Rankings, ratings, índices y demás libros de caballería

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HAZ28 agosto 2007

Hace apenas unos meses Deloitte junto con la consultora Kirchhoff, y la revista «Manager Magazine» decidieron hacer público «The -Good Company Ranking», un informe que evalúa las 120 mayores empresas europeas en materia de Responsabilidad Social Corporativa. Los criterios que se utilizaron para elaborar esta «curiosa clasificación» fueron los compromisos de la empresa con la Sociedad, con sus Empleados, con el Medio Ambiente y, por último, su desempeño económico como empresa.

Entre los resultados que arroja este estudio se encuentra uno sorprendente: ¡las empresas españolas son las que encabezan en Europa el Ranking de empresas responsables! ¿Quién cree realmente en estos rankings? Casi nadie, salvo, claro está, las empresas agraciadas que invierten gran parte de su tiempo en difundirlos.

A la falta de credibilidad de los rankings, índices y premios, le dedicaba Michael Porter, en su último artículo publicado en la Harvard Business Review, algunas jugosas reflexiones: » Medir y comunicar el compromiso social es un potente medio para influir en el comportamiento de las compañías, siempre que los ratings sean consistentes en sus mediciones y reflejen de manera adecuada el impacto social de las compañías.

Lamentablemente ninguna de estas condiciones se cumple en los numerosos ejemplos de ratings actualmente existentes. Los criterios usados en los diferentes ratings varían enormemente. El Dow Jones Sustainability Index, por ejemplo, incluye en sus evaluaciones aspectos como el desempeño económico y concede al «servicio al cliente» un peso casi un 50% más alto que a las actividades relacionadas con la «ciudadanía corporativa». El FTSE4Good Index, por su parte, no evalúa ninguna actividad relacionada con el desempeño económico o el servicio al cliente.

Pero más allá de los criterios elegidos y el peso concedido a cada uno de ellos, se encuentra el problema adicional de cómo juzgar si el criterio realmente se cumple o no. La mayoría de los medios de comunicación, ONGs y organizaciones de asesoramiento a inversores carecen de recursos para auditar el complejo universo de las compañías multinacionales.

Como consecuencia de lo anterior, suelen utilizar indicadores para evaluar basados en datos que son muy difíciles de verificar y de recabar, y que, en muchas ocasiones, no son relevantes. El Dow Jones Sustenaibility Index por ejemplo, usa el tamaño del Consejo de Administración como un indicador para medir el grado de compromiso de la compañía con la comunidad, aunque el tamaño y el compromiso no son conceptos que estén necesariamente correlacionados. Pero incluso si los indicadores elegidos reflejan adecuadamente el impacto social, la información resulta muy difícil de verificar.

La mayoría de los rankings descansan en informes cuyo grado de respuesta es estadísticamente irrelevante, y en los que la información es proporcionada directamente por la compañía sin que exista un medio de verificación externo. Como consecuencia de todo lo anterior, el resultado es una jungla de rankings sin sentido que permite presumir a las empresas que cumplen alguno de los numerosos criterios sociales. Y claro está, eso es lo que hacen».

En fin, se puede decir más alto, pero no más claro.