Del aula al espacio: el Proyecto Servet VI, un caso de ciencia ciudadana

Estudiantes de secundaria de catorce colegios de España lanzaron al espacio el pasado mayo varios globos sonda con experimentos científicos, dentro de un proyecto que persigue despertar vocaciones científicas.
<p>El Proyecto Servet VI, desarrollado en colegios españoles, es un buen ejemplo de ciencia ciudadana. Foto: Fundación Ibercivis.</p>

El Proyecto Servet VI, desarrollado en colegios españoles, es un buen ejemplo de ciencia ciudadana. Foto: Fundación Ibercivis.

En 1781, el organista alemán William Herschel se hizo famoso por descubrir Urano. Herschel, músico por herencia afincado en Inglaterra desde la Guerra de los Siete años, desarrolló en su madurez una inusitada afición por la astronomía que le llevó a construir sus propios telescopios y a dedicar las noches a observar el cielo. Su fortuito hallazgo, llevado a cabo fuera de los círculos científicos, supuso el descubrimiento del primer planeta no visible al ojo humano.

Aquello fue un hito de lo que hoy se conoce como ciencia ciudadana: ciencia desarrollada por personas que no se dedican profesionalmente a ello. Algo que siempre ha existido, aunque ahora crece de forma cada vez más organizada y con más recursos.

Esta primavera, siguiendo el espíritu de Herschel y de otros tantos, alrededor de doscientos alumnos de secundaria de catorce colegios de toda España han participado en el Proyecto Servet VI, una iniciativa de Fundación Ibercivis, el Instituto de Investigación en Ingeniería de Aragón y la Fundación Española para la Ciencia y Tecnología (Fecyt), en la que cada centro ha lanzado a la estratosfera sus experimentos científicos para estudiar cómo funcionan las cosas cerca del espacio.

La organización, con Ibercivis y el Grupo Servet a la cabeza, ha puesto los medios y la logística para hacer posible los lanzamientos, que se llevaron a cabo el 14 de mayo en un evento conjunto en San Mateo de Gállego (Zaragoza).

“Nosotros nos comprometimos a poner la infraestructura: los dos globos sonda donde se adhirieron las cápsulas con los experimentos, el helio, los permisos de vuelo y los datos de seguimiento. Durante la fase inicial y el desarrollo del proyecto, nos hemos centrado en encontrar las ideas más adecuadas entre las escuelas candidatas”, explica Enrique Torres, investigador y profesor universitario, y uno de los organizadores del Servet VI.

Dicho y hecho, porque la imaginación en los experimentos elegidos ha sido desbordante. Como ejemplos, el grupo de alumnos de la escuela Espiciencia, en Burgos, ha querido estudiar la distribución de microorganismos a diferentes alturas de la estratosfera; los del Institut Giola de Llinars del Vallès, en Barcelona, enviaron una crema hidratante casera para estudiar sus posibles beneficios en la piel de los astronautas; en el Colegio Juan de Lanuza, de Zaragoza, equiparon un sensor de partículas en suspensión para medir la calidad del aire de la ciudad, y en el IES Peñamayor, de Navas de Asturias, no han sido menos originales, llevando una muestra de sidra para observar cómo cambian sus propiedades antes y después del lanzamiento.

En el Proyecto Servet VI han participado 200 alumnos de secundaria de 14 colegios de toda España. Han lanzado a la estratosfera experimentos científicos para estudiar su funcionamiento en el espacio.

Todos los experimentos han tenido unos ocho meses de desarrollo y trabajo concienzudo, no exento de dificultades. Los alumnos y profesores han tenido que configurar una cápsula de 300 gramos de peso máximo e incluir en ella todos los dispositivos necesarios para las mediciones.

Es el caso del grupo de estudiantes de 1º de bachillerato del IES Ramón Menéndez Pidal, de Avilés, que han querido estudiar el comportamiento de las placas solares a diferentes alturas de la atmósfera. “Finalmente pudimos equipar dos placas para no pasarnos de peso y decidimos incluir una pequeña cámara para observar las distintas fases del vuelo”, explica Paula Ema, la docente que ha guiado al grupo.

En el caso de la Escola Virolai, en Barcelona, equiparon su cápsula con una cámara y un filtro infrarrojo para tomar imágenes de las zonas vegetales durante el ascenso del globo y poder comprobar posteriormente el estrés hídrico a través del índice NDVI (índice de vegetación de diferencia normalizada). “La idea original sale de un estudio de lo que ya hacen los satélites. A través del filtro infrarrojo podemos ver la radiación reflejada de la vegetación y tener por tanto el indicador de la absorbida. Eso da un indicio del estado de salud de las plantas”, explica Quique Vergara, profesor del grupo de doce alumnos de 4º de ESO que ha desarrollado el experimento.

El lanzamiento de los globos

El fin de semana del 14 de mayo tuvo lugar la jornada de lanzamiento de los globos. Un total de cincuenta alumnos de los distintos colegios participantes se reunieron en la localidad zaragozana de San Mateo de Gállego para ultimar la puesta a punto de la sonda y lanzar los globos. “Fue muy bonito. Lo mejor es compartir la experiencia con otras escuelas. Hubo un momento en el que a nosotros nos dejó de funcionar la sonda, y la ayuda que recibimos por parte de la organización y de otros participantes es algo que nos impresionó”, comenta Quique Vergara.

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<p>El objetivo del Proyecto Servet VI es acercar la ciencia a las aulas. Fotos: Proyecto Servet-Fundación Ibercivis.</p>

El objetivo del Proyecto Servet VI es acercar la ciencia a las aulas. Fotos: Proyecto Servet-Fundación Ibercivis.

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<p>El objetivo del Proyecto Servet VI es acercar la ciencia a las aulas. Fotos: Proyecto Servet-Fundación Ibercivis.</p>

El objetivo del Proyecto Servet VI es acercar la ciencia a las aulas. Fotos: Proyecto Servet-Fundación Ibercivis.

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<p>El objetivo del Proyecto Servet VI es acercar la ciencia a las aulas. Fotos: Proyecto Servet-Fundación Ibercivis.</p>

El objetivo del Proyecto Servet VI es acercar la ciencia a las aulas. Fotos: Proyecto Servet-Fundación Ibercivis.

Los globos de helio que se repartían las cápsulas ascendieron a una velocidad de unos cinco metros por segundo, alcanzaron los 32.800 metros de altura y, tras una hora de ascenso y una vez desgarrado el látex, comenzaron su brusco descenso de nuevo a la Tierra. Los paracaídas frenaron las cápsulas antes de tocar suelo cerca de la ciudad de Huesca, a unos 50 kilómetros del punto inicial de lanzamiento.

La organización monitorizó a través de telemetría y señal GPS la trayectoria de los globos y se lanzó a perseguirlos con los coches al puro estilo ‘cazatornados’. Al final, las dos sondas cayeron en la zona calculada por las simulaciones y se pudieron recuperar las cápsulas intactas.

Los lanzamientos del pasado mayo culminan seis ediciones de una iniciativa con una trayectoria imparable. El Proyecto Servet nació a partir de “unos quince o veinte locos” interesados por la física. Así lo cuenta Enrique Torres, que estuvo en ese primer grupo piloto. “Nos fuimos un día a un cerro y lanzamos el primer globo sonda para hacer unas mediciones, por nuestra cuenta y por pura afición”, cuenta.

“Tenemos dificultad para acercar la vida real dentro del aula y estos proyectos nos permiten comprobar lo que nos cuentan, y poner el broche al proceso de aprendizaje”, Quique Vergara, profesor.

Después de aquello, solicitaron permiso a distintos ayuntamientos para los siguientes lanzamientos y consiguieron atraer miradas curiosas. “Al tercer evento vino mucho público joven y mayor, e incluso se organizó un almuerzo popular en el pueblo donde lo hicimos. Ahí nos dimos cuenta de que esto tenía mucho tirón”, explica Torres.

Y así nació la idea de llevar esta iniciativa a los colegios, tras conseguir financiación de la Fecyt, y ya con la entrada de Ibercivis como entidad coordinadora. El objetivo no ha sido otro que despertar vocaciones científicas y hacer accesible lo que aparentemente parece tan lejano.

“En las escuelas tenemos dificultades para acercar la vida real dentro del aula, así que estos proyectos nos permiten comprobar lo que nos cuentan y poner el broche al proceso de aprendizaje”, explica desde su experiencia Quique Vergara.  En el mismo sentido se expresa Paula Ema: “Es algo que motiva a los alumnos, que los hace trabajar en equipo, desarrollar habilidades interpersonales y sobre todo ver ciencia aplicada”.

Ciencia y agenda política

Detrás del éxito de esta última edición del Proyecto Servet está Ibercivis, el principal laboratorio de ciencia ciudadana en España. Su gran proyecto es el Observatorio de la Ciencia Ciudadana, un directorio de iniciativas en el que cualquier persona puede inscribirse para colaborar o abrir su propia idea de proyecto.

Es, al mismo tiempo, una red de colaboración entre científicos, ciudadanos, políticos y divulgadores científicos. “La ciencia ciudadana no solo tiene un impacto científico, sino también social, económico y educativo”, explica para Revista Haz Francisco Sanz, director de la Fundación Ibercivis.

La ciencia ciudadana, no obstante, se enfrenta a un reto: terminar de alcanzar la agenda política. “Se está trabajando mucho en cómo oficializar esos datos que se recogen en los proyectos y en estudiar qué controles de calidad podemos hacer para que sean considerados como oficiales. En algunos campos como la climatología, hay amateurs con estaciones en sus casas y los datos que envían sí que se procesan como oficiales”, explica Sanz.

No obstante, que las investigaciones de ciencia ciudadana penetren en la agenda política ya ocurre, no con poca frecuencia. Por ejemplo, el proyecto D-Noses, financiado con fondos europeos de Horizonte 2020, y también con Ibercivis como entidad coordinadora, ha conseguido llevar la contaminación odorífera (por malos olores) al Plan de Acción de la UE denominado Contaminación cero para el aire, el agua y el suelo. El proyecto ha consistido en el desarrollo de una aplicación móvil para obtener, mediante colaboración masiva, datos de olores geolocalizados en tiempo real y con información detallada de las experiencias de los afectados.

El Ministerio de Universidades y el grupo motor Ciencia Ciudadana y Universidades se reunieron en abril para sentar las bases de una estrategia nacional que impulse la ciencia ciudadana.

Atendiendo a casos como este, la pregunta es si ya se podrían equiparar de forma generalizada los proyectos de ciencia ciudadana a los desarrollados por científicos profesionales en instituciones de investigación. De momento parece que faltan algunos pasos para ello, aunque son dos esferas destinadas a convivir en el futuro. “La ciencia ciudadana no sustituye, sino que ayuda y complementa a la investigación tradicional”, opina Francisco Sanz.

No en vano, el pasado 27 de abril, el Ministerio de Universidades se reunió con el grupo motor Ciencia Ciudadana y Universidades (formado por varias universidades de España, el CSIC, Creaf, Ibercivis y Fecyt) para sentar las bases de una estrategia nacional que impulse la ciencia ciudadana desde y con las universidades españolas.

De momento, hoy en día, y antes de que termine el curso escolar y dé comienzo la libertad del verano, los laboratorios de los colegios participantes en el Proyecto Servet VI se apresuran en analizar desde la humildad de sus recursos los datos y las muestras de los experimentos. Un proyecto donde aulas y espacio han estado unidos por un simple viaje en globo.

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