Cuatro acciones para preservar los bosques y luchar contra el cambio climático
Los bosques son esenciales tanto para nuestros medios de vida como para los ecosistemas. Casi 1.600 millones de personas dependen de los bosques para obtener alimentos, agua, madera y empleo.
Además, secuestran carbono, regulan nuestro clima, actúan como barreras contra las inundaciones, recargan las aguas subterráneas, filtran el aire, protegen la biodiversidad y mucho más.
Así, los bosques también desempeñan un papel fundamental en el cambio climático. Son a la vez una solución y una causa, ya que absorben las emisiones de gases de efecto invernadero cuando se conservan y restauran, pero liberan emisiones cuando se talan o degradan.
Se calcula que la deforestación es responsable de casi el 15% de las emisiones mundiales de CO2 y, si la deforestación tropical fuera un país, sería el tercer emisor mundial. Al actual ritmo, cada quince minutos, el mundo pierde una superficie de bosque tropical del tamaño de Central Park.
Por tanto, la reducción de la pérdida de bosques no solo restaura y conserva estos espacios, sino que también proporciona una de las formas más eficaces e inmediatas de frenar el cambio climático.
Al igual que ocurre para otros muchos retos sistémicos complejos, existe un conjunto de soluciones claras y relativamente sencillas para preservar nuestros bosques y, de este modo, ayudar a restablecer el equilibrio de nuestro clima.
A ese respecto, el World Economic Forum (WEF) propone en su informe Forests for Climate: Scaling up Forest Conservation to Reach Net Zero cuatro acciones para preservar los bosques del mundo, que son: una financiación sostenida y sostenible, una aplicación a gran escala, el desarrollo de marcos de gobernanza de alta integridad, y la propiedad y participación activas de las comunidades que viven y trabajan en los bosques.
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El papel del sector privado se basa en la financiación
Hasta la fecha, ha habido una enorme falta de financiación e inversión en la conservación, gestión y restauración de los bosques, lo que socava los esfuerzos para hacer frente a la deforestación. El cambio es aún posible, pero se necesitan urgentemente inversiones y acciones a gran escala.
Según un informe publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en 2021, las inversiones actuales en soluciones basadas en la naturaleza ascienden a unos 133.000 millones de dólares al año, la mayoría de ellos de procedencia pública, mientras que solo 18.000 millones de dólares provienen de financiación privada.
Esas inversiones deberán llegar a 400.000 millones de dólares en 2030 si el planeta quiere cumplir sus objetivos de cambio climático, biodiversidad y degradación de la tierra.
Más allá de aportaciones monetarias, más propias de estamentos públicos, el sector privado puede contribuir a la conservación de los bosques de estas tres maneras:
- Eliminación de la deforestación en las cadenas de suministro: los inversores, los consumidores y los empleados presionan cada vez más a las empresas para que limpien sus cadenas de suministro en cuanto a su impacto en el clima y la naturaleza.
- Comercio de carbono y compensaciones: inversiones del sector privado para reducir las emisiones, por ejemplo, pagos en sistemas obligatorios de comercio de emisiones y compensaciones comercializadas a través de mercados voluntarios de carbono.
- Inversión privada en desarrollo ‘positivo para la naturaleza’: el clima y la naturaleza son dos caras de la misma moneda. Las empresas e instituciones financieras están invirtiendo cada vez más en iniciativas positivas para la naturaleza que aportan beneficios para la biodiversidad, el clima y las personas.
Cambio de paradigma
Los enfoques colectivos a gran escala son el camino a seguir si realmente se quiere detener la deforestación.
Durante más de dos décadas, los esfuerzos de conservación de los bosques a través de iniciativas como REDD+ (por sus siglas en inglés, Reducing Emissions from Deforestation and forest Degradation) se han centrado en apoyar proyectos individuales que, a menudo, son de pequeña escala.
Los proyectos de REDD+ han tenido un éxito relativo a la hora de ralentizar o detener la deforestación en las zonas seleccionadas. Sin embargo, la deforestación ha continuado en otros lugares, por lo que es necesario un nuevo nivel de ambición.
Hasta ahora se han apoyado proyectos individuales para frenar la deforestación, pero la atención se está centrando en iniciativas a escala regional y nacional, con el objetivo de maximizar el secuestro de carbono.
Sobre la base de esos dos últimos decenios de entendimiento, la atención se está desplazando de la conservación de los bosques a nivel de proyecto a los programas de ámbito jurisdiccional, conocidos como REDD+ jurisdiccional. Este sistema ofrece una forma de ampliar las estrategias de conservación y restauración de los bosques para abarcar todo un país, estado, paisaje o región.
El objetivo es maximizar el secuestro de carbono, al tiempo que se aumentan los beneficios para los medios de vida y para todo el ecosistema forestal.
La gran superficie cubierta por un programa REDD+ jurisdiccional hace que sea varios órdenes de magnitud mayor que incluso el mayor proyecto REDD+. Y es la gran escala de estos programas (combinada con la participación activa de sus gobiernos y sus comunidades locales) la clave de su potencial.
Integridad significa implicar a todas las partes interesadas
Los intentos de acabar con la deforestación se han visto a veces comprometidos por diversos problemas y riesgos como, por ejemplo, la doble contabilidad del carbono o la cuantificación y verificación, dificultando la integridad de los datos.
Por lo que respecta a los mercados de carbono, ‘integridad’ es la palabra del momento, y su definición es muy compleja. Pero, en términos generales, la alta integridad en los mercados de carbono engloba dos principios: la participación de todas las personas sobre el terreno que tienen un interés en un determinado proyecto de créditos de carbono y la asignación de dinero a los proyectos medioambientales y sociales de mayor calidad disponibles.
Para proteger los bosques tropicales del mundo y permitirles luchar más eficazmente contra el cambio climático se necesitan fondos considerables y el mercado voluntario de carbono representa una fuente vital para esa financiación.
Por el lado de la oferta, los sistemas que venden créditos para la conservación de los bosques tienen que convencer a los compradores de que sus iniciativas suponen una auténtica reducción de las emisiones o la eliminación del carbono.
Mientras, por el lado de la demanda, las empresas que compran estos créditos tienen que asegurarse a sí mismas, así como a las partes interesadas, de que han hecho sus deberes y sus créditos son creíbles.
Y para evitar las acusaciones de greenwashing, deben demostrar que estos créditos se utilizan para complementar el programa de iniciativas de descarbonización de las empresas en el extranjero, como la mejora de la eficiencia, las inversiones en energías renovables, la circularidad y otras estrategias de eliminación de emisiones de carbono.
Para proteger los bosques tropicales y permitirles luchar más eficazmente contra el cambio climático se necesitan fondos considerables y el mercado voluntario de carbono representa una fuente vital de financiación.
Comunidades indígenas, un gran activo
La deforestación, la pérdida de biodiversidad y las emisiones de carbono son menores en las tierras gobernadas por las comunidades indígenas.
Por ejemplo, las tasas de deforestación en los territorios gestionados por los pueblos indígenas suelen ser un 50% inferiores a las de otros territorios. Casi la mitad de los bosques intactos de la Amazonia se encuentran en territorios indígenas y, aunque estos cubren el 28% de la cuenca amazónica, solo generan el 2,6% de las emisiones de carbono de la región.
Otros estudios van mucho más allá y sugieren que las tasas de deforestación son de tres a cuatro veces inferiores en estas zonas que en los espacios equivalentes que no están en manos de los pueblos indígenas.
Estas comunidades conocen sus tierras mejor que nadie ya que, a lo largo de los siglos, han desarrollado sistemas interdependientes de agricultura y silvicultura que se adaptan de forma única a las circunstancias ecológicas de la tierra que habitan. Por estas razones, las comunidades locales están empezando a desempeñar un papel más central en muchos de los programas de conservación más exitosos del mundo.
Este es sin duda un factor en muchos de los programas jurisdiccionales más recientes de REDD+, que están diseñados para garantizar que se rejuvenezcan los conocimientos tradicionales y los modelos agroforestales, que los pueblos indígenas participen más activamente en las fases de planificación y que se les pague adecuadamente por los servicios de los ecosistemas (de manera similar a los pagos ambientales que reciben los agricultores en muchos países occidentales).