En defensa del sector público

La administración pública concita actualmente el reproche de todos los sectores de la sociedad. Se le acusa de despilfarro e incompetencia, de estar más orientada al cumplimiento de los procedimientos que a la obtención de resultados, de ser poco transparente en la gestión de los recursos, de contar con unos funcionarios más preocupados por preservar sus privilegios que por servir a los ciudadanos. En fin, la lista de agravios resulta interminable.

Es verdad que el sector público tiene muchos campos de mejora y que es urgente revisar algunos de sus mecanismos de funcionamiento, pero tratar de convertirlo en el chivo expiatorio de todos nuestros problemas y defender que su presencia debe reducirse radicalmente es sencillamente una estupidez. Las voces actuales que defienden la supuesta mayor eficacia del sector empresarial o los nuevos enfoques del filantrocapitalismo para solucionar los problemas sociales se asemejan a los vendedores ambulantes que iban de pueblo en pueblo vendiendo elíxires milagrosos para curar la calvicie. Al final los ingenuos compradores terminaban con más calvas en el cráneo y menos dinero en sus bolsillos.

Pretender que únicamente el sector empresarial o las organizaciones del tercer sector son capaces de innovar en el campo social no tiene fundamento alguno. Ciertamente es mucho lo que puede aportar el sector empresarial en términos de eficacia y orientación a los resultados y es preciso reconocer que en las últimas dos décadas la empresa ha avanzado mucho en su compromiso con la sociedad.

Algunas de las fundamentaciones teóricas sobre el papel de la empresa (shared value) van a acentuar ese compromiso en el futuro. De igual modo las organizaciones del tercer sector conocen como nadie las necesidades de las comunidades y su fuerte vocación social les proporciona una enorme ventaja a la hora de ganarse la confianza y movilizar los recursos de esas comunidades.

Ahora bien, las empresas y las ONG tienen también grandes limitaciones.

Hasta el momento unas y otras se han mostrado incapaces de trabajar conjuntamente y compartir los esfuerzos. Los ejemplos de colaboración de las empresas en programas sociales entre ellas y en colaboración con las ONG se cuentan con los dedos de las manos. Y, precisamente, lo que se requiere ahora con carácter urgente, dada la envergadura y complejidad de los problemas sociales, es el concurso y la colaboración de los tres sectores: sector público, sector privado y tercer sector.

No se trata solamente de que cada sector cubra su espacio aisladamente, sino de buscar enfoques y herramientas que incentiven la colaboración entre los tres facilitando el logro de un objetivo común.

Esa función solo puede cumplirla la administración pública porque únicamente ella está en capacidad de dibujar un mapa general de las necesidades sociales más perentorias y de impulsar un esfuerzo a gran escala. Para eso tendrá que abandonar la ejecución y gestión directa de muchos programas sociales y orientarse en el desarrollo de mecanismos innovadores centrados en la mejora del diagnóstico de los problemas, la selección de los mejores proveedores, la colaboración entre los sectores y la evaluación de resultados y aprendizajes.

Se trata de un camino largo y todavía poco trillado, pero es un camino lleno de posibilidades. Lo importante es no desviarse y tener muy claro que solo los mecanismos y procesos que incentiven la asunción de riesgos y que sean capaces de devolver el protagonismo a las comunidades afectadas serán capaces de impulsar la verdadera innovación social. Dejar hacer, no estorbar, encauzar iniciativas, integrar; pero también dejar equivocarse, porque los procesos de aprendizaje son indispensables para avanzar en el sector social.

El Ayuntamiento de Madrid ya ha dado los primeros pasos con la creación de una Oficina de Innovación Social que responde a esta filosofía: colaborar con el sector privado y las organizaciones sociales y prestar especial atención a la evaluación del impacto de los programas. Es un buen comienzo.

No hay que dejarse paralizar por la crisis económica. El sector público, a pesar de la crisis, sigue contando con un ingente talento humano, herramientas legales y recursos financieros. La crisis es una oportunidad estupenda para activarlos y ensayar nuevos enfoques. Es preciso persuadirse de que necesitamos al sector público, lo necesitamos más que nunca.

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