Urbanismo circular: el futuro de las ciudades sostenibles

La mitad de la población mundial se concentra en zonas urbanas, que emiten el 60% de los gases de efecto invernadero. Pero las ciudades también pueden ser la locomotora de un giro global hacia la sostenibilidad.
<p>Copenhague es el mejor modelo de urbanismo circular en el mundo.</p>

Copenhague es el mejor modelo de urbanismo circular en el mundo.

Hoy día, cinco de cada diez personas del planeta viven en zonas urbanas. Una proporción que llegará al 68% de la población mundial en 2050, según estimaciones de Naciones Unidas. El desplazamiento gradual del campo a las urbes, combinado con el crecimiento general de la población mundial, provocará que, en apenas tres décadas, más de 6.600 millones de personas vivan en ciudades.

Desde 1950, la población urbana del mundo ha pasado de 751 millones a 4.200 millones en los últimos años, con América del Norte, América Latina y Europa a la cabeza de la urbanización. Tokio, Nueva Delhi, Shanghái, Ciudad de México y São Paulo superan los 20 millones de habitantes.

España no queda fuera de este proceso de urbanización acelerado. En lo que llevamos de siglo, las grandes áreas urbanas de nuestro país han aumentado su población en casi 5 millones de habitantes, pasando de 27,6 a 32,6 millones de habitantes. En otros términos: el 77% de la ciudadanía española vive en menos del 10% del territorio nacional.

Con tal concentración, las ciudades se han convertido en uno de los factores que más contribuyen al cambio climático. De acuerdo con ONU-Habitat, las ciudades producen más del 60% de las emisiones de gases de efecto invernadero y consumen el 78% de la energía mundial. (Vid. ¿Cómo lograr ciudades bajas en emisiones de carbono?).

Pero no todo está perdido. Si las ciudades son uno de los principales agentes contaminantes del planeta, también pueden ser las locomotoras que lideren un giro global hacia la sostenibilidad.

El desarrollo de ciudades y comunidades sostenibles es, de hecho, uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) promovidos por Naciones Unidas. Un objetivo que, además de la sostenibilidad, aborda temas como la seguridad, la inclusión, el transporte y la planificación urbana eficiente.

En este sentido, son cada vez más ciudades y barrios del mundo que han empezado a tomar medidas encaminadas a reducir su impacto.

¿Qué es el urbanismo circular?

En los últimos años ha tomado fuerza el concepto de economía circular. Se trata de un modelo de producción y consumo que implica compartir, alquilar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar materiales y productos existentes todas las veces que sea posible para crear un valor añadido.

De este modo, el ciclo de vida de los productos se extiende, reduciéndose sus residuos al mínimo. Contrasta así con el modelo económico en línea tradicional, basado principalmente en el concepto de usar y tirar.

Así lo define la Unión Europea, cuya Comisión presentó en 2020, en el marco del Pacto Verde Europeo, el nuevo Plan de acción para la Economía Circular, que engloba también la adaptación de las ciudades a un modelo sostenible.

El urbanismo sostenible o circular es aquel que aplica los principios de la economía circular a la planificación de ciudades y edificios, de tal forma que la urbe actúe como un ecosistema con sus propias dinámicas circulares.

Teniendo esto en cuenta, el urbanismo sostenible o circular es aquel que aplica los principios de la economía circular a la planificación de ciudades y edificios, de tal forma que la urbe actúe como un ecosistema con sus propias dinámicas circulares en materias como la energía, los residuos, el agua o la movilidad, además de velar por la calidad de vida de sus habitantes.

Pero ¿cuáles son sus ejes? Fundamentalmente tres: la sostenibilidad medioambiental o, lo que es lo mismo, un diseño urbano capaz de reducir su huella en el ecosistema en el que se encaja; la sostenibilidad económica, que no es otra cosa que la viabilidad económica de los proyectos de este nuevo urbanismo; y la sostenibilidad social, es decir, que los nuevos proyectos respondan a demandas sociales y a una mejora de la calidad de vida de la población.

¿Y cómo sería la ciudad sostenible ideal? A muy grandes rasgos, aquella que:

  • Fuese capaz de controlar el crecimiento urbano en función de criterios tanto medioambientales como de calidad de vida de los ciudadanos.
  • Apostara por el diseño de ‘la ciudad de los 15 minutos’; es decir, que deje atrás la sectorización por áreas (el barrio comercial, el barrio donde de los colegios, el barrio de ocio, etc.) de forma que los ciudadanos tuvieran acceso a la mayoría de sus necesidades esenciales en su entorno más cercano, a menos de 15 minutos a pie o en bicicleta, reduciéndose así los desplazamientos en coche.
  • Siguiese un desarrollo orientado al tránsito (DOT). Se trata de urbanizar tomando como columna vertebral el sistema público de transporte y no al revés, enfocándose siempre a la promoción del tráfico no motorizado y la reducción del uso de los automóviles.
  • Destinara un porcentaje entre el 30 y el 40% a espacios verdes.
  • Construyera edificios de poco tamaño y que incluyeran sistemas energéticos ecoeficientes y jardines verticales, además de contar con generadores de energía renovable tanto en construcciones residenciales como comerciales.
  • Impulsara una gestión de recursos (agua, electricidad, gas, etc.) centrada en la eficiencia y la reutilización. Por ejemplo, con la separación de aguas fecales y la procedente de la lluvia, que necesita menos tratamientos de depuración para usarla para el riego de zonas verdes.
  • Promoviese una gestión de residuos diferenciada y bajo la premisa del concepto ‘de la cuna a la cuna’; es decir, no solo centrarse en la filosofía de las tres R (reducir, reciclar, reutilizar), sino utilizar directamente materiales y bienes no contaminantes.
  • Destinara zonas de la ciudad a infraestructuras generadoras de energías limpias y plantas de reciclaje.

Copenhague, modelo de urbanismo sostenible

La capital danesa es, sin duda, el mejor modelo de urbanismo circular en el mundo. Copenhague, con casi 800.000 habitantes en su área urbana y 1,3 millones de ciudadanos en la zona metropolitana, se ha marcado como objetivo la neutralidad climática en 2025.

En caso de lograrlo, se convertiría en la primera capital del mundo con cero emisiones frente a ciudades como Washington, que apunta al año 2050.

El progreso sostenible de la ciudad ha sido abrumador. Como explicó el experto danés en urbanismo Jakob Norman-Hansen en el Foro TELOS 2021, Recordar el Futuro -del pasado mes de noviembre-, en los años 80 la ciudad de Copenhague “estaba prácticamente en quiebra, era una ciudad muy sucia y un lugar muy industrializado, con un agua muy contaminada”.

Durante los 90, Dinamarca emprendió algunas acciones decididas para revertir la situación en todo el país y, concretamente, en su capital. Así, según Norma-Hansen, se estableció un nuevo modelo de desarrollo urbano que en ningún momento ha ido “en detrimento de otros objetivos de la ciudad”, como es el desarrollo económico (que no ha dejado de crecer) y el bienestar de los ciudadanos.

Pero ¿qué ha convertido a Copenhague en una ciudad sostenible? Los aspectos más visibles de su urbanismo circular son cuatro.

Por una parte, la movilidad verde: la mayoría de ciudadanos no tiene ni utiliza coche. Al contrario, circulan por la capital unas 675.000 bicicletas por 120.000 coches, y ello se debe en parte, según Norman-Hansen, al gran despliegue y financiación público-privada de la infraestructura ciclista, de aproximadamente 270 millones de euros desde 2004.

Así, seis de cada diez habitantes de Copenhague utilizan la bici para ir al trabajo. Un uso masivo de este transporte que repercute, obviamente, en la calidad del aire.

En segundo lugar, está la apuesta por energías renovables. Como explicó Norman-Hansen en su conferencia, Copenhague cuenta con una planta de generación de energía eléctrica a partir de residuos, dando un impulso único a la biomasa.

En tercer lugar, además de apostar por energías limpias, la ciudad utiliza las nuevas tecnologías como la monitorización y el big data para racionalizarlas. Desde 2016, han conseguido de esta forma reducir drásticamente las emisiones contaminantes de los sistemas de calefacción.

Por último, el carácter circular de Copenhague también está íntimamente ligado a un replanteamiento de los espacios públicos y un urbanismo inteligente. Desde 2010, es obligatorio que todos los edificios de nueva construcción incluyan azoteas verdes, capaces de absorber partículas contaminantes y aprovechan hasta un 80% de las abundantes precipitaciones en la ciudad.

Además, un cuarto del área urbana de la ciudad consiste en espacios verdes (parques, lagos, costa o áreas naturales). Y algunos de ellos, como recordó Norman-Hansen, sirven para combatir los efectos del cambio climático y “mantener el agua a raya”. Infraestructuras sencillas y disfrutables por los ciudadanos que, además, son “un 50% más baratas que hacer tuberías y agujeros”.

<p>Rascacielos Bugginger Strasse 50.</p>

Rascacielos Bugginger Strasse 50.

El urbanismo sostenible en el mundo

Además de Copenhague, existen otros muchos ejemplos de ciudades que han avanzado en urbanismo circular. La ciudad alemana de Friburgo es otro de los ejemplos de sostenibilidad en Europa.

Desde que se tomara la decisión de desviar el tráfico de automóviles del centro de la urbe y reforzar la oferta de transporte público, sus datos no han hecho más que mejorar: ha reducido en un 20% sus emisiones desde los años 90 y aspira a reducirlas otro 50% en 2030. Los ciudadanos incluso disponen de su propio medidor de CO2.

Asimismo, la ciudad alemana alberga un emblema de la construcción sostenible: el rascacielos Bugginger Strasse 50, considerado el primer edificio pasivo de gran altura energéticamente eficiente del mundo. Sin olvidar que edificios públicos, viviendas, negocios, industrias, instalaciones académicas y hasta el estadio de fútbol local están cubiertos por paneles solares.

Por su parte, San Francisco, en Estados Unidos, se ha convertido en un ejemplo en el tratamiento de desperdicios de los vertederos. El 80% de sus residuos se reducen, reutilizan, reciclan o compostan con el objetivo de lograr la tasa cero de deshechos.

Con 52 metros cuadrados de espacio verde por habitante, la ciudad brasileña de Curitiba es la más verde del mundo. Parques que también cumplen una función ecológica en la gestión de las aguas pluviales. Asimismo, los gobernantes impulsan el mantener limpia la ciudad a través de programas que canjean basura y materiales reciclables por tickets de autobús, comida o dinero en efectivo.

Para hacer frente a su enorme problema de tráfico desordenado, Dar es-Salaam, en Tanzania, puso en marcha en 2016 el sistema Dar Rapid Transport Project (DART), un proyecto de movilidad que ha cambiado buena parte de los buses de la ciudad para sustituirlos por otros más eficientes, renovando además las infraestructuras y trayectos.

La iniciativa ha sido un éxito, y hoy día más de 200.000 personas utilizan cada día esa forma de transporte.

Por último, Auckland, en Nueva Zelanda, impulsó en 2014 el Plan de Gestión y Minimización de Residuos para solucionar un grave problema: más de un 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero procedían de residuos, principalmente por el metano que se produce al descomponerlos en los vertederos, veinte veces más potente que el CO2.

En los últimos años, estos residuos se procesan en una instalación de compostaje, reduciendo las emisiones y convirtiendo los deshechos en un recurso para la agricultura.

<p>Supermanzana de Barcelona. Foto: Ayuntamiento de Barcelona.</p>

Supermanzana de Barcelona. Foto: Ayuntamiento de Barcelona.

¿Y en España?

Nuestro país también está dando sus pasos hacia el urbanismo sostenible. Barcelona anunció en 2016 las llamadas superislas o supermanzanas, agrupaciones de nueve manzanas en los que el tráfico queda restringido a las calles circundantes, de modo que muchas otras vías quedan libres para la circulación de peatones y ciclistas.

De esta forma, permiten una reducción de la contaminación y ofrece más espacios al aire libre a los ciudadanos. Pese al recelo inicial, la mayor parte de los residentes de estas zonas han dado la bienvenida al proyecto.

Y es que según el estudio Changing the urban design of cities for health: The superblock model, si se creasen las 500 supermanzanas que se han planteado en la ciudad condal, se reducirían 230.000 viajes de vehículos a la semana.

Al proyecto de superilles de Barcelona se suman los llamados ecobarrios o barrios sostenibles puestos en marcha en España. Su objetivo: lograr la eficiencia energética total y tratar de ser autosuficientes.

El distrito de Sarriguren, pedanía a cinco kilómetros de Pamplona, fue el primer ecobarrio de nuestro país, y logró en 2008 el Premio Europeo de Urbanismo por sus criterios arquitectónicos sostenibles y ecológicos. Las viviendas tienen un consumo energético un 60% inferior a las convencionales y están rodeadas de 600.000 metros de áreas verdes.

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