Las cajas de ahorro frente a la sociedad

HAZ24 marzo 2006

«Algunos pueblos cultos han sustituido ventajosamente a los medios adoptados antes por ciertas cajas de ahorro -para establecer la moral y mejorar la condición de las clases industriosas-, donde el menestral, el jornalero y todo hombre laborioso puede depositar sumas muy tenues bajo la confianza de obtener un rédito proporcionado, de capitalizar los intereses en cortos periodos, y de realizar sus fondos en todo tiempo».

De este modo se describía el innovador sistema de las cajas de ahorro en la Real Orden del 3 de abril de 1835, con la que el Gobierno español trataba de impulsar un movimiento del que se esperaba, pudiera revitalizar la economía del país.

Sin embargo, para entender el nacimiento de las cajas de ahorro hay que remontarse al siglo XV en Italia, con el desarrollo de los Montes de Piedad.

Estos fueron creados por los monjes franciscanos y concedían préstamos sin interés a los estratos más humildes de la sociedad para que pudieran satisfacer sus necesidades. Los gastos administrativos se resolvían por medio de limosnas, pero, según estas instituciones iban adquiriendo relevancia, se dieron cuenta de que con esto no era suficiente.

El sistema económico fue cambiando de modo que se introdujo un interés reducido y se añadieron mecanismos de ahorro que obtuvieron un gran éxito. El feudalismo comenzaba a desaparecer y daba paso a una economía capitalista, en la que las cajas de ahorro pretendían reducir las diferencias entre clases y acabar con la usura. A partir de este momento, las cajas se fueron extendiendo a lo largo del siglo XVIII por Europa, con especial empuje en Inglaterra y Alemania.

En España, debido a las circunstancias políticas –el Régimen Absolutista de Fernando VII- habría que esperar hasta mediados del siglo siguiente.

Aunque algunos documentos hablan de una caja de ahorros en Jerez de la Frontera hacia 1834, se estima que la primera caja española que siguió el sistema europeo fue la de Madrid (1835), vinculada a un Monte de Piedad que llevaba funcionando desde 1724. Desde ese momento, su desarrollo en España fue imparable. Sólo entre 1834 y 1890 se fundaron 53 cajas y, aunque hubo un gran apoyo del gobierno, en ciertas ocasiones motivado por el interés intervencionista, la mayoría de ellas se mantuvieron como iniciativas privadas.

LAS CAJAS DE AHORROS HOY EN DÍA. Hoy en día siguen desarrollando su vocación de servicio a la sociedad, pero han evolucionado hasta convertirse en instituciones financieras con productos similares a los de la banca tradicional y que compiten directamente con ella. De hecho, actualmente, superan el 50% de la cuota del mercado financiero español.

Las 46 Cajas de Ahorros españolas tienen un gran arraigo local y atienden al 96,3% de la población, ya que están presentes en casi todo el país con sus oficinas. Además, se autodefinen como «especializadas en la canalización del ahorro popular y en la financiación de las familias y de las pequeñas y medianas empresas».

Pero lo que siempre ha caracterizado y distinguido a las cajas de ahorros de otras instituciones financieras es que parte de sus beneficios se destinan a desarrollar iniciativas a favor de la sociedad en la que están asentadas.

A medida que el número de clientes y, por tanto, de beneficios, ha ido aumentando, también se ha incrementado visiblemente la cantidad destinada a Obra Social, lo que ha permitido que se genere un círculo de confianza entre estas entidades y la comunidad con la que conviven. De este modo, las cajas de ahorro pueden cumplir su misión que es «proporcionar servicios financieros a todas las capas de la población y destinar parte de sus beneficios al desarrollo y bienestar de la sociedad».

Sin embargo, las cajas de ahorro han sido muy criticadas en los últimos años debido a su modelo de negocio, en torno a lo que han surgido situaciones polémicas. No cotizan en la bolsa, ni cuentan con accionistas. Pero, por otro lado, las cajas sí son accionistas, en algunos casos mayoritarias, de otras empresas. De hecho, la controversia suscitada en los últimos meses debido a la OPA hostil lanzada por Gas Natural sobre Endesa ha reavivado este debate y ha dejado entrever posibles juegos de interés político.

Esto se debe a que los accionistas referentes de Gas Natural y Endesa son La Caixa y Caja Madrid respectivamente.

En cuanto a este último aspecto, cabe destacar que se debe al gran peso de la administración pública de las comunidades autónomas en la toma de decisiones de las cajas de ahorro y en el destino de los fondos de la obra social.

Esta circunstancia, a su vez, ha sido ampliamente debatida. Sin embargo, desde estas entidades financieras, suele alegarse que, siempre y cuando se respete su independencia, éste es el mejor sistema de servicio social ya que supone la coordinación y colaboración con los poderes públicos.

LA OBRA SOCIAL. Las cajas de ahorro son entidades privadas de utilidad social que carecen de ánimo de lucro, en el sentido de que de sus benefi- cios no pueden distribuirse entre particulares. Sin embargo, parte de estos ingresos deben destinarse a acciones diferentes a la Obra Social. Una cantidad económica corresponde al pago del Impuesto de Sociedades.

También es necesario dirigir una parte de sus beneficios a la constitución de reservas para reforzar la capitalización y la solvencia de la entidad bancaria. Una vez cumplidos estos requisitos, los beneficios quedan libres para ser utilizados en diferentes obras sociales.

A pesar de los momentos difíciles por los que ha pasado el mundo financiero, en los últimos 25 años las aportaciones de las cajas de ahorros a la obra social han aumentado de manera sustancial.

Desde 1978 la inversión ha pasado de 329 millones de euros a 1.069 millones de euros en 2002. Cabe destacar que, en 1928, se constituyó la Confederación Española de Cajas de Ahorro (CECA) con el objetivo, por un lado, de integrar los esfuerzos de estas entidades y, por otro, difundir e impulsar en España e internacionalmente su relevante labor en lo económico y social.

Para favorecer este propósito creó en 1979 la FUNCAS (Fundación de las Cajas de Ahorros) que se encarga de canalizar los fondos destinados a la Obra Social. Para ello, realiza estudios sobre la situación de la sociedad española y también europea, además de fomentar el ahorro y de difundir la Obra Social.

Las cajas de ahorros tienen un triple objetivo que comprende la lucha contra la usura, la movilización del ahorro y el retorno a la sociedad de los beneficios conseguidos mediante la actividad financiera de la entidad. En otros términos, combatir la pobreza, procurar un desarrollo sostenible y contribuir a resolver los problemas generales de la sociedad, son las exigencias que siempre se han impuesto.

En este sentido las cajas de ahorro se han convertido en un excelente ejemplo de precursoras en Responsabilidad Social Empresarial. Las principales áreas de actuación de las cajas de ahorro son el área cultural, asistencial, docente, de investigación, sanitaria y de medio ambiente.

Según datos de 2004, cerca de la mitad de la dotación de Obra Social, el 45,29%, se destinó al amplio apartado de «Cultura y Tiempo Libre». Destaca de forma especial Caja Navarra, ya que destinó el 80% de su inversión social a este área. En lo que se refiere a cultura, estas entidades suelen promover acciones en torno a exposiciones, conciertos, representaciones teatrales; e impulsan los museos, cursos, seminarios y publicaciones.

Las inversiones que se engloban bajo el concepto de «Tiempo libre», generalmente, se concretan en clubes, actividades de animación y fomento del deporte.

La segunda área más importante es «la asistencia social y sanitaria» que recibió el 26,74% de los beneficios de las cajas de Ahorro. En este apartado, cabe destacar la aportación de la entidad vasca Kutxa que destinó el 49% de su capital para obra social a este ámbito. El colectivo más beneficiado por estas aportaciones ha sido «la tercera edad», a través de las residencias o centros de día.

En tercer lugar, las cajas destinaron el 17,56 % de su presupuesto a los proyectos enmarcados en el ámbito de «educación e investigación», consistente en apoyar, principalmente, a las universidades y a los proyectos de formación profesional.

Por último, actividades como la creación de centros experimentales y de interpretación de la naturaleza, la restauración de piezas de arte o la inversión en obras arquitectónicas y zonas antiguas de las ciudades que se engloban bajo el área de «patrimonio histórico artístico y natural», recibieron el 8,62 % del dinero de la obra social.

EVOLUCIÓN DE LA DOTACIÓN A OBRAS SOCIALES. La inversión en obra social de las cajas de ahorro ha ido modificándose con el paso del tiempo. Hasta finales de los 60 estaba destinada a solventar las necesidades fundamentales de los menos favorecidos.

A partir de los 70, y gracias a la llegada del Estado de Bienestar y, por tanto, a la cobertura por parte del Gobierno de este tipo de cuestiones de primera necesidad, la estrategia cambió y gran parte de las aportaciones a obra social se comenzaron a destinar a los ámbitos de la cultura y la educación. No obstante, en los últimos años se ha comenzado a percibir una vuelta a la concienciación por la situación de los más desfavorecidos, con el regreso a las iniciativas y proyectos de carácter asistencial y sanitario.

Así pues, hoy en día gran parte de la asignación a obras sociales se destina a la integración de las minorías en la sociedad, gracias a diferentes programas de educación y empleo.

Pero, las cajas de ahorro no materializan sus fondos destinados a obra social exclusivamente por sí mismas, es decir, a través de sus departamentos especializados en este ámbito o de las fundaciones creadas con ese objetivo. En los últimos años, han incrementado el porcentaje que se lleva a cabo en colaboración con otras instituciones, entidades o asociaciones, públicas y privadas. De hecho ha pasado, entre el período 2000 – 2004, de suponer un 31,60 % a un 36,70 % del total.

Los datos se deben, en buena medida, a que esta diversificación y flexibilidad les permite atender a más grupos, a los que de otro modo quizá no llegarían, y responder a un mayor número de demandas sociales. Entre estas entidades cabe destacar la colaboración con las Organizaciones No Gubernamentales, cada vez más influyentes y profesionalizadas.

Quizá a la labor que suelen desempeñar este tipo de organizaciones se deba que el área que más aumentado su porcentaje de obra social en colaboración entre los años 2000 y 2004 haya sido la de asistencia social y sanitaria, concretamente, en un 25%.

MÁS ALLÁ DE LA OBRA SOCIAL. Desde un principio la inversión de estas entidades financieras estuvo íntimamente relacionada con la apuesta por mejorar diferentes aspectos de las comunidades en las que desarrollaban su actividad. Sin embargo, dicha dimensión no se limita a la conocida obra social que realizan, sino que pretenden, al mismo tiempo, «fomentar el crecimiento sostenible en las sociedades en las que están presentes», tal y como se asegura en un informe de la FUNCAS.

De hecho, las cajas de ahorro se autodefinen como precursoras de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en España. Asimismo, en el documento de la FUNCAS se señalan cuatro ámbitos en los que las cajas de ahorros potencian dicha RSE.

En primer lugar, destacan la búsqueda de pluralidad en la representación corporativa, que se refiere a la variedad de intereses presentes en los órganos de gobierno. Además, hace mención a la gran implantación territorial de las cajas de ahorros en cuanto a alcance, por la proliferación de oficinas y actividades que éstas desarrollan, y también en lo referente a su fuerte vínculo con la comunidad.

A continuación, considera su dimensión social. Se refiere, más bien, a la atención a determinados grupos de clientes que, en otras circunstancias, seguramente carecerían de cobertura financiera.

Por último, se detiene en la dimensión medioambiental de las cajas de ahorro. Estas entidades han procurado irse adaptando a los cambios en materia de protección del entorno. Asimismo, el presupuesto destinado al tema que cubre esta área ha aumentado signifi- cativamente en los últimos años (de 24 millones de euros en 2001 a 37,12 en 2004).

Además, han implementado distintos programas en sus oficinas, como reducir el consumo de energía. Cabe destacar que, por esta razón, 6 cajas de ahorro han recibido el Certificado ISO 14001 de gestión ambiental, que se otorga por integrar los sistemas productivos con el medioambiente y proteger ambas dimensiones.

Lo que es evidente es que la RSE ha cobrado una especial importancia en los últimos años dentro de las políticas de cualquier empresa u organización. Esta tendencia sitúa a las cajas de ahorro en una situación privilegiada, ya que, algo que llevan fomentando desde sus orígenes como tales, tiene hoy una gran repercusión pública.

Para analizar su papel como precursores de este compromiso de las organizaciones con la sociedad y procurar avanzar en ello, la CECA celebró, entre los días 9 y 10 de junio de 2005, el Foro Estratégico de las cajas de ahorro bajo el título de «Las Cajas de Ahorros, precursoras en Responsabilidad Social Corporativa».

La reunión contó con la presencia y participación de 1.300 directivos de las cajas de ahorro, miembros de sus consejos de administración y comisiones. Hoy en día, el 3,24% de la población española se encuentra en situación de exclusión financiera, al no disponer de ninguna oficina de bancos ni de cajas de ahorro en su municipio.

Durante la clausura del foro, Juan Ramón Quintás, presidente de la CECA, refiriéndose sobretodo a esta situación, concluyó que «no hay que caer en la autocomplacencia porque aún se puede hacer mejor y queda un largo recorrido por realizar».

Por María Cabrera y Sandra Otaegui

La obra social como generadora de riqueza

Solamente en 2004, las cajas de ahorro españolas destinaron 1.158 millones de euros a la obra social. La CECA y la consultora PricewaterhouseCoopers decidieron realizar un estudio que analizara el impacto económico en la sociedad de estas actividades.

Por un lado, su incidencia se traduce en 26.136 empleos en 2004. De estos, 3.000 se realizaron dentro de las propias entidades y el resto correspondieron a empresas públicas y privadas con las que se contó para llevar a cabo los programas de la obra social. Para sacar adelante un proyecto es necesario recurrir a diferentes sectores, ajenos a las propias cajas de ahorros, que, por tanto, también se benefician de esta inversión.

Pero, no se limita a generar empleo, si no que, además, tiene una repercusión en el conjunto de la economía española al mismo nivel, o incluso en mayor cantidad y mejores condiciones, que otros sectores destacados del mercado. De hecho, el estudio asegura que, del 2,7% de crecimiento del Producto Interior Bruto registrado en España en 2004, un 0,11% (955 millones de euros) proviene de la aportación de la obra social de las cajas de ahorro.