La colaboración público-privada, clave para la inclusión laboral de personas con discapacidad

Como dice un proverbio africano, “si quieres ir rápido, camina solo; si quieres llegar lejos, ve acompañado”. Esta frase, que pone el foco en la importancia del trabajo en equipo para obtener buenos resultados, es aplicable en distintos ámbitos de la vida y, por supuesto, también en el entorno laboral.

Cuando hablamos de inclusión laboral de las personas con discapacidad, tenemos claro que ese ‘ir acompañados’ debe implicar a todos los agentes sociales, públicos y privados, porque es aunando esfuerzos y compartiendo experiencias y conocimientos como podemos lograr que la inclusión sea una realidad.

Tal y como lo entendemos en Fundación Randstad, la colaboración a la que aludimos debe implicar a los agentes que intervienen en el mercado de trabajo: la Administración pública, el tejido empresarial y los trabajadores.

En 2022, la tasa de paro de las personas con discapacidad se situó en el 21,4%, lo que supuso el registro más bajo desde 2014, tal y como se desprende de los datos analizados en el informe Radiografía del mercado laboral de las personas con discapacidad, que elaboramos en Fundación Randstad junto a Randstad Research. Sin duda, alcanzar este hito no habría sido posible sin una verdadera implicación por parte de esos tres actores que antes mencionábamos.

Por un lado, las Administraciones juegan un importante papel como reguladoras, fomentando la formación y la contratación de personas con discapacidad no solo en su propio seno, sino mediante el impulso y regulación de empleo, con planes y normativas que faciliten y permitan avanzar en pro de la inclusión. Así pues, en la actualidad, el 10% de las plazas ofertadas en la Oferta de Empleo Público se reservan para personas con discapacidad, mientras que estas deben suponer el 2% de la plantilla en empresas de más de 50 trabajadores.

No obstante, estas políticas de fomento no tendrían un impacto real si las empresas y entidades sociales no asumieran verdaderamente cuál es su rol en todo este proceso. En este sentido, necesitamos que el tejido empresarial se comprometa con la igualdad, que apueste por la diversidad en todas sus versiones y que haga de esta la piedra angular en la que base todas y cada una de sus políticas.


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Pero si es importante que la empresa integre la diversidad en su ADN a nivel corporativo, no lo es menos que también lo hagan los empleados y empleadas a título individual, como trabajadores y como personas. Y para ello, de nuevo, es necesario que la empresa integre esta diversidad, que sea visible y respetada, de manera que quienes trabajan allí convivan con la discapacidad y puedan tomar conciencia de lo que realmente implica.

En cuanto a las personas con discapacidad, desde Fundación Randstad, como los expertos que somos debemos trasladar nuestro saber hacer, experiencia y conocimiento al resto de agentes implicados. Pero también tenemos la responsabilidad de desarrollar acciones orientadas a impulsar la inclusión, aumentar la sensibilización en torno a la discapacidad y apoyar al tejido empresarial en el cumplimiento normativo y el desarrollo de estrategias de diversidad e inclusión con impacto real.

Y, por supuesto, tenemos el doble compromiso de poner en marcha proyectos propios de formación y de informar y animar a esas empresas que todavía no creen en la inclusión más allá de cumplir con las tasas que marca la ley. Porque el esfuerzo sería en vano si no contáramos con compañías aliadas que formalicen las contrataciones de personas con discapacidad.

Los resultados que manejamos en Fundación Randstad, donde contamos con un ecosistema social formado por 2.094 empresas que integran, 198 empresas colaboradoras y 180 entidades sociales colaboradoras, ponen de manifiesto que las alianzas nos hacen más fuertes y capaces. Remar en la misma dirección es imprescindible si queremos seguir avanzando hacia la verdadera inclusión.

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