Bancos vs. cambio climático: es necesario un giro urgente

No descubrimos nada nuevo si afirmamos que en sostenibilidad hay un dicho en inglés a la hora de analizar si una empresa es responsable o sostenible, y esa frase no es otra que ‘Do you walk the talk… or talk the walk?’.

Es decir, ¿realmente se está haciendo lo que se decía que se iba a hacer, o simplemente se está explicando que sí, pero se está haciendo otra cosa?

Lo segundo, como todos ya sabemos, es la forma más clara del lavado verde, o greenwashing, que vemos por todos lados y cada vez más en todo tipo de empresas y sectores.

Si nos ceñimos al sector de la banca, este es uno de los sectores peor considerados por sus grupos de interés, principalmente por el que nos podemos referir como sociedad en general y por sus propios clientes (véase La banca debe mejorar su servicio a los mayores), y también uno de los que más greenwashing hace.

La banca juega un importantísimo rol a la hora de luchar contra el cambio climático ya que los bancos ofrecen financiación a todo tipo de empresas. Una financiación que, en base no solo a la taxonomía europea dentro del Plan de Acción de Finanzas Sostenibles sino también a otras normativas de fuera de la Unión Europea que se vayan publicando, se deberá dirigir cada vez más a actividades sostenibles y acabará castigando a aquellas empresas que realicen actividades insostenibles.

Pero, aunque existen iniciativas y principios para lograr que el sector bancario se vaya convirtiendo en más sostenible y que sus acciones sean realmente responsables (véase La banca avanza hacia un negocio responsable), se sigue más ‘talkeando’ que ‘walkeando’ y se continúan financiando actividades, empresas y sectores a los que se debería ir cortando progresivamente el grifo del dinero.

El crédito sigue fluyendo hacia los negocios poco sostenibles

El informe Banking on Climate Chaos. Fossil Fuel Finance Report 2022 de la organización Rainforest Action Network pone negro sobre blanco cómo los bancos siguen dando crédito en abundancia a empresas cuyas actividades y productos promueven un empeoramiento del cambio climático.

Según ese documento, aunque la banca promociona de manera generalizada sus compromisos para ayudar a sus clientes en la transición, los sesenta bancos descritos en el informe canalizaron 185.500 millones de dólares en 2021 a las cien empresas que más están expandiendo el sector de los combustibles fósiles, como Saudi Aramco y ExxonMobil, incluso mientras los presupuestos de la emisión de carbono sobre calentamiento global apremian a dejar de invertir en nuevos suministros o infraestructuras de carbón, gas y petróleo.

Aunque existen iniciativas para lograr que la banca sea más sostenible y sus acciones más responsables, se sigue más ‘talkeando’ que ‘walkeando’ y se continúan financiando sectores a los que se debería ir cortando el grifo del dinero.

La financiación de combustibles fósiles se estancó el año pasado, en medio de la recuperación dilatada de la pandemia de covid-19, pero quedó a niveles aún más altos que en 2016, el año inmediatamente posterior al Acuerdo de París.

En los seis años transcurridos desde la adopción de ese acuerdo, los sesenta mayores bancos del sector privado del mundo financiaron los combustibles fósiles con 4,6 billones de dólares.

En general, el financiamiento de combustibles fósiles sigue dominado por cuatro bancos de los EE.UU. (JPMorgan Chase, Citi, Wells Fargo y Bank of América), que juntos representan una cuarta parte de todo el financiamiento de combustibles fósiles identificado en los últimos seis años.

Por geografías, y en cuanto a financiación de negocios basados en la extracción y otras actividades relacionadas con los combustibles fósiles, el RBC es el peor banco de Canadá, con Barclays como el peor de Europa y MUFG de Japón.

En cuanto a bancos españoles, entre las entidades analizadas en el informe se encuentran el Santander (posición 30 en cuanto a importe financiado), BBVA (posición 42) y CaixaBank (posición 56).

¿Qué dicen que hacen los bancos?

Si nos metemos en las páginas web de los tres primeros bancos de la lista, vemos más o menos lo mismo.

En el caso del JP Morgan, dicen que, en agosto de 2020 (un poco tarde, quizá…), anunciaron su compromiso de alinear sectores clave de la cartera de financiación con los objetivos del Acuerdo de París. Y también que, al trabajar directamente con los clientes para desarrollar y financiar sus estrategias y objetivos de transición, les ayudan a superar los retos y las oportunidades de la descarbonización y la transición energética, al tiempo que se contribuye a acelerar las nuevas tecnologías y estrategias empresariales.

También dicen que, en mayo de 2021, (quizá, tarde de nuevo…) establecieron como objetivo para 2030 reducir un 35% de su financiación en petróleo y gas sobre los niveles de 2019. En su informe anual de 2021, por tanto, no hay ningún dato de progreso al respecto.

Es necesario que los bancos implementen de inmediato políticas que pongan fin a la financiación de la expansión de los combustibles fósiles y comiencen a reducir su apoyo por completo.

Vamos ahora por el segundo banco de la lista, el Citi. Según su informe anual del año pasado, se ha comprometido a destinar un billón de dólares a la financiación sostenible para 2030, un compromiso que abarca su oferta de negocios y ejemplifica cómo la financiación medioambiental y social está integrada en todos sus negocios.

Para temas de riesgos climáticos de su cartera nos refiere a su otro informe basado en las recomendaciones del Task Force on Climate-related Financial Disclosures (TCFD), en el que se ven muchos objetivos, pero poco análisis de progreso.

Por último, en el caso de Wells Fargo, los informes ESG y TCFD más actuales que podemos encontrar en su web son sobre el año fiscal 2020, también llenos de buenas palabras, pero sin evolución a analizar.

Seguramente, si nos ponemos a analizar el resto de bancos de la lista nos encontraremos con cosas bastante similares, aunque quizá también haya excepciones positivas.

En todo caso parece que, en general, los bancos no se han comenzado a poner las pilas en este tema y establecer compromisos y objetivos hasta hace muy poco. Eso es, muchos años después del Acuerdo de París, y asumiendo años base para sus reducciones demasiado cercanos.

No todo es cambio climático

El informe de la Rainforest Action Network también pone de manifiesto otras consecuencias derivadas de las actividades de extracción de los combustibles fósiles como son el incumplimiento de los derechos de las comunidades indígenas en los lugares donde se realizan esas actividades.

También en ese aspecto, se señala que la organización Indigenous Environmental Network and Oil Change International ha publicado el documento Indigenous Resistance Against Carbon en el que se examinan 26 casos de resistencia indígena a la industria de los combustibles fósiles que han dado lugar a reducciones cuantificables y cuantiosas de las emisiones de gases de efecto invernadero.

En definitiva, es necesario que los bancos implementen de inmediato políticas que pongan fin a la financiación de la expansión de los combustibles fósiles y comiencen a reducir su apoyo por completo.

Pero además de las propias idiosincrasias de cada banco en cuanto a la manera de afrontar su negocio, vivimos en la actualidad situaciones como la de la guerra en Ucrania o la decisión de BlackRock de soltar el acelerador en sus intenciones de descarbonizar sus carteras que no influencian positivamente en el objetivo final de reducir la financiación ‘anticlimática’.

Con este panorama, en los próximos años vamos a ser testigos de si realmente se va a poder encauzar la situación o llegaremos a un punto en el que las decisiones tomadas en el contexto de la realidad más inmediata harán imposible que las consecuencias del cambio climático sean las menos duras.

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