La innovación social, pieza fundamental en los programas de vacunación
La pandemia del coronavirus ha provocado un interés público por la investigación médica que probablemente no se veía desde los años 80 y 90, cuando la preocupación ciudadana por el VIH/SIDA estaba en su punto álgido.
Los medios de comunicación se pueblan de noticias dando a conocer los resultados de nuevas investigaciones sobre los orígenes del coronavirus, sus síntomas, factores de riesgo o tratamientos. Pero son los avances en la búsqueda de una vacuna los que concentran más miradas.
Las razones de este interés no requieren mucha explicación: el deseo de alcanzar cuanto antes una verdadera nueva normalidad. Dado el desafío social que la enfermedad representa, no es ninguna sorpresa que los progresos en los ensayos clínicos de las principales vacunas candidatas acaparen titulares.
Sin embargo, la llegada de una vacuna no es necesariamente el final del camino. Aunque cambiará de forma importante la lucha contra la pandemia, dotando a los sistemas sanitarios de una herramienta clave hasta ahora inexistente, el impacto de la misma estará inevitablemente sujeto a ciertas limitaciones.
Algunas de esas limitaciones tendrán que ver con cuestiones intrínsecas a la vacuna o vacunas que se desarrollen, ya que ninguna es 100% efectiva. La vacuna del sarampión, una de las más efectivas, alcanza según la OMS en torno al 98% de efectividad si se administra correctamente.
Vacunarse contra la gripe estacional, por otra parte, normalmente reduce el riesgo de contraer la enfermedad entre un 40 y un 60%, de acuerdo a datos del Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos.
Pero el impacto de una vacuna no depende solo de la vacuna en sí misma. Tan importante o más que la efectividad de las vacunas es la cobertura que alcanzan los programas de vacunación que las llevan a la población. Es en ese aspecto, sobre el que la innovación social ha aportado mucho y puede aportar mucho más, que se centrará el resto del artículo.
Innovar en los programas de vacunación
En los países pobres, los programas básicos de vacunación infantil han tenido históricamente coberturas generalmente bajas, aunque en las últimas décadas el progreso ha sido notable, si bien con tendencia a estancarse (por no mencionar los graves riesgos de retroceso por las disrupciones del coronavirus). Es en estos países donde se concentran muchas de las innovaciones sociales recientes que más llaman la atención.
Como innovación institucional es necesario mencionar las grandes iniciativas multisectoriales que han permitido coordinar esfuerzos y movilizar recursos hacia programas de vacunación en países en desarrollo a una escala sin precedentes, como la Alianza Global para la Vacunación y la Inmunización (GAVI) o la Iniciativa Global para la Erradicación de la Polio. A pesar de algunas críticas, el impacto de estas iniciativas es indudable.
Una de las principales barreras para aumentar la cobertura de los programas de vacunación en países de renta baja ha tenido que ver tradicionalmente con los costos de los mismos. El precio de la vacuna es solo un elemento de la estructura de costes de los programas de vacunación, pero hay casos en los que efectivamente constituye una parte muy relevante del costo total.
Para reducir los precios de las vacunas en los países que apoya, GAVI agrega la demanda de vacunas de estos y les ofrece apoyo financiero de largo plazo. Esto permite garantizar a los fabricantes un mercado seguro, estable y de gran volumen, a cambio de precios más bajos.
También se han utilizado sistemas de garantía de mercado innovadores para promover el desarrollo de nuevas vacunas para enfermedades que afectan principalmente a países pobres. A través de los llamados advance market committments, países e instituciones donantes comprometen fondos para financiar la compra futura de vacunas todavía en investigación, una forma novedosa de incentivar el desarrollo y producción de esas vacunas.
Aunque la investigación sobre nuevas vacunas no es el foco de este artículo, esta es una opción interesante que merece la pena mencionar. Son muchos los países y entidades que como respuesta a la pandemia del coronavirus han adoptado un enfoque similar, comprometiendo recursos por adelantado para acelerar el desarrollo de las vacunas más prometedoras y asegurarse acceso a las mismas si son aprobadas.
El crecimiento de empresas farmacéuticas con modelos de negocio innovadores enfocados en la producción de vacunas de bajo costo, como las indias Bharat Biotech o Serum Institute of India, también ha contribuido a abaratar muchas vacunas. Esta última, con su enfoque en grandes volúmenes y bajos precios, se ha convertido en el mayor productor mundial de vacunas.
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La barrera de la logística y la confianza
Las dificultades logísticas son otra barrera que históricamente ha contribuido a limitar la cobertura de los programas de vacunación en países pobres. A la complejidad de llegar a poblaciones lejanas y mal comunicadas, se une el reto de hacerlo a partir de sistemas de salud débiles.
Las innovaciones en el ámbito logístico han sido muchas. Desde el llamativo uso de drones para suministrar vacunas a puestos de salud en Vanuatu o Ghana, hasta apps como VacciNation, que ayuda a mejorar la gestión de los stocks de vacunas y la recolección de datos sobre niños inmunizados.
Destacar asimismo los avances en el control de la cadena de frío que la mayoría de las vacunas necesitan. El uso de sensores de temperatura en los viales de las vacunas para monitorearlas, o el de refrigeradores con energía solar para conservarlas, son dos ejemplos de innovaciones consolidadas a este respecto.
No menos importantes son las barreras actitudinales que existen con respecto a la vacunación, y estas pueden afectar a países con cualquier nivel de renta. Según un estudio promovido por la fundación británica Wellcome, el 19% de los franceses encuestados no cree que las vacunas sean efectivas, y el 33% no cree en su seguridad. Otros países desarrollados también muestran niveles altos de aprensión con respecto a las vacunas.
En general, según el mismo estudio, las personas de países pobres tienden a tener más confianza en la efectividad y seguridad de las vacunas. Se trata pues de una cuestión de confianza, porque
lo cierto es que son pocas las personas que manejan evidencia directa sobre el valor médico de las vacunas. Para el resto, se trata de un ejercicio de confianza en las recomendaciones de autoridades sanitarias, comunidad científica y personal de salud.
Por otra parte, esto no es muy distinto a lo que sucede en la adquisición de un coche o las compras de supermercado: se confía en las personas y/o instituciones que garantizan la idoneidad y seguridad de los productos, ya que no se tiene a priori evidencia directa de esta.
Como Banerjee y Dufflo explican en su libro Repensar la Pobreza, en países pobres, a menudo el problema no es tanto conseguir que los niños inicien los programas de vacunación, sino lograr que los completen con todas las dosis. Para los autores, esto indica que las creencias sobre vacunas son bastante flexibles, y que existen oportunidades para inclinar la balanza con pequeños incentivos.
Otros estudios destacan la importancia de adoptar mecanismos que permitan fortalecer la confianza y colaboración entre servicios de salud y comunidad local, aspectos en los que la innovación social tiene mucho que ofrecer.
En países desarrollados como Francia, a pesar de las dudas que las vacunas provocan, normalmente se alcanzan coberturas relativamente altas en los programas básicos de vacunación. La confianza en las autoridades y personal de salud, así como otras salvaguardas (por ejemplo, condicionar el acceso a las escuelas a la vacunación), probablemente ayudan a superar las reticencias.
En cualquier caso, la cobertura oscila a lo largo del tiempo y la regresión es siempre una posibilidad. Es por eso que no deja de resultar preocupante que el 30% de los españoles encuestados manifiesten dudas sobre si se vacunarían contra el coronavirus, y que en Estados Unidos un porcentaje importante de la población dude si lo haría o directamente lo rechace.
Por tanto, en este como en otros ámbitos, es esencial innovar en estrategias de recuperación de la confianza social.