Las biorrefinerías se abren paso en Europa

La Agencia Internacional de la Energía (IEA) define la biorrefinería como la instalación donde se generan, de forma sostenible, productos de interés comercial a partir de biomasa. La bioeconomía empieza a aparecer en una Europa que apuesta por la protección del medio ambiente y por la valorización de los residuos.

Hace aproximadamente diez años empezó a hablarse de las biorrefinerías. Hoy, gracias a ellas, desde bioproductos químicos, pasando por biofertilizantes, ingredientes alimenticios, piensos, o electricidad y calor renovable, pueden obtenerse partiendo de residuos orgánicos agroindustriales y otras biomasas -si por biomasa se entiende no sólo la que se obtiene a partir de la materia forestal, sino cualquier producto químico que contiene carbono-.

Durante una jornada sobre biorrefinerías celebrada recientemente en el Centre Tecnològic de la Química (CTQ) de Tarragona, el catedrático de Química Analítica de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), Jordi Bartolí, lanzó un mensaje claro: “Ha llegado el momento en el que empezamos a entender los residuos no como algo que no sirve para nada, sino como un recurso”, y entre esos residuos se incluyen desechos agrarios como la paja, ganaderos, como los purines, e incluso las aguas residuales de una ciudad.

“La idea es integrar diferentes tecnologías, con distintas materias primas, para minimizar los costes”, explicó.

 Se estima que en Europa ya funcionan unas cincuenta platas de este tipo, y en el ranking de países, Francia se situaría en los primeros puestos. Pero el verdadero interés por este tipo de instalaciones llega con Horizonte 2020, el programa que financia proyectos de investigación e innovación de diversas áreas temáticas en Europa.

Y es en el marco de Horizonte 2020 donde la iniciativa tecnológica conjunta Bio-Based Industries (BBI), con un presupuesto de casi 3.000 millones de euros para el periodo 2014-2020, ha abierto una nueva convocatoria para recibir propuestas en materia de investigación e innovación con el objetivo de potenciar la expansión, entre otros, del sector de las biorrefinerías.

Según explica a Revista Haz el director de la Oficina Europea del Ministerio de Economía y Competitividad, Borja Izquierdo, “desde la Comisión Europea se está realizando una fuerte apuesta por fomentar el despliegue de la bioeconomía como sector relevante de producción industrial en Europa”.

Prueba de ello es el apoyo al lanzamiento de Bio-based Industries Joint Technology Initiative, que tiene como objeto el posicionar al sector bio entre uno de los principales mercados a nivel europeo.

En este sentido, una de  las actividades clave que se han identificado en esta iniciativa es la financiación de las primeras plantas piloto que servirán para comprobar la viabilidad tecnológica y económica de este tipo de instalaciones y de sus productos con origen biológico en el mercado.

Entre otras, Abengoa es una de las entidades españolas que participa en el consorcio Internacional privado con foco principal en la producción de biocombustibles de segunda generación y bioefinerías.

Pila de biomasa/Abengoa
Pila de biomasa/Abengoa

España quiere alcanzar a Europa

Gonzalo Martín Barrera, responsable de Estrategia y Financiación Pública de Abengoa señala que la apuesta de la compañía en esta materia es el etanol de segunda generación (2G), producido a partir de biomasa lignocelulósica. Abengoa ya ha construido la primera planta a escala comercial en el Estado de Kansas (EEUU), con una capacidad de producción superior a los 100 millones de litros al año.

“Aunque otras empresas también están invirtiendo y desarrollando plantas de 2G, la ventaja diferencial de Abengoa es que integra verticalmente todo el proceso: tecnología 2G, enzimas, así como capacidad de construcción, operación y mantenimiento de las plantas”, explica a Revista Haz este experto.

Además del uso de biomasas lignocelulósica, Abengoa invierte también en la valorización de residuos sólidos urbanos como materia prima para producción de biocombustible, una tecnología conocida como Waste to Biofuel, (W2B), “una solución tecnológica de gran importancia para aquellos municipios o ciudades en las que los residuos son un problema y las alternativas tradicionales no son óptimas, bien porque no sean ambientalmente sostenibles (uso de vertederos) o porque no se optimiza el valor del residuo (quema en incineradoras)”, añade Marina Aguiar, responsable de Financiación Pública en el Área de Biotecnología de Abengoa.

En este sentido, la compañía cuenta con una planta en Salamanca con el objetivo de validar y analizar la tecnología, para que después pueda ser escalable y reproducible en cualquier lugar del mundo.

“La dificultad de esta solución está en el alto nivel de dependencia local, tanto en regulación -los municipios tienen potestad sobre el tratamiento de residuos sólidos urbanos-, como en la composición de la materia prima, ya que los residuos varían de una ciudad a otra, e incluso de una estación del año a otra”, añaden desde Abengoa.

En esta línea, señalan ambos expertos, “prácticamente todas las fuentes coinciden en que los residuos sólidos urbanos son un problema creciente y acuciante en las grandes urbes”.

Según datos del Banco Mundial, la producción de estos residuos va a aumentar en más de un 10% en la Unión Europea hasta 2025, y más de un 70% a nivel mundial. Y la mejora económica de muchos países en desarrollo está acelerando este efecto.

Por eso, mediante la revalorización de estos residuos y su conversión a etanol, se consigue recuperar hasta un 80% de los materiales reciclables que forman parte de estos residuos, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para cumplir con los objetivos europeos y, en general, “convertir un problema en una fuente de energía”, defiende Abengoa.

Hasta el momento, la planta de Abengoa en Salamanca ha validado tecnología propia durante más de 5.000 horas de funcionamiento. Originariamente fue diseñada para tratar biomasa lignocelulósica, con una capacidad de producción en torno a los cinco millones de litros de biocombustible por año, pero ha sido rediseñada recientemente para tratar otras materias primas -como el residuo sólido urbano- y procesar hasta 25.000 toneladas anuales de residuos. La parte más convencional de destilación de etanol puede optimizarse y duplicar su rendimiento en plantas comerciales.

Otros de los proyectos en los que se encuentra inmersa Abengoa en materia de biorrefinerías son las plantas de bioetanol en las que ha desarrollado un proceso de captura de CO2, proveniente de la fermentación, para reemplazarlo en diferentes industrias.

En su planta de producción en los Países Bajos (ABN), el CO2 capturado se vende para uso agrícola para invernaderos. Otro ejemplo es el de las plantas de Salamanca (BCyL) y el sur de Francia (ABF), y su uso en la industria alimentaria, en este caso para la fabricación de bebidas carbonatadas. De este modo, el CO2 proveniente de estos procesos se considera renovable y no fósil.

Apiladora de fardos/Abengoa
Apiladora de fardos/Abengoa

Residuos como parte de la solución

Cooperativas Agro-alimentarias de España, el órgano que representa a las cooperativas españolas de todas las comunidades autónomas, lidera el proyecto europeo Tesla, en colaboración con organizaciones de cooperativas de otros países, y cofinanciado por el programa Intelligent Energy Europe de la Unión Europea.

El proyecto busca conseguir ahorros energéticos en la industria agroalimentaria y, especialmente, en las cooperativas de los sectores de bodegas, fábricas de piensos, centrales hortofrutícolas y almazaras.

La idea es dar “un paso más” en el aprovechamiento energético y la eficiencia  para implantar sistemas más sostenibles y con menores costes en las empresas agroalimentarias, explican desde esta entidad.

Pero el aprovechamiento de los residuos también pasa por su valorización energética, una opción que el presidente de la Asociación de Empresas de Valorización Energética de Residuos Sólidos Urbanos (Aeversu), Rafael Guinea, considera “estancada” en España frente a otros países europeos como Alemania, donde la combinación de reciclaje y valorización energética ha permitido eliminar el vertido.

Guinea, que recientemente participó en Ourense en un Curso de Verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo sobre gestión sostenible de los residuos, achacó este hecho a la falta de compromiso de la Administración, y a que olvida de que la valorización energética “quiere ser parte de la solución, no del problema, y con el objetivo de alcanzar el vertido técnico cero”.

Según sus datos, España cuenta actualmente con diez plantas de valorización energética “desconocidas por el gran público”, que gestionan tan sólo el 10% de la basura producida, mientras que en Europa operan casi medio millar, y existen cerca de 2.000 en todo el mundo.

Según Eurostat, en 2013 España depositaba en vertedero el 60% de toda su basura.

A esto se une “la estricta legislación ambiental sobre emisiones de gases contaminantes que rige esta actividad, y que supera a la de cualquier otra industria”, recordó Guinea.

Reino Unido es otro ejemplo de país que apuesta por valorizar los residuos para transformarlos en energía, como demuestra el hecho de que, con vistas al próximo año, pondrá en marcha 16 nuevas plantas de esta tecnología con capacidad para cinco millones de toneladas de residuos.

Para los detractores de esta tecnología por considerar que aumentan la emisión de gases contaminantes, Guinea recordó que “las inversiones que se hacen en este sentido son muy elevadas en estas instalaciones, en las que se destina a depuración de gases más de la mitad de su coste”.

La generación de electricidad, vapor y agua caliente a partir de residuos puede ahorrar cerca de 42 millones de toneladas de petróleo, según datos de Aerversu, que apunta que para gestionar adecuadamente los 22 millones de toneladas de residuos producidas en España, serían necesarias unas 17 plantas de valorización energética, que supondrían una inversión de 4.000 millones de euros, pero que generarían un importante volumen de empleo -local, fijo y de calidad-, y ayudarían a la reindustrialización dispersa.

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