¡Qué gane el mejor!

Foto de HAZ
HAZ8 abril 2007

En los últimos tiempos han surgido una serie de iniciativas que están cuestionando los modos tradicionales de hacer filantropía. Las Fundaciones ya no se limitan a repartir sus donaciones anuales. Quieren resultados.

El espectro de su ayuda no empieza y termina en la donación pura y dura. Es más amplio, incluyendo nuevas fórmulas como la donación condicionada a la consecución por parte del receptor de determinados objetivos económicos o cualitativos, o los préstamos sin interés o con un interés preferencial.

La última corriente son los «premios para incentivar».

Se convoca un premio sustancioso para incentivar a emprendedores para que presenten una propuesta innovadora con el fin de resolver un determinado problema social. A comienzos de año el excéntrico empresario Richard Bransom lanzó el «Virgin Hearth Challenge», ofreciendo 25 millones de euros a quien invente un método económica y medioambientalmente viable para reducir los gases con efecto invernadero en la atmósfera.

Los «premios con incentivos», a diferencia de otros premios cuya finalidad es reconocer una contribución o algún mérito, pretenden desarrollar mecanismos que generen incentivos para la solución de determinados problemas sociales. Matthew Leerberg, profesor de la Duke University, ofrece interesantes ejemplos en su reciente trabajo: «Incentivizing prizes: how foundations can utilise prizes to generate solutions to the most intractable social problems».

Estos mecanismos tienen además la ventaja adicional de que están abiertos a todo el mundo, no exclusivamente a un grupo de personas u organizaciones capaces de hacer propuestas.

El sector fundacional español, sin embargo, sigue con los enfoques y mecanismos tradicionales: financiando becas y exposiciones. Son muy necesarias las becas y las exposiciones, pero un poco más de innovación en este sector no vendría nada mal. Bienvenidos sean los incentivos.