Fundaciones cívicas: el compromiso ciudadano puede cambiar el mundo

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HAZ1 noviembre 2008

El mundo de la filantropía, de la donación y de la responsabilidad social debe abrirse mucho más allá de sus actuales marcos de actuación para responder a nuevas inquietudes presentes en el ánimo de potenciales filántropos, los cuales todavía no han descubierto su vocación o no han encontrado el canal para expresarla. Porque no sólo tienen capacidad de ayudar los donantes tradicionales. En Estados Unidos ya se encuentra activa una nueva generación de donantes jóvenes procedentes de las empresas tecnológicas de éxito y que, por edad, son culturalmente sensibles a los desafíos y carencias de sus sociedades. En España, donde la obligación de servicio a la comunidad todavía no se siente con tanta fuerza, tenemos que despertar a estos filántropos durmientes, capaces de constituir un auténtico revulsivo.

ADEMÁS DE DESCUBRIR ESTE POTENCIAL, existe otro amplio espectro de donantes, de capacidad económica media e incluso modesta que, como los anteriores, buscan estructuras innovadoras enfocadas en causas sociales y de beneficencia, ya sea para aportarles dinero o para dedicar horas de su tiempo poniendo al servicio de la comunidad su know-how profesional. Ambos perfiles filantrópicos coinciden en algunas características. La principal es que todos son donantes exigentes, que quieren saber qué se hace con su dinero, involucrándose y participando de forma activa en aquellas causas que desean apoyar. Sus inquietudes muchas veces no llegan a concretarse al no encontrar las herramientas adecuadas para ello.

SE DESCONOCEN EN GENERAL los nuevos mecanismos de responsabilidad social que están surgiendo en el llamado tercer sector para dar respuesta a estas legítimas ansias de ayuda a la sociedad. Porque no todo acaba en la filantropía clásica, o en el esquema tradicional de trabajo de una fundación convencional.

UNA DE LAS NUEVAS HERRAMIENTAS MÁS ATRACTIVAS, relevantes y exitosas son las fundaciones cívicas, un modelo de organización que la Fundación Bertelsmann está introduciendo de forma pionera en España.

Aunque poco conocido en nuestro país, se trata de un concepto de amplia tradición en Estados Unidos, donde en 1914 surgió la primera fundación cívica. Un banquero de la ciudad de Cleveland se dio cuenta de que muchas organizaciones de beneficencia locales no eran eficaces, así que tuvo la idea de unir a un grupo de respetados conciudadanos y crear una «cuenta de ahorros a largo plazo» para la región.

LA FILOSOFÍA POSTERIOR DE LAS FUNDACIONES CÍVICAS ha seguido la máxima de convertirse en plataformas que, además de contribuir al desarrollo de una comunidad específica, impliquen de manera directa a los ciudadanos de ésta. Para ello, ofrecen una cartera de servicios más amplia que la de una fundación convencional: el ciudadano puede crear su propio fondo, determinando para qué se utilizará; o destinar su aportación al fondo concreto que más le interesa de entre todos los que ya gestiona la fundación cívica; o puede dedicar tiempo a colaborar en aquellos proyectos a los que aporte un mayor know-how; o, simplemente, apoyar en general a la institución y dejar que ésta asigne los fondos en función de sus prioridades.

Con este esquema de actuación, hoy existen ya 1.441 fundaciones cívicas extendidas por 51 países de todo el mundo.

FUTURAS GENERACIONES DE FILÁNTROPOS. Hace falta rejuvenecer las fundaciones y que se descubra la filantropía como herramienta de desarrollo personal, profesional y comunitario.

Para ello hay que educar a las futuras generaciones de filántropos, porque ¿en cuántas fundaciones hay patronos menores de treinta años? En la californiana Community Foundation Silicon Valley, por ejemplo, se consiguió implicar a muchos de los jóvenes emprendedores e ingenieros que se beneficiaron económicamente a una edad temprana de la pujanza en bolsa de sus compañías, haciéndoles participar en el desarrollo de su comunidad con una filosofía innovadora y de riesgo similar a la de sus empresas. Esto llevó a un aumento de sus activos desde 7 millones de dólares en 1989 hasta más de 1.100 millones en 2007. En palabras del artífice de esta transformación, Peter Hero, «funcionamos como una verdadera empresa, una empresa social. Esta filosofía es la clave de nuestro crecimiento».

LAS FUNDACIONES CÍVICAS HAN DEMOSTRADO su capacidad de responder a estos retos actuando localmente, pero con una visión global de las necesidades sociales. Con ellas estamos ante un nuevo e importante vehículo para cumplir con las crecientes obligaciones de responsabilidad social, implicando más a los donantes, satisfaciendo sus legítimas demandas y alcanzando un mayor nivel de eficacia organizativa. En el caso español estamos detectando ya las primeras experiencias, como la Fundació Tot Raval, que ha contribuido a dinamizar el céntrico barrio barcelonés del Raval, una zona asociada a marginalidad que hoy muestra una admirable revitalización, a la que esta institución ha contribuido. Con casos así se hacen realidad las palabras de la antropóloga Margaret Mead: «Nunca dudes de que un pequeño grupo de ciudadanos comprometidos puede cambiar el mundo. De hecho, son los únicos que lo han logrado».

MICHAELA HERTEL, DIRECTORA DE LA FUNDACIÓN BERTELSMANN

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