Las nuevas formas de combatir la basura electrónica

La proliferación de móviles, tabletas, portátiles, y todo tipo de aparatos y dispositivos digitales se está convirtiendo en un problema serio para el planeta porque, cuando se convierten en residuos, su reciclaje sigue siendo, actualmente, insuficiente. Solo en 2019, se generaron más de 50 millones de toneladas de residuos electrónicos, un desafío ingente que es necesario abordar cuanto antes si queremos frenar la proliferación incontrolada de estos desechos y sus graves consecuencias.

El impacto que produce la basura tecnológica, o e-waste, y sobre todo el ingente volumen de residuos que se generan a nivel mundial y la insuficiente gestión de su reciclado, están poniendo en peligro el medio ambiente.

Frigoríficos, congeladores, equipos de informática y telecomunicaciones, y hasta paneles fotovoltaicos o máquinas expendedoras, pasando por televisores, monitores y pantallas, móviles, tablets o lámparas LED, todo suma y fomenta el ritmo de consumo debido a la ‘hiperconexión’ en la que vivimos, y al hecho de que la vida de estos aparatos sea cada vez más corta (obsolescencia planificada) y los productos no se puedan reparar fácilmente.

Los expertos advierten de que la gran disponibilidad y asequibilidad de los productos electrónicos fomenta cada vez más el consumo de alta tecnología que, además, evoluciona y queda desfasada rápidamente. Esto provoca que los desechos electrónicos sean actualmente “el tipo de desechos que más rápido crece en el mundo”, según alerta el presidente del Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible (WBCSD), Peter Bakker.

Según el informe The Global E-waste Monitor 2020, de Naciones Unidas y la Asociación Internacional de Residuos Sólidos (ISWA), los residuos de equipos eléctricos y electrónicos han aumentado en el mundo en más de 9 millones de toneladas desde 2014. Solo en 2019 se produjeron 53 millones de toneladas de este tipo de residuos en todo el planeta y se estima que para 2030 se superarán los 75 millones de toneladas.

Solo un ejemplo para ilustrar esta grave realidad: el ciclo de renovación de móviles se ha reducido a 18 meses y se estima que en España se desechan cada año 20 millones de teléfonos, lo que supone un total de 2.000 toneladas de residuos, según alerta Ethel Eljarrat, investigadora científica del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (Idaea-CSIC).

Entre las sustancias más habituales que contienen estos desechos se encuentran, entre otros, el cadmio, el plomo, el óxido de plomo, el antimonio, el níquel o el mercurio, elementos tóxicos que contaminan ríos, lagos y mares, y emiten gases a la atmosfera que provocan graves desequilibrios en los ecosistemas. Por eso revertir el modelo de producción y consumo de estos residuos es un reto que se debe abordar de manera inaplazable.

Según datos publicados en E-waste Republic, un documental digital realizado por Jacopo Ottaviani, que ha sido desarrollado con el apoyo del programa Innovation in Development Reporting Grant del Centro Europeo de Periodismo (EJC) y financiado por la Fundación Bill y Melinda Gates, “la cantidad de chatarra electrónica que circula por todo el mundo de manera ilegal o que se descarga directamente en los vertederos de los países más pobres se desconoce, pero el problema es real”.


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Según cifras extraídas de esta investigación, los grandes productores de estos residuos son Estados Unidos y la Unión Europea, pero los países emergentes como China generan una cantidad cada vez mayor. Y solo una pequeña parte de esta chatarra electrónica –en torno al 15,5% en 2014– se recicla con métodos eficaces y seguros desde el punto de vista ambiental.

Sin embargo, entidades como Recyclia, dedicada a la gestión de RAEE (residuos de aparatos eléctricos y electrónicos), recuerdan que hasta el 90 % de los materiales contenidos, por ejemplo, en los móviles “son reutilizables en la fabricación de nuevos productos tras ser sometidos a distintos procesos”.

“De un teléfono móvil con un peso medio de 100 gramos, las técnicas de tratamiento actuales permiten extraer hasta 62 gramos de plásticos, 25 gramos de metales –mayoritariamente aluminio y cobre– y 0,0008 gramos de metales preciosos, sobre todo oro, plata y paladio”, explican desde Recyclia.

El comienzo del cambio

Otra buena noticia es que cada vez más países trabajan en materia legal para impulsar el correcto reciclaje de los RAEE, como es el caso de Francia, que ya ha aprobado una ley contra el despilfarro y para la economía circular que prohíbe cualquier técnica que imposibilite la reparación o reacondicionamiento de los dispositivos y obliga al fabricante a facilitar información veraz sobre la disponibilidad de piezas de recambio y si éstas se pueden reproducir en impresión 3D.

En España, el Gobierno ha anunciado la implantación de un Índice de Reparabilidad gracias al que cada artículo eléctrico y electrónico fabricado contará con una etiqueta que indique su nivel de dificultad o facilidad para repararlo y desmontarlo, y también la disponibilidad de piezas de repuesto.

Asimismo, durante los Juegos Olímpicos de Tokio y por primera vez en la historia de las Olimpiadas, las medallas que se entregaron (oro, plata y bronce) estaban fabricadas a partir de residuos electrónicos, entre ellos más de 6 millones de teléfonos móviles. De miles de toneladas de dispositivos electrónicos recolectados en más de 1.600 municipios nipones desde 2017, se extrajeron 32 kilos de oro, 3.500 kilos de plata y más de 2.000 kilos de bronce. Con esos metales se crearon las casi 5.000 medallas que se repartieron durante los Juegos.

"La reutilización de este tipo de residuos se ha convertido en la única alternativa frente a un sistema de reciclado aún ineficaz para reducir los altísimos niveles de basura electrónica", Thibaud de Larauze, de Back Market.

Estos son solo algunas muestras de lo que parece el principio del cambio. Otra es el fomento del consumo responsable, que permite alargar la vida útil de los aparatos eléctricos y electrónicos, y frenar el crecimiento de estos residuos, atajando así el problema de su proliferación descontrolada.

“La reutilización de este tipo de residuos se ha convertido en la única alternativa frente a un sistema de reciclado aún ineficaz para reducir los altísimos niveles de basura electrónica”, apunta Thibaud de Larauze, CEO de Back Market, una compañía francesa que apostó ya en 2014 por el reacondicionado electrónico y en 2019 fue seleccionada entre las empresas más innovadoras de Europa y del mundo por la prestigiosa lista Fast Company, que cada año reconoce a las 50 empresas con mayor impacto tanto a nivel industrial como cultural por su innovación en un mundo tan cambiante como el actual.

Back Market, que encabeza este ranking como la segunda compañía más innovadora de Europa, busca posicionar a la electrónica reacondicionada como “una alternativa viable y sin riesgos frente al consumo de productos nuevos, cambiando así la mentalidad del consumidor tradicional”. En este proceso, la plataforma aborda además la gestión de los residuos electrónicos, “un grave problema ambiental provocado por el gran volumen de dispositivos que compramos y tiramos cada año a la basura”, remarcan desde la compañía.

“La innovación no siempre tiene que ver con nuevos productos y tecnología”, alerta el CEO de Back Market, que recuerda que el objetivo real de la compañía “siempre ha sido impulsar un cambio cultural en la forma en que entendemos el consumo, los residuos y el medio ambiente”. En sus palabras, “estamos orgullosos de liderar un cambio social innovador y emocionante que tiene cada vez más eco entre los consumidores y la industria”, añade Thibaud de Larauze.

Alquiler de tecnología, la alternativa a los e-waste

El alquiler de tecnología para evitar la generación de residuos electrónicos es otro paso adelante en lo que se refiere al impulso de la economía circular en este sector, ya que permite acceder a ella de manera flexible y sin necesidad de comprar, y promueve a la vez el desarrollo de mejores hábitos de consumo.

Grover, dedicada a esta labor, nació en 2015 precisamente con la idea de impulsar este modelo de negocio, en su caso basado en la suscripción mensual a todo tipo de productos de tecnología de consumo, lo que permite reducir considerablemente los residuos electrónicos y ofreciendo varios ciclos de vida útil a cada producto de su catálogo.

“Cada vez con más frecuencia aparecen nuevas tecnologías en el mercado que tienden a quedarse obsoletas con rapidez y los productos infrautilizados se están convirtiendo en un problema creciente para la sociedad, tanto desde el punto de vista económico como medioambiental”, señala la compañía y alerta de que esta situación es consecuencia “de los hábitos de consumo que se han interiorizado, pero no son sostenibles”.

El alquiler de tecnología permite acceder a ella de manera flexible y sin necesidad de comprar, y promueve mejores hábitos de consumo.

El objetivo de Grover es, precisamente, fomentar una economía circular en la que los recursos se renueven y reutilicen, y su modelo de alquiler permite disfrutar de las últimas innovaciones pagando por ella únicamente durante el periodo de tiempo que necesite cada persona.

Gracias a esta forma de consumir tecnología, entre 2015 y 2020, la compañía ha evitado la compra de unos 134.000 dispositivos tecnológicos aproximadamente y, en consecuencia, se ha prevenido la generación de alrededor de 210 toneladas de residuos electrónicos.

“Esta forma de uso de la tecnología garantiza su aprovechamiento, al tiempo que se adapta al bolsillo de los usuarios”, recuerda Grover, que señala que, por lo general, los dispositivos se alquilan entre dos y seis veces, dependiendo de la categoría de producto.

La compañía cuenta ya con más de 120.000 usuarios registrados en España y una amplia gama de más de 3.000 productos tecnológicos, incluyendo smartphones, portátiles, videoconsolas, equipos de realidad virtual (VR) y dispositivos conectados para un hogar inteligente, entre otros. El servicio de Grover permite a sus usuarios conservar, cambiar, comprar o devolver los productos en función de sus necesidades individuales y está disponible, además de en España, en Alemania, Austria, Países Bajos y Estados Unidos.

Según señala a Revista Haz Sergio Alonso, responsable de Crecimiento para Europa, Oriente Medio y África de Grover, las cifras relativas a la basura electrónica “son tan llamativas como preocupantes, y demuestran que debemos actuar antes de que sea demasiado tarde”. Por eso, desde esta empresa, facilitan el acceso a la tecnología a través de un modelo de suscripción mensual y flexible, un modelo de negocio, basado en el alquiler de productos tecnológicos a diferentes usuarios a lo largo de todo el ciclo de vida del dispositivo, “y que nos permite extraer el máximo valor de cada producto y reducir así la basura tecnológica”, explica Alonso.

<p>Grover es una empresa de alquiler de tecnología y cuenta con 120.000 usuarios registrados en España. Foto: Grover.</p>

Grover es una empresa de alquiler de tecnología y cuenta con 120.000 usuarios registrados en España. Foto: Grover.

“Nuestra apuesta es animar a la gente a acceder a cualquier producto tecnológico únicamente durante el tiempo que lo necesite, sin hacer una gran inversión de compra inicial, y luego devolverlo para que otra persona pueda hacer lo mismo”, señala el responsable de Grover, que defiende que, a través de este modelo, “nuestros usuarios contribuyen a reducir su impacto ambiental, mientras maximizamos el valor y la vida útil de los dispositivos alquilados y los clientes se siente orgullosos de jugar un papel clave dentro de la economía circular a la vez que disfrutan de la última tecnología del mercado”.

Sin embargo, desde Grover detectan aún algunas barreras en lo que se refiere al despegue definitivo de este tipo de modelos de consumo, el principal, “la mentalidad de los consumidores”, apunta Alonso, porque “aunque los hábitos de consumo han cambiado en los últimos años y somos más conscientes del impacto que creamos a la hora de consumir, todavía hay cierta desconfianza cuando hablamos de alquiler, o al menos de alquilar tecnología”. Además, señala que “en España, el concepto de ‘poseer’ sigue estando muy arraigado, dado que durante muchas generaciones este modelo ha prevalecido sobre el alquiler”.

Según sus cifras, hasta marzo de 2022, la compañía ha reacondicionado más de 115.000 dispositivos, reduciendo así el número de compras directas y el impacto ambiental que eso conlleva.

Pese a las barreras, también se han dado pasos importantes y el impulso que se espera con la nueva legislación y los fondos europeos de recuperación, muy alineados con la economía circular precisamente, permiten ser optimistas en este avance, tal como apunta el responsable de Grover.

“El alquiler tecnológico ha llegado para quedarse, es solo cuestión de tiempo que los usuarios confíen en este nuevo hábito de consumo”, asegura Sergio Alonso.

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