XXI, el siglo de la transparencia en el tercer sector

Vivimos en la era de la información, de los datos. Tanto las personas físicas como las jurídicas, ya sean públicas, privadas o sin ánimo de lucro, quedamos retratadas con nuestras acciones e interacciones a través de los múltiples canales que pone a nuestra disposición la tecnología.
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Ana Benavides15 marzo 2022

El acceso a la información pública es un derecho recogido en la Constitución Española que en el siglo XXI ha adquirido una nueva dimensión gracias a Internet. Hoy en día todo parece estar ahí, al alcance de cualquiera. Las entidades pueden transmitir lo que deseen sin apenas esfuerzo y llegar a toda la sociedad. Y la ciudadanía, a su vez, también exige cada vez saber más, estar mejor informada.

Como no podía ser de otro modo, el tercer sector no se ha quedado al margen de esta tendencia. Nacido de la propia sociedad, evoluciona con ella, haciéndose eco de sus mismas transformaciones.

En los inicios del siglo XX las entidades no lucrativas en España estaban vinculadas a la Iglesia y la beneficencia. Esta característica fue progresivamente cambiando hasta que, a finales de siglo, con la llegada de la democracia, la secularización, el estado del bienestar, la globalización y el sentido de la solidaridad, las organizaciones civiles empezaron a adquirir un papel esencial como agente de transformación social.

Y podemos afirmar que el siglo XXI es el de la transparencia y la rendición de cuentas, reflejo de un estado de madurez del tercer sector.

Dos décadas de trayectoria

En España se empieza a hablar de transparencia y buenas prácticas en el ámbito específico de las asociaciones y fundaciones hace dos décadas, coincidiendo con el nacimiento de Fundación Lealtad, entidad independiente que analiza y acredita el buen hacer de las ONG en este sentido.

Si bien es cierto que en otros países como Alemania, Estados Unidos, Países Bajos o Suiza existe una trayectoria mucho más larga, en nuestro país se ha avanzado mucho en estos 20 años: solo en los últimos cinco, el número de ONG acreditadas por esta institución ha crecido un 29%.

Desde el punto de vista normativo no existe una ley específica sobre transparencia en el tercer sector, sino que se regula a través de la Ley 19/2013, de 9 de diciembre, de transparencia, acceso a la información pública y buen gobierno, que entre otras cosas obliga a las entidades sin ánimo de lucro a dar cuenta de las ayudas o subvenciones percibidas por parte del Estado.

Pero más allá de la normativa, las ONG son conscientes, cada vez más, de que su legitimidad como agentes de transformación social viene dada no solo por la actividad que realizan, sino también por llevar a cabo una buena gestión y gobernanza, y por ganarse la confianza de la sociedad, de cuyas aportaciones y donaciones dependen en gran medida para poder desempeñar su labor. Y en ese proceso la transparencia es fundamental.

Unas prácticas de gestión sólidas otorgan confianza a la organización, que es la columna vertebral de la actividad de una ONG.

Pero, ¿qué entendemos por transparencia? Se trata de que las entidades recopilen toda la información relevante sobre su misión, sus actividades, sus resultados, sus cuentas anuales, sus fuentes de financiación, el destino de los fondos que perciben, así como sus vinculaciones con otro tipo de entidades (instituciones religiosas, partidos políticos, empresas, lobbys, etc.), y la pongan a disposición pública para que cualquiera que desee pueda consultarla.

Esta información ha de estar bien detallada, ser completa y comprensible, estar organizada con coherencia y mantenerse actualizada.

Confianza, la clave

Esta tarea requiere, sin duda, un compromiso sólido, que a su vez se sustenta en unas prácticas de gestión sólidas. Y esas buenas prácticas son las que otorgan confianza a la organización, que es la columna vertebral de la actividad de una ONG, la base sobre la que se construye su ecosistema y la razón fundamental por la que una persona decide colaborar con una ONG.

Según datos de la Asociación Española de Fundraising, los españoles que en 2020 colaboraron económicamente con alguna entidad no lucrativa representan el 37% de la población, y la principal razón que alega el 63% restante para no hacerlo, después de los problemas económicos, es la desconfianza hacia las organizaciones.

Decíamos que los ciudadanos demandamos cada vez más información, y del mismo modo que como consumidores somos cada vez más exigentes con las marcas, también lo somos como donantes: queremos analizar bien con qué entidad vamos a colaborar, y una vez donado, exigimos saber a qué se va a destinar nuestro dinero, poder conocer el seguimiento del proyecto y cómo se gestiona. No es una cuestión de desconfianza, sino de actitud responsable y de voluntad de implicación.

Sin duda, la tecnología ha sido la gran aliada de la transparencia, y la web de una entidad ha de ser fiel reflejo de su propio compromiso de gobernanza y buenas prácticas, el lugar donde todos vamos a buscar aquello que queremos saber, y donde debe recogerse de forma pública toda esa información relevante.

Del mismo modo que en nuestra sociedad la apuesta por la sostenibilidad ya no es recomendable, sino exigible por el propio futuro del planeta, la transparencia y las buenas prácticas en el ámbito del tercer sector tampoco son ya cuestionables, sino imprescindibles para el futuro de las propias organizaciones.

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