Sudamérica se implica para reducir el impacto medioambiental de la ganadería

Un objetivo prioritario es reducir las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a la actividad ganadera. Además, cerca del 70% de las tierras dedicadas al pastoreo en América Latina y el Caribe se encuentran degradadas.
<p>Fuente: FAO</p>

Fuente: FAO

La ganadería es uno de los principales emisores de gases que agravan el cambio climático. En América Latina y el Caribe, el sector creció a una tasa anual de 3,7%, una cifra muy superior a la tasa promedio global -2,1%-. Este desarrollo demanda importantes desafíos ambientales: cerca del 70% de las tierras dedicadas al pastoreo están degradadas, a lo que hay que sumar la deforestación para ampliar la frontera ganadera, la conversión de tierras marginales para la producción de piensos y la contaminación del agua y los suelos.

Si bien conservación y producción parecen conceptos antagónicos, cuando se produce con eficiencia, es posible lograr la obtención de carne de calidad y resguardar el hábitat de especies silvestres. De hecho, los campos naturales aportan más del 80% de la base forrajera para la ganadería. Con técnicas de manejo como el descanso del lote, mejora la oferta de pasto y se aporta sustentabilidad debido a la alta cantidad de especies vegetales, especialmente de gramíneas, que crecen durante todo el año.

Según la Fundación Vida Silvestre y Aves Argentinas, la ganadería era tradicionalmente una de las actividades más compatibles con la conservación del planeta. En los últimos diez años, sin embargo, debido a una cantidad excesiva de animales por área  -muchos más de los que soporta el ecosistema – y una tecnología tóxica y cara, se considera a los pastizales como los ecosistemas más alterados y amenazados del mundo.

De acuerdo con Pablo Valencia, consultor de Desarrollo Pecuario en la Oficina Regional para América Latina y el Caribe de FAO, la producción ganadera baja en carbono es posible y en la región ya existen distintas iniciativas que los países vienen implementando para hacer del sector un sistema de producción sostenible y bajo en emisiones.

Señala: “Los países de América Latina son signatarios del Acuerdo de París de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y tienen como meta reducir sus emisiones de carbono para el 2030. El sector agropecuario ocupa un lugar prominente en las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC), y se encuentra entre las prioridades primordiales en las contribuciones sobre mitigación y en los objetivos de adaptación de los países. En este sentido, algunos países de Sudamérica han incluido de manera explícita a la ganadería como un subsector de atención en sus NDC, e instrumentos de planificación nacional, donde han incluido medidas de adaptación y mitigación vinculadas a prácticas productivas, indicando la importancia de trabajar mejoras de políticas, estrategias y fortalecimiento de sus instituciones”.

“Algunos países de Sudamérica han incluido de manera explícita a la ganadería como un subsector de atención en sus Contribuciones Nacionalmente Determinadas”. Pablo Valencia

Para enfrentar los obstáculos que se presentan a la implementación de modelos sustentables, la directora ejecutiva adjunta de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), Ana Di Pangracio, marca que, en primer lugar, se necesita voluntad política: “Se necesita una política de Estado que exija al sector privado ajustarse a los cambios necesarios frente a los impactos que ya se ven producto de la actividad. El sector tiene que tener una visión de largo plazo”.

Un incentivo para Fernando Miñarro, director de Conservación y Desarrollo Sustentable de la organización Vida Silvestre, podría ser que los bancos  a la hora de otorgar créditos, prioricen dar mejores tasas a los productores que implementan una producción compatible con la conservación de la naturaleza. “Necesitamos el compromiso de distintos sectores en este camino”, enfatiza.

Desde el Programa Pastizales de Aves Argentinas se puso el foco de atención sobre la pérdida de biodiversidad, debido al avance de la frontera agrícola y otras actividades relacionadas con la agroindustria. La vida silvestre de los pastizales degradados se encuentra sumamente empobrecida. Pero esta degradación también influye directamente sobre la producción de carne, ya que en estas condiciones adversas no es posible incrementar la rentabilidad de los sistemas ganaderos, explican.

Las iniciativas destacadas en la región

En Argentina, por ejemplo, se han creado sistemas de certificación de carne vacuna ecológica. El país es parte de la Alianza del Pastizal, iniciativa regional sudamericana para la conservación de los pastizales naturales de Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. Cuenta con un sello propio a carnes cuyo proceso de producción contribuye a la conservación de los pastizales naturales y su biodiversidad. “En Argentina, el desarrollo de modelos de producción ganadera con bajas emisiones de carbono está en el orden político. El Gobierno ha mantenido encuentros periódicos con los representantes del sector ganadero para analizar políticas, medidas y estrategias que permitan mejorar su competitividad y lograr un incremento significativo de exportación”, explica Valencia.

En Bolivia el tema de producción cárnica con bajas emisiones de carbono está comenzando a plantearse. El país cuenta con el Programa de Desarrollo Sostenible de la Ganadería Bovina, que tiene por objetivo general consolidar la producción y mejorar la productividad, a través de acciones integrales de mejoramiento genético del hato ganadero y de las condiciones productivas de pequeños y medianos productores en el marco de los objetivos de la seguridad alimentaria con soberanía y respeto de los Derechos de la Madre Tierra.

En Brasil, el Gobierno lanzó el Programa Agrícola de Bajo Carbono con el objetivo específico de promover la adopción de sistemas y prácticas agrícolas sostenibles que al mismo tiempo reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), y mejoran la eficiencia y la capacidad de recuperación de las comunidades rurales y las actividades agrícolas.

En Brasil, el Gobierno lanzó el Programa Agrícola de Bajo Carbono con el objetivo de promover la adopción de sistemas y prácticas agrícolas sostenibles que al mismo tiempo reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero.

El programa incluye un sistema de incentivos para prácticas agropecuarias tales como restauración de pasturas degradadas; integración de cultivos, ganado y bosque; fijación biológica de nitrógeno; plantación de bosques y tratamiento de desechos animales, reduciendo las emisiones de GEI hasta en 160 millones de toneladas anuales de dióxido de carbono para 2020. Por otro lado, también se creó el sello Carne Carbono Neutro, desarrollado por la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria.

En Chile, el Sistema de Incentivos para la Recuperación de Suelos Degradados (SIRSD), programa del Ministerio de Agricultura que otorga incentivos financieros no reembolsables a los productores agrícolas, tiene como objetivos la recuperación del potencial productivo de los suelos agropecuarios degradados y la mantención de los niveles de mejoramiento alcanzados. El SIRSD contempla más de 20 prácticas que van desde sacar los troncos quemados de las praderas hasta recuperar terrenos en los lechos de los ríos.

Tanto Colombia como Ecuador impulsaron un programa de Ganadería Sostenible. Por su parte, Paraguay creó un acuerdo para la creación de una política ganadera sostenible.

Por último, Uruguay avanza en el establecimiento de un proyecto de producción ganadera climáticamente inteligente y restauración de tierras en pastizales uruguayos, cuya estrategia de mitigación es reducir las emisiones por unidad de producto y aumentar el secuestro de carbono en pasturas bien manejadas. Contempla, además de actividades de fortalecimiento de la coordinación y de las capacidades institucionales, la promoción del intercambio de información, difusión de buenas prácticas, la transferencia y aplicación de tecnologías pertinentes.

El rol de los productores familiares

“El conocimiento local y la diversificación de los sistemas productivos familiares son herramientas para disminuir los riesgos asociados al cambio climático, los desastres naturales y las emisiones de GEI. En este sentido, los productores pecuarios familiares tienen como ventaja comparativa el residir en el hogar, ser conocedores y tener un manejo histórico de los recursos naturales, por ello tienen el potencial de asumir roles más protagónicos en favor del medio ambiente”, comenta el consultor de Desarrollo Pecuario en la Oficina Regional para América Latina y el Caribe de FAO.

“En términos generales, los pequeños productores, incluyendo los pecuarios, se localizan o han sido desplazados hacia las tierras menos fértiles y con mayores riesgos climáticos y ambientales, como consecuencia del auge de los modelos de producción especializados orientados a la exportación de alimentos o materias primas agrícolas que ocupan las zonas de mejor oferta ambiental y de servicios”, continúa Valencia.

Los agricultores a pequeña escala y agricultores familiares enfrentan muchos obstáculos para desarrollar sus actividades ganaderas, como poca modernización, baja capacidad de inversión, acceso limitado a los mercados y gran vulnerabilidad a las sequías y las enfermedades periódicas de los animales. A pesar de estas limitaciones, su participación en el mercado es importante en diferentes países de la región. Por ejemplo, en Brasil, la producción pecuaria familiar proporciona el 58% de la leche, el 50% de las aves de corral, el 59% de la carne de cerdo y el 30% de la carne de res que se consume en el país.

Comentarios