Liderazgo femenino, ¿a costa de cuánto?

Marzo es el tercer mes del año en el calendario gregoriano y tiene 31 días. Su nombre deriva del latín Martius, que era el primer mes del calendario romano, que a su vez deriva de Mars, el dios romano de la guerra. El nombre de Marzo fue elegido en honor a este dios, pues era en este mes cuando se planeaban todas las campañas militares que tendrían lugar tras el transcurso del año.

En el mes de marzo, alrededor del día 21, tiene lugar el equinoccio de primavera en el hemisferio septentrional y el equinoccio de otoño en el meridional. Marzo es un mes de renovación, de dejar atrás el invierno, de quemar “lo viejo”, algo de lo que sabemos bien los valencianos.

Fue también marzo el mes elegido por la política alemana Clara Zetkin, férrea defensora de los derechos de las mujeres, en 1910, para conmemorar el Día de la Mujer Trabajadora. Un movimiento por los derechos de las mujeres que fue respaldado por más de 100 mujeres de 17 países, con más de un millón de personas manifestándose por la calles de Alemania, Suiza, Austria y Dinamarca.

El 25 de marzo de 1911, justo un año después, tiene lugar uno de los más trágicos desastres de la Revolución Industrial. 146 personas, de ellas 123 mujeres, fallecen en el incendio de Triangle Shirtwaist, en el edificio Asch de Nueva York. La mayoría eran jóvenes de entre 14 y 23 años, inmigrantes judías de Europa del Este e italianas que se ganaban la vida en esta fábrica de camisas en el distrito de Manhattan, Nueva York.

El incendió se propagó rápidamente, las puertas de las escaleras y la salida estaban cerradas a propósito para evitar las protestas sindicales. Y cada mes de marzo, desde entonces, todavía con más rabia e indignación, se recuerda la lucha de todas y cada una de las mujeres, muchas de ellas fallecidas en el intento. Y se sigue reivindicando un papel en igualdad de condiciones en este mundo que vivimos, en todos y cada uno de los rincones del planeta.

El mes de marzo, mes de la guerra de los hombres, es el mes de la igualdad de las mujeres. Es el mes de la lucha por el mundo en femenino. Nelson Mandela dijo una vez que las guerras acabarían cuando de verdad las mujeres lideraran el mundo. En ese momento, quizá el mes de marzo adquirirá todavía un sentido más revolucionario.

Nelson Mandela dijo una vez que las guerras acabarían cuando de verdad las mujeres lideraran el mundo.

Sin duda hemos avanzado mucho en libertades, en derechos, en igualdad laboral. No cabe duda. Pero ¿realmente en la dirección correcta? En apenas cuatro días seis mujeres han muerto asesinadas a manos de hombres. Alarmantemente, la mayoría de ellas habían denunciado antes, y los agresores tenían órdenes de alejamiento. 14 mujeres en no llega dos meses. Fueron 55 mujeres en 2016. Sin contar, por supuesto, las que lograron sobrevivir, las supervivientes a la violencia de género, y sus familias.

Jóvenes, mayores, nacionales, extranjeras, de distintas clases sociales, profesiones y niveles económicos. Hasta una guardia civil ha muerto asesinada estos días. Nadie encuentra un patrón, ni la manera de hacerle frente.

Mujeres que triunfan en un mundo de hombres a costa de comportarse como ellos. O de sacrificar sus vidas familiares. Medidas de conciliación y flexibilidad laboral que no avanzan.

Niños/as desatendidos, adictos al móvil, a Internet, a las redes sociales, que claman afecto y atención, y más tiempo con su familia. Padres y madres estresados, con la sensación siempre de no llegar a todo, de no estar haciéndolo bien, y de que no hay alternativa.

Mujeres que cada vez retrasan más la edad para quedarse embarazadas, porque no es fácil, no va a ser fácil, con los consecuentes problemas cada vez mayores de infertilidad y su sufrimiento añadido. Familias que cada vez tienen menos hijos de los que quisieran. Cansadas, ha titulado Nuria Valera, periodista, escritora y experta en violencia de género y políticas de igualdad, su último libro, en el que habla de “una nueva misoginia» que reproduce el machismo de toda la vida pero con una forma «mucho más sutil».

Toda una generación de mujeres, que ahora rondan los 40, que tuvieron que poner en práctica los avances teóricos logrados por sus predecesoras, como el acceso normalizado a la universidad, el empleo cualificado o el acceso a puestos directivos. Algo que hicieron, según la autora, “sin gloria ni reconocimiento”. Una generación “sándwich”, con “proyectos de vida que no tienen continuidad porque tenemos hijos demasiado pequeños y padres demasiado mayores”. Madres cansadas, abuelas cansadas, que nos han criado en una igualdad formal, pero no real.

'Cansadas', el último libro de la periodista Nuria Valera, habla de "una nueva misoginia" que reproduce el machismo de toda la vida pero con una forma "mucho más sutil".

Una sociedad enferma, que clama a raudales un cambio, un cambio de sistema, de organización de los tiempos del trabajo y de la vida personal, de una igualdad real entre hombres y mujeres, pero no a costa de nadie. A lo que sumar una feminización de la pobreza: un creciente empobrecimiento con rostro de mujer, el empeoramiento de sus condiciones de vida y la vulneración de sus derechos fundamentales.

Según un informe del Instituto Peterson para la Economía Internacional y el Centro de Estudios EY, elaborado en base a 21.980 empresas de 91 países (96 españolas), las compañías en las que hay, por lo menos, un 30% de mujeres en puestos directivos son más rentables que aquellas que carecen de presencia femenina. Más capacidad de hacer red, un modelo basado en la persuasión versus la imposición, convencer sin obligar, muchas veces a partir de su ejemplo. O la facilidad para reconocer los éxitos ajenos, son algunas de las características de un liderazgo “en femenino”. Particularidades que se traducen en unas organizaciones “más humanas”, más rentables, más exitosas.

Las ventajas están claras, para las organizaciones, para las personas, para la sociedad en general, pero no puede ser a costa de tanto. El sistema y los valores tienen que acompañar este cambio de modelo, esta ascensión de las mujeres al lugar que se merecen, a una representatividad real del mundo, pero no a costa de tanto sacrificio.

El cómo no lo sé. Pero a veces es importante parar un momento, detectar el problema, y ver si estamos remando en la dirección adecuada. Como dice una buena amiga… “así no vamos a dónde queremos”. Y no seguir batallando. A costa de tanto.

Por todas las mujeres luchadoras. Y en honor a las caídas. Seguiremos luchando.

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