Patronato del Prado, ¿órgano de gobierno o figura decorativa?

Es probable que el frecuente contacto de los miembros del Real Patronato del Museo del Prado con las obras de la colección sea la causa de que hayan terminado convirtiéndose en una pieza decorativa más del museo.

No encuentro otra explicación para justificar las demoledoras conclusiones del informe del Tribunal de Cuentas (Informe de fiscalización del Museo del Prado, ejercicio 2012, Nº 1.040), aprobado el pasado 26 de junio y hecho público hace unos días.

Salvo culpar a los miembros del Real Patronato de llevarse las obras a su casa, el Tribunal los acusa de todo lo imaginable: incompetencia, incumplimiento de la legalidad, falta de control interno, ausencia de políticas y procedimientos, nula supervisión de los riesgos asociados a la gestión de la colección, falta de claridad en la definición de las facultades y competencias de los órganos de gobierno, ausencia de transparencia en la adjudicación de contratos y licitaciones, carencia de medidas de seguridad, etc.

La pregunta que me hago, tras leer el informe, es la siguiente: ¿qué hacemos con el Real Patronato? ¿Dónde los mandamos? El primer impulso es desterrarlos a la sala que alberga el Tesoro del Delfín. Es un espacio destinado a las artes decorativas. Allí se sentirán como en casa y podrán dialogar de tú a tú con la colección de mesas y consolas de Piedras Duras del siglo XVIII o con alguna de las piezas de cerámica de Talavera o las porcelanas del Buen Retiro.

Pero quizás se encuentren más a gusto en la sala de escultura griega, junto a la reproducción del Sátiro en reposo de Praxíteles. Al fin y al cabo, los sátiros son criaturas desenfadadas, pícaras e irresponsables. Seguro que encuentran muchas cosas en común.

Otra opción sería buscarles acomodo junto a alguna de las estampas de Goya. Por ejemplo, acompañando a la obra Asta su abuelo, esa alegoría de la ignorancia representada por un asno que aspira a literato. Como es natural, la pintura nos ofrece grandes posibilidades y no es fácil escoger el cuadro más representativo del museo. Podría ser el Sueño de Jacob (Ribera), Saturno devorando a su hijo (Goya) o el Bufón don Sebastián de Morra (Velázquez). Cada una de estas obras nos ofrece suficiente material interpretativo para realizar un buen retrato del Real Patronato del Museo del Prado.

Ironías aparte, el tema reviste una gravedad difícil de ocultar. Estamos hablando de la principal institución cultural del país, financiada con nuestros impuestos y que alberga una colección cuya propiedad es pública. Cualquier ciudadano, por tanto, está teóricamente legitimado para exigir una rendición de cuentas pública a sus responsables.

Aunque mucho nos tememos que el mutis habitual de nuestros responsables políticos y la proximidad del verano terminen silenciando una vez más el desgobierno de la institución cultural más importante de España.

Las cerca de 200 páginas del informe del Tribunal de Cuentas abordan distintas temáticas. La gran mayoría de ellas se refieren a diferencias sobre criterios contables a la hora de reflejar determinadas operaciones y partidas en los estados financieros (balance y cuenta de resultados).

No es que este tema no merezca interés, pero como señala el propio Tribunal “las cuentas generales reflejan adecuadamente, en sus aspectos más significativos, su situación financiera y patrimonial, el resultado del ejercicio y la liquidación de su presupuesto”.

El principal problema no reside, como decimos, en que el museo presente una imagen falsa de su situación financiera y patrimonial, aunque hay muchas cuestiones pendientes de aclarar en este punto, sino en las rotundas manifestaciones del Tribunal sobre el posible incumplimiento de la legalidad y la falta de procedimientos internos de control en el museo.

Se trata de afirmaciones muy graves, que apuntan directamente al funcionamiento del órgano de gobierno (Real Patronato) y cuestionan el cumplimiento de sus funciones básicas de supervisión y control.

Lo cierto es que la actual estructura, composición y normas (más bien la ausencia de ellas) del actual Real Patronato del Prado hacen imposible que pueda cumplir las labores de supervisión inherentes a su cargo. Para que el principal órgano de gobierno del museo comience a funcionar con eficacia, sería necesario que abordase sin demora las siguientes medidas:

1) Reducir el número de sus patronos actuales.

De acuerdo con los Estatutos del Museo, el Patronato está formado actualmente por 40 patronos: 13 de ellos patronos natos nombrados en función de su cargo político y 27 vocales designados, de los cuales dos son nombrados por el Consejo de Patrimonio Histórico, 15 por el Ministro de Cultura y 10 también por el Ministro a propuesta del Real Patronato.

Si analizamos los museos británicos más importantes, comprobaremos que el tamaño de su órgano de gobierno es notablemente inferior: el British Museum cuenta con 25 patronos, la National Gallery con 13, el Tate Modern con 14 y el V&A con 17. Los ingleses no quieren rellenar sus boardsde figuras decorativas, sino con personas que realmente contribuyan individual y colectivamente, y para conseguirlo el tamaño es importante.

2) Suprimir la figura de los patronos natos, nombrados por razón del cargo político o institucional.

Constituye una práctica de buen gobierno en cualquier organización evitar los nombramiento por razones del cargo o por motivos políticos. La selección y mantenimiento de los integrantes del patronato debe basarse en su contribución efectiva a la institución.

Una de las características más interesantes de la gestión cultural en el Reino Unido es el principio de arms’s lenght, en virtud del cual las instituciones no sufren la interferencia del poder político y gozan de enorme autonomía en su gestión. ¿Cuántos políticos forman parte del patronato del British Museum, de la National Gallery, del Tate Modern o del V&A? ¡Ninguno!

3) Organizar el trabajo del patronato en comisiones

Para asegurarse de que los patronos trabajan con eficacia y supervisan las áreas más críticas de gobierno, el trabajo del órgano de gobierno se organiza tradicionalmente a través de diferentes comisiones. La comisiones más importantes son las de auditoría que, a la vista del mencionado informe del Tribunal de Cuentas, el museo está pidiendo a gritos, y la comisión de nombramientos, que se ocupa de seleccionar a los futuros candidatos del patronato de acuerdo con un sistema objetivo y, posteriormente, de evaluar su desempeño. Comprobado el resultado actual, la creación de esta comisión constituye hoy una razón de Estado.

4) Desarrollar, aprobar y hacer públicas las políticas relacionadas con la gestión de la colección

Una de las actividades más importantes de los museos consiste en la gestión de los ingresos y salidas de su colección, entendiendo por esta el conjunto de bienes culturales “propiedad” de dicho museo y vinculados al cumplimiento de sus fines y funciones, así como aquellos bienes que se le hayan otorgado en depósito.

La gestión de la colección comporta decisiones importantes sobre nuevas adquisiciones (incremento de las colecciones), préstamos de las obras a otros museos o entidades culturales, depósitos de obras y, en su caso, la venta de alguna pieza. Los museos deben hacer públicas sus decisiones sobre:

     – Adquisición de nuevas obras

     – Préstamos de la colección

     – Depósitos recibidos para la colección

     – Venta de alguna pieza de la colección

Estas decisiones no deben quedar al arbitrio exclusivo del director del museo y de su staff directivo, aunque su opinión sea muy relevante y, dada su trascendencia, deben recogerse en un documento y hacerse públicas, lo cual, a efectos prácticos, significa que deben estar publicadas en la web, al igual que toda la información de naturaleza económica.

Si el Real Patronato impulsa estas medidas, es probable que comience a funcionar como un auténtico órgano de gobierno. Si no lo hace, mucho me temo que ni siquiera podrá reclamar el derecho a ser exhibido en alguna de las salas del museo mencionadas anteriormente. Habrá que expulsarlos del recinto y exhibir sus vergüenzas en la plaza pública. La mejor opción será situarlos en los jardines de la puerta de Goya, bajo la atenta mirada del genio de Fuendetodos.

Por @jmcavanna para El Confidencial

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