¿Dónde están las mujeres en el gobierno de la Cultura?

Sucedió el 15 de diciembre de 2016, cuando el patronato del Museo de Bellas Artes de Bilbao se reunía para aprobar su Plan de Actuación 2017. La presencia de quien iba a ser designado sin concurso como el próximo director del museo -Miguel Zugaza- tras su anunciada dimisión como director del Museo Nacional del Prado, atrajo de manera significativa a los medios de comunicación. Ésta fue la imagen de dicho encuentro.
<p>Patronato del Museo de Bellas Artes de Bilbao.</p>

Patronato del Museo de Bellas Artes de Bilbao.

lass="Normal1">Desvelada de manera no intencionada, tal “exhibición de corbatas” no pasó desapercibida a importantes voces críticas que, como en el caso de la antropóloga y profesora de la Universidad del País Vasco, Olatz González Abrisketa, invitaban a “hacer una reflexión profunda sobre las causas de que semejante ‘foto’ sea posible”. ¿Dónde están las mujeres?

Cuatro días después y a tan solo unos metros de distancia, el Museo Guggenheim-Bilbao ofrecía una imagen similar con motivo de la asistencia del Lehendakari -Iñigo Urkullu- a la reunión de su patronato.

<p>Reunión del Patronato del Museo Guggenheim-Bilbao. 19 diciembre de 2016. </p>

Reunión del Patronato del Museo Guggenheim-Bilbao. 19 diciembre de 2016.

Meses más tarde, otro gran museo acogía una escena de parecidas características. En abril de 2017 el Museo Nacional del Prado inauguraba la exposición Tesoros de la Hispanic Society of America. La fotografía de la inauguración, con la única presencia femenina de la Reina emérita Doña Sofía como invitada, nuevamente levantaba indignación por idénticas razones. Una vez más había que preguntarse: ¿Dónde están las mujeres?

<p>Don Juan Carlos y Doña Sofía inaugurando la exposición 'Tesoros de la Hispanic Society of America' en el Museo Nacional del Prado.</p>

Don Juan Carlos y Doña Sofía inaugurando la exposición 'Tesoros de la Hispanic Society of America' en el Museo Nacional del Prado.

Sin salir del contexto de los eventos artísticos de impacto internacional, tan solo dos meses antes de la inauguración del Prado, la Feria de Arte Contemporáneo ARCO 2017 presentaba al mundo el arte del país invitado -Argentina- utilizando el calificativo de “irreverente y diverso”. Mientras, ofrecía esta contradictoria escena a los medios allí presentes.

<p>Inauguración de la Feria de Arte Contemporáneo ARCO 2017.</p>

Inauguración de la Feria de Arte Contemporáneo ARCO 2017.

En línea con todo lo anterior, la imagen que hace algo más de un mes se proyectaba en el exterior durante la inauguración del Pabellón de España en la 57ª Bienal de Arte de Venecia, fue la de solo una mujer -la directora de Acción Cultural Española- en un grupo nuevamente integrado por hombres.

<p>Inauguración del Pabellón de España en la Bienal de Venecia. </p>

Inauguración del Pabellón de España en la Bienal de Venecia.

Estos casos recientes -puestos tan solo a modo de ejemplo- distan mucho de ser situaciones aisladas e ilustran con bastante exactitud las escenas habituales del poder en la cultura española.

El órgano de gobierno de una institución cultural es su máximo estamento de decisión, que hay que distinguir del ejecutivo, destinado a la gestión y desempeñado habitualmente por los puestos de dirección y resto del equipo. Pese a sus importantes responsabilidades, lo cierto es que la actividad de los órganos de gobierno de la cultura en España tiene un amplio margen de mejora.

Los órganos de gobierno suelen adoptar la forma administrativa de patronatos, asambleas generales de socios o consejos de administración, dependiendo de cuál sea la naturaleza jurídica de la organización a la que pertenezcan. Su composición, entre otros requisitos, debería asegurar la total independencia de la institución, a la vez que los oportunos mecanismos para la evaluación de su desempeño; pero lejos de que esto sea la tónica general, el poder en las organizaciones culturales habitualmente toma la forma de un pastiche circunstancial de representantes políticos, empresas colaboradoras, puestos ejecutivos de la propia organización y algunos profesionales del sector, esto últimos en destacada minoría. Esta amalgama -lejos de aportar diversidad- subraya a través de cada una de sus partes las importantes barreras de acceso que las mujeres experimentan para alcanzar los puestos de poder y representación.

Las mujeres escasean muy significativamente en los órganos de gobierno de las instituciones -de todas- pero lo hacen de manera destacada en las de la cultura, pues es sabido que la cultura es un sector donde abundan las profesionales mujeres. Por eso, la elocuente ausencia de mujeres en las escenas del poder cultural es un hecho discriminatorio de extrema gravedad que, por si fuera poco, sucede incumpliendo la legislación vigente.

Instituciones culturales fuera de la ley

Cuando se produjo el caso del Museo de Bellas Artes de Bilbao mencionado al comienzo de este artículo, la Asociación de Mujeres en las Artes Visuales (MAV) recordó que dicha institución no estaba dando cumplimiento al Artículo 40 del IV Plan para la Igualdad de Mujeres y Hombres de la Comunidad Autónoma Vasca de 2013. Pero sorprendentemente, el incumplimiento de las normas en materia de igualdad no parece estar derivando en sanciones, ni a las instituciones que incumplen la ley, ni a quienes las gobiernan. ¿Cómo es posible que el gobierno de la cultura se esté ejerciendo sin asumir las responsabilidades que éste conlleva?

Ya han pasado más de diez años desde que en 2007 se aprobara la Ley de igualdad (Ley orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres). Sin embargo, no hay indicios de que se estén dando los cambios oportunos en lo que afecta a los órganos de gobierno de la cultura.

El Artículo 26 de esta ley (La igualdad en el ámbito de la creación y producción artística e intelectual) contempla un apartado dedicado a los órganos consultivos, científicos y de decisión en el organigrama artístico y cultural, que insta a:

  1. d) Que se respete y se garantice la representación equilibrada en los distintos órganos consultivos, científicos y de decisión existentes en el organigrama artístico y cultural.

Cuatro años después de la aprobación de la Ley de Igualdad, las asociaciones Clásicas y Modernas, CIMA (Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales) y MAV (Mujeres en las Artes Visuales) presentaron una queja ante el Defensor del Pueblo en la cual reclamaban datos desagregados por sexo al Ministerio de Cultura y a diversas instituciones públicas que permitieran “analizar la eficacia de las medidas de igualdad para poder abordar su mejora y actualización”. En respuesta a esta demanda, el Ministerio de Cultura impulsó un revelador informe titulado Mujeres y cultura. Políticas de igualdad, de referencia sobre el tema del poder y la representación de las mujeres en la cultura en España.

Dicho estudio realizó una aproximación a la situación de igualdad en las instituciones y programas dependientes del Ministerio de Cultura, analizando “los niveles de participación y reconocimiento de las mujeres en (…) la concesión de premios y la composición de sus jurados, la composición de los comités que conceden ayudas y subvenciones y otros datos relativos a la participación de mujeres en patronatos o jurados de festivales”.

Los datos obtenidos pusieron sobre la mesa la incontestable discriminación hacia la mujer en el ámbito de la cultura. Por eso, este informe instaba a garantizar el cumplimiento efectivo de la Ley de Igualdad que -recordaba- se aprobó para “abordar un problema social y cultural: el que se deriva del hecho de que estando hoy en día igualmente preparadas mujeres y hombres en todos los ámbitos profesionales, la presencia de mujeres en puestos de responsabilidad y decisión sea muy inferior al de los hombres”.

Seis años después del citado informe y diez de la aprobación de la Ley de Igualdad, la presencia de mujeres en puestos de responsabilidad y decisión continúa sin ser pareja a la de los hombres. La ley -una Ley Orgánica– no se cumple y a la vista está. No hay más que explorar alguna de las instituciones más representativas de la cultura de España para tomar conciencia de ello.

Diez años después de la aprobación de la Ley de Igualdad, la presencia de mujeres en puestos de responsabilidad y decisión continúa sin ser pareja a la de los hombres.

La cultura española se ahoga con la corbata

Cuanto más importantes son los escenarios de poder, más se evidencian las resistencias a devolver a las mujeres el espacio que en realidad les corresponde.

En el ámbito de la lengua y la literatura la predominancia masculina en el poder es palmaria. El sector editorial es la industria cultural más potente de España y una de las diez más importantes del mundo. Un ámbito de poder muy significativo para la economía y la difusión de la cultura española, que muestra notables resistencias a ejercer una soberanía compartida con las mujeres.

La Real Academia Española (RAE) constituye un buen ejemplo de esta resistencia. Esta institución de altísimo impacto internacional de España, tiene por misión “velar por que los cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico”.

<p>Asistentes al pleno de la Real Academia Española. </p>

Asistentes al pleno de la Real Academia Española.

A pesar de tan importante tarea, las formas de gobierno y gestión de esta institución están muy lejos de esa “constante adaptación” recogida en su misión, pues contravienen los actuales derechos y necesidades expresadas por la sociedad española al permitir que, de sus 44 académicos de número, tan solo ocho sean mujeres.

Dada esta imagen de desequilibrio institucional e incumplimiento de la Ley, no sorprende que ninguno de los 13 ‘académicos honorarios’ nombrados hasta la fecha tampoco haya sido una mujer. A este dato sólo cabe sumar que, tampoco, ninguno de los 33 directores que ha tenido esta institución haya sido una mujer.

Sin embargo, la RAE debería ser una institución ejemplar, ya que su labor es clave para la consecución de la igualdad de trato, oportunidades y reconocimiento profesional hacia las mujeres. De hecho, tiene mucho trabajo que hacer, pues la propia lengua española arrastra una importante resistencia a concebir las mujeres como parte de los gobiernos. No hay más que consultar la definición la palabra gobernanta en el diccionario de la Real Academia Española de la lengua y compararla con su homóloga masculina, para tomar conciencia de ello:

Gobernanta

  1. f. Mujer que en los grandes hoteles tiene a su cargo el servicio de un piso en lo tocante a limpieza de habitaciones, conservación del mobiliario, alfombras y demás enseres.
  2. f. Encargada de la administración de una casa o institución.

Gobernante

Del ant. part. act. de gobernar.

  1. adj. Que gobierna. Partido gobernante. U. m. c. s.
  2. m. coloq. Hombre que se mete a gobernar algo.

Excepto en lo tocante a aquellas tareas asignadas al ámbito de lo doméstico (las llamadas “sus labores” y sus equivalentes de limpieza y cuidados), parece evidente que la lengua asocia el concepto de gobierno exclusivamente al género masculino. Esto ha de cambiar y, pese a las resistencias, los cambios de este tipo son posibles. Recientemente la RAE ya se ha visto abocada a revisar la definición de la expresión “sexo débil”, puesto que todavía se describe como “conjunto de mujeres”, mientras que “sexo fuerte” sigue significando -según el diccionario de la RAE- “conjunto de hombres”.

<p>Vista general durante el transcurso de la reunión que Don Felipe y Doña Letizia mantuvieron con el Patronato del Instituto Cervantes. </p>

Vista general durante el transcurso de la reunión que Don Felipe y Doña Letizia mantuvieron con el Patronato del Instituto Cervantes.

Por su parte, el Instituto Cervantes, con su misión de “promover universalmente la enseñanza, el estudio y el uso del español y contribuir a la difusión de las culturas hispánicas en el exterior”, constituye la institución “hermana” de la RAE. Muy en consonancia con ella, su Patronato cuenta con 46 personas, de las cuales solo siete son mujeres, mientras que los 39 restantes son hombres.

A su vez, el Consejo de Administración del Instituto Cervantes -órgano que aprueba sus planes generales- se compone actualmente de nueve personas y ninguna de ellas es una mujer.

Sumando a esta tendencia, hay que señalar otro dato: de los actuales 55 directores del Instituto Cervantes en el exterior, tan solo 12 son mujeres.

El evidente silenciamiento de las mujeres en la escena pública de la lengua española podría encontrar su símbolo la imagen que dejó la última rueda de prensa del Plan de Fomento de la Lectura 2017/20. ¿Dónde están las mujeres? Íntegramente protagonizada por hombres, dicha escena paradójicamente se produce en un país en el que, año tras año, las mujeres están a la cabeza en las encuestas de hábitos de lectura.

<p>El secretario de Estado de Cultura, Fernando Benzo, detalla en rueda de prensa el Plan de Fomento de la Lectura 2017/20.</p>

El secretario de Estado de Cultura, Fernando Benzo, detalla en rueda de prensa el Plan de Fomento de la Lectura 2017/20.

No obstante esta imagen de representación netamente masculina en el ámbito del libro y la lectura no es casual. Poco sorprende que se produzca esta dominancia masculina cuando, entre los cargos políticos nombrados en el área, escasean notoriamente las mujeres.

<p>El ministro Íñigo Méndez de Vigo preside la toma de posesión del director general de Industrias Culturales y del Libro.</p>

El ministro Íñigo Méndez de Vigo preside la toma de posesión del director general de Industrias Culturales y del Libro.

Por si fuera poco, el poder político -más allá de su propia estructura- también moldea a su imagen y semejanza el reconocimiento de la cultura. Un ejemplo lo protagonizó el actual alcalde de Salamanca, cuando en plena campaña electoral de 2011 convocaba a quienes consideraba eran los representantes de la cultura del momento. 17 hombres. Solo una mujer.

Para quienes puedan pensar que el arrumbamiento de las mujeres en la cultura sólo sucede en los ámbitos más conservadores de la política y de la Administración Pública, hay que señalar que esta lacra también se extiende al seno de las empresas y los entes profesionales del sector de la cultura. Ejemplo de ello es la imagen que dejó la reciente visita al Palacio de la Zarzuela de la Federación de gremios de editores de España.

<p>Fotografía de grupo de Su Majestad el Rey con representantes de la Federación de Gremios de Editores de España. </p>

Fotografía de grupo de Su Majestad el Rey con representantes de la Federación de Gremios de Editores de España.

Incluso los sectores de la cultura que pudieran considerarse más críticos con el establishment, reproducen el mismo arrinconamiento a las mujeres en sus ámbitos de poder y representación. Buena ilustración de ello podría ser la imagen que la presidenta de la Comunidad de Madrid compartía en su cuenta de twitter tras una reunión con los representantes de la Plataforma en defensa de la cultura. Una escena con similar cantidad de mujeres representantes de la cultura que la imagen anterior.

<p>La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, tras la reunión mantenida con representantes de la Plataforma en Defensa de la Cultura. </p>

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, tras la reunión mantenida con representantes de la Plataforma en Defensa de la Cultura.

Es esencial que se reconozca la competencia y el papel fundamental de las mujeres en la cultura. Por eso, es imprescindible que las instituciones que premian el mérito profesional se rijan por órganos de gobierno elaborados con criterios de diversidad. De lo contrario, continuarán perpetuándose situaciones como la del Premio Nacional de Cómic, que todavía no ha sido concedido a ninguna mujer, y no es por falta de talento.

A este respecto, la Fundación Princesa de Asturias, que concede los prestigiosos premios homónimos deudores de los Príncipe de Asturias, no parece haber adoptado su cambio de denominación con la consecuente perspectiva de género que cabría esperar. De las 22 personas que en la actualidad componen su patronato, tan solo tres son mujeres, siendo una de ellas una menor de edad, la presidenta de honor, S.A.R. Dª. Leonor de Borbón y Ortiz, Princesa de Asturias.

<p>Reunión ordinaria del Patronato de la Fundación Princesa de Asturias. </p>

Reunión ordinaria del Patronato de la Fundación Princesa de Asturias.

Lejos de ser una casualidad, el panorama es prácticamente igual en lo tocante a la composición del patronato Princesa de Asturias, “un órgano de carácter consultivo y honorífico al servicio de la Fundación, del que forman parte todas aquellas personas o instituciones que colaboran de una u otra manera con los objetivos de la institución”. De las 86 personas que lo componen, sólo 12 son mujeres frente a 74 hombres.

Cuando -excluyendo a las mujeres- las instituciones españolas proyectan este tipo de escenas del poder en cultura, lo que en realidad están haciendo es mostrar el síntoma de algo que, sin embargo, cada vez molesta y preocupa más fuera de las fronteras españolas.

‘Marca España’ en masculino mayestático

Desde hace ya tiempo diversas organizaciones internacionales están trabajando de manera activa por la igualdad efectiva de oportunidades entre mujeres y hombres en el ámbito de la cultura. El informe realizado por Unesco en 2014, Report on gender equality and culture, constituye una referencia en el tema. A dicho estudio siguió en 2015, Reshaping cultural policies. A decade promoting the diversity of cultural expressions for development. Convention global report, que incluye un revelador capítulo dedicado a la situación de las creadoras (Women as creators: gender equality):

“Las mujeres (…) siguen estando mal representadas en algunas profesiones culturales y en puestos de toma de decisiones en muchas organizaciones e industrias culturales. Los múltiples obstáculos en su camino hacia la participación y la progresión en los esfuerzos culturales, no sólo son injustos para las mujeres, sino que violan sus derechos culturales. En esencia, disminuyen la diversidad cultural y privan a todos de acceso sin trabas al potencial creativo de la mitad femenina de la comunidad artística”.

Sumándose a esta sensibilidad, la organización Arts Council England impulsa desde hace años acciones específicas para fomentar la igualdad de género en la cultura inglesa, las cuales se insertan dentro de una de sus líneas estratégicas fundamentales como organización: la diversidad. Aunque sin recoger información específica sobre los órganos de gobierno, su último informe al respecto, Equality, diversity and the creative case, 2015 – 16, pone en evidencia una patente brecha de género en los puestos directivos de la cultura.

Hace poco más de un año, la organización Culture Action Europe publicó el informe Gender inequalities in the cultural sector, en el que puso de manifiesto la necesidad de promover la igualdad de género en la cultura para garantizar el derecho fundamental de igualdad de acceso y participación. Este informe denuncia la falta de igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres del sector creativo y previene ante la idea preconcebida y estereotipada de que la cultura es “un ámbito inmune a los problemas de desigualdad de género que afectan a otros sectores profesionales”.

Entretanto, España continúa proyectando en el exterior una imagen de su cultura profundamente sesgada de su talento y capacidad como país, una imagen sin mujeres que, urgentemente, es necesario cambiar.

En lo tocante a cultura entendida como elemento de diplomacia -aparte del Instituto Cervantes que, muy significativamente, depende del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación y no del de Cultura-, existen diversas organizaciones de referencia con gran importancia estratégica para la proyección de la cultura española en el exterior.

Acción Cultural Española (AC/E) es una entidad pública empresarial dedicada a “impulsar y promocionar la cultura y el patrimonio de España, dentro y fuera de sus fronteras”. Puede que por encontrarse dirigida por una mujer, esta institución muestre una de las tasas más altas de presencia femenina en su órgano de gobierno, de entre las organizaciones culturales públicas con más alto impacto en el exterior.

Con un 33,3% de mujeres, AC/E está gobernada actualmente por un Consejo de Administración compuesto por 12 personas, cuatro de las cuales son mujeres y ocho son hombres. Aún así, todavía hay mucho que hacer para alcanzar las perceptivas cotas de equilibrio que establece la Ley y los preceptos básicos del buen gobierno.

En bastante peor situación se encuentra el Real Instituto Elcano, una institución de excelencia intelectual definida como “un think-tank de estudios internacionales y estratégicos que analiza el mundo desde una perspectiva española, europea y global”. Pese a tan altos objetivos, su órgano de gobierno se ha compuesto con un criterio ajeno a la excelencia que cabría esperar de tal institución.

<p>Patronato del Real Instituto Elcano. </p>

Patronato del Real Instituto Elcano.

De las 38 personas que lo componen su patronato, tan solo tres son mujeres. Una proporción inferior a un 8%, sobre la que también sería conveniente hacer una reflexión estratégica.

Algo similar sucede en la Fundación Carolina, una institución de referencia en España en lo tocante a las relaciones con América Latina, que se dedica a “la promoción de las relaciones culturales y la cooperación en materia educativa y científica entre España y los países de la Comunidad Iberoamericana de Naciones, así como con otros países con especiales vínculos históricos, culturales o geográficos”.

De forma casi idéntica a la institución anterior, de los 37 miembros de su patronato, sólo dos son mujeres.

<p>XXVIII Reunión del Patronato de la Fundación Carolina, 2017. </p>

XXVIII Reunión del Patronato de la Fundación Carolina, 2017.

Mientras América Latina reclama la presencia de mujeres en los espacios públicos de opinión, representación y poder a través de propuestas tales como Con nosotras o iniciativas como la chilena Hay Mujeres; la imagen del gobierno en la Fundación Carolina -con el 5,4% de presencia femenina- está más cerca de las imágenes del Qassim Girls Council celebrado en Arabia Saudí, que durante el pasado marzo dieron la vuelta al mundo.

Con el tema de La mujer en la sociedad, tanto los ponentes como los asistentes en la sala principal, fueron íntegramente hombres. Las mujeres que asistieron, lo tuvieron que hacer recluidas en una sala aparte, viendo y escuchando lo que decían los hombres a través de una pantalla y, sin poder intervenir.

Cómplices y complicidades

La cultura española muestra una particular resistencia a permitir que las mujeres participen en sus ámbitos de decisión. Además de porque el machismo es un problema sistémico, este hecho hunde sus raíces en la escasa importancia que la sociedad en general se le concede a la cultura. Lo que no importa, no se cuida y por eso conviene que las instituciones culturales asuman la responsabilidad que les corresponde y que además de organizar actividades diversas, promuevan el valor de la cultura: hagan “advocacy” (Víd. ‘Advocacy Toolkits’ para defender, apoyar y promover el valor de la cultura).

Además, es imprescindible que rindan cuentas de su actividad y, en esto, la ciudadanía ha de actuar como necesaria supervisora, exigiendo transparencia y haciendo seguimiento de sus actividades.

Muchas organizaciones trabajan desde hace años en España por el reconocimiento y la ruptura de las actuales barreras para las mujeres en el ámbito de la cultura. Gracias a su labor, el Congreso de Diputados ha aprobado recientemente una Propuesta no de Ley para la creación de un Observatorio para la igualdad de género que vigile el cumplimiento de la Ley de Igualdad en el Ministerio de Cultura.

Sería deseable que este Observatorio, más allá de constatar una situación de discriminación ya conocida, estableciera medidas correctoras eficientes, que fueran capaces de erradicar formas de gobierno como las vistas anteriormente: patriarcales, ilegales y -esperemos que pronto- decididamente obsoletas en las instituciones y organizaciones culturales españolas.

Pero no hay que llevarse a engaño: lo descrito anteriormente ha sucedido con la silenciosa complicidad de muchas partes que lo han estado permitiendo. Sobre la actuación de esas partes colaboradoras, la escritora Lucía Lijtmaer formulaba una serie de relevantes preguntas en Deja de disculparte y programa mujeres, escrito a partir de la ausencia de mujeres artistas en la programación de los festivales de música:

“¿Puede un festival justificar subvenciones de dinero público y de otras marcas cuando no respeta –o directamente se mofa– de la Ley de Igualdad aprobada en 2007, que recordemos, es una Ley Orgánica? ¿Acaso no deberían patrocinadores e instituciones asumir responsabilidades con respecto a este hecho? ¿Y los medios de comunicación? ¿No es nuestro papel ejercer de guardián ante estas desigualdades y convertir las ruedas de prensa en algo más que el reparto de canapés?”.

¿Cuánto dinero público han recibido las instituciones culturales cuyos órganos de gobierno incumplen la Ley de Igualdad, cuáles son las empresas que las apoyan y cuáles los medios que les dan espacio acrítico en sus parrillas? Sea cual sea la cantidad resultante, apoyar con dinero público estas formas de discriminación parapetadas en los gobiernos de las instituciones culturales colisiona con los derechos fundamentales de las mujeres y contribuye a la perpetuación de una injusticia social y legal. También lo es, cuando se trata de dinero con procedencia privada, por lo que patrocinadores y mecenas deberían reflexionar y ser más exigentes con la calidad del gobierno de las instituciones que pretenden apoyar.

¿Hay crisis en la cultura española? Sí, pero no tanto por la falta de dinero, sino por la falta de beneficio social con la que este dinero se reparte, sin exigir las preceptivas responsabilidades a quien lo recibe. La cultura, por su propia naturaleza sensible y crítica, debería ir a la cabeza de la innovación social, en lugar de a la cola, pero todavía queda mucho para que las instituciones culturales españolas se gobiernen desde el feminismo (Vid. definición de “feminismo”).

Desde hace ya tiempo muchas organizaciones y voces críticas vienen exigiendo la aplicación de una perspectiva de género sobre la selección de creadores o puestos directivos en las instituciones culturales. Sin embargo, son excepcionales los casos en los que las políticas de diversidad de género se extienden de forma integral a toda la organización, incluyendo también a los órganos gobierno, que es donde verdaderamente reside el poder.

Un raro ejemplo de esta sensibilidad lo encarna el Centro de Arte Contemporáneo de Huarte, dependiente del Gobierno de Navarra. Por primera vez en España, un colectivo multidisciplinar formado íntegramente por mujeres ejerce desde 2016 las labores de dirección de un centro de arte. Pero, más allá de esta circunstancia ya reseñada en no demasiados medios de comunicación, lo destacable son los condicionantes de este hecho, lo que verdaderamente ha permitido que esto sea posible: unas acciones ad hoc a una ejemplar política de igualdad de género ejercida desde la Dirección General de Cultura del Gobierno de Navarra.

Tras un proceso de selección transparente y ejemplar -un verdadero modelo de buenas prácticas- el pertinente concurso público para la dirección de Huarte contó con una comisión evaluadora compuesta por 11 personas (entre miembros del patronato y personas externas expertas en la materia), de las cuales seis fueron mujeres y cinco hombres. De manera similar, el patronato de este centro cuenta en la actualidad con un ejemplar equilibrio de género, compuesto por cuatro mujeres y cinco hombres.

Mostrando una impecable coherencia respecto a los ejemplos anteriores, la composición del Consejo Navarro de Cultura es absolutamente paritaria, con 22 miembros más el Secretario (con voz pero sin voto), 11 son mujeres y 11 hombres. La complicidad feminista del Gobierno de Navarra con la cultura no sólo constituye una ejemplar palanca de cambio en favor de las mujeres, sino que también abre camino hacia la ruptura de barreras para otras diversidades (edad, funcionalidades, orientación sexual, raza o religión).

Así pues, no ha de extrañar de en la última edición del Premio Príncipe de Viana de la Cultura 2017 que concede esta misma institución, se hayan roto otras muchas barreras más que solo las de género. Resultando premiados los coreógrafos José Lainez y Concha Martínez, «por primera vez se premia la danza, por primera vez se reconoce la obra de una pareja profesional que ha desarrollado su trabajo de equipo durante décadas y, también por primera vez, se galardona a un hombre y una mujer», tal como manifestó durante la entrega de premios la presidenta del Gobierno Foral, Uxue Barkos.

Pero mientras este ejemplo se extiende, no parece recomendable delegar exclusivamente en manos de los políticos la responsabilidad común de erradicar el patriarcado como forma de gobierno imperante en la cultura. La supervisión ciudadana es imprescindible para la transformación social y el correcto funcionamiento de las instituciones culturales. Promoverla es mejorar su calidad democrática porque sólo será posible una cultura valorada y defendida por la sociedad si sus instituciones la representan con el rigor y el respeto que merece la diversidad que la conforma.

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