La (falta de) educación financiera del sector no lucrativo
Resulta un lugar común referirse a la gestión de los endowment de las universidades americanas como un referente en las estrategias de inversión y la administración de patrimonios. Sin duda, el ejemplo más conocido es el llamado ‘modelo Yale’, desarrollado por David Frederick Swensen, director financiero de la Universidad de Yale. En la gestión de la dotación de Yale, Swenson invirtió el 75% de la cartera de la universidad en acciones, bonos y efectivo.
Especialmente revolucionario en ese momento fue el reconocimiento de que la liquidez es algo malo que hay que evitar en lugar de algo bueno que hay que buscar, ya que tiene un coste alto en forma de menores rendimientos.
El modelo de Yale se caracteriza por una exposición relativamente elevada a determinada clase de activos como la renta variable privada, en comparación con carteras más conservadoras. El modelo también se distingue por una gran dependencia de los gestores de inversión en esta clase de activos especializados, una característica que ha hecho que la selección de los gestores en Yale sea un proceso muy reconocido por su exigencia y meticulosidad.
Este conocimiento y competencia en el mundo de las inversiones no es algo exclusivo de las universidades, sino que se ha extendido a otras organizaciones no lucrativas, como las fundaciones. Buena prueba de ello es que uno de los comités más frecuentes en las fundaciones americanas, junto con el comité de nombramientos y retribuciones, encargado de buscar y seleccionar a los miembros del órgano de gobierno, sea el comité de inversiones. Resulta excepcional que el patronato (board) de una fundación americana, con independencia de su tamaño y dimensión, no cuente con un comité y una política de inversiones.
En España, sin embargo, se cuentan con los dedos de una mano las fundaciones y asociaciones que hayan constituido un comité de inversiones y hayan aprobado una política de inversión con el fin de gestionar su patrimonio con criterios ‘profesionales’.
Muchos responsables de entidades no lucrativas creen que invertir en renta variable es un riesgo que estas organizaciones no pueden ni deben permitirse. Para una gran mayoría, la inversión ‘prudente’ en el sector está más próxima a guardar el dinero debajo del colchón.
Muchos de los responsables (directivos y miembros de los órganos de gobierno) de las fundaciones y asociaciones siguen considerando que invertir en renta variable es un riesgo que una entidad no lucrativa no puede ni debe permitirse. Para una gran mayoría, la inversión ‘prudente’ en el sector no lucrativo está más próxima a guardar el dinero debajo del colchón.
Otro de los grandes errores entre las organizaciones es pensar que la administración del patrimonio es algo reservado exclusivamente a las grandes fundaciones patrimoniales. Nada más alejado de la realidad. Los patrimonios se ‘construyen’ poco a poco y cumplen objetivos diversos y complementarios. Uno de ellos, por ejemplo, es constituir reservas para afrontar periodos de crisis. Crisis que, como hemos comprobado en estas últimas dos décadas, nos van a golpear cíclicamente.
Además de las metas puramente financieras, las entidades no lucrativas tienen una especial obligación de alinear este objetivo con su misión y valores. Rentabilidad financiera e impacto social deben ir estrechamente de la mano en estas entidades.
Como se aprecia son muchos los retos que tienen por delante nuestras organizaciones no lucrativas y para tratar de reflexionar sobre los mismos hemos organizado la jornada Inversiones con propósito, que se celebrará el 8 de mayo en Madrid. ¡No te la pierdas!