Los niños, víctimas de la esclavitud del fútbol
El director cinematográfico vivió en Mali, junto con la Fundación Voces, las consecuencias de la pobreza y la necesidad de agarrarse al clavo ardiendo de quien promete un futuro mejor. Allí se topó con personajes, que lejos de ser ficticios, hacen de esta necesidad un negocio.
Su interés por el tema llevó a Alcantud a Noruega, donde, según afirma, dirigentes del Chelsea tenían escondido a John Obi Mikel, del Manchester United, hasta que cumpliera la mayoría de edad, acompañado de otros tres chicos nigerianos para que la joven promesa no sufriera añoranza y echara a perder la inversión de estos agentes.
El abogado especialista en derecho deportivo Ronny Van der Meij puso cifra a la problemática que investigaba Alcantad: Cerca de 20.000 jóvenes africanos que viajaron a Europa como promesas del fútbol siendo menores, malviven en la calle tras ver cómo las propuestas se trasforman en humo.
El cineasta viajó a París en busca de los protagonistas de estas historias que superan la ficción. Conoció a varios jóvenes abandonados por estos supuestos cazatalentos «por lesión, porque no habían funcionado en su primera prueba o algunos, directamente, sin razón aparente más allá de que este ya había cobrado sus 2.500 euros de la familia por traer a su hijo –con lo que esto supone a una familia africana media– para ser futbolista profesional», cuenta el director. Y de esta trama nace la película recientemente estrenada: Diamantes negros.
«Si encuentras a tres chicos africanos o latinoamericanos con potencial, que son vendidos finalmente por diez millones de euros, se pueden lograr unas plusvalías parecidas a las del petróleo», explica Ignacio Urrutia, profesor del IE y autor del libro Value Creation and Sport Management, que afirma que la opacidad de los agentes deportivos causa un grave problema y es fuente de «corrupción y perversión del modelo». Este argumento confirma la trama de la película de Alcantad.
«Si un agente garantiza a un chaval de nueve años un futuro prometedor para él y para su familia, a la que saca de las favelas, el chico siente que debe tanto que se convierte en propiedad del agente o del equipo. Se crean esclavos de oro», sentencia Urrutia.
A pesar de que la FIFA ha tratado de regular la transacción de menores a través de un capítulo específico del Reglamento sobre el Estatuto y la Transferencia de Jugadores, lo cierto es que la realidad logra meterle un gol a la normativa.