Crean un sistema de alerta temprana para combatir el ‘hambre invisible’ en España
Más del 26% de la población española se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión social o, lo que es lo mismo, una de cada cuatro personas vive con unos ingresos demasiado bajos, privación material severa o una intensidad de empleo muy baja, según revela la última Encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Unos datos que han sido abordados en el encuentro El hambre invisible en España: el reto de medir y reducir la inseguridad alimentaria, organizado por Acción contra el Hambre, y que ha congregado en Madrid a expertos en nutrición, salud e inseguridad alimentaria del panorama nacional e internacional.
Dos temas han centrado el debate: la situación del ‘hambre invisible’ y la inseguridad alimentaria en España, una problemática que, hoy en día, no cuenta con medidores estandarizados ni estadísticas oficiales que permitan prevenir, diseñar y reorientar políticas públicas que anticipen y mitiguen sus efectos, según destaca Acción contra el Hambre.
Ante la carencia de datos homogéneos y estadísticas sobre la materia, el encuentro ha servido para dar a conocer el sistema de seguimiento y alerta temprana de inseguridad alimentaria que Acción contra el Hambre ha desarrollado para monitorear el ‘hambre invisible’ por regiones en España y anticipar la acción de las entidades sociales, de salud y políticas a nivel local.
Un mecanismo que, durante 2024 y 2025, se implementará en la Comunidad de Madrid en el marco del programa ‘Piloto de innovación social para la empleabilidad y la seguridad alimentaria en la Comunidad de Madrid’, financiado por la CAM a través del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia NextGenerationEU de la Unión Europea.
El hambre invisible en España: el reto de medir para mitigar`
El director de Ingeniería Técnica y Acción Social España de Acción contra el Hambre, Luis González, ha señalado que “en España, hay una inseguridad alimentaria estructural que está invisibilizada, cuyas causas son complejas y variadas y requieren un análisis sistémico; no son causa-efecto”. Por ello, Luis González ha resaltado la necesidad de “tomar medidas como proteger los sistemas de protección social y que todas las personas tengan acceso a una renta mínima, promover la integración de un enfoque saludable en las políticas de empleo, garantizar el acceso a alimentos básicos o campañas de alimentación saludable, entre otras”.
“En la actualidad hay una gran desnutrición y no solo tenemos que atender al hambre 0, sino también a la desnutrición. Cada vez hay más alimentos insanos que derivan en malnutrición por exceso y por defecto”, ha destacado la coordinadora de la Clínica de Nutrición y Dietética de la Universidad Católica de Valencia, Alma Palau, en una mesa que ha contado también con la participación de Mónica Palladino, quien ha puesto el foco en el impacto de la pobreza alimentaria en la vida de los adolescentes: su impacto en su salud, educación, bienestar psicológico y en el hecho de que se pueda perpetuar la pobreza en el tiempo. “La dimensión emocional es clave”, ha esgrimido.
En el encuentro se destacó la la importancia de los sistemas de vigilancia y los indicadores estandarizados como herramientas para monitorizar la inseguridad alimentaria y prevenirla, orientando la asignación de recursos y políticas públicas de forma más eficiente.
Ana Moragues-Faus, doctora en economía agrícola, sociología rural y política alimentaria, ha afirmado que “lo que no se mide no se gestiona”, y ha hecho un paralelismo entre la inseguridad alimentaria y un iceberg, en el que muchas experiencias del hambre no se ven. “Las colas del hambre no nos indican la experiencia real de la inseguridad alimentaria, es un problema estructural”, ha añadido.
Pablo Soriano, responsable de proyectos de Acción Social en Acción contra el Hambre, ha explicado la propuesta de Acción contra el Hambre para implementar un sistema de alerta temprana que ayude a medir la inseguridad alimentaria y su evolución, cuyo objetivo es “adelantarse a las emergencias”. ¿Cómo hacerlo? A través de tres grupos de variables: socioeconómicas, de consumo y con la escala FIES.
“Con las transferencias monetarias, las personas pueden cambiar su comportamiento habitual de compra, adquiriendo más cantidad de alimentos, con más variedad y de mejor calidad”, ha concluido Hélène Pasquier, integrante de la red CALP y responsable de Seguridad Alimentaria y Medios de Vida de Acción contra el Hambre.