La esclavitud infantil todavía está por erradicar
Tres son los convenios que rigen el tema del trabajo infantil: el Convenio nº 138 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre la edad mínima de admisión al empleo y la Recomendación nº 146 (1973), el Convenio nº 182 de la OIT sobre la prohibición de las peores formas de trabajo infantil y la acción inmediata para su eliminación y la Recomendación nº 190 (1999), y la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño.
Según la OIT, se entiende por trabajo infantil aquel que priva a los niños (cualquier persona menor de 18 años) de su infancia, su potencial y su dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y/o mental.
Ese trabajo, además de ser en ocasiones peligroso e inadecuado, interfiere con su escolarización privándoles de la oportunidad de asistir a la escuela, obligándoles a abandonarla antes de tiempo o a intentar combinar la asistencia a la escuela con un trabajo excesivamente largo y pesado.
En sus formas más extremas, el trabajo infantil implica que los niños sean esclavizados, separados de sus familias, expuestos a graves peligros y enfermedades y/o abandonados a su suerte en las calles de las grandes ciudades, muchas veces a una edad muy temprana.
Que determinadas formas de ‘trabajo’ puedan denominarse “trabajo infantil” depende de la edad del niño, del tipo y las horas de trabajo realizadas, de las condiciones en que se lleva a cabo y del país donde viva el niño, ya que existen diversos criterios al respecto e incluso dentro de sectores y en un mismo país.
En los casos más extremos, los niños se convierten en trabajadores esclavizados, contratados en los sectores agrícola, minero y manufacturero, o en el servicio doméstico, y posteriormente son empujados a no tener hogar y a vivir en la calle. Otros son víctimas de la trata y esclavizados en la prostitución, o son obligados a participar en combates armados como niños soldados.
El estado del trabajo infantil en la actualidad
Este año 2021 ha sido declarado por la Asamblea de las Naciones Unidas como el Año Internacional para la erradicación del Trabajo Infantil. Para ello, se invita a los Estados Miembros a “adoptar medidas inmediatas y eficaces para erradicar el trabajo forzoso, poner fin a las formas contemporáneas de esclavitud y la trata de personas y asegurar la prohibición y eliminación de las peores formas de trabajo infantil, incluidos el reclutamiento y la utilización de niños soldados, y, de aquí a 2025, poner fin al trabajo infantil en todas sus formas”.
Una rápida visita a la web de Unicef nos ayuda a dibujar un perfil básico de la situación actual del trabajo infantil en el mundo.
Según esta organización, en todo el planeta uno de cada seis niños se ve obligado a trabajar, y los menores de 18 años representan entre el 40% y el 50% de los trabajadores.
Según Unicef, en todo el planeta uno de cada seis niños se ve obligado a trabajar, y los menores de 18 años representan entre el 40% y el 50% de los trabajadores.
Los niños que viven en zonas más rurales pueden empezar a trabajar desde los cinco años, calculándose que dos tercios de todo el trabajo infantil se realiza en el sector agrícola.
El África subsahariana es la región que tiene la mayor proporción de niños considerados como trabajadores infantiles (29% de los niños de 5 a 17 años). Una cifra muy superior a la de Oriente Medio y el Norte de África, donde el 5% de los niños de este grupo de edad realizan trabajos potencialmente perjudiciales.
Solo uno de cada cinco niños trabajadores recibe una remuneración por su trabajo, ya que la mayoría de los niños trabajadores son trabajadores familiares no remunerados.
En todas las regiones, los niños y las niñas tienen la misma probabilidad de participar en el trabajo infantil. Sin embargo, a menudo se observan disparidades de género en los tipos de actividades realizadas, siendo las niñas mucho más propensas a participar en servicios domésticos no remunerados.
Afortunadamente, en los últimos años se ha logrado una evolución sustancial, en buena parte debida a la intensidad de las campañas de promoción y a la movilización nacional respaldada por medidas legislativas y prácticas, lográndose entre 2000 y 2016, una reducción mundial del trabajo infantil en el mundo del 38%.
La covid-19 ha agravado el trabajo infantil en el mundo
Aunque se han hecho grandes avances en la lucha contra el trabajo infantil, en los últimos años los progresos se han ralentizado y han sido desiguales entre regiones, grupos de edad y sectores.
Además, la pandemia del coronavirus amenaza con empujar a más niños al trabajo infantil, ya que es probable que se agraven sus causas profundas como la pobreza, el acceso limitado a oportunidades de trabajo decente para las personas en edad legal de trabajar, la marginación social, la discriminación, la falta de educación universal de calidad, la prevalencia de la economía informal y la debilidad del diálogo social.
En esta complicada situación, Unicef ha instado a la comunidad mundial a coordinarse con el objetivo de impedir que la crisis sanitaria se convierta en una crisis de los derechos del niño, actuando concretamente en ámbitos como el mantenimiento de la alimentación y la salud de los niños, el aseguramiento de los servicios de agua, saneamiento e higiene a los niños vulnerables, la continuación en el aprendizaje de los niños, la ayuda a sus familias para que cubran sus necesidades básicas, o la protección de los niños frente a la violencia, la explotación y el abuso.
Los derechos de los niños y su protección frente a la explotación están íntimamente relacionados con otros principios y derechos laborales fundamentales que deben ser asegurados también en tiempos como el que estamos viviendo.
Entre esos derechos se encuentran la libertad de asociación y de negociación colectiva, la no discriminación en el empleo y la ocupación, y la ausencia de trabajo forzoso. Los esfuerzos para eliminar todas las formas de trabajo infantil y alcanzar otros derechos laborales fundamentales deben ir de la mano.
Los esfuerzos para eliminar todas las formas de trabajo infantil y alcanzar otros derechos laborales fundamentales deben ir de la mano.
El papel de los ODS en la mejora de la situación
Aún con todo lo comentado con anterioridad, parte de la reducción paulatina del trabajo infantil en los últimos años es atribuible al trabajo realizado en pos de la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
El ODS con metas más vinculadas con el trabajo infantil es el nº 8 sobre trabajo decente y crecimiento económico. Concretamente, la meta 8.7 persigue adoptar medidas inmediatas y eficaces para erradicar el trabajo forzoso, poner fin a las formas contemporáneas de esclavitud y la trata de personas y asegurar la prohibición y eliminación de las peores formas de trabajo infantil, incluidos el reclutamiento y la utilización de niños soldados, y, de aquí a 2025, poner fin al trabajo infantil en todas sus formas.
En el último informe de progreso de los ODS referente a 2020, se hacía hincapié, de nuevo, en que la actual crisis plantea una grave amenaza para la seguridad y la salud ocupacional de los trabajadores, y puede aumentar el riesgo al trabajo infantil. Mientras, se subrayaba la necesidad de normativas urgentes para apoyar a las empresas, impulsar la demanda de mano de obra y preservar los puestos de trabajo existentes, especialmente para los más vulnerables, para así lograr el empleo pleno y productivo, y el trabajo decente para todos.
De manera menos directa, el trabajo infantil también se relaciona con la meta 16.2 de los ODS que persigue poner fin al maltrato, la explotación, la trata y todas las formas de violencia y tortura contra los niños.
En este último ámbito, el informe de evolución de los ODS señala que los conflictos, la inseguridad, las instituciones débiles y el acceso limitado a la justicia continúan siendo amenazas lograr esas metas.
Es de resaltar que uno de cada cuatro niños sigue privado de identidad legal por la falta de registros de nacimiento, lo que muchas veces limita su capacidad de ejercer sus derechos en otras áreas, y que todavía se desconocen en gran medida las repercusiones de la covid-19 en el riesgo de exposición de los niños a la violencia y
la explotación debido al confinamiento y las clausuras de escuelas vinculadas, que han afectado a la mayoría de los niños en todo el mundo.
Por tanto, queda claro que todavía queda mucho trabajo por hacer para erradicar la esclavitud y el abuso infantil en nuestro planeta. No podemos ni debemos mirar para otro lado cuando es la seguridad y el bienestar de las nuevas generaciones lo que está en juego, sino que debemos trabajar para que el Día Internacional contra la Esclavitud Infantil deje de ser una fecha en el calendario que nos recuerde cada año que todavía ese problema está por solucionar.