La sequía en España requiere medidas urgentes

La actual sequía que padece nuestro país muestra como las consecuencias del cambio climático son cada vez más palpables en nuestra vida diaria, y pone de relieve la necesidad apremiante de realizar una gestión responsable del agua, tanto a nivel político como empresarial o privado.

El archiconocido y nombrado refrán de “en abril, aguas mil” está perdiendo su, llamémosle, vigencia a tenor de los datos de los últimos años. Pero ya no solo es en el mes de abril en el que se registran pocas precipitaciones en comparación con series estadísticas, sino que, en general, llueve cada vez menos.

Según la Agencia Española de Meteorología (Aemet) el pasado marzo ha sido el segundo más seco del siglo, y no hay previsiones de mejora en el corto plazo. La grave sequía que afecta a más de media España se agudiza y el campo y muchas poblaciones de las zonas más afectadas, como Cataluña o Andalucía, están notando sus efectos.

El estado de los embalses no es, a su vez, nada bueno ya que a nivel nacional está a un 43% de su capacidad, 20 puntos por debajo de la media de la última década, y con lugares en los que los niveles están en mínimos.

A raíz de esto, la Agencia Catalana del Agua ha advertido que es posible que se produzcan cortes de agua en ciudades como Barcelona a finales de este año, situación que se agravará si continúa la sequía entre 2023 y 2024. Las sequías suelen durar cuatro años y para superarlas es necesario que llueva por encima de la media durante al menos dos años, algo que parece poco probable, y podría llegar a suceder que, debido al cambio climático, los episodios de sequía puedan prolongarse hasta ocho años, lo cual, según los modelos climáticos, sí es muy probable.

Mientras, en Sevilla y su provincia desde el pasado octubre está prohibido el uso de agua potable para regar jardines y zonas deportivas, tanto públicas como privadas. También se prohíbe la limpieza de calles y el llenado de piscinas públicas o privadas que no tengan un sistema de recuperación, medidas todas estas que afectan a un millón y medio de personas.

Ante esta situación, cabe preguntarse si la responsabilidad de la misma es del cambio climático y la falta de precipitaciones asociada, o es que en España no realizamos una gestión responsable y sostenible del agua. La respuesta, como el lector ya supondrá, es que tanto la ciudadanía como los entes políticos y de gestión tienen su parte de culpa, y las consecuencias las sufrirán el conjunto de la sociedad en su vida cotidiana, los agricultores y ganaderos y aquellas industrias que dependan del agua para su supervivencia como negocio.


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No somos los más eficientes en aprovechar el agua

Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2020 el consumo medio de agua en los hogares españoles fue de 133 litros por habitante y día, lo cual nos clasificaría en el undécimo puesto a nivel europeo.

Y si tenemos en cuenta la clasificación de la Water Footprint Network del 2019, España se situaría como la octava clasificada en consumo de agua a nivel mundial, con 6.700 litros por habitante y día, por detrás de Mongolia, Níger, Bolivia, Emiratos Árabes Unidos, Estados Unidos, Mauritania y Portugal.

Dentro de esa huella hídrica se contempla el agua destinada tanto a consumo como a producción de diverso tipo, y se cuenta, a su vez, con la huella hídrica interna (que contabiliza el uso interno de agua para producir los bienes y servicios consumidos por los habitantes de un país) y la huella hídrica externa (mide el agua de bienes y servicios importados, es decir, el agua utilizada por otros países para producirlos) de un mismo país.

En qué usamos los ciudadanos españoles el agua también está medido, ya que existe un consenso generalizado sobre el uso del agua en los hogares del mundo.

En una casa promedio, el 73% del consumo de agua ocurre en el baño, seguido por un 19% en la cocina y un 8% en otros espacios. Dentro del baño, la ducha/baño representa el 34% del consumo, seguido por el uso del inodoro (21%) y el lavabo (18%).

El desperdicio no ocurre solo en los hogares

En cuanto a las redes de suministro españolas se estima que una cuarta parte del volumen total de agua que fluye por ellas se desperdicia debido a pérdidas reales y aparentes.

Las pérdidas reales, que incluyen fugas, roturas y averías en la red de suministro, se estimaron en 38 litros diarios por habitante, mientras que las pérdidas aparentes, que incluyen errores de medida, fraudes y consumos autorizados no medidos, alcanzaron los 24 litros diarios por habitante.

En 2020, el porcentaje de pérdidas reales sobre el volumen de agua suministrada (que representa la cantidad de agua potable que se pierde debido a la ineficiencia en la gestión del suministro de agua a las redes de abastecimiento) se mantuvo en un 15,4%, el mismo que en 2018.

Tanto la ciudadanía como los entes políticos y de gestión tienen su parte de culpa, y las consecuencias las sufrirán el conjunto de la sociedad en su vida cotidiana, los agricultores y ganaderos y aquellas industrias que dependan del agua para su supervivencia como negocio.

Aunque estos datos son de hace unos años, nada indica que esas pérdidas hayan sido reducidas, lo cual tiene un impacto significativo en la disponibilidad de agua y en la capacidad de las redes de abastecimiento para satisfacer la demanda actual y futura de agua potable para la población y los diferentes sectores de la economía.

Sin ir más lejos, un ejemplo de la dejadez en el mantenimiento y la reparación de las infraestructuras de suministro de agua lo encontramos en la localidad barcelonesa de Badalona que padece una fuga desde 2005, nada más y nada menos, y que, con suerte, quedará reparada en 2025, mientras ya ha sido denunciada ante la Fiscalía de Medio Ambiente de Cataluña.

Si se cuantifica el agua de esa fuga, estaríamos hablando de unos 180 mil litros de agua al día o, lo que es lo mismo, más de 65 millones de litros al año, o 1170 millones de litros desde 2005 (unas 346 piscinas olímpicas, más o menos).

Por razones como esa, se estima que se pierden en España más de 700.000 millones de litros de agua al año, es decir, el consumo doméstico anual de unos 14 millones de personas, por la desidia de instituciones, falta de previsión, dificultades para hacer reparaciones, falta de presupuestos u otras causas similares.

¿Cómo solucionar este desaguisado?

Ante esta situación, no hay una solución mágica que de la noche a la mañana vaya a solucionar el problema. Otro de los dichos de nuestro rico (y acertado tantas veces) refranero es acordarse de Santa Bárbara cuando truena.

Y ahora no truena en el cielo, desafortunadamente, pero sí que nos tenemos que enfrentar a la falta decidida de acción en el pasado que facilitase el enfrentarnos con sequías como la actual. Somos especialistas en dar una patada al balón hacia delante y de “ya nos preocuparemos más adelante”.

Además, el tema de la sequía y la gestión del agua se está convirtiendo en una de las armas arrojadizas de la precampaña electoral entre unos partidos y otros. Como siempre, todos lo harían mejor que los que gobiernan ahora, o los que lo podían haber hecho algo hasta el momento no lo hicieron por alguna causa que, ahora, si les votan, sí solucionarán.

Mientras, el problema está ya aquí, y a esa falta de precipitaciones se le unirá muy posiblemente una probabilidad de incendios como nunca ha habido este verano, e incluso primavera (recordemos este tema tratado en Los fuegos se apagan en invierno).

Solo una acción decidida que aborde esta problemática a diversos niveles podrá mejorar la situación.

Otro de los dichos de nuestro rico refranero es acordarse de Santa Bárbara cuando truena. Y ahora no truena en el cielo, desafortunadamente, pero sí que nos tenemos que enfrentar a la falta decidida de acción en el pasado que facilitase el enfrentarnos con sequías como la actual.

Por un lado, es muy importante que cada ciudadano haga su parte en la reducción del consumo de agua mediante las pequeñas y ya clásicas acciones cotidianas, como cerrar el grifo mientras se cepilla los dientes, ducharse en lugar de bañarse o instalar dispositivos de ahorro de agua en el hogar. Nada nuevo que no sepamos, pero que quizá no hacemos.

La educación también desempeña un papel fundamental en la toma de conciencia sobre la importancia del uso sostenible del agua y es necesario potenciar programas educativos en las escuelas y promover campañas de sensibilización en los medios de comunicación para fomentar la responsabilidad individual y la conciencia sobre el agua.

También, se pueden establecer incentivos fiscales para aquellos individuos o empresas que adopten prácticas más sostenibles en su uso.

A nivel político qué podemos decir… Dejar de lado las guerras entre partidos y ponerse a trabajar para mejorar los planes de sequía actuales que hagan que el país sea lo más inmune posible a la situación, construir o reparar las infraestructuras necesarias haciéndolas más eficientes y promocionar realmente la consecución del Objetivo de Desarrollo Sostenible 6 sobre agua limpia y saneamiento.

En definitiva, la gestión responsable del agua es un deber de la sociedad que involucra tanto la adopción de hábitos cotidianos sostenibles como la promoción de políticas públicas que fomenten su uso eficiente.

Y no caigamos en la trampa de dejarlo para más adelante, por favor, no hagamos siempre igual con todo.

Comentarios

  1. Si les interesa hacer un seguimiento al artículo «La sequía en España requiere medidas urgentes» podríamos compartir la experiencia de varios cultivos en España (así como en otras partes del mundo) que han aprendido a gestionar el agua de manera más sostenible ambientalmente y con participación de las comunidades, pueden contactarnos. Con gusto compartiremos nuestra información y experiencias.