China: rebelión en la fábrica del mundo

HAZ25 octubre 2010

Los trabajadores de las fábricas chinas, verdaderos artífices del «milagro» chino, adquieren hoy protagonismo por diversas razones. En primer lugar por su ausencia, porque las fábricas empiezan a sufrir una aguda falta de personal. Por las huelgas que han venido a ocupar las primeras páginas de la prensa mundial. Y por unos sucesos trágicos, una cadena de suicidios en la fábrica subcontratista de los más afamados productos electrónicos.

Estos hechos, con su inmediato efecto de mejora de condiciones, subida de salarios y en definitiva costes, han llevado a algunos a cuestionar el modelo que tantos éxitos parece haber dado a China en las dos últimas décadas. Todavía es pronto para pronunciarse. La respuesta dependerá de muchos y complejos factores. Muy especialmente de cuáles son las alternativas, de los precios de las materias primas y del petróleo y otras fuentes de energía, o del comportamiento de las divisas y la presión internacional para que China aprecie su moneda. Pero ciertamente este año 2010 representa un punto de inflexión.

En este artículo nos proponemos esclarecer estos fenómenos, los factores que los han desencadenado y sus posibles implicaciones.

LOS TRABAJADORES NO HAN VUELTO A LA FÁBRICA

O no todos. Tras las últimas vacaciones de año nuevo chino, el pasado mes de febrero, son muchos los que no han regresado, y se siguen sumando bajas, muy difíciles de reemplazar salvo parcialmente con personal más joven y menos preparado. Especialmente las fábricas de Guangdong, la provincia del sur de China verdadera fábrica del mundo, señalan una disminución de personal en torno al 30% en muchos casos. Esta situación hace difícil servir pedidos justo cuando éstos han resurgido con fuerza después del devastador año 2009.

Cierto que durante los últimos años venía percibiéndose un paulatino descenso en las reincorporaciones tras esas fechas. Ni volvían todos ni puntualmente, lo que ralentizaba el reinicio de la actividad fabril. Pero el brusco descenso en trabajadores es un hecho completamente inesperado, para lo que no estábamos preparados y que desafía la aparentemente inagotable oferta de mano de obra barata, presupuesto sobre el que se edificaba la competitividad de China y su razón de ser en el concierto mundial.

¿Dónde están? Es un lugar común comenzar explicando que las fábricas se concentran en las provincias costeras del sur y del este de China y se nutren de trabajadores que vienen del interior, predominantemente rural e industrialmente menos desarrollado.

Durante los últimos veinte años esto ha devenido en el mayor movimiento migratorio de la historia. Millones de personas trasladándose de un lugar a otro, aunque dentro del mismo país. Este carácter de emigrante del trabajador chino es clave para entender no sólo los fenómenos que intentamos dilucidar sino la historia social y económica de China en los últimos años.

Desde un principio, las razones por las que se producía ese deseo de marchar eran escapar de la pobreza y del subdesarrollo. Pero también entonces, y en especial ahora, lo que el emigrante buscaba eran oportunidades.

Este éxodo tiene en cierto modo un carácter épico. Quien mejor lo ha contado es Leslie T. Chang en Factory Girls, uno de los mejores libros sobre China. «Qucu, salir fuera, es el momento definitorio en sus vidas, la pregunta entre unos y otros: ¿cuándo saliste?, y la razón es siempre la misma, porque no había nada que hacer en el pueblo». De allí a las cadenas de producción y de montaje, el aprendizaje de nuevos oficios, la ocasión que siempre se presenta de saltar de una fábrica a otra, de un empleo a otro más cualificado o mejor pagado.

Hay también reveses y fracasos, pero sobresale el triunfo que muchos han labrado conquistando la movilidad social, con ello generando nuevas expectativas. Estamos ante una generación diferente a la de sus padres. Éstos querían ganar algo de dinero y volver al campo. Las nuevas generaciones quieren quedarse en la ciudad, pero también quieren respeto.

En la memoria reciente de estos trabajadores están los despidos masivos de finales de 2008 y principios de 2009, con el cierre de fábricas tras el derrumbe de las exportaciones. Aunque con la perspectiva de hoy aquello parece un fenómeno momentáneo, los trabajadores no lo han olvidado. Ahora se sopesan las alternativas, y éstas ya se están presentando. Fábricas que se han ido trasladando o creándose en el interior para conseguir menores costes en un proceso que lleva ya años. Obras de infraestructura a gran escala a lo largo del país. Trabajo en la construcción de la explosión inmobiliaria. El despertar del consumo, los primeros frutos de una nueva transformación que se traduce en nuevas oportunidades cerca de casa. Y a los inconvenientes de salir fuera se añade el obstáculo del registro Hukou que dificulta su arraigo en la ciudad.

Una cuestión clave es el factor demográfico. La opinión general, poco contrastada, es que cada vez hay menos trabajadores jóvenes en el campo. Sin embargo, para ilustrar la precaución con que debemos abordar este aspecto veamos dos versiones que un mismo observador, Tom Holland, ofrece con apenas semanas de diferencia en el diario hongkonés South China Morning Post (SCMP):

«De acuerdo con un estudio reciente del International Food Policy Research Institute, China pasó su Lewis turning point –momento en el que el producto marginal del trabajo en el sector agrícola sobrepasa el producto marginal del trabajo industrial– ya en 2003, lo que significa que la economía china ha pasado de tener excedente de mano de obra a la escasez».

«Pero de acuerdo con un artículo publicado el pasado mes [julio 2010] por John Knight y Li Shi de la Universidad Normal de Beijing y Deng Quheng de la Academia China de Ciencias Sociales, el número de trabajadores en el campo está lejos de agotarse. De acuerdo con su investigación, en 2007 había todavía 80 millones de trabajadores más esperando emigrar a la ciudad».

Este último trabajo publicado por la Universidad de Oxford, donde John Knight es profesor de economía, tiene el explícito título «El puzle de la escasez de trabajadores emigrantes y el excedente de mano de obra rural en China», y una interesante conclusión: por razones institucionales es muy probable que ambos fenómenos continúen coexistiendo por el momento y en el futuro cercano.

SUICIDIOS EN LA FÁBRICA-CIUDAD

La fábrica Foxconn, fundada por el taiwanés Terry Gou Tai-ming en 1974, está en la lista Fortune 500. Su facturación en 2008 fue de 62.000 millones de dólares. Tiene 800.000 empleados en toda China distribuidos en cinco plantas. Sólo en Shenzhen, la ciudad contigua a Hong Kong, tiene dos complejos con un total de 420.000 empleados. Suministra a las grandes firmas de ordenadores y electrónicas: Hewlett- Packard, Sony, IBM, DELL, Nokia, Motorola y Apple.

Desde diciembre de 2009 se han requerido turnos de trabajo 24 horas al día para dar salida al iPad, luego al iPhone. Apple anunció 3.070 millones de dólares de facturación en el primer trimestre. El mejor de su historia. El éxito de estos nuevos productos augura unos beneficios sin precedentes.

Lamentablemente, durante los primeros siete meses del año, coincidiendo con esos lanzamientos, once trabajadores en Foxconn se han suicidado, poniendo en tela de juicio los métodos de la fábrica, una de las más herméticas de China. El trabajo medio por empleado es de diez horas diarias, seis días a la semana. Las horas extras son normales. Las cadenas de montaje son muy rápidas y los controles de calidad los más exhaustivos. El régimen disciplinario y de penalizaciones muy riguroso.

La fábrica cuenta con sus propios hospitales, parques de bomberos y más de 20.000 guardias de seguridad. Los descansos tras un trabajo tedioso se amenizan con poco más que unas cantinas. En Shenzhen cuentan con una piscina y un teatro que llamaron la atención de Steve Jobs pero que no se usan.

Es difícil establecer una relación causa efecto entre las condiciones de la fábrica y los suicidios. Aunque de acuerdo con grupos de derechos humanos en Hong Kong las familias no han tenido acceso a las autopsias, y las circunstancias y verdaderas causas no han sido esclarecidas. Pero es cierto que la fábrica carece de una «infraestructura» social, no hay amigos, porque no hay tiempo para cultivarlos, está prohibido hablar mientras se trabaja y los empleados cambian de sección una vez dominan una determinada actividad. Tras años de experiencia la fábrica ha llegado a la perfección en extraer del ser humano el máximo aprovechamiento como herramienta.

¿Cuáles han sido las repercusiones de estos suicidios? Un aumento de salarios del 30%, que suena elevado, pero que para el salario mínimo mensual significa un incremento de 900 RMB (103 euros) a 1.200 RMB (137 euros). Redes antisuicidio se han instalado en torno a los dormitorios. Los pedidos siguen llegando a Foxconn, y aumentado, con la producción para 2011 ya reservada con ventaja sobre sus competidores.

La prensa internacional, con cierto cinismo, ha resaltado que a pesar de los suicidios nuevos candidatos siguen haciendo cola para trabajar en Foxconn. En efecto, jóvenes de 17-18 años buscan un salario aceptable, seguro y puntual, lo que otras fábricas no pueden garantizar. Y como norma, un aspirante a trabajar en una fábrica china sólo pisa la oficina de contratación, nunca las dependencias interiores. Por último los consumidores globales han hecho cola para conseguir felizmente sus juguetes soñados.

HUELGAS CON PUBLICIDAD

La respuesta a condiciones laborales que se han tornado inaceptables es normalmente individual y muy habitual: el trabajador opta por marcharse a sabiendas de que hay otras oportunidades en otras fábricas. La rotación en China es alta. Cambiar de fábrica es muchas veces la única posibilidad de progresar. Pero las huelgas, aunque ilegales, no son insólitas. Cada vez más frecuentes, es ahora cuando adquieren un nuevo cariz. El éxito de la movilización de las últimas huelgas y su impacto mediático es fruto del diestro uso de las nuevas tecnologías por estos jóvenes, los mensajes a través de teléfonos móviles y las redes sociales de Internet.

Por otro lado, llama la atención la cobertura de las huelgas por las agencias oficiales de noticias dependiendo de quién sea el patrono. Shirley Yam, escribiendo para el South China Morning Post, señala que nunca se han recogido las huelgas y las protestas protagonizadas por mineros contra las empresas estatales por la peligrosidad en que se desarrolla su trabajo.

En contraste, por primera vez se exponían y salían a la luz las huelgas de las fábricas subcontratadas por Honda y los sucesos de Foxconn. Desde el mismo Xinhua y el China Daily, órganos oficiales de comunicación, se hacía una crítica abierta del modelo de «bajo valor añadido, escasos márgenes, mano de obra intensiva y salarios bajos… mientras empresas extranjeras recogen los beneficios» advirtiendo que «hay que cambiar el modelo de desarrollo». Mensaje abierto y claro a las corporaciones extranjeras… que el mismo gobierno se encarga de atemperar con otras medidas favorecedoras de esas mismas corporaciones y del interés general del empleo.

REFLEXIONES E IMPLICACIONES

Sobre todos estos fenómenos podemos hacer muchas lecturas. Las fábricas chinas se quejan de que las marcas internacionales constantemente empujan los precios a la baja y piden plazos de entrega más cortos, esto lleva a reducir costes y buscar métodos de mejora de la productividad. El trabajador es quien normalmente sufre las consecuencias. Los resultados están a tenor de lo que venimos viendo. También es evidente la ausencia del concepto de recursos humanos por parte de la fábrica y el fracaso de la responsabilidad social corporativa por parte de los compradores.

Aunque los salarios aumentan, la productividad también, en especial por el progresivo aumento de pedidos. Y los economistas parecen estar de acuerdo en que la contribución del trabajo al coste del producto en China es mínima. Los incrementos de salario que se están produciendo no son suficientemente significativos como para aumentar seriamente el precio del producto, o éste no se traslada al consumidor final por el momento.

Es también notorio que China sufre de un exceso de capacidad productiva en muchos sectores. Por otro lado continúan las acciones anti-dumping desde los EEUU y la Unión Europea. En resumen, China hoy y ahora sigue ofreciendo precios muy competitivos y no en vano es el mayor exportador del mundo. Pero la interrupción del suministro por huelgas o falta de trabajadores hace más daño a una empresa que un aumento en el precio.

¿Cuál es entonces el futuro para China? ¿Seguirá siendo la fábrica del mundo? No es una pregunta fácil de responder, no hay una sola respuesta, más bien dependerá de quién es el interesado. Es por ello que al intentar abordar las implicaciones es más constructivo evitar especulaciones de tipo macroeconómico y centrar nuestro análisis en supuestos concretos.

  • Multinacional fabricando en Asia y vendiendo en otros países. Independientemente de los acontecimientos que están teniendo lugar en China, si la empresa está comprando en Asia y vendiendo a varios países en distintos continentes, lo normal es que ya haya diversificado el riesgo «país» evitando la concentración excesiva, en una medida que variará dependiendo de cada organización.

Normalmente las grandes corporaciones, en especial las americanas, tendrán una porción significativa de esas compras en China (pues para la mayoría China fue el primer destino) y ahora necesitan equilibrar con presencia en Vietnam, Indonesia, y en un menor porcentaje en otros países. Sin embargo ese proceso de calibración no es fácil de implementar y requiere de organizaciones fuertes y capaces para evitar errores e interrupciones.

Por ejemplo, en algunas áreas China ha desarrollado nudos industriales por producto donde fabricantes y proveedores de determinados materiales, maquinaria o servicios están todos situados a corta distancia, permitiendo flexibilidad y desarrollos en dimensiones económicamente signifi- cativas. En ese sentido, es difícil que China pierda competitividad, y si ocurriera no sería un proceso lineal ni rápido.

  • Multinacional fabricando en China e interesada en desarrollar el mercado local. China es ya un gran mercado doméstico. Un ejemplo conocido: el segundo mercado de Nike después de los EEUU es China. Recientemente han anunciado un plan para doblar las ventas en Greater China (China, Taiwán y Hong Kong), de más de 1.700 millones de dólares en el año fiscal 2010 a 3.500 millones.

La mayor parte de los productos para el mercado local, si no todos, vendrán de proveedores locales, que de hecho habrán de ampliar su capacidad productiva para acomodar el incremento de la demanda. En algunos casos nuevas fábricas se abrirán en zonas mejor localizadas para satisfacer mercados más grandes, como las populosas áreas de Shanghai y Pekín y algunas provincias del centro y del norte del país.

Otras grandes compañías interesadas en desarrollar el mercado local a la vez que continúan suministrando eficientemente sus mercados internacionales han decidido recientemente invertir en nuevas fábricas. Por ejemplo, Intel, con una nueva fábrica en Chengdu (Sichuan), invirtiendo 600 millones de dólares, y Hewlett Packard, con una nueva fábrica produciendo ordenadores portátiles en la ciudad de Chongqing.

  • Empresa mediana o pequeña interesada en deslocalizar su producción a Asia. Este es un caso más diversificado. En los últimos quince años un buen número de compañías de diferentes partes del mundo empezaron a mudar su producción a Asia en todo o en parte o a desarrollar nuevos productos manufacturados en Asia.

China se convirtió en el lugar preferido, especialmente el sur y la provincia de Guangdong. Industrias enteras como textiles, calzado, bolsos, gafas, artículos deportivos, se trasladaron aquí. En el modelo típico de negocio se trataba de proyectos OEM, a veces utilizando intermediarios de Hong Kong. Entonces no importaba dónde estaban las fábricas o de dónde procedían los trabajadores, si vivían en las fábricas o cuál era su salario.

Otros países comenzaron a ser o continuaron siendo alternativas a China, como Vietnam, Indonesia, India, Tailandia, Bangladesh, a diferentes intervalos, en industrias diferentes, así como con diferente nivel de preparación.

Indonesia, por ejemplo, es considerada como una de las mejores alternativas pero muchos expertos alertan de su corrupción paralizante, elemento común a todos esos países. En general carecen de infraestructura adecuada también. Los riesgos son mayores y la productividad es menor que en China. Realmente, dependerá de cada caso.

En cuanto a China, todas las circunstancias que hemos venido analizando aconsejan una mayor involucración, conocer dónde se manufactura el producto en realidad, llegando al último eslabón en la cadena de subcontratación, ampliamente utilizadas en China. Las mejores fábricas sobrevivirán y seguramente crecerán usando una combinación de exportación y ventas locales. Necesariamente deberán invertir en formación y tecnología para mejorar en productividad para compensar los salarios que continuarán al alza, y así continuar siendo competitivos en los mercados mundiales.

En ese proceso, las fábricas pequeñas y más frágiles o peor organizadas desaparecerán, por lo que los compradores internacionales habrán de realizar una auditoría o evaluación mucho más seria de la que se ha hecho hasta ahora.

CONCLUSIONES

El término vulgar pero gráfico «mano de obra barata» va más allá de un salario bajo. Implica también condiciones de trabajo (seguridad, salubridad, higiene, horarios, vacaciones, etc.) inaceptables, y la ausencia de derechos laborales, en especial a la huelga, a la representación sindical y a la negociación colectiva. Todo ello en el marco de un Estado autoritario que tiene por premisa la «estabilidad social» ha convertido a China en un país prácticamente sin competencia en el campo laboral.

Consciente o inconscientemente, este es un factor estratégico que ha hecho desplazar progresivamente la producción a China. Quizá hemos tocado techo. Esta puede ser una oportunidad para acelerar el paso a un modelo económico más equilibrado que al final será más seguro para todos.

Netizens

Como los sucesos en las plantas de Honda y Foxconn han demostrado, una nueva generación ha irrumpido con fuerza en la «revolución digital». China alberga el mayor número de netizens –ciudadanos de la red– del mundo.

Se calcula que alrededor de 400 millones, un tercio de la población, utilizan activamente Internet para comunicarse o relacionarse, obtener información o formación, hacer compras, etc. De acuerdo a datos publicados por CNNIC China Internet Statistics en enero de 2010, 8,80% de los netizens tienen educación básica o inferior, 26,8% educación secundaria (middle) y 40,20% educación superior (high school). Un buen número de los trabajadores emigrantes se encuadran en una de estas tres categorías. Tienen un teléfono móvil, o dos, y lo utilizan con destreza en todas sus posibilidades.

En China la mayor parte de las conexiones se realizan vía teléfono móvil, no por ordenador personal. Se conecta a mensajes instantáneos como QQ, redes sociales (SNS Social Network Services) y usan el buscador Baidu, que es el número uno del país. Como resultado, una generación de trabajadores bien conectados que comparten información instantáneamente a lo largo de todo el país.

Hukou

Censo que define el estatuto rural o urbano de los ciudadanos chinos determinado por el lugar de nacimiento o por el de la madre. Los derechos sociales como sanidad o educación se asocian con el Hukou y no se pueden disfrutar si se emigra. De este modo los trabajadores emigrantes, que en la actualidad son 150 millones, y sus hijos, están jurídicamente en el limbo, con limitaciones a su progreso social.

Ante las críticas crecientes, la provincia de Guangdong ha anunciado que concederá residencia permanente o estatuto urbano a 10 millones de emigrantes de un total de 30 millones de acuerdo con un sistema de puntos que favorece a los más educados y deja fuera al resto. Shanghai ha anunciado medidas similares pero la exigencia de determinados ingresos probará difícil en la práctica su integración.

Por Juan José Morales y Bruno Feltracco

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