El equilibrio entre el desarrollo de la IA y la sostenibilidad
No cabe duda de que una de las mayores irrupciones en un sector que siempre está de paso como es el tecnológico ha sido la inteligencia artificial. Nos permite hacer prácticamente de todo, como componer canciones, traducir un texto a un idioma desconocido o pedir ayuda para determinadas tareas.
Cuando decimos inteligencia artificial, también nos viene a la cabeza el concepto de la ciberseguridad. Por un lado, posibilita nuevas armas que van a utilizar los hackers, pero a la vez, por otro, nos permite a las empresas poder igualar las fuerzas para combatirles. Y aunque es un campo en el que trabajamos día a día con todos nuestros esfuerzos y recursos para proteger cualquier grieta que pueda poner en jaque cualquier empresa, independientemente del tamaño, no es el único reto al que nos enfrentamos en la industria tecnológica.
Impacto en el medio ambiente
Cualquier novedad tecnológica tiene también su repercusión (negativa) en el medio ambiente, ya sea durante su desarrollo o, por supuesto, su uso diario. Pongo por caso ChatGPT, que revolucionó el mundo a principios de 2022 y que está ayudando al crecimiento de diferentes industrias. Sin embargo, la cara B es su consumo energético, que lo convierten en uno de los principales hándicaps para la transición ecológica a la que tendemos las sociedades modernas siguiendo la hoja de ruta Agenda 2030.
Si hablamos de huella de carbono, partimos de la base de que los modelos generativos como el mencionado Chat GPT tenían un gasto energético de 78,437 kWh. Para hacernos una idea, supone el consumo medio de un hogar en España durante 23 años. La explicación reside en toda la infraestructura que hay detrás para conseguir que la innovadora herramienta nos facilite el día a día, como son los centros de datos, procesadores o equipos informáticos especializados.
La inteligencia artificial como solución
Actualmente se está investigando para que el impacto medioambiental sea menor sin que por ello se vea afectada la innovación. ¿Cómo? Implementando el uso de energías renovables y la refrigeración con circuitos cerrados de agua en los data center (que recordemos es el sostén de la inteligencia artificial) o invirtiendo para que la propia IA reduzca sus niveles de consumo energético.
De hecho, una investigación de la Universidad de Pensilvania asegura que se va a producir una nueva ola de computación óptica fundada en la creación de semiconductores basados en el uso de fotones para reemplazar la electricidad cuando utilicemos la IA. Los científicos prevén que funcione entre 1.000 y 10.000 veces más rápidos que los chips tradicionales y, además, generarán un volumen de negocio superior a los 8.000 millones de dólares en 2030. Es decir, más rápido, menos consumo y, encima, genera empleo.
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Por eso, aunque pueda parecer enrevesado, la inteligencia artificial posee un gran potencial dentro de la ingeniería medioambiental. Podría convertirse en el vehículo que nos ayude a alcanzar los retos de sostenibilidad incluidos en la Agenda 2030 por su posibilidad de optimización del uso de recursos y gestión ambiental en sectores como la energía, agricultura o transporte, gracias a que puede mejorar la eficiencia energética, la agricultura de precisión, y la predicción y gestión del tráfico, respectivamente. Así lo señala el estudio How AI can enable a Sustainable Future (Cómo la IA puede hacer posible un futuro sostenible, en español) de PwC, que valora su utilidad para ayudarnos a la humanidad a la hora de prevención de desastres naturales y la monitorización ambiental, que se traduciría en una economía baja en carbono y conservación de recursos naturales.
En definitiva, hay que abogar por la IA porque aparte de ayudarnos a hacer la vida más fácil, puede jugar un papel clave para proteger el medio ambiente. El camino para ello es invertir en un futuro tecnológico ecológico, con decididas apuestas en la investigación y desarrollo de herramientas verdes; impulsar y fomentar entre todos los protagonistas de ese sector mejores prácticas de sostenibilidad; usar energías renovables; arriesgar por la movilidad sostenible, o fomentar el reciclaje y la reutilización de dispositivos. Porque la implicación es el camino para lograr un equilibrio entre el desarrollo de la inteligencia artificial y la sostenibilidad.