Ciencia ciudadana o cómo implicarse en la investigación y el cuidado medioambiental

Avanzar en materia de sostenibilidad e innovación implica un cambio en el actual estilo de vida y una actitud proactiva por parte de todos en lo que se refiere a la protección y defensa del medio ambiente y la investigación. Pero para ello, el primer paso es que estos valores se transmitan al ciudadano de ‘a pie’ para que deje de ser un mero ‘espectador’ y se comprometa con ellos. Esta es la filosofía que hay detrás de lo que se conoce como ciencia ciudadana.
<p>LiquenCity generará mapas de contaminación de Madrid y Barcelona gracias a los líquenes en un proyecto de ciencia ciudadana. Foto: CSIC.</p>

LiquenCity generará mapas de contaminación de Madrid y Barcelona gracias a los líquenes en un proyecto de ciencia ciudadana. Foto: CSIC.

La ciencia ciudadana trata de promover proyectos de investigación que integren entre sus actores principales a científicos de profesión y también al ciudadano ‘común’ para la ‘construcción colaborativa’ del conocimiento.

Se trata de una participación abierta de los ciudadanos en estos proyectos, una especie de ‘apropiación social de la ciencia’ por parte de los ciudadanos, que se convierten así en parte activa de los avances que se produzcan.

La clave, dicen los expertos en esta materia, es sobre todo la implicación e involucración de la sociedad, que genera resultados “altamente positivos”, no solo a la hora de impulsar las iniciativas científicas como tal (con la aportación de tiempo, recursos o herramientas), si no al aterrizar en el día a día algo muchas veces abstracto como puede ser la ciencia o la investigación a ciertos niveles.

De esta forma, los ciudadanos toman conciencia de la importancia de la ciencia, la conocen más de cerca y, además, la difunden entre sus iguales. Una simbiosis perfecta y una fórmula que ya se ha demostrado que funciona. En realidad, se trata de una oportunidad para todos, ya que, aunque no se vea o parezca lejana, la ciencia está ahí y afecta a nuestra vida mucho más de lo que se piensa. Entonces, ¿por qué no formar parte de ella y contribuir a fomentarla?

Impulsar la ciencia desde la sociedad

Y es que, destacan las entidades dedicadas a promover la ciencia ciudadana, esta interacción entre la comunidad científica y la propia sociedad genera trabajos de investigación de mayor valor, más fuertes y aplicables en la toma de decisiones locales o globales.  En el caso de los ciudadanos, les aporta un mayor conocimiento de cómo funcionan realmente los procesos científicos y les hace conscientes de su importancia para el avance de la sociedad.  “El trabajo conjunto entre ciudadanos, científicos y responsables políticos es esencial para enriquecer la investigación y la innovación, y reforzar así la confianza de la sociedad en la ciencia”, recalca Mariya Gabriel, comisionada de Innovación, Investigación, Cultura, Educación y Juventud de la CE, que muestra su orgullo por que cada vez más ciudadanos europeos “se estén involucrando y contribuyendo, no solo al avance de la innovación, sino a la apertura de la investigación a la sociedad y al mundo”.

“El trabajo conjunto entre ciudadanos, científicos y responsables políticos es esencial para enriquecer la investigación y la innovación, y reforzar así la confianza de la sociedad en la ciencia”. Mariya Gabriel.

Desde el Observatorio de la Ciencia Ciudadana en España se recopilan todos los proyectos de este tipo que se desarrollan o se han desarrollado en el país con el objetivo de que se les de la visibilidad necesaria.

Eso incluye proyectos relacionados, entre otros temas, con el biodiseño, la neurociencia, la energía, la ingeniería, la arquitectura y planificación del territorio, y por supuesto, la biodiversidad y el medio ambiente.

En todos ellos, explican desde el Observatorio, se trata de que los ciudadanos, “aporten valor a los investigadores y adquieran nuevas habilidades y una comprensión más profunda del trabajo científico de forma atractiva y directa”.

De esta forma, apuntan, la ciencia ciudadana “favorece el aumento de la creatividad colectiva y el potencial de la innovación científica, como consecuencia del mayor número y variedad de colaboradores, y a la adopción de valores propios de la investigación responsable”.

Sin embargo, y aunque este tipo de ciencia está creciendo rápidamente en número de experimentos y áreas de conocimiento, “no está siendo coordinado ni ordenado, por lo que se hace difícil entender qué factores influyen en qué resultados”, apunta el Observatorio, que apuesta por una mejor comprensión de esta evolución del sistema ciencia-tecnología y el conjunto de la sociedad “para asegurar mejores resultados científicos y sociopolíticos”.

Por su parte, Paloma Domingo, directora general de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt), recuerda que la capacidad para implicar a los ciudadanos en el proceso de generación del conocimiento científico y su utilidad en la toma de decisiones convierte a la ciencia ciudadana en una herramienta importante para llevar a cabo “investigación de calidad que favorezca el avance científico y aporte soluciones a problemas del día a día”.

En este sentido, Domingo defiende orgullosa que España se encuentra “en una posición privilegiada” respecto a los países de su entorno en lo referente al desarrollo e implantación de la ciencia ciudadana.

“Este concepto va ocupando un lugar cada vez más importante en las políticas científicas de ciudades, regiones o países de la Unión Europea. En nuestro país, la apuesta es clara”, asegura Domingo a Revista Haz, explicando que desde la propia Fecyt, junto al Ministerio de Ciencia e Innovación y la Fundación Ibercivis, se puso en marcha, entre 2018 y 2019, un Plan de Acción para el fortalecimiento de la ciencia ciudadana en España, que incluía acciones como la celebración del I Foro Internacional de Ciencia Ciudadana o la creación de una Red de Ciencia Ciudadana.

Además de esto, en la Convocatoria de ayudas para el fomento de la cultura científica, tecnológica y de la innovación que coordina Fecyt se han financiado en las tres últimas ediciones 38 proyectos de ciencia ciudadana por un importe de casi 700.000 euros.

Y en 2018, se creó una línea de actuación específica para este tipo de proyectos, “un indicador de la creciente importancia que está adquiriendo en España y del valor que desde el Ministerio de Ciencia e Innovación se le otorga a esta forma de hacer ciencia”, recalca Domingo.

“El concepto de ciencia ciudadana va ocupando un lugar cada vez más importante en las políticas científicas de ciudades, regiones o países de la Unión Europea. En España, la apuesta es clara”. Paloma Domingo.

Apuesta de Europa por la ciencia ciudadana

Pero a nivel europeo, ¿se está apostando realmente por este concepto? “Rotundamente sí”, remarca la directora de Fecyt, que se refiere a algunos ejemplos recientes que lo demuestran, entre ellos el Programa Marco de Investigación e Innovación de la Unión Europea Horizonte 2020, que ha incluido el programa Ciencia con y para la sociedad, para promover y facilitar la comprensión de la investigación e innovación responsable con acciones destinadas, entre otros aspectos, a la participación ciudadana en la ciencia, de manera que estos desarrollen intereses y capacidades que les permitan participar activamente en actividades científicas.

Asimismo, el pasado mes de abril se puso en marcha la plataforma europea EU-Citizen.Science, un proyecto para el intercambio de conocimientos, herramientas, formación y recursos para la ciencia ciudadana en el que participa Fecyt, el Ministerio de Ciencia e Innovación y la Fundación Ibercivis. Está formado por un consorcio de 14 estados europeos, que están trabajando conjuntamente para construir un punto de encuentro destinado a todos los involucrados en la ciencia ciudadana: profesionales, investigadores, responsables políticos y sociedad en general.

“Su objetivo es transformar la forma en la que se conciben y desarrollan los proyectos de este tipo, convirtiéndose en un espacio de referencia para la comunidad relacionada con ella, y en el que se apoyen iniciativas y se promueva la ciencia ciudadana en el contexto europeo”, explica Domingo.

A esto se suma la celebración, el pasado mes de febrero en Barcelona, de la reunión de arranque del proyecto Newsera: Citizen Science as the new paradigm for science communication, financiado por la Comisión Europea a través de H2020 y con un presupuesto de más de 1,2 millones de euros.

Durante tres años, académicos expertos en política y asesoramiento científico y profesionales de la ciencia ciudadana y la comunicación -liderados por Science for Change (España)-, colaborarán para apoyar a la Unión Europea a codiseñar estrategias innovadoras para mejorar la comunicación científica en cuatro proyectos europeos de ciencia ciudadana con el fin de mejorar su impacto.

Proyectos colaborativos por el medio ambiente

Entre los proyectos sobre medio ambiente que recoge el Observatorio de Ciencia Ciudadana se encuentra Embajadores de la Biodiversidad, llevado a cabo por el Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA) y cuyo objetivo es recuperar y analizar las variedades locales a través de la siembra de semillas que por diferentes razones se han dejado de cultivar en sus lugares de origen.

Gracias a la colaboración ciudadana, este proyecto estudia estos cultivos en sus áreas geográficas autóctonas mediante una recogida de datos muy sencilla durante esos procesos de cultivo.

Desde CITA explican que la finalidad real de Embajadores de la Biodiversidad no es solo acercar a la ciudadanía la ciencia, sino también, y con su ayuda, “observar y entender el entorno, así como obtener información sobre la conservación y gestión de los recursos genéticos”.

De paso, añaden, “se reduce la reticencia de las personas con conocimientos más escasos en la participación e interacción con la comunidad científica y se fomenta el uso de los dispositivos móviles como herramientas científicas y de consulta”.

Desde Ibercivis, que trabaja para realizar, promover y visibilizar la ciencia ciudadana a través de la colaboración con diversos agentes científicos y sociales y que cuentan con partners como la Universidad de Zaragoza, el CSIC, el Ciemat, o los Ministerios de Ciencia e Innovación y de Universidades, defienden la idea de que “cualquier persona pueda participar en la investigación científica, en función de sus intereses y capacidades siempre dinámicas”.

Ibercivis realiza sus propios proyectos de ciencia ciudadana en los que teorizan, prototipan, elaboran modelos, evalúan impactos, realizan mediciones, crean tecnología y publican resultados.

<p>Proyecto Vigilantes del Aire. Foto: Ibercivis.</p>

Proyecto Vigilantes del Aire. Foto: Ibercivis.

Un buen ejemplo de estos proyectos de investigación propia sobre medio ambiente es Vigilantes del Aire, basado en el hecho de que las plantas se convierten, a través de sus hojas en contacto con el aire, en estaciones de monitorización de la contaminación ambiental.

Con el tiempo se acumulan en sus hojas partículas que están presentes en el aire, y por ello, aplicando técnicas biomagnéticas, es posible identificar qué compuestos están en las hojas y por tanto en el aire. De esta forma se puede realizar un estudio agregado para analizar la concentración de contaminantes en el aire del país.

Este proyecto de ciencia ciudadana por el medio ambiente, lanzando a nivel estatal en 2019, sigue activo y permite a cualquier persona colaborar en la evaluación de la calidad del aire de España utilizando como bioindicador una planta de fresal colocada en su casa.

Tras el cuidado de la maceta durante unos meses, los ciudadanos voluntarios deben recoger dos hojas de la planta, guardarlas cuidadosamente en un sobre para proteger los contaminantes adheridos, rellenar un cuestionario que se les entrega con el sobre y la planta, y enviarlo.

Una vez identificados estos contaminantes se extrae la concentración a nivel local para las distintas calles y barrios de diversas ciudades, elaborando así un mapa de la distribución de la contaminación relacionada con el tráfico en distintas ciudades de España. A todos los participantes se les notifican los análisis de sus muestras y cuando los resultados científicos estén listos se compartirán abiertamente.

Recientemente este proyecto para investigar la calidad del aire ha sido premiado en el concurso internacional organizado por Ciencia en Acción y dirigido a estudiantes, profesores, investigadores y divulgadores de la comunidad científica con el objetivo de presentar la ciencia de manera “atractiva y motivadora” para que los jóvenes y el gran público se interesen por ella.

El jurado reconoció a Vigilantes del aire por ser “un gran ejemplo de ciencia ciudadana con una aproximación fresca, original e imaginativa a la contaminación atmosférica e implicar a personas de todos los niveles educativos, lo que potencia su capacidad divulgativa y social”. 

Desde Fecyt coinciden en que el medio ambiente es una de las áreas en las que este tipo de proyectos tiene mayor presencia y que más se han financiado en su convocatoria de ayudas. Entre ellos, AQUA, (también de Fundación Ibercivis), en el que los participantes controlan la calidad del agua de boca en los grifos de sus casas realizando cuatro sencillos tests relativos al pH, cloro, olor y sabor.

Una vez analizadas las muestras siguiendo la metodología propuesta, los ‘ciudadanos científicos’ pueden subir los resultados a la plataforma online, controlar los informes de otros participantes y llamar a la acción política en caso de incidencias que influyan en su calidad de vida.

<p>Proyecto Observadores del mar. Foto: CSIC.</p>

Proyecto Observadores del mar. Foto: CSIC.

Por su parte, Observadores del mar, un proyecto del CSIC, es una plataforma de ciencia ciudadana de investigación marina que desde 2012 ha creado una comunidad de voluntarios amantes del mar que aportan datos sobre biodiversidad, especies emblemáticas o invasoras, efectos del calentamiento global o impactos y contaminación marina.

Estos datos son utilizados para comprender mejor los efectos que el calentamiento global, la contaminación, los cambios de biodiversidad, las invasiones de especies exóticas y la sobrepesca están teniendo sobre el mar.

Derribar barreras para “dar un paso más”

En lo que se refiere a las barreras o retos por superar en materia de ciencia ciudadana, desde Fecyt alertan de que la divulgación y la comunicación “ya no son suficiente”, y que es necesario “dar un paso más” para transformar al ciudadano “de mero receptor pasivo de los mensajes, a participante activo en el proceso científico”.

La buena noticia es que “vamos en la buena dirección gracias a las actividades, acciones y proyectos que están en marcha, y estamos comprobando que la respuesta por parte de los ciudadanos es muy positiva”.

Así, la Encuesta de Percepción Social de la Ciencia (EPSCT) que bienalmente realiza Fecyt aporta datos interesantes sobre este tema. En su última edición (2018), el 58% de los encuestados consideraba que la ciencia y la tecnología son la máxima expresión de prosperidad en la sociedad. Por su parte, el 56% creía que los ciudadanos deben tener un papel más importante en las decisiones sobre ciencia y tecnología que le afectan directamente.

“Aún queda camino por recorrer. Por eso es imprescindible no cejar en el empeño de seguir acercando la ciencia, en todos sus aspectos, a la sociedad, más aún en estos tiempos en los que las informaciones falsas campean a sus anchas por las redes sociales, y en los que la crisis sanitaria nos ha hecho darnos cuenta de que la sociedad, hoy más que nunca, debe comprender la importancia de la investigación científica y luchar por su sostenibilidad”, concluye la directora general de Fecyt.

Comentarios