Los riesgos climáticos, a la cabeza de las preocupaciones del planeta en 2020
Así se asegura en la 15ª edición del estudio The Global Risks Report 2020 publicado por el World Economic Forum (WEF), presentado el pasado 15 de enero en Londres y basado en una encuesta anual de percepción de riesgos globales, dirigida a aproximadamente 800 miembros de las diversas comunidades del WEF.
Como organización internacional de cooperación público-privada, el WEF reúne a las comunidades empresariales, gubernamentales y sin ánimo de lucro para debatir de manera orientada a la acción, y utiliza las conclusiones del estudio para informar sobre sus iniciativas dirigidas a múltiples grupos de interés a lo largo del año.
En esta ocasión se presentan por primera vez los resultados de la encuesta de más de doscientos miembros de su Comunidad Global de Shapers, una generación de emprendedores y líderes sociales globales emergentes.
Esta joven generación está utilizando cada vez más sus conocimientos digitales y sus habilidades para poner de relieve cuestiones, en particular las relacionadas con el cambio climático, que considera riesgos existenciales no solo para su generación sino para la comunidad mundial en general.
Probabilidad y severidad de los riesgos
Por primera vez en este ranking, los cinco principales riesgos globales en términos de probabilidad en los próximos diez años son todos ambientales:
- Eventos climáticos extremos con grandes daños a la propiedad, infraestructura y pérdida de vidas humanas.
- El fracaso de la mitigación y adaptación al cambio climático por parte de los gobiernos y las empresas.
- Grandes desastres naturales como terremotos, tsunamis, erupciones volcánicas y tormentas geomagnéticas.
- Pérdida importante de biodiversidad y colapso de los ecosistemas (terrestres o marinos) con consecuencias irreversibles para el medio ambiente, lo que resulta en un grave agotamiento de los recursos tanto para la humanidad como para las industrias.
- Daños y desastres ambientales causados por el hombre, tales como derrames de petróleo o contaminación radioactiva.
En cuanto a los riesgos por severidad de impacto en los próximos diez años están:
- El fracaso de la mitigación y adaptación al cambio climático.
- Armas de destrucción masiva, incluyendo el despliegue de sistemas nucleares, químicos, biológicos y radiológicos tecnologías y materiales, creando crisis internacionales y potencial de destrucción significativa.
- Pérdida de biodiversidad y colapso de los ecosistemas.
- Eventos climáticos
- Crisis de agua incluyendo una disminución significativa de la calidad y cantidad de agua dulce disponible, que tiene efectos perjudiciales para la salud humana y/o la actividad económica.
Como se puede observar, en este ranking de severidad de impacto se repiten tres de los riesgos con más probabilidad de ocurrencia relacionados con el medio ambiente.
El aumento de la probabilidad de ocurrencia y de impacto de los desastres ambientales y el cambio climático tienen consecuencias e interconexiones con otros riesgos.
Interconexiones de los riesgos y diferente percepción en los jóvenes
Como no podía ser de otra forma, el aumento de la probabilidad de ocurrencia y de impacto de los desastres ambientales y el cambio climático tienen consecuencias e interconexiones con otros riesgos que también han variado su posición en el ranking.
Los riesgos en los que existe una conexión más fuerte son:
- Fenómenos meteorológicos extremos con el fracaso de la mitigación y adaptación al cambio climático.
- Pérdida importante de biodiversidad y colapso de los ecosistemas con el fracaso de la mitigación del cambio climático y la adaptación al mismo.
- Crisis alimentarias con los fenómenos climáticos extremos.
- Ciberataques a gran escala con las averías de las infraestructuras y redes de información críticas.
- Elevado desempleo estructural o subempleo con las consecuencias adversas de los avances tecnológicos.
Por su parte, la mencionada Comunidad de Shapers está aún más preocupada que el resto de comunidades encuestadas por lo que respecta a los riesgos medioambientales, otorgándoles más probabilidad de impacto y severidad, cosa que también pasa en cierta manera y algunos casos para los riesgos sociales, económicos, tecnológicos o geopolíticos.
Además, sus perspectivas de riesgo a corto plazo son diferentes del resto de la comunidad de encuestados, tal y como se puede ver en el siguiente gráfico.
2020, el año de la encrucijada climática
Según señala el informe, para el futuro de la mitigación del cambio climático, el año 2020 es un año crítico, ya que presenta la primera oportunidad para que las naciones revisen sus planes nacionales de lucha contra el cambio climático según lo establecido en el Plan de Acción de París de 2015, y para cerrar la brecha entre lo que han prometido y lo que se necesita.
No obstante, lograr un cambio significativo a corto plazo dependerá de un mayor compromiso de los principales emisores de gases de efecto invernadero. Si no se aprovecha la oportunidad que ofrece el año 2020 para mitigar el cambio climático, habrá tres consecuencias principales.
En primer lugar, los riesgos de la transición aumentarán. Un mayor retraso en la reducción de las emisiones hará que sea más difícil lograr los objetivos del presupuesto de carbono: las empresas y los mercados se verán en última instancia forzados a ajustarse más rápidamente, lo que podría conducir a mayores costos, a mayores interrupciones o intervenciones draconianas de políticos que pongan en peligro la estabilidad macroeconómica y financiera.
En segundo lugar, si se fracasa en implementar políticas climáticas eficaces a nivel regional o mundial se aumentará el riesgo de que los países puedan decidir unilateralmente implementar proyectos de geoingeniería como la fertilización del océano o la inyección de aerosoles en la estratosfera.
Esto pondría aún más en riesgo a los ecosistemas. Un estudio reciente, por ejemplo, encontró que los aerosoles de sulfato estratosférico podrían dañar la producción agrícola y anular los beneficios de la reducción del calentamiento.
Y por último, y quizás el más vital, es el riesgo de que el proceso específico y multilateral destinado a abordar el cambio climático pierda impulso y la acción a favor del clima se detenga.
Por ejemplo, el reciente fracaso en la COP25 para desarrollar un libro de reglas para un nuevo mercado de carbono significa que todavía no hay un sistema creíble que permita a los países pagarse mutuamente por los proyectos que reducen las emisiones de gases de efecto invernadero.
El riesgo aquí no es simplemente que se pierdan cinco años, sino que la percepción de fracaso drena aún más apoyo político en este proceso multilateral y socava las perspectivas de un futuro progreso.
Sin embargo, como nota positiva, se han dado ya pasos alentadores por parte de varios gobiernos, empresas, inversionistas, entidades subnacionales y la sociedad civil, trabajando juntos en áreas clave de acción climática, como la energía, la transición de la industria, la movilización de las finanzas y la agricultura, y las soluciones basadas en la naturaleza.
Estos esfuerzos de múltiples grupos de interés para avanzar en la acción climática, como se destacó en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2019, se están convirtiendo en una componente cada vez más importante de la respuesta internacional, y también sirven como mecanismos de ayuda para reforzar la confianza de los políticos en que el cambio climático puede ser abordado con éxito.
En ese sentido, y tal y como expresó Borge Brende, presidente del World Economic Forum en la presentación del informe, “este es el año en que los líderes mundiales deben trabajar con todos los sectores de la sociedad para reparar y revitalizar nuestros sistemas de cooperación, no solo para obtener beneficios a corto plazo sino para hacer frente a nuestros riesgos más arraigados”.