Los medios, más apocalípticos que sostenibles

HAZ1 septiembre 2008

Esta visión negativa del hacer humano es fruto de una percepción equivocada del hecho ambiental, que distorsiona la realidad y la complejidad de la dinámica ecológica, pero casa perfectamente con la concepción modernista que siguen teniendo estos medios de comunicación: concentrar la atención en problemas, deficiencias y amenazas (reales o aparentes). Con el falso resultado de que la mejora de la condición humana permanece sepultada bajo una avalancha de desastres ampliamente difundidos y repetidos hasta la saciedad por medios y periodistas. Gran paradoja: porque nuestra época es la primera generación desde el alba de la historia que puede llevar las ventajas de la civilización a todos los hombres y mujeres del mundo.

NO ES LO QUE PARECE. A menudo los periodistas desfiguran el contexto ambiental. Con frecuencia interpretan mal los datos y los consideran más definitivos de lo que realmente son. Cuando lo cierto es que, como saben muy bien los expertos en ecología y medio ambiente, los estudios están lejos de ser concluyentes.

Francois Blasco investigador de la Universidad Paul-Sebatier, de Toulouse (Francia), dice que hay un serio problema de comunicación entre los científicos y los periodistas. Éstos reclaman recetas, aquellos responden proporcionando conocimientos. De aquí se derivan malentendidos, como puede verse por los debates recientes sobre el cambio climático, la sequía, la superpoblación, el agotamiento de los recursos hídricos, el crecimiento de la contaminación, la destrucción de la biodiversidad, el calentamiento del planeta, los deshielo de los casquetes polares o la deforestación de la Amazonía.

En vez de presentar las investigaciones sobre la biosfera dentro de un conjunto en evolución, la prensa tiende a dar noticias de cada estudio aislado, como si fuera un descubrimiento revolucionario. Este modo de proceder viene fomentado por los comunicados de prensa emitidos por los movimientos ecologistas y algunos centros de investigación. Sea quien sea el culpable, dice Noel Weiss, de la Universidad de Washington (Seattle), el resultado es que existen demasiadas falsas alarmas. «Cuando tengamos que dar un mensaje sobre un asunto grave, temo que después de tantas falsas alarmas nadie nos hará caso».

BUSCADORES DE NOTICIAS. En su afán de buscar la noticia «verde», la prensa puede centrar su atención en el último informe que, por ejemplo, relaciona una enfermedad con un determinado factor ambiental, aunque sea una gota perdida en el océano de conclusiones opuestas. Así, es conocido el caso del American Journal of Epidemiology, que se hizo eco de dos estudios sobre la relación entre el cáncer y la exposición a campos electromagnéticos (CEM). El primer estudio -basado en 223.000 trabajadores de compañías eléctricas de Francia y Canadá- no encontró relación alguna entre los CEM y 25 de 27 formas de cáncer. Las excepciones, dos raros tipos de leucemia, tenían una relación «débil» y no concluyente con los campos electromagnéticos. Sin embargo, el titular del Wall Street Journal fue: «Los campos electromagnéticos, relacionados con la leucemia».

SINERGIAS. Las páginas que los periódicos dedican a temas ambientales parecen el terreno ideal para una sinergia entre ecólogos (las fuentes científicas de información medioambiental) y periodistas (los transmisores profesionales). Pero, como afirman Roberto Pelta y Enrique Vivas, alergólogos con larga experiencia divulgativa, a veces periodistas y científico no tienen la misma idea sobre lo que se debe difundir y cómo difundirlo: «Los medios de comunicación tienden a resaltar lo novedoso o llamativo, con lo que pueden hurtar al público el fondo científico de las cuestiones».

Por si fuera poco esta distinta concepción del acontecimiento ambiental, los periodistas suelen tomar como certeza, positivas o negativas según sus opiniones, lo que para los investigadores no son más que hipótesis de trabajo, a partir de las cuales tratan de delimitar una realidad difícil de aprehender y cuya complejidad aumenta con cada descubrimiento.

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En los medios abundan las informaciones sobre cambio climático. Pero no interesa tanto que el mensaje sea importante como impactante, que aumente la tirada y la audiencia, que trae publicidad y beneficios. El científico ambiental está para servir de comodín del comunicador cuando a él le conviene. «Oye, háblame del calentamiento global, de los transgénicos o de la extinción de especies»; para esto no hay problema. Pero si lo hay cuando se trata de difundir un mensaje importante a favor del ser humano, responsable del desarrollo sostenible.

Otro problema surge cuando el reportero transmite noticias ambientales y no es periodista especializado. Surge un nuevo dato y, en seguida, los medios le dan un realce que no coincide con el alcance y la dimensión real que tiene. De esa forma, los medios de comunicación frivolizan el medio ambiente. Y es que al periodista le interesa la noticia como tal. No le importa tanto su contenido como que sea vendible y que atraiga publicidad.

Sin embargo, los fenómenos ambientales son muy complejos. La gente en general, y los periodistas en particular, necesitan tener una información más objetiva de todos estos asuntos. Manuel Calvo, periodista científico, habla de las difi cultades de divulgar.

DESCONEXIÓN Y DESINTERÉS. Los científicos necesitan a la prensa para dar a conocer lo que hacen y atraer así recursos, económicos y humanos. La prensa necesita informar de temas ambientales que inciden en la vida de los lectores. ¿Dónde se produce la desconexión? En el distinto lenguaje y los diversos intereses, a veces contrapuestos. Pero, sobre todo, en el concepto del tiempo de científicos y periodistas, tan diferente para ambas profesiones tan necesitadas de colaboración.

El profesional de los medios de comunicación debe publicar de un día para otro, cuando no en el mismo día o en un intervalo tan solo de horas, lo que a un investigador le llevaría una semana prepararlo.

Una seria dificultad para divulgar temas ambientales es la falta de interés de los medios, tanto de la empresa periodística como de la redacción, por los temas poco impactantes.

Claro que, otras muchas veces, tal desinterés –en este caso del público y, por extensión, del responsable de la sección de Opinión– lo genera el investigador cuando publica tribunas centradas en la realidad ambiental en los periódicos. Lo explica con claridad el genetista Steve Jones: «Una y otra vez, el brillante científico, demasiado ocupado para leer la prensa diaria, cuando intenta divulgar su trabajo casi sin excepción fracasa. Aunque parezca obvio, no está de más decir esto: si no lees los periódicos, no te metas en el periodismo. La literatura científica, para que pueda explicar algo, primero tiene que ser buena prosa».

Los medios de comunicación configuran –ahora más que nunca– la opinión pública y de conocimiento de la sociedad sobre la salud verde del planeta. La corresponsal científica de El País, Malén Ruiz de Elvira centra bien el problema cuando sostiene que el objetivo de la información científica no es promocionar la ciencia, «sino permitir al público formarse una opinión con criterio (informada) sobre temas que le están afectando todos los días y de forma directa. Estos temas tienen una vida muy limitada, su interés muere cuando se ha repetido demasiadas veces lo mismo; en estos casos, el periodista debe buscar continuamente nuevos enfoques para hacerlo de nuevo atractivo».

PERIODISMO ANTIHUMANO. Hay profesionales de los medios (en la manifestación externa de su trabajo) que tienen una concepción muy negativa de la naturaleza humana. Afirman que el hombre es malo intrínsecamente: «El consumo desmedido del mundo occidental y el excesivo aumento de la población en los países en desarrollo implican un uso más intenso de los recursos naturales, más contaminación ambiental, una pérdida mayor de la biodiversidad y un rápido incremento de las temperatura producido por el cambio climático de origen humano. No podemos seguir así para siempre, porque el mundo es finito».

Por su trabajo periodístico –hagan información u opinión- parece que ignoran lo que es el planeta Tierra y cómo funciona, ni cómo interactúa el ser humano con el medio ambiente. Y así se refleja en los contenidos relacionados con el medio ambiente:

– «El calentamiento global magnificará las diferencias norte-sur en Europa y la región mediterránea será de las más afectadas del planeta, debido principalmente a la escasez de agua» (ABC, 11 de abril de 2007);

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– «El cambio climático afectará especialmente a España y la salud, el agua, las costas y los alimentos sufrirán cambios» (El País, 8 de abril de 2007);

– «El cambio climático amenaza con hacer desaparecer hasta el 30% de las especies y la sequía y el deshielo dejarán sin agua dulce a más de 1.000 millones de personas» (El Mundo, 6 de abril de 2007);

– «España empezará a notar los efectos del calentamiento global a partir de 2020 y España está en la zona vulnerable y sufrirá más incendios y olas de calor» (El Mundo, 6 de abril de 2007);

– «En 2070, entre 16 y 44 millones de personas del sur de Europa sufrirán escasez de agua» (El Mundo, 10 de abril de 2007);

– «James Lovelock: El cambio climático llevará a perder el 80% de la población» (La Gaceta, 30 de marzo de 2007).

– «El calentamiento del mar intensifica los huracanes» (El Mundo, 4 de septiembre de 2008).

El mayor problema de esta ecología antihumana y de denuncia es que lo mezcla todo. Lo señala perfectamente Allégre (Le Monde, 27 de octubre de 2006): «el calentamiento del clima, la biodiversidad, la contaminación urbana, la población mundial, el secamiento del mar de Aral, etc.».

¿Y qué produce esto en el ánimo de los públicos?: miedo e inacción: dos variables que no contribuyen a resolver nada, debido a la inmensidad, contundencia y a los hechos consumados (ocurre o ocurrirá indefectiblemente) de los problemas ambientales.

Buen ejemplo de afirmaciones de hechos consumados es «Climas del siglo XXI», editorial de El País (1 de abril de 2007), la «voz» del periódico, buque insignia del Grupo Prisa y uno de los periódicos de referencia dominante en la Unión Europea: «Será difícil reconocer este planeta dentro de 100 años. Aun en el mejor de los casos, con una política inteligente de control de emisiones, el 20% de la superficie de la tierra habrá sufrido tal cambio de temperaturas y de régimen de lluvias que tendrá un clima enteramente nuevo. Las selvas del África ecuatorial, la Amazonía y el sureste asiático irán pereciendo, y otras selvas irán devorando los trópicos mientras los desiertos del Sáhara, el Gobi, nuevo México y Kalahari colonizan las actuales zonas templadas. El Tibet, los Andes y los Himalayas verán fundirse sus nieves perpetuas, como ya le empieza a ocurrir al Kilimanjaro, y treparán por sus laderas la flora y la fauna de los terrenos inferiores, empujando a los habitantes de las cimas. Tanto en los polos como en las alturas, las especies adaptadas a los climas más fríos desaparecerán con ellos».

Otro ejemplo de afirmación: «no hay guerra del agua sino una enorme sequía» (presidente Rodríguez Zapatero, Bucarest, 3 de abril de 2008).

DERECHOS DE LA NATURALEZA. La defensa de los derechos de la naturaleza aparece con relativa frecuencia en las noticias, artículos de opinión y editoriales: «Los seres humanos son un animal más, su naturaleza y acciones están regidos sólo por factores biológicos: la conciencia, la libertad y la voluntad son simples resultados de acciones físico-químicas».

La naturaleza es el espacio vital del ser humano. La especie humana está llamada a explorarla, descubrirla con prudente cautela y a hacer uso de ella salvaguardando su integridad, porque debe sentirse responsable de ella frente al resto de los seres vivos y reconocer la dignidad propia de las cosas, el respeto que merecen. Pero la naturaleza, como sostiene el profesor Ángel Ramos, no tiene derechos. No es impropio hablar de derechos de los seres vivos; pero no son derechos personales, ni están en el mismo plano que los humanos.

«Mientras que cada hombre añade a la Creación una perfección insustituible –sostiene el profesor Ángel Ramos–, no es así en los animales y vegetales; es sólo la especie, en ellos, no en el individuo, lo que contribuye a la perfección del universo, y es la especie por consiguiente lo que debe protegerse. Son los hombres quienes tienen derechos, entre otros a que los demás respeten la naturaleza; y también tienen deberes, valores y normas».

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INCIERTO E INDETERMINADO. El futuro es siempre incierto y no está determinado.

Pero el buen periodista de medio ambiente, aquel que está bien informado, tiene acceso directo a fuentes profesionales de prestigio y no espera a que ocurran los acontecimientos (positivos o negativos) para informar a la sociedad de lo que está pasando o puede pasar, debe estar en condiciones de trazar algunas característica de cómo será el periodismo medioambiental en un futuro no muy lejano.

1 Seguirán ejerciendo su trabajo sobre el filo que separa la información pura de la espectacularidad.

2 Deberán luchar con el arma de la especialización para evitar tratar de forma sensacionalista los temas ambientales.

3 Tendrán que hacer enfoques positivos. Porque lo positivo aúna, moviliza a las audiencias. Lo negativo, paraliza y fomenta el «cada uno a lo suyo».

4 La información deberá responder, en primer lugar, al principio de veracidad. La falta de rigor castigará al medio y al periodista.

5 Los medios de comunicación serán, más que nunca, vehículos para mantener la reflexión y el debate críticos que requieren los temas ambientales y la rapidez de la investigación científica.

6 Para que las personas puedan valorar el contenido de las noticias relacionadas con la biosfera y la tecnosfera, los medios mostrarán el contexto, con las implicaciones políticas, sociales y económicas de la actividad ambiental.

7 Los periodistas deberán ejercer un periodismo de anticipación y tendencias, gracias al conocimiento de la realidad, para ayudar a los ciudadanos a conocer y resolver los problemas medioambientales que afectarán su calidad de vida.

8 Las repercusiones de los temas ambientales en la población requiere la colaboración entre ecólogos y periodistas. Los científicos, reprimiendo su tendencia a controlar la información y a promocionarse, y facilitando el periodismo de investigación, tendencias y anticipación en materias tan importantes para la sociedad; y los periodistas, mejorando su formación y conocimientos de ecología y medio ambiente. Aunque informarse y formarse cuesta: tiempo y esfuerzo intelectual.

CARLOS CACHÁNCarlos Cachán es profesor titular de Periodismo de Investigación y director de la Cátedra de Desarrollo y Medio Ambiente de la Universidad Antonio de Nebrija.

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