Los tres alimentos buenos también para otros
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Son muchos los supermercados y grandes superficies que han incorporado los productos de comercio justo en sus lineales, y su cada vez mayor accesibilidad ha dado sus frutos. En 2017 en España se facturaron 43 millones de euros, lo que supone un incremento de un 8% respecto al año anterior, según los últimos datos proporcionados esta semana por la Coordinadora Estatal de Comercio Justo (CECJ).
En el tercer aniversario de la adopción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas (ODS) el movimiento de comercio justo ha presentado una nueva Carta Internacional de Comercio Justo, refrendada por más de 300 organizaciones a nivel mundial, en la que se reclama un modelo diferente de mercado.
“El comercio internacional, el convencional, no está consiguiendo muchos de los ODS propuestos, incluso en algunos estamos yendo hacia atrás como en el de desigualdad y hambre”, explica Juan José Martínez, presidente de la sección europea de la Organización Mundial del Comercio Justo, a Revista Haz.
Martínez lamenta el dato que ha desvelado recientemente la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO): el número de personas que ha sufrido hambre en 2017 se ha incrementado en 17 millones, alcanzando los 821 millones de personas en el mundo -una de cada nueve-, según el informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo 2018.
El comercio justo puede tener un papel muy relevante en la consecución de estos ODS, pero para ello necesita un mayor desarrollo. También en España. En este impulso juegan un papel fundamental el gobierno y las empresas, con la nueva Ley de Contratos del sector público, en vigor desde marzo de 2018, que previsiblemente aumentará el escaso 0,39% de ventas que representan estos consumidores.
“Las empresas tienen mucho que repercutir desde su RSC y los gobiernos a través de la legislación y de la compra pública ética; reclamamos que haya criterios a las licitaciones de sostenibilidad, sociales y medioambientales”, subraya Mercedes García de Vinuesa, presidenta de Coordinadora Estatal de Comercio Justo a Revista Haz.
Pero, sobre todo, ambos expertos apelan a la importancia que tienen los ciudadanos, en su papel de consumidores, para empujar el comercio justo. “Si los consumidores cambian, si integran en sus criterios de consumo cuestiones sociales y medioambientales, en definitiva, de responsabilidad, lo demás va a venir en cadena. Automáticamente las empresas van a saber que tienen que tener una oferta de productos que respondan a estas inquietudes y las administraciones públicas lo van a apoyar. El mejor camino es el que viene de abajo hacia arriba”, sentencia Martínez.
El comercio justo en España
A pesar de que el crecimiento es relevante, España se encuentra en la cola en el consumo de productos de comercio justo en lo que al resto de países europeos se refiere. Los españoles no llegan a consumir ni un euro completo de media de productos éticos al año (0,93 euros), mientras que a nivel europeo el promedio es de 14,1 euros.
Pero la comparativa es apabullante si se realiza con respecto a Suiza (63 euros por persona al año), Irlanda (58 euros), Suecia (35) y Finlandia (34). España se sitúa en el último lugar del ranking, distanciado de Italia que consume casi el doble y Francia que alcanza los ocho euros de media.
“Hay varios factores que justifican estas diferencias”, cuenta García de Vinuesa, “todavía en España no se conoce bien qué es el comercio justo, el impacto que tiene y la calidad del producto…”.
“En cada país se ha desarrollado de una manera diferente. En los países donde más implantación tiene ha habido un gran actor que ha invertido muchísimo tiempo, energía y recursos para darlo a conocer. En algunos países ha sido la iglesia, en otros el sello Fairtrade, en otros los supermercados… en España no hemos tenido ese impulsor para que explosionara”, narra la presidenta de la CECJ.
Los productos que más se venden son los de alimentación, que representan el 94% de las ventas de estos bienes certificados como justos, seguidos en la lejanía por la artesanía (4,8%) y los artículos de cosmética e higiene (1,3%). Dentro de la primera categoría, los alimentos que se pueden incorporar más fácilmente a la cesta de la compra mientras se piensa en sus productores y el medio ambiente son los siguientes:
– Azúcar: El azúcar se ha puesto en el centro del debate en los últimos años. Y es que se estima que a nivel mundial el consumo medio por persona está alrededor de los 24 kilogramos anuales, cifra que asciende a por encima de los 30 kilos en los países ricos (Cuaderno 2 de Comercio Justo: Informe sobre azúcar). Este mercado genera 70.000 millones de dólares al año controlado prácticamente por unas pocas empresas transnacionales.
Ciertos países productores, como el caso de Brasil, se les conoce por vender azúcar low cost, que tiene precios más bajos debido a las ínfimas condiciones laborales en las que se produce y bajos costes (altos para el planeta) medioambientales. Frente a estos casos, Paraguay se ha posicionado como el primer país en apostar por la producción de azúcar ecológico a gran escala, encargándose de casi un tercio de la producción mundial.
El azúcar, los dulces y el cacao suponen el 41% de facturación de comercio justo en España, el primer grupo de productos más vendidos en el país, superando por primera vez al café. La razón está, explica García de Vinuesa, en que se trata de “un azúcar integral de caña de panela, que es muchísimo mejor tanto en calidad como para la salud que el azúcar refinado al que estamos acostumbrados. Cuando el consumidor opta por una alternativa que ve clara, más saludable, se produce un cambio drástico”.
El azúcar, los dulces y el cacao suponen el 41% de facturación de comercio justo en España, el primer grupo de productos más vendidos en el país, superando por primera vez al café.
– Café: el café de comercio justo ha sido hasta este año el producto más importante con esta certificación en cuanto al volumen de ventas que representa (43% de facturación en 2016, 37% en 2017). Según la CECJ (Cuaderno de Comercio Justo nº 1: Informe sobre el café) anualmente se consumen aproximadamente 600.000 millones de tazas de café en todo el mundo; solo en España la cifra es de casi 200 millones de kilos al año. Un mercado que mueve mucho dinero y que es poco el que repercute en los productores y principales responsables de poder tomar una taza de café al día.
Se estima, además, que un 10% del trabajo que se realiza para abastecer el mercado del café convencional está realizado por mano de obra infantil.
¿Pero que sea justo para ellos implica que sea más caro para el consumidor? Desde la Coordinadora explican que no es necesariamente así, si no que lo que aumentan son los márgenes para los productores, resultado de una reducción de intermediarios, de disminución o eliminación de la publicidad o la renuncia del resto de actores implicados en los repartos de beneficios. La CECJ lo describe con un ejemplo muy gráfico: En los países desarrollados se puede pagar por medio kilo de café etíope 15 euros, mientras que los pequeños productores perciben tan solo dos euros al día por su trabajo.
“Comparando productos de igual calidad la diferencia de precio no es nada significativa”, señala Martínez. Entre un café natural molido de comercio justo y el equivalente del mercado convencional solo existe una diferencia de diez céntimos de euro, señala este experto: “El desafío está más en dar a conocer la propuesta de comercio justo que en ajustar el precio de los productos”.
– Cacao. La Coordinadora de Comercio Justo explica que cerca del 90% de la producción mundial de cacao se concentra en pequeñas plantaciones familiares; un negocio del que dependen unos 50 millones de personas en todo el mundo (Cuaderno 4 de Comercio Justo: Informe sobre el chocolate).
Entre los millones de productores y millones de consumidores se encuentran tantos intermediarios que provocan un desequilibrio en el reparto de beneficios, llevando al primer eslabón de la cadena a vivir en el umbral de la pobreza, denuncia la Coordinadora. Los ciudadanos europeos son los responsables del consumo de casi la mitad (48%) de producción de cacao a nivel mundial, seguidos de Norteamérica (24%), Asia (15%) y Latinoamérica (9%). Sin embargo, en África, el principal continente responsable de la producción de cacao solo se consume el 3% del chocolate.
Estos no son los tres únicos productos que se puede introducir en la cesta de la compra con origen ético. El surtido es variado: pastas, galletas, fruta deshidratada, cosmética, artesanía… Lo importante es ser conscientes de la procedencia de los productos y optar por aquellos que sean mejores… para todos.