La participación es un asunto muy serio. ¿Jugamos?

Una de las virtudes del gobierno abierto es la variedad de maneras que tenemos de acercarnos e implicarnos en esta forma de entender el mundo público. Una de estas formas puede ser el juego, especialmente para a quienes la transparencia les resulta un juguete aburrido: los niños y las niñas.
Foto de Rafa Camacho
Rafa Camacho27 septiembre 2022
<p>Foto. Quino.</p>

Foto. Quino.

Como hemos analizado en anteriores ocasiones, el nivel de conocimiento (y en consecuencia de implantación) del gobierno abierto es bastante limitado en nuestra sociedad.

Con el propósito de incidir en la difusión de esta forma de entender las relaciones entre ciudadanía y política, solemos destacar iniciativas que promuevan su implantación, algunas buenas prácticas, que van desde las medidas legales adoptadas a las campañas comunicativas, pasando por un camino de iniciativas tecnológicas, divulgativas que apuntan en la misma dirección: mostrar las posibilidades beneficiosas que ofrece esta forma de entender y gestionar lo público, enseñar, explicar.

Pero hay otra forma, quizá menos ortodoxa, pero seguro que tanto o más efectiva, sobre las que se pone menos el foco: el juego.

Con el juego conjugamos otros verbos: crear, imaginar, construir, descubrir…Y también otras formas de hacer que no persiguen un objetivo concreto, una casilla que marcar como tarea realizada, porque el juego es libre e ilimitado en sus posibilidades y en las formas de afrontarlo.

Y es que hay tantas formas de jugar como niños y niñas, como los momentos en que multiplican el juego por sí mismos hasta sumar infinitos finales diferentes. Un asunto infinito, abierto y sujeto a la vez a la negociación, al entendimiento, en el que se afronta una realidad dada (una cáscara de pipa) para transfórmala en otra cosa mejor (un barco).

El juego es un asunto serio, tan serio que merece la misma dignidad que el trabajo para el adulto, como diría Bruno Bettelheim. Tan serio como como pueden ser la participación, el codiseño de políticas o la colaboración interinstitucional o entre administraciones y sociedad: asuntos con infinitas posibilidades, abiertas a múltiples actores y sujetos a la negociación, al entendimiento entre partes para avanzar hacia la toma conjunta de decisiones, para transformar la realidad existente en otra mejor.

Mover los peldaños de la escalera

El paradigma del gobierno abierto nos sugiere una especie de escalera en la que hay que avanzar peldaños para alcanzar la cota más elevada de apertura.

En el esquema original, se asumía que la transparencia es el primer peldaño, y una vez que se cuenta con información cierta, clara y suficiente se puede subir al siguiente peldaño, el de la participación, para poder aportar nuestra visión e ideas sobre los asuntos públicos, con mayor o menor nivel de implicación y de cesión de poder por parte de la Administración/Gobierno. Para esto es muy ilustrativa la conocida Escalera de la Participación de Sherry Arnstein, o las adaptaciones de su modelo.

<p>Foto: Aluisalvaz.</p>

Foto: Aluisalvaz.

En un tercer peldaño en ese paradigma del gobierno abierto que estamos definiendo se encontraría la colaboración (que se corresponde a uno de los últimos escalones de la propuesta de Arnstein), en el que se reconoce no solo legitimidad, sino poder en el diseño de políticas y en la toma de decisiones.

Ahora bien, este modelo parece poco atractivo para ponerlo en práctica con niños, niñas y adolescentes. ¿Transparencia? ¿Sobre qué asuntos? ¿Alguno que realmente les importe y les llegue a implicar sinceramente, tanto como para querer aumentar su participación en asuntos comunes? Parece poco probable.

Sin embargo, ¿qué tal si probamos a invertir los términos? ¿Y si empezamos por usar el gancho de la participación para así educar en gobierno abierto? ¿Y si una vez que consiga despertar el interés por participar en lo público queramos conseguir más piezas para jugar, y que nos demos cuenta de que la transparencia puede ofrecernos esas piezas? Y que el juego se exprese en infinidad de formas, en tantas como adultos interesados en lo común y con verdadero interés por la rendición de cuentas de la gestión pública.

Es una manera de avanzar al gobierno abierto que no se salta etapas, solo las mueve de sitio y las presenta en un plano distinto, como el de un juego.

La posibilidad existe y para alcanzar, para enganchar a un niño o a una niña, el juego parece una alternativa más seductora que el aprendizaje, que el estudio, que la escucha de charlas, de conferencias que pueden ser muy divertidas, pero no son juegos. Son formatos en los que los adultos siguen marcando las reglas de la relación, y los niños y niñas son receptores. Es una forma válida de aprendizaje, por supuesto, no vamos a ponerlo en duda, pero debemos aceptar también la premisa de que no debe ser la única.

Aprender jugando

Jean Piaget, el teórico del desarrollo cognitivo, decía que «los niños y niñas no juegan para aprender, pero aprenden porque juegan«. La idea de darles espacio para jugar y que desde ahí construyan no parece tan descabellada desde este enfoque. Y después que sigan creciendo en su aprendizaje social y ciudadano, con unas administraciones que lo permitan y lo fomenten.

Este enfoque ya encuentra algunas referencias en España. Una de estas iniciativas es JuegaLAAAB, del Gobierno de Aragón.

El JuegaLAAAB es un juego de construcción colaborativo en el que los niños construyen con piezas de madera y materiales reutilizables espacios donde poder vivir juntos. Este proyecto pretende combinar el juego con una participación real y de calidad basada en la idea de comunidad, donde los niños y niñas toman decisiones para crear cosas de manera colaborativa.

<p>Juega LAAAB es un juego de construcción colaborativo desarrollado por el Gobierno de Aragón. Foto: Gobierno de Aragón.</p>

Juega LAAAB es un juego de construcción colaborativo desarrollado por el Gobierno de Aragón. Foto: Gobierno de Aragón.

Esta actividad, dirigida a menores de 6 a 11 años, puede realizarse por centros educativos o cualquier entidad pública que lo solicite. Y cuenta con otra virtud: se puede realizar de manera paralela a otras actividades o procesos en los que participen los padres y las madres. De esta manera se comparte actividad, algo muy estimulante desde el punto de vista educativo, y se supera de una forma brillante (educando y divirtiendo) una de las barreras de la participación, como es la dificultad para conciliar.

Otra actividad muy estimulante es la propuesta de los Chiquitectos, un proyecto “lúdico y educativo para implicar a los niños, niñas y jóvenes con el mundo que les rodea y despertar su interés por la arquitectura, el entorno, la ciudad y el desarrollo sostenible”, como señala en su web, y que colabora desde hace años con diversos ayuntamientos.

¿Y los mayores? Los mayores también pueden jugar. “Lo que hace excepcional a la especie humana, es que estamos diseñados para jugar durante toda la vida”, sentenciaba Stuart Brown, fundador del National Institute for Play de Estados Unidos.


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Un ejemplo reciente lo encontramos de la mano del Cabildo de Fuerteventura, dentro de la campaña ‘Tu isla está en juego’, de la Consejería de Participación Ciudadana, ha puesto en marcha el juego de rol Participa Fuerteventura elaborado para divulgar el Reglamento Insular de Participación Ciudadana, aprobado hace un año.  Esta experiencia bebe de la realizada en Gáldar con los y las jóvenes estudiantes de Educación Secundaria en un formato similar para conocer las posibilidades de participación en el municipio.

Y otro ejemplo para adultos, muy serio como decíamos antes, es la metodología Lego Serious Play, un formato de “talleres guiados con adultos con el fin de fomentar el diálogo y la reflexión, así como desarrollar las habilidades de resolución de problemas y el uso de la imaginación”, como reza en la propia página de Lego. En la ‘Semana de Transparencia a la riojana’, organizada por el Gobierno autonómico, tendrán la oportunidad de ponerse serios jugando con la transparencia.

Todos son formatos divertidos, lúdicos, que hacen que el acercamiento al gobierno abierto, en realidad a la propia Administración y al Gobierno, se haga con la alegría del que juega y permita acostumbrarse a pensar en lo público sin que se tenga la sensación de trabajo o de carga. Porque la pasión por lo público se puede tener, pero también se puede aprender. Y, como suele decir Álvaro Ramírez Alujas, seguiremos en esta línea “hasta que el gobierno abierto se haga costumbre”.

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