La impresión 3D y la revolución de lo inmediato

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Mar Masulli17 febrero 2015

Supongo que muchos de ustedes estarán tan fascinados como yo por lo que puede significar la democratización del acceso a la impresión en tres dimensiones o 3D. Cuando uno comienza a leer sobre el potencial tan amplio, la cantidad de cosas e industrias que se ven afectadas y mejoradas, resulta imposible no quedar maravillado…

No puedo resistirme a compartir en tono humorístico una noticia que leí acerca de un ciudadano norteamericano que fue acusado de infringir derechos de autor por escanear una estatua de Miguel Ángel. Y tampoco puedo resistirme a comentar, esta vez con un tono de esperanza, que una niña británica de 2 años sobrevivió a una operación hace tan sólo una semana gracias a un corazón impreso en 3D. Creo que estos dos ejemplos son suficientes para abrir debates de todo tipo, que espero leer en los comentarios de esta noticia.

Para quienes no estén familiarizados, la impresión 3D no es algo nuevo: lleva más de 30 años utilizándose en el entorno industrial y en las escuelas de arquitectura. Fue en 1980 cuando se lanzó el primer prototipo, y en 2007 cuando estuvo disponible por primera vez una impresora de sobremesa. Se trata de una tecnología que está cambiando la forma en la que compramos y hasta cómo nos divertimos… muchos recordarán la noticia de The Economist “Print me a Stradivarius”.

Suena a ciencia ficción y lo cierto es que esta impresora capaz de imprimir estructuras (de pasta, plástico, células, etc) capa sobre capa se ha convertido en el puente que permite trasladar sueños, diseños y creaciones antes factibles únicamente en un entorno de realidad virtual al mundo material. La máquina imprime en tamaño real objetos físicos y tangibles que muchas veces uno mismo ha participado en crear y -aquí viene lo mejor- teniéndolo disponible en muy poco tiempo en la localidad donde uno reside.

Con un potencial de escalabilidad para tener presencia cada hogar, se facilita el acceso cuasi inmediato a artículos personalizados y de diseño. Cosas que no sólo son únicas porque se ajustan perfectamente a las medidas o dimensiones determinadas por y para cada persona; sino que son más sostenibles: sin embalajes innecesarios, sin necesidad de que el objeto pase por manos de intermediarios ni sea transportado desde la fábrica al punto de venta reduciendo por tanto su huella de carbono… ¿Quién no quiere que los zapatos o la ropa le queden a la perfección?, y ¿qué tal no tener que esperar a que llegue el mensajero a traer lo que nos hemos comprado?

Las soluciones que trae esta tecnología afectan nuestra forma de interactuar como ciudadanos y empresas. Se trata de un cambio tal que requiere del esfuerzo de las administraciones y de la legislación para adaptarse a una nueva realidad que es más que nunca global y local a la vez: podemos descargarnos un diseño realizado por una marca de un país de Sudamérica e imprimirlo en casa.

Es cierto que el diseño es de la empresa, pero como comprador, hay algunos detalles que uno puede personalizar en función de las opciones del programa.

La impresión 3D convierte a cada persona en propietario de una mini-fábrica potencial de aquello que consume. Hace unos meses participé de una conferencia en Barcelona en el marco de #8daysbcn en la que por primera vez escuché estas dos palabras juntas: ciudadano creador. Y creo que esas dos palabras definen el concepto de una manera concisa y excelente. O sea que, una vez más hablamos del ciudadano como figura económica, tal y como se plantea en la economía colaborativa, un asunto que hoy en día ya está dando que pensar en cuanto a la vigencia de las estructuras fiscales y legales de nuestra sociedad.

Ahora bien, el acceso fácil a la impresión 3D no implica que los cambios sólo sucedan en casa. Recientemente he leído noticias acerca de la construcción –o debería decir impresión- de casas y hasta puentes, piezas de aviones que no necesitan ensamblarse y que pesan cada vez menos, pequeños artículos como joyas, bolígrafos… todo un mundo por descubrir…

Uno de las artículos que más me ha impactado es referente a la empresa Strati, que espera conseguir en unos pocos años, que en tan sólo 12 horas puedas retirar tu flamante coche último modelo completamente personalizado directamente del concesionario. Estamos hablando de llevar el pret-a-porter a unos niveles de sofistificación insospechados. Por lo pronto, en España podemos pasarnos por el primer FabCafé de Europa, en Barcelona, donde puedes imprimirte el proyecto que tienes en mente mientras te tomas algo.

También es famoso un proyecto desarrollado por Systems and Materials Research Corporation (SMRC) y financiado por la NASA, para el que esta compañía está creando y desarrollado soluciones de alimentación que se utilizarán en el viaje sin retorno a Marte previsto para el año 2023 y que ya cuenta con más de 75 mil voluntarios.

En España también somos líderes en innovación en este sector. Tuve la oportunidad de conocer personalmente a Emilio Sepúlveda, director de Natural Machines y de ver en directo la creación de su equipo: una impresora de comida llamada Foodini. Les invito a echar un vistazo a este breve video de una charla que Emilio dio en TEDxMadrid en la que explica qué es y cómo funciona.

Cuando hablamos del impacto en la industria alimenticia no sólo hablamos de imprimir galletas, pizzas o ravioli sino que vamos más allá. Hablamos de producir sólo la cantidad necesaria de comida evitando desperdiciarla, o de imprimirla con la cantidad exacta de nutrientes que cada persona necesita, y también de comida en polvo que puede mantener sus nutrientes y cualidades originales durante 30 años hasta que la impresora reciba las instrucciones del cartucho indicándole qué cantidad de líquidos añadir para convertir ese polvo en algo inteligible como comida para nosotros y, esperemos, más sabroso de lo que parece al describirlo.

Entonces, ¿es la impresión 3D la solución que erradicará el hambre? Demasiado pronto para afirmarlo me temo, pero sí es cierto que tiene ciertos atributos como el de poder imprimir comida en entornos desfavorecidos que hacen que se convierta en una candidata seria para ponerle fecha de fin.

Por Mar Masulli
@mmasulli
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