Infancia y televisión, ¿unidos por el destino?

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HAZ14 diciembre 2010

Casualidades de la vida o decisiones muy acertadas, sea como fuere, se han celebrado recientemente consecutivamente el Día Universal del Niño (20 de noviembre) y el Día Mundial de la Televisión (21 de noviembre).

Con motivo de esta doble celebración –con frecuencia cuesta ver estos dos conceptos unidos de la mano– la Confederación de Consumidores y Usuarios (CECU) ha elaborado un decálogo para proteger a los menores de los programas no recomendados para ellos.

Habla de la importancia del diálogo con los niños, de la supervisión por parte de los tutores de los contenidos que ven los jóvenes, del control de las horas de visionado, de la importancia de situar la televisión en salas comunes de la casa, de la necesidad de hacer comprender a los menores el poder que ejerce la televisión y su relación con la publicidad, de enseñar a los jóvenes a «escoger» la televisión y no sólo a verla, de la importancia de la información que recibimos de los programas y de «no eludir nuestra responsabilidad echándole siempre la culpa a la televisión: nosotros somos los que elegimos lo que se ve o no se ve en cada momento».

Pues bien, efectivamente estamos de acuerdo en la mayoría de sus recomendaciones y apoyamos toda aquella iniciativa que pueda mejorar la protección de los menores, al igual que denunciamos en su día («La RC se queda sin espacio televisivo») la falta de RC de las televisiones privadas, pero del mismo modo que no se debe eludir la responsabilidad como consumidor de contenidos televisivos, las cadenas no deben tampoco olvidar la suya: ofrecer contenidos responsables.

No se trata ahora de atribuir culpas, pero ¿qué fue antes el huevo o la gallina?

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