 17%. Esto es espectacular, no solo sería un ahorro para la administración, sino que se estaría rehabilitando a un gran número de presos para que tuviesen una vida normal. Pero estas cosas no entran en los programas políticos.

Entre los países del entorno, ¿cuáles serían los ejemplos a seguir?

Alemania, Reino Unido y Países Bajos, principalmente. De estos países podríamos importar los bonos de impacto social, con los que el Estado financia proyectos de este tipo. Si consigues buenos resultados, no necesitas devolver el préstamo porque ese dinero se está revirtiendo en la sociedad.

Otra iniciativa es la creación de la figura legal de Sociedad Limitada de Interés General, que encontramos en Reino Unido, que tienen algunos de los beneficios de las ONG, como la desgravación de impuestos en determinadas partidas.

¿Sería esta su ‘carta a los Reyes Magos’ para los gobiernos que están a punto de instaurarse?

Por un lado, sí, aunque yo les pediría otra cosa: que estén atentos a sus problemas a nivel local y autonómico y busquen en otros países y regiones soluciones que sean extrapolables, que no haya egos en ese sentido. Si no hay espacio para la innovación, por falta de tiempo o de recursos, ¿por qué no buscar ejemplos de buena gestión, de innovaciones que funcionan en otros lados?
 

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