Los incendios se apagan en invierno

Cada año los incendios forestales en nuestro país avanzan en el calendario y muestran una mayor virulencia, provocados por el imparable avance del cambio climático y auspiciados por la falta de una gestión proactiva por parte de las administraciones.

Recientemente hemos visto en televisión las angustiosas imágenes de los agricultores navarros realizando cortafuegos con sus tractores en los campos, en medio de un paisaje lleno de humo, amenazador y, sin lugar a dudas, peligroso.

Unas acciones que pueden calificarse de heroicas y que demuestran la gran implicación de los hombres y mujeres del campo en la defensa de sus tierras y su forma de vida, ya bastante puesta en peligro por tantos otros motivos (sin ir más lejos, los precios de las materias primas que utilizan o el escaso dinero que reciben por los productos que producen).

Aunque las razones de estos últimos incendios aún están por esclarecer, parece ganar fuerza la hipótesis de que han sido provocados por la acción humana en la realización de actividades agrícolas. En consecuencia, los ecologistas navarros han pedido a la Administración autonómica la asunción de responsabilidades y la toma de medidas legales que regulen y prohíban, en su caso, esas actividades agrícolas en determinados días críticos.

Ya era sabido que la probabilidad de incendios en la zona era alta debido a las elevadas temperaturas, baja humedad ambiental y viento, junto con suelos y vegetación seca por falta de lluvia en las últimas semanas. Todo eso, unido a la acción humana, desencadenó los incendios.

Ahora, parece que se están acelerando los trámites burocráticos para implantar las acciones que los ecologistas venían muchos años pidiendo. Como suele pasar siempre, a toro pasado y cuando ya había habido incendios importantes por causas similares en años anteriores.

Sea como fuere, desde diferentes frentes se están reclamando cambios de calado, ya a corto y medio plazo, en la gestión de incendios para lo que se avecina a nivel mundial.

Los incendios aumentarán un 50% en los próximos 80 años

Este año se ha presentado el informe Spreading like wildfire: The rising threat of extraordinary fires realizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) y por el centro de comunicación medioambiental sin ánimo de lucro GRID-Arendal, en el que se hace un balance de la escala y el alcance de la crisis mundial de los incendios forestales, presentando cifras y datos que deberemos tener muy en cuenta en el futuro próximo.

Uno de los mensajes principales que se extraen del informe es que, en todos los ecosistemas de la tierra, los incendios forestales están aumentado en intensidad y extensión, causando estragos en el medio ambiente, la vida silvestre, la salud humana y las infraestructuras.

También se destaca que los incendios forestales y el cambio climático se agravan mutuamente, lo cual, junto con los cambios en el uso de la tierra, provocará que los incendios forestales sean más frecuentes e intensos, con un aumento global de los de tipo extremo de hasta un 14% para 2030, un 30% para finales de 2050 y un 50% para finales de siglo.

Estos incendios forestales tendrán importantes repercusiones (véase Olas de calor e incendios: una amenaza cada vez más frecuente para la salud y el medio ambiente), siendo las comunidades más pobres del mundo las que proporcionadamente se vean más afectadas, como suele pasar casi siempre cuando de cosas negativas hablamos.

La gestión de los incendios necesita un replanteamiento

En España tenemos dos escalas de gestión en lo que respecta al ámbito de los incendios forestales. Las comunidades autónomas tienen traspasadas la mayor parte de las competencias de su gestión por parte del Estado central, siendo las responsables de las labores de prevención, detección y extinción.

Por su parte, el Estado establece las directrices básicas a partir de las cuales las comunidades deben desarrollar sus competencias, y se encarga de labores de apoyo en extinción, coordinación general, gestión de la base de datos nacional y cooperación internacional.

Aunque España duplicó en 2021 el dinero destinado a apagar incendios forestales, este gasto solo supone un 0,3% del gasto público total.

Según el informe del Pnuma, es necesario un cambio radical en cómo los gobiernos mundiales realizan sus gastos en materia de incendios forestales, dejando de lado una acción reactiva y pasando invertir más en prevención y preparación.

Es ahí donde la conocida frase en el mundillo de la gestión de incendios de ‘los incendios se apagan en invierno’ toma todo su significado y es especialmente chocante que este mantra no acabe de calar en las administraciones y se aplique en su justa medida.

El Pnuma hace un llamamiento a los gobiernos para que adopten una nueva “fórmula de preparación para incendios”, en la que dos tercios del gasto se dediquen a la planificación, prevención, preparación y recuperación, y un tercio se destine a la respuesta.

El informe estima que en la actualidad la respuesta directa a los incendios forestales suele recibir más de la mitad de los gastos correspondientes, mientras que la planificación recibe menos del 1%. En España, los últimos datos proporcionados por el Gobierno hablan de una inversión anual de 600 millones de euros en extinción y 400 en la gestión forestal, lo cual refuerza la mencionada estimación del Pnuma.

Según Eurostat, el año pasado España duplicó el dinero público para apagar incendios forestales y ocupaba el cuarto puesto en la relación de países de la Unión Europea respecto al gasto público en servicios de protección contra incendios, solo por detrás de Alemania, Francia e Italia, pero este gasto representaba solo un 0,3% respecto al gasto público total, moviendo el puesto de España a la segunda mitad de la tabla de países europeos en ese aspecto.

Pongamos el foco en la prevención y la mitigación

Según los expertos, se calcula que la intervención de medios humanos y materiales para apagar un incendio forestal supone un gasto cercano a los 10.000 euros por hectárea, mientras que limpiar un monte cuesta la mitad de lo que se gasta solo en las labores de extinción del fuego.

España tiene uno de los mejores sistemas de extinción de incendios, pero hay que poner el foco en la gestión del territorio, la prevención y la mitigación del cambio climático.

A lo anterior debemos añadir el resto de costes difícilmente calculables como los ambientales y sociales, entre los que se incluyen la desaparición o reducción de ejemplares de especies animales; las pérdidas de vidas humanas; la destrucción de viviendas, explotaciones agrarias y ganaderas, carreteras, etc., y la disminución del turismo en los lugares afectados por los incendios y el coste de su restauración (tanto en términos monetarios como en tiempo).

España es reconocida por tener uno de los mejores sistemas de extinción a nivel mundial, pero poco vamos a poder hacer si la tendencia es que cada año tengamos más y más grandes incendios forestales y también más peligrosos.

Ante esa perspectiva, y tal y como hemos visto que proponen desde hace tiempo organizaciones no gubernamentales, tenemos que poner el foco en la gestión del territorio, la prevención y la mitigación del cambio climático.

Y tampoco nos podemos olvidar de la necesaria concienciación ambiental de la ciudadanía, ya que un buen número de incendios es provocado por negligencias diversas, y del aumento de controles y la aplicación de todo el rigor de la ley ante aquellos desalmados que inician incendios de manera voluntaria.

En lo que llevamos de año, los incendios de Navarra, Zamora y Lleida ya nos han dado el toque de atención de lo que puede ser un verano especialmente complicado. Pongamos cada uno de nosotros nuestro granito de arena para que, dentro de lo posible, se minimice la ocurrencia de estos tristes sucesos.

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