Improductivos 2.0. La procrastinación y otras derivadas de las redes sociales

La sociedad y el ritmo de vida contemporáneos impelen a sus ciudadanos a ser productivos aprovechando el tiempo al máximo, no desperdiciando un solo segundo para cumplir objetivos que les impulsen, nuevamente, a seguir produciendo más y rindiendo mejor.

Puede que por esta razón, el enfoque más frecuente sobre los usos posibles de las redes sociales –e Internet en general– sea el de herramientas orientadas a la eficiencia, el control y la productividad. Sin embargo, Internet es también un entorno privilegiado para dejarse llevar y, sí, para perder considerablemente el tiempo.

La pereza y la falta de motivación son el caldo de cultivo para el mal hábito de procrastinar, esto es: postergar una tarea que debe ser hecha y sustituirla por otra menos o nada prioritaria (pero más agradable). Sin embargo, procrastinar es una decisión estratégicamente nefasta pero humanamente necesaria.

Es ahí donde las redes sociales se muestran profundamente seductoras y se convierten en ese tentador canto de sirena hacia la postergación del deber. Pero ¿por qué las redes sociales son un entorno tan proclive para la pérdida de tiempo? ¿Sería recomendable prohibir su acceso en los entornos de trabajo?

Distinguiendo entre el síntoma y la enfermedad 

Existe la impresión de que el acceso a Internet en los entornos de trabajo es perjudicial para la productividad. Quienes defienden la idea de que la mejor opción para evitar que los empleados pierdan el tiempo con las redes sociales es prohibir que accedan a ellas, deberían ser conscientes de que, inevitablemente, los smartphones les han ganado la batalla.

Ya no es posible impedir que cualquier persona pueda acceder a estos entornos online a través de su propio dispositivo móvil. Es más, los propios teléfonos móviles deberían haber sido objeto de este mismo debate anteriormente y por las mismas razones, pero, sin embargo, ya a nadie le extraña que alguien reciba una llamada a su móvil personal «en horas de trabajo» o que consulte por un momento su correo.

¿Es inevitable que las redes sociales convivan con las jornadas laborales, menoscabando con ello la productividad? Depende. La probada capacidad evasora de Internet no ha de ser necesariamente opuesta a la productividad laboral.

Es más, según defienden muchos expertos de la materia, perder el tiempo un rato, de cuando en cuando, puede ser incluso beneficioso para la productividad. Parece que descansar y distraerse en periodos cortos potencia la creatividad y ayuda a reponer la concentración y la motivación.

Desde este punto de vista, la inmediatez y atención fragmentaria que requieren las redes sociales podrían ser elementos favorables. Pero el problema aparece cuando la distracción se transforma en hábito, cuando se consume mucho más tiempo del requerido para descansar y se antepone a las verdaderas obligaciones intrínsecas del trabajo. Entonces, llega la procrastinación.

No obstante, es necesario tener en cuenta que el hecho de que las redes sociales sean un entorno habitual que los empleados utilizan para procrastinar, no las convierte, sin embargo, en la causa que les incita a posponer la realización de su trabajo.

Así pues, puede que en muchas organizaciones estén queriendo imputar a Internet lo que en realidad sucede debido a un entorno laboral poco motivador, sin incentivos para los empleados y sin verdadero control sobre sus resultados. De hecho, Internet y las redes sociales son tan solo, herramientas que pueden ser utilizadas igualmente para trabajar como para eludir el trabajo.

No es difícil imaginar que cualquier empleado desmotivado es capaz de encontrar otras vías posibles para procrastinar, distintas de las redes sociales, en caso de no poder acceder a estas.

No hay más que echar la vista atrás para darse cuenta de que no hay medios más o menos proclives a la procrastinación. Desde las fotocopiadoras que permitieron a muchos ir a las bibliotecas a fotocopiar para «leer después», a los atractivos post-it con los que se inundan las paredes de no pocas oficinas y escritorios y que, por sobreabundancia, terminan por adquirir un aspecto más decorativo que significativo, perdiendo con ello su principal función de llamar la atención sobre los asuntos pendientes.

Así pues, antes de considerar que las redes sociales son las responsables de distraer la atención en los entornos laborales, habría que considerar que lo primero y más importante es la calidad del contexto en el que las personas trabajan. Puede que en muchos casos de procrastinación crónica exista de fondo un problema de este tipo.

Cuando en una organización los empleados pierden el tiempo habitualmente en las redes sociales parece razonable pensar que la responsabilidad de este hecho reside fundamentalmente en quienes tienen la capacidad para configurar el entorno laboral.

No hay atajos sin trabajo

No deja de ser paradójico que Internet haya sido uno de los primeros entornos en tratar de evitar la procrastinación online. Así pues, existen numerosas aplicaciones específicamente diseñadas para evitar que los usuarios se descentren de sus objetivos fundamentales y, cómo no, para también todo lo contrario.

Hace dos años atrás abundaban los intentos por poner límite a la procrastinación en Internet. Esta tendencia, ahora en declive, puede que se consolidara porque los usuarios ya habían pasado la fase de fascinación por las redes sociales y sus usos posibles, a experimentar las consecuencias de los abusos.

Así, por ejemplo, en 2012 nacía Facebook Nanny, una extensión para Google Chrome cuyo objetivo era y sigue siendo favorecer la productividad del usuario por medio de bloquear el acceso a Facebook y, en su versión más actual (Nanny[+]), a distintos sitios web en un abanico plenamente configurable por cada usuario.

De similar manera, en la actualidad, es muy popular Freedom entre los usuarios de Macintosh, cuyo funcionamiento básico consiste en bloquear el acceso a Internet al usuario para que no se distraiga.

Otra herramienta con estrategia análoga aunque específicamente dirigida a personas cuyo trabajo es escribir, es OmmWriter Dana. El público objetivo de esta aplicación son usuarios que tienen que pasar numerosas horas frente al ordenador, por lo que diariamente han de enfrentarse a la tentación de entretenerse con Internet, como por ejemplo abriendo el correo o consultando las últimas actualizaciones en redes sociales.

Por ello, OmmWriter anula los iconos y el navegador de la vista del usuario para dejar solo un archivo de texto en blanco en el que no hay otra opción que la de, simplemente, teclear. Además de escribir, el usuario también puede acompañarse por una música relajante y una selección de color de fondo planteada según criterios de cromoterapia.

Sin embargo, hay que señalar que lo que verdaderamente configura todo este tipo de herramientas no es ya tanto la tecnología, como la psicología del comportamiento que les sirve de fundamento. Por eso, no todas las aplicaciones se han diseñado para aislar al usuario, sino que otras prefieren ofrecer un sistema de recompensas o incluso de castigo, articulado en función de su actuación.

Los usuarios de smartphones tienen a su disposición un amplio abanico de aplicaciones específicamente diseñadas para evitar la procrastinación. Apps tan explícitas como Get Shit Done! o AppDetox ofrecen un sistema plenamente configurable en niveles y aplicaciones con las que el usuario puede neutralizar distintas vías con las que ser interrumpido, establecer y segmentar objetivos y establecer recompensas e incluso castigos dependiendo de lo que finalmente haga.

Nuevamente, dirigido específicamente a escritores, Write or die motiva activamente al escritor por el sistema de premio o castigo.

En este entorno totalmente configurable el usuario es obligado a escribir o de lo contrario sonará una gran variedad de molestas alarmas que no cesarán hasta que vuelva a teclear. Se trata de una aplicación adecuada solo para aquellos que necesiten presión adicional para trabajar y que, además, sean fervorosos seguidores de la técnica de la escritura libre.

Pero sea cual sea la aplicación y la táctica escogidas para evitar la procrastinación, la realidad es que este tipo de herramientas tienen un coste, precisamente, de trabajo. Mantener la pauta para seguir el sistema –aunque sea uno escogido por el propio usuario– requiere constancia y disciplina; precisamente dos de los bienes más preciados y escasos de los procrastinadores habituales.

Por eso a veces es necesario valorar si usar la aplicación escogida va a resultar más penoso que prescindir de ella y pasar directamente a hacer el trabajo sin más dilaciones; pues como argumentaba el programador estadounidense Calvin Mooers (1959): «Un sistema de información no se usará si hallar la información es más penoso que pasar sin ella».

Si no puedes con ellos, únete

Internet, esa red sustentada por múltiples y diversas personas, también ofrece –como no podía ser de otra manera– herramientas específicamente diseñadas para posponer tareas.

Sin ir más lejos, Procrastination es una aplicación para smartphones que incita a procrastinar de manera fácil y sencilla. Esta app consiste en un simple sistema de gestión de dos listas de tareas: la primera, con las tareas que el usuario desea hacer hoy; y la segunda, con las que dejará para mañana, la cual desaparecerá de su pantalla hasta el día siguiente.

Mover una tarea de la lista Hoy a la lista Mañana es tan fácil como arrastrarla con el dedo, por lo que la procrastinación se presenta en bandeja.

Pero para poder deambular, navegar a la deriva y dejarse llevar por las profundidades de Internet ni siquiera es necesario acudir a una herramienta específicamente diseñada para ello.

Además de las ya clásicas Twitter, Facebook o Youtube, otras redes sociales como Pinterest, repositorios de imágenes chocantes como Awkward Family Photos, de noticias y tendencias en Internet como Visto en la redes o plataformas de microbbloging como Tumblr constituyen magníficos entornos en los que los usuarios pueden perderse en las vidas y lugares de los demás, sin más interés y argumento que el de la curiosidad.

Llegados a este punto, cabe concluir que el papel que Internet desempeña en relación con la procrastinación es solo el de un instrumento con gran capacidad de seducción por la calidad y la cantidad de sus contenidos y servicios. Pero en realidad, corresponde a las personas y a las organizaciones indagar en las razones por las que muchos se ven abocados a postergar sus obligaciones y a distraerse con cualquier excusa. Es a ellos a quienes toca poner remedio al estrés y la falta de motivación que se ocultan tras la procrastinación que, en realidad, nada tienen que ver con Internet ni con lo interesantes que puedan ser sus contenidos.

Pero a pesar de estos argumentos, muchos continuarán responsabilizando de la falta de productividad a las redes sociales y no a su probablemente escasa capacidad para articular entornos de trabajo equilibrados y motivadores para sí mismos o para los demás.

Para todos aquellos que prefieren esquivar la realidad y evitan tomar responsabilidades y decisiones, el mercado les tiene preparada la herramienta perfecta: el NoPhone, un sustituto de plástico, libre de tecnología, con el que podrán no ser molestados, no interactuar digitalmente con los demás y estar en contacto permanente con la realidad analógica. Claro, que tampoco les servirá para trabajar.

Por Pilar Gonzalo
@Pilargonzalo
Comentarios

  1. Me encanta tooodoooo lo q explican genioooosss!!!