El ilícito disfraz del acoso

El pasado mes tuve ocasión de participar en una jornada del Instituto de las Mujeres en la que se presentaba el estudio 'Mujeres jóvenes y acoso en redes sociales'. El informe revelaba que ya no más de la mitad de las mujeres jóvenes (aquellas con menos de veinticinco años), sino que hasta un 80% de las mismas había sufrido alguna situación de acoso en las redes sociales.

Nada más y nada menos que un 80%. La sociedad cambia, la sociedad evoluciona. Las nuevas tecnologías ponen al alcance de todos, especialmente de la juventud por sus innatas capacidades, importantes mecanismos y útiles de trabajo, pero también se multiplican los riesgos y amenazas a los que se ven expuestos.

El acoso en redes sociales es una realidad. No podemos pensar que son acosos menores. Son situaciones que generan inseguridades en la juventud y les pueden llegar a abocar a situaciones de riesgo incluso para su integridad.

Meses atrás, Plan Internacional ya publicó un estudio titulado (In)seguras online donde reconocía que hasta el 88% de las mujeres jóvenes han sufrido acoso en redes, un acoso por múltiples facetas, por condiciones físicas, étnico/raciales, de situación de discapacidad o de género.

La necesaria acción pública

La Estrategia renovada del Plan Nacional de Drogas se pasó a llamar a partir de 2017 Estrategia Nacional sobre Adicciones 2017-2024. Esta estrategia ya alertaba que, además de las drogas, se vislumbraban otras dos adicciones incipientes, la de los juegos de azar y a las nuevas tecnologías.

Estas adiciones a las nuevas tecnologías multiplican exponencialmente los riesgos de las redes sociales. Si la sociedad cambia habrá que cambiar las normas que permitan la defensa de nuestros derechos y reduzcan nuestros riesgos, especialmente los derechos de los más indefensos, menores y adolescentes.

Sin duda es necesario crear una conciencia social compartida, un convencimiento y una acción compartida de administraciones, entidades y sociedad civil que conciencien de esta realidad y se encuentren dispuestas a actuar de manera unida y decidida.

Hasta anteayer, un chiste radicalmente machista o un comentario conscientemente sexista ocasionaba las risas y burlas de no pocos, hoy su condena social se hace, afortunadamente, más extendida. Hace dos años su crítica pública formaba parte de una cierta falta de humor, hoy su condena está normalizada. Hace falta concienciar y en eso el trabajo compartido y consciente es el vehículo más eficaz.

Es necesaria la colaboración público-privada para hacer políticas públicas eficaces. Soy de los que piensa que un funcionario desde su mesa del despacho vive, en no pocas ocasiones, ajeno a las realidades de su entorno. Se hace preciso el diálogo con los grupos de interés y las asociaciones que trabajan en el día a día con estos colectivos para dar respuestas eficaces. Sin el diálogo, sin la escucha y sin la implicación en primera persona de estas organizaciones los resultados no dejarán de ser efímeros e insuficientes.

Es necesario crear una conciencia social compartida, un convencimiento y una acción compartida de administraciones, entidades y sociedad civil que conciencien de esta realidad y se encuentren dispuestas a actuar de manera unida y decidida.

Además, el acoso en redes presenta un nuevo desafío: el del anonimato, un riesgo añadido que conduce al agresor, en no pocas ocasiones, a una sensación de impunidad. El acoso en redes sociales es diferente al tradicional, tiene un alcance global y generalizado y se hace trascendente, esto es, no conoce espacio temporal ni físico, es decir, ni concluye a la salida del colegio ni cesa los fines de semana. El conocido como cyberbulling o ciberacoso comporta un riesgo exponencial al tradicional.

Obviamente las administraciones disponen de las denuncias en el 016 o del Canal Prioritario que la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) pone al servicio de los usuarios, pero quizá adolezcamos de unos suficientes mecanismos de evaluación que permitan analizar su funcionamiento y, en su caso, proponer acciones para su mejora.

Los datos del estudio: prevención, detección y protección

El estudio fue realizado en febrero del presente año a grupos de chicas de entre 16 y 24 años. Los datos revelan que casi la mitad de estas mujeres se ha sentido, alguna vez, ofendida, humillada, intimidada, acosada y/o agredida en las redes sociales.

Es importante tener presente que la mayoría de los mensajes de los agresores (un 56,2%), son de carácter sexual e intimidatorio, o se refieren (un 53%) a la divulgación de fotografías sexualmente explícitas y que no cuentan con el consentimiento de la víctima.

En el caso del ciberacoso es importante destacar que éste se produce normalmente en el entorno escolar y que no tiene carácter afectivo sexual. Representa un 33,7% de las agresiones a través de las redes.

Se constata que frente a una situación de acoso casi un 60% de las encuestadas se han sentido enfadadas, impotentes, asqueadas e inseguras. De ellas un 37,7% se ha sentido deprimida, paranoica, ansiosa o ha tenido trastornos alimenticios. Un porcentaje del 24% ha faltado a su puesto de trabajo y un 12,3 % ha tenido además pensamientos suicidas. No cabe duda de los efectos que este acoso ocasiona en la salud mental de nuestras jóvenes. Unos efectos que, en no pocas ocasiones van unidos al sentimiento de culpabilidad.

Debemos de prevenir (necesaria concienciación social), detectar las situaciones de acoso y, sobre todo, proteger a quienes la padecen. Solo de este modo podremos construir una sociedad preparada para los desafíos que entrañan las nuevas tecnologías. Solo de este modo construiremos una sociedad más justa y humana.

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