Personas inteligentes con objetivos retadores cambian el mundo

Del 'business as usual' que se respira en el Foro de Empresa y Derechos Humanos de Naciones Unidas, a la transformación social que provoca la mente de Bill Gates.
Foto de Begoña Morales
Begoña Morales4 diciembre 2019

El pasado miércoles pasé el día en el Foro de Empresa y Derechos Humanos de Naciones Unidas, United Nations Business and Human Rights Forum (UNBHRF) y la noche viendo el documental de Netflix Inside Bill´s Brain. Decoding Bill Gates y me gustaría hacer una reflexión sobre el abismo que encontré entre ambos momentos.

El UNBHRF es un lugar de encuentro de empresas, instituciones de la sociedad civil y representantes de gobiernos, en el que se debate sobre cómo integrar los Principios Rectores de empresa y derechos humanos (PPRR) aprobados por 193 países y publicados por Naciones Unidas en 2011.

Los PPRR son consecuencia de crisis ambientales y sociales provocadas por las grandes empresas, como el derrame de  petróleo en el Golfo de México, el derrumbe del Rana Plaza o la utilización de niños esclavos en la extracción de coltan de las minas del Congo.

En este contexto, los PPRR determinan la responsabilidad de los gobiernos de proteger los derechos humanos y la responsabilidad de las empresas de respetar estos derechos. Durante los ocho años que lleva celebrándose este foro han sido muchos los debates y temas de reflexión: esclavitud moderna en cadenas de suministro globales, ética de la inteligencia artificial, privacidad de datos vs seguridad, erradicación del trabajo infantil, etc.

La sinceridad con que estas empresas presentan casos en el foro me sorprendió desde el primer momento, ya que encaja a la perfección con el objetivo de compartir lecciones aprendidas para ayudar a otros a avanzar mejor. Empresas como HP exponen con detalle un caso de trabajo infantil en su cadena de suministro, levantado por una organización de la sociedad civil y gestionado de manera conjunta para asegurar que ponen medidas para que no vuelva a darse.

Otras, como H&M explican su participación en la iniciativa multistakeholder Accord para asegurar condiciones de seguridad y salud en los talleres, y otras, como Nokia, explican cómo han logrado que Australia desarrolle el Modern Slavery Act después de escuchar, en un proceso de diálogo con la sociedad civil, que en su cadena de producción pudo haber mujeres esclavas.

El 80% de los debates giran alrededor del concepto ‘riesgo’. De hecho, la base de los principios rectores es llevar a cabo un proceso de debida diligencia encaminado a identificar los riesgos de vulnerar derechos humanos vinculados a las operaciones comerciales y cadena de valor de las empresas. Los representantes de inversores invitados al foro también hablan de “gestionar los riesgos”, ya que el impacto reputacional de una crisis relacionada con derechos humanos es difícil de recuperar y puede hacer perder mucho dinero a los inversores.

La verdad es que estos debates y reflexiones son muy motivadores porque ponen de manifiesto que, por un motivo u otro, hay muchas empresas, la mayoría líderes de sus sectores, que están trabajando seriamente en, como mínimo, no impactar negativamente en las personas.

Todas ponen de manifiesto que estos son primeros pasos y que el camino por recorrer es largo. Para la mayoría, una de las asignaturas pendientes en este ámbito del impacto en las personas es la medición. A las empresas les resulta complicado ir más allá de medir el número de auditorías sociales que hacen o de incumplimientos identificados en las mismas.

Tampoco han sido capaces de fijar objetivos, más allá de sumarse de manera genérica a los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible). La mayoría ilustra sus memorias con los bonitos iconos de los ODS, pero sin definir compromisos cuantificables claros imputables directamente a su gestión.

La mayoría de empresas ilustra sus memorias con los bonitos iconos de los ODS, pero sin definir compromisos cuantificables claros imputables directamente a su gestión.

Pensar en grande para mejorar la humanidad

Después de pasar el día en los intensos debates del foro, decidí relajarme viendo el documental Inside Bill´s Brain que tanto me habían recomendado. A quién no haya visto el documental, recomiendo no seguir leyendo hasta que lo vea, por riesgo de spoiler.

La historia comienza prácticamente cuando Gates deja Microsoft para dedicarse a la Fundación Bill&Mellinda Gates y el motivo es utilizar su inteligencia, muy superior a la media de los humanos, para resolver graves problemas sociales.

Al leer en el The New York Times la columna de opinión del periodista Nicholas D. Kristoff sobre el número de muertes infantiles por causas como la diarrea en países en vías de desarrollo (el reportaje aporta el dato de 3 millones de muertes infantiles al año en 1991), Gates toma conciencia de que la donación de ordenadores de Microsoft a países en desarrollo no va a resolver sus problemas.

Se pregunta si “el mundo está utilizando sus recursos para abordar este problema” y decide marcarse nuevos objetivos mucho más retadores y transformadores, como intentar erradicar las muertes por diarrea o polio. Para ello pone en marcha todas las herramientas a su disposición: la aplicación de su propio tiempo e inteligencia y los mejores colaboradores, como ingenieros provenientes del ámbito de la defensa nacional o financiadores, como su amigo Warren Buffet.

A lo largo del documental se van mostrando datos de los avances técnicos, económicos y de impacto. Se analizan diferentes técnicas y medidas, como la construcción de váteres alimentados por paneles solares. Se buscan socios para construirlos y lo consiguen con la japonesa Lixil tras el evento Reinventing toillet expo, realizado en Japón.

La fundación mide todos los resultados y se presentan gráficos que muestran curvas descendientes, hasta llegar a un número de 33 casos de polio en 2018, acompañada de la frase de Bill Gates: “Todavía queda trabajo para lograr el objetivo”.

Es verdad que una fundación no es una empresa y sus fines no son los mismos, pero la determinación con la que Gates aborda su objetivo de impacto social está muy por encima de la determinación que escuchaba por la mañana en las sesiones del foro. Sin embargo, estas empresas están lideradas por personas con formación avanzada y dotadas de inteligencia, quizás no tan excepcional como la de Gates, pero sí muy notable.

En un momento del documental el presentador pregunta a Gates cuál es su mayor temor y este responde: “Me preocupa dejar de pensar”. Porque él sabe que, en esta nueva faceta de su vida profesional, cuando piensa está haciendo un bien a la humanidad.

A mí también me preocupa que deje de pensar, porque parece que es de los pocos que lo hace en grande.

Cuando termino de escribir este artículo, Álvarez Pallete, presidente de Telefónica, acaba de publicar una carta a los stakeholders del grupo, anunciando una nueva época para la compañía, que responde a la Cuarta Revolución Tecnológica, proponiendo desarrollarla de manera justa e inclusiva. Su objetivo: hacer un mundo más humano.  Nuestro deseo: que Telefónica cumpla su objetivo.
 

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