Toallitas de WC: el monstruo de las alcantarillas al acecho

Bajo esta denominación un tanto peliculera (bien podría ser el título de una antigua película de serie B) se esconde quizá el mayor de los problemas con los que se enfrentan las tuberías, los colectores, las bombas y las depuradoras de aguas residuales y que no es otro que el de las tan de moda toallitas húmedas de WC.
<p>Campaña de Hidrogea y Esamur.</p>

Campaña de Hidrogea y Esamur.

Un problema cuyas facetas principales son la medioambiental y la económica, y que causa tremendos dolores de cabeza a las empresas que tienen que lidiar con él por la dificultad que presenta deshacer los gigantescos atascos que las toallitas de marras provocan.

Un añadido más a la gran cantidad de deshechos de toda índole que se tiran por los desagües y que deberían ser dispuestos en la bolsa de basura en lugar de ser eliminados tan alegremente por el retrete.

Las toallitas no son tan eco-friendly como las pintan

El fenómeno de las toallitas húmedas de WC no es que sea algo muy reciente, pero su consumo ha aumentado en gran medida en los últimos años.

Un  producto que era utilizado principalmente para la higiene de los bebés ha ido pasando a ser usado por adultos de todo el mundo.

Si bien es cierto que la composición de las toallitas ha ido variando en el tiempo, las actuales aun siendo calificadas de desechables por el inodoro y como biodegradables, realmente no lo son, o al menos no en el mismo grado que el clásico papel de WC de toda la vida.

Por ejemplo, pruebas realizadas por la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) o incluso en plan amateur por una niña de cuatro años y su padre han llegado a esa conclusión.

En el primer caso, la OCU analizó cuatro tipos de toallitas de otras tantas marcas y después de agitarlas en agua durante 48 horas no se disgregaron, ni tampoco eran papel higiénico o 100% celulosa porque todas contenían fibras sintéticas.

Para ser consideradas biodegradables deberían haberse disgregado en al menos un 60% y ninguna lo hizo más del 33%. Mientras, el papel higiénico se disgrega en un 100%.

Por su parte, la niña hizo un experimento junto con su padre al nivel que podríamos hacer cada uno de nosotros en nuestras casas.

Comparando el papel de WC clásico con las toallitas, después de 15 días revolviendo ambos en sus correspondientes vasos, el papel se deshizo del todo mientras que la toallita continuaba casi como el primer día.

La OCU analizó cuatro tipos de toallitas y después de agitarlas en agua durante 48 horas no se disgregaron, ni tampoco eran papel higiénico o 100% celulosa porque todas contenían fibras sintéticas.

Millones de euros empleados en desatascar

El coste de este despropósito ambiental no es nada desdeñable.

Según datos de 2017 de la Asociación Española de Abastecimientos de Agua y Saneamiento, las estaciones depuradoras de aguas residuales recogen en España 10 kilos anuales de toallitas por persona, ya que se agrandan en el camino al empaparse de agua y otros residuos.

Entre los problemas más destacados a los que se tiene que hacer frente están las roturas de tuberías y sistemas y sus consecuentes tareas posteriores de reparación y limpieza.

Se calcula que a nivel español, los costes asociados a lo anterior ascienden aproximadamente a cuatro millones por habitante y ciudad, mientras que a nivel europeo se mueven en una generosa horquilla entre 500 y 1.000 millones de euros.

También en el otro lado del charco, en Nueva York, la amenaza de las cloacas ha dejado de lado el misticismo de los supuestos cocodrilos ciegos albinos para pasar a ser también las toallitas, cuyo aumento de ventas fue del 25% entre 2010 y 2015, y podemos pensar que desde entonces puede haber aumentado otro tanto o todavía más.

En definitiva, podemos observar que parece ser un problema global de países desarrollados.

Además de los económicos, la generación de atascos tiene impactos medioambientales graves.

Cuando se  producen sobrecargas entran en acción los salideros de protección para que las aguas residuales no salgan por las alcantarillas. Los tapones creados por toallitas hacen que los salideros salten con más facilidad, causando vertidos en sitios como por ejemplo entornos naturales, ríos, etc.

Los fabricantes de toallitas húmedas también tienen su responsabilidad al no dejar del todo claro si pueden ser lanzados por el WC o no.

De visita al supermercado

Por su parte, los fabricantes de estos productos también tienen su responsabilidad al no dejar del todo claro si pueden ser lanzados por el WC o no, ya que los mensajes inscritos en los paquetes en muchas ocasiones llevan a la confusión.

Aprovechando una visita al supermercado más cercano a casa, estuve observando siete paquetes distintos entre los de toallitas “de bebé” y los de “adultos”.

Solo uno de ellos, correspondiente a la marca de una conocida cooperativa de supermercados originaria de Valencia (y casualmente de precio más barato), ponía literalmente “tejido 100% celulosa dispensable y biodegradable que evita atascos en canalizaciones y plantas de tratamiento de agua”.

Otras cuatro marcas tenían el símbolo de prohibido tirar al WC (dos de ellos junto con el símbolo de tirar a una papelera) sin ninguna otra indicación escrita y en dos ocasiones con esa información en la parte trasera del paquete.

Mientras, las otras dos marcas optaban por poner que se debían desechar “un máximo de dos toallitas” por cada descarga.

Yo me pregunto que si vamos tirando toallitas de dos en dos, al final irán a parar junto con otras tantas de otras muchas descargas y de muchos hogares, ¿no? ¿o acaso al ser tiradas de dos en dos ya no se crea atasco y las toallitas se degradan con total facilidad?

Visto lo visto, podemos intuir que por un lado hay directamente engaño o generación de confusión y por otro poca claridad al estar la simbología bastante oculta y poco resaltada.

Es decir, la claridad en los envases no es ni mucho menos la regla sino la excepción.

Imagino que los fabricantes no están muy de acuerdo en negar total y claramente que sus toalllitas no pueden ser tiradas por el retrete, simplemente por temas de marketing.

Sin querer entrar en detalles que podrían ser desagradables, entiendo que siempre tendrá más salida un producto de esta índole que se pueda (o se declare que puede) ser tirado con total tranquilidad por el retrete que no otro cuyo usuario tenga que tirarlo en una bolsa de basura.

Más allá de lo que digan las advertencias de los envases, más o menos engañosas o verídicas, no debemos tirar las toallitas por el retrete bajo ningún concepto ni en ninguna cantidad.

Pongamos cada residuo en su lugar

Más allá de lo que digan las advertencias de los envases, más o menos engañosas o verídicas, y teniendo en cuenta lo que ha quedado probado en laboratorios o en experimentos caseros y viendo las imágenes de los colectores reventados por esas masas oscuras en periódicos y televisión, no hay que estar demasiado concienciado ambientalmente (y económicamente) para saber que no debemos tirar las toallitas por el retrete bajo ningún concepto ni en ninguna cantidad.

Personalmente (y quizá aunque parezca raro) nunca he usado este tipo de producto y no he podido disfrutar de sus supuestas ventajas (que tampoco me quedan muy claras ni me resultan atractivas).

Como comentaba antes, es mucho más limpio para el usuario deshacerse de la toallita por el WC que no tener que disponerla en una bolsa o cubo de basura.

El retrete parece que está ahí para que nos deshagamos de todo lo sucio a cualquier precio y sin mirar el coste de hacerlo.

Estamos acostumbrados a unos niveles de bienestar y a una disponibilidad de productos que ya quisieran haber tenido nuestros antepasados más cercanos e incluso otros habitantes del planeta en la actualidad.

Probablemente el problema de las toalllitas no deje de ser un problema de los llamados “del primer mundo”, pero no solo tiene ya consecuencias graves como hemos visto sino que además es un tema que continua en claro aumento.

Quizá son más necesarias que nunca campañas de concienciación de las administraciones, las compañías dedicadas al manejo de estos residuos e incluso de las empresas que comercializan estos productos.

Campañas para comunicar de manera clara qué tipo de producto está el consumidor adquiriendo exactamente y dónde debe ir el producto una vez utilizado.

Y seamos, por el bien de todos, conscientes de si necesitamos utilizar este tipo de productos y, si realmente es así, deshagámonos de ellos por los cauces adecuados.

El planeta y nuestros bolsillos nos lo agradecerán.
 

Comentarios