La anécdota de Paul Polman que dice mucho de los ODS

Una historia contada por Paul Polman en el Foro de Empresa y Derechos Humanos de Naciones Unidas que me hace mirar a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) con mayor esperanza.
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Begoña Morales10 diciembre 2021
<p>Paul Polman, ex CEO de Unilever, en la ponencia: 'El legado del arquitecto de los UNGPs Prof. John Ruggie para la próxima década y más allá'.</p>

Paul Polman, ex CEO de Unilever, en la ponencia: 'El legado del arquitecto de los UNGPs Prof. John Ruggie para la próxima década y más allá'.

La semana pasada se celebró el 10th Annual Forum on Business and Human Rights, un acontecimiento que este año venía marcado por dos hitos. El primero es la celebración y balance del décimo aniversario de la publicación de los Principios Rectores de Empresa y Derechos Humanos de Naciones Unidas y, el segundo, el fallecimiento el pasado 16 de septiembre de John Ruggie autor de los mismos.

Y fue precisamente durante una sesión in memoriam de Ruggie, titulada: El legado del arquitecto de los UNGPs Prof. John Ruggie para la próxima década y más allá en la que Paul Polman, ex CEO de Unilever, contó esta anécdota que me gustaría compartir.

Narra Polman que en una de las sesiones de trabajo que dieron lugar a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en la que participaban representantes de empresas, gobiernos y sociedad civil de los 193 estados miembros de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), se estaba debatiendo sobre el ODS 8 (Trabajo decente y crecimiento económico) y en particular sobre la meta 8.7 relacionada con la erradicación del trabajo forzoso.

Algunos de los representantes sentados en la mesa no estaban cómodos con esta meta ya que en sus países se estaba siendo permisivo con situaciones de trabajo forzoso. Las negociaciones para incluir esta meta no estaban llegando a consenso y por ello Ruggie tuvo, en palabras de Polman, una “idea brillante que pone de manifiesto sus capacidades diplomáticas y el reconocimiento de sus limitaciones para negociar un tema tan sensible”.

La idea brillante fue llamar al Papa para que intermediara en la negociación.

El resultado, la redacción de la meta 8.7: “Adoptar medidas inmediatas y eficaces para erradicar el trabajo forzoso, poner fin a las formas contemporáneas de esclavitud y la trata de personas y asegurar la prohibición y eliminación de las peores formas de trabajo infantil, incluidos el reclutamiento y la utilización de niños soldados, y, de aquí a 2025, poner fin al trabajo infantil en todas sus formas”.

Esta anécdota me encanta por varios motivos. El primero es que ilustra muy bien cómo debieron ser las negociaciones para escribir cada meta que define la hoja de ruta de la Agenda 2030.

Imaginar en una mesa a personajes de la talla profesional y moral de Ruggie o Polman debatiendo horas y horas sobre la cuestión del trabajo decente y buscando consenso con representantes de países tan diversos como Bangladesh, Suecia o Arabia Saudí, no dándose por vencidos ante el estancamiento de consenso y llegando al punto de incorporar como intermediario al Papa, me hace constatar que estas metas no son declaraciones fortuitas para rellenar esas cajitas de colores cuyo apoyo tanto gusta hacer público sin entender muchas veces su profundidad.

El segundo motivo es la constatación de que los ODS y su Agenda 2030 es de todos y para todos. En los últimos años ha habido en algunos países una politización de los ODS que los aleja de su espíritu unificador.

Parece que la igualdad o el cambio climático están en las agendas de los partidos de izquierdas y se demoniza a las empresas y partidos de derechas por ser causantes o permanecer inactivos ante estos problemas.

Cuando se debatieron los ODS Paul Polman era CEO de Unilever, una de las principales empresas de bienes de consumo cotizadas del mundo y Ruggie, profesor de Derecho Internacional de Harvard. Ninguna de estas instituciones se caracteriza precisamente por su ideología progresista.

Parece que la igualdad o el cambio climático están en las agendas de los partidos de izquierdas y se demoniza a las empresas y partidos de derechas por ser causantes o permanecer inactivos ante estos problemas.

Y el tercer motivo tiene que ver con una discusión que tuve recientemente con unos colegas de profesión sobre una presentación de tendencias en sostenibilidad que hice en un foro público en la que mostré un gráfico que relacionaba los ODS ambientales con la encíclica del Papa Laudato si. El cuidado de la casa común y los ODS sociales con la encíclica Fratteli Tutti. Sobre la amistad social.

Estos colegas me decían que les parecía algo provocador sacar al Papa en una presentación profesional y encima pegado a los ODS “con las connotaciones que estos tienen”. Les pregunté si habían leído las encíclicas y me dijeron que no, por lo que mantuve el discurso ya que no había un debate de hechos o ideas sino de percepciones.

Después de escuchar a Polman he entendido que quizás hemos bajado demasiado el listón de la aspiración de los ODS, nos estamos dejando llevar por olas propagandistas que marcan ‘lo políticamente correcto’, que hoy encumbran a Greta Thunberg y mañana demonizan a Bill Gates.

Y esto nos devuelve al Foro de Derechos Humanos donde se ha presentado la hoja de ruta para la siguiente década bajo el lema “raising the ambition – increasing the pace” (elevando el listón – incrementando el ritmo).

El balance de la primera década de Principios Rectores pone de manifiesto que el ritmo es muy lento, tanto por parte de los gobiernos incorporando cuestiones de empresa y derechos humanos en sus marcos regulatorios, como de las empresas incorporando las recomendaciones de los principios.

Faltan champions: líderes champions, empresas champions, gobiernos champions. Y sobran lemas: “Building back better”, “Greener, better, safer future” y otros muchos con los que llenamos las portadas de informes y webs.

La anécdota de Polman y las conclusiones del grupo de trabajo de empresa y derechos humanos me lleva a pensar que estamos viviendo este movimiento desde la barrera, más aún, desde el sótano, mirando siempre hacia arriba para decidir quién debe actuar o atacar al que no lo hace.

Ruggie consiguió desbloquear la meta 8.7 aplicando su creatividad, buscando en su agenda a la figura más adecuada, teniendo el valor para llamarla e involucrarla. Sin miedo, sin complejos, porque estaba seguro de su objetivo: incorporar la meta de la erradicación del trabajo forzoso en la Agenda 2030.

Quizás a muchos nos está faltando esa seguridad o esa creatividad para movilizar recursos o personas hacía un objetivo que parece que tenemos claro.

Ya sé que el teléfono del Papa no lo tenemos casi ninguno, pero igual tenemos otras teclas que tocar y no lo estamos haciendo por falta de convicción.

Quizás si cada uno se aplica este lema elevando el listón – incrementando el ritmo”, consigamos llegar a muchas de esas metas tan ambiciosas que nos marcan los ODS.

¡Vayamos a por 2022 sin complejos!

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