“En muchos países europeos falta el despertar al feminismo de España”

Katharina Miller lleva más de una década trabajando en España y en Europa por la igualdad de género o feminismo en los consejos de administración. Es presidenta de la Asociación Europea de Mujeres Juristas (EWLA) y socia fundadora de 3CCompliance, además de colaborar de forma constante en grupos de trabajo específicos para alcanzar la diversidad de género en el entorno corporativo.

Una de las mujeres más comprometidas con el movimiento feminista que hay en España es Katharina Miller, presidenta de la Asociación Europea de Mujeres Juristas (EWLA) y socia fundadora de 3CCompliance, entre otras muchas ocupaciones. Alemana de nacimiento (y española de corazón), lleva ya más de una década en este país trabajando en el ámbito de lo legal.

Es una apasionada del gobierno corporativo y la sostenibilidad, y su nombre resuena en los consejos de administración del IBEX 35 por su trabajo constante en el campo de la igualdad y la diversidad de género en las altas esferas empresariales.

Por ello y por mucho más, se ha convertido en una de las protagonistas en esta Semana de la Mujer.

¿Cómo está influyendo el movimiento del 8M en el entorno empresarial?

Desde que se instalase de forma contundente hace dos años se han notado diferencias sustanciales en cuanto a la igualdad de género. Estoy gratamente sorprendida de ver cómo multitud de mujeres, incluso de corte más conservador, están trabajando por el feminismo.

No obstante, creo que en algunos casos lo que se está viendo un amoldamiento de la mujer líder a un sistema hecho por y para el hombre blanco. Se está lanzando el mensaje de que hay que comportarse como ellos para tener éxito en lo empresarial y no es eso lo ideal, más bien es peligroso.

Desde su punto de vista, ¿qué sería lo ideal?

Tenemos que remar en una misma dirección para ir cambiando poco a poco ese sistema hacia otro más diverso. Para mí el feminismo es un movimiento no solo de igualdad entre géneros, también debe llevar asociada esa transformación.

¿Cree entonces que las medidas que se están adoptando desde muchas empresas en este campo no son las más adecuadas?

No en todos los casos. En general vemos que muchas empresas usan las políticas de diversidad de género como disfraz de marketing. Todas las grandes compañías influyentes tienen, al menos, un departamento de RSC que suele tener en cuenta estos temas, lo que no quiere decir que se tomen en serio, no siempre es así.

En general vemos que muchas empresas usan las políticas de diversidad de género como disfraz de marketing.

¿No se está entendiendo el feminismo en el entorno corporativo?

Como te decía, no siempre, encontramos de todo un poco. Hay empresas que han detectado que su manera de vender o de desarrollar un producto no ha llegado al público femenino y se han transformado. Por ejemplo, Lego, ha conseguido asumirlo y ha hecho un cambio en su forma de trabajar, empezando por crear su primera figura femenina.

Sus responsables han sentido la necesidad de ser más inclusivos. Fue una de las primeras grandes compañías en darse cuenta y hay que reconocérselo, aunque en parte lo hayan hecho marcando estereotipos en sus productos.

De cualquier forma, a la mayoría de las empresas les sigue costando dar esa vuelta de tuerca, la de respetar y dar valor y representación al punto de vista de la mujer para lograr ese cambio de sistema del que antes hablábamos.

¿Qué haría falta para lograrlo?

Sanciones. Ya tenemos todas las normativas que necesitamos, pero nos hace falta un acicate que obligue a cumplirlas. Para ello nos vendría bien un régimen sancionador fuerte con grandes penalizaciones económicas que hagan daño y que las empresas no estén dispuestas a asumir.

¿Con un sistema basado en las cuotas?

Es el mejor ejemplo. Yo soy muy partidaria de las cuotas porque hemos podido observar que en varios países de la UE no se mueve nada con acuerdos voluntarios. Y hablo, por ejemplo, del caso alemán: desde 2016 hay una cuota que solo se aplica para consejos de supervisión, que no tienen ningún poder, poca influencia y no mueve dinero.

No es un gremio de poder como los consejos de ejecución o administración, donde no se aplica la cuota. Y la sanción, en caso de incumplir, te obliga a dejar el asiento vacío, no puede ser ocupado por un hombre. Y no te puedes imaginar a cuántos directivos hemos oído decir que prefieren dejar la silla vacía a que la ocupe una mujer. Es una política que no vale para nada.

¿Hay algún país en la UE en el que exista un sistema de cuotas más estricto?

Sí, uno de los mejores ejemplos lo tenemos en Francia. Allí las multas previstas en caso de incumplimiento de la ley de cuota son, por un lado, la nulidad de los nombramientos que no cumplen con el objetivo de igualdad de género y, por otro lado, la suspensión del pago de los honorarios de los consejeros.

Además, existe una sanción económica de hasta un 1% de los gastos de personal que se aplica cuando la empresa no cumple con un nuevo índice de género, incluido en una reciente estrategia implantada en el país.

Uno de los mejores ejemplos que se rigen por el sistema de cuotas lo tenemos en Francia.

¿Y en España? ¿Cómo funciona el sistema en estos momentos?

Pues no está muy claro. Teníamos que cumplir una serie de cuotas según el artículo 75 de la Ley de Igualdad de 2007. Esta establecía que entre 2007 y 2015 teníamos que llegar al 40% de presencia femenina en los consejos de administración. Una norma que, en general, no se cumplió ni hace cinco años ni se cumple ahora.

No se sabe muy bien si sigue o no en vigor, parece patente que no tenemos una ley de cuotas, aunque la mayoría de las sociedades tiene muy en cuenta las recomendaciones de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), que están ya en el 40%. Pero una recomendación no es nada. Sin obligación es difícil que las cosas cambien.

Entonces, en cuestiones de igualdad de género,  ¿qué país es el ejemplo a seguir?

Pues en realidad yo diría que España. A ver, todavía queda mucho camino por recorrer, pero es muy significativo el gran número de mujeres que todos los días luchan por conseguir esa igualdad real. En la mayoría de los países de la UE falta un despertar de las mujeres al feminismo que aquí ya tenemos.

Un sentir que está ya inserto en la sociedad, mucho más que en países como Alemania o que en Dinamarca, donde ni mujeres ni hombres se dan cuenta de la desigualdad que circula por sus calles y donde la falta de respeto hacia la mujer está tan asumida por todos que no molesta a nadie. Sin embargo, en España hay una sensibilidad mayor hacia el discurso de la igualdad de género.

¿Cuáles son las principales barreras que se han roto?

Creo que lo más importante es que ya se puede hablar abiertamente sobre temas como el acoso sexual en el ámbito de la empresa. No quiere decir esto que haya más mujeres que se atrevan a denunciar, sino que las empresas están poniendo herramientas para prevenirlo.

Si hay algo que a las mujeres nos mantiene fuera del sistema es cualquier tipo de violencia de género: la física y la psicológica, pero también la económica o la digital, según marca el llamado Convenio de Estambul. En todos estos aspectos seguimos estando sumisas en mayor o menor grado. En líneas generales seguimos sin tener poder, ni influencia, ni dinero, aunque las cifras van mejorando año tras año.

¿Y cuáles son las principales barreras que se deberían romper de aquí a 2030?

Además de la imposición de las cuotas para poder avanzar y de lograr una igualdad real en cuanto a salarios y remuneraciones, tenemos que conseguir que los hombres se hagan responsables de las cargas familiares y de las labores del hogar. Básicamente, que hagan las mismas tareas que las mujeres, y eso solo lo vamos a conseguir obligándoles con regulación, pero también con formación.

La sociedad debe entender el porqué de este tipo de normativas y apoyarlas sin pensar en ideologías. De hecho, el gran reto va a ser encontrar la fórmula para llegar a todas esas personas que votan a la ultraderecha. No solo en España, es algo general en casi todo el mundo, y hacerles entender que hay que poner medios para atajar la desigualdad y evitar la discriminación que muchas mujeres viven hoy en día.

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