Lidiar con la ecoansiedad, el nuevo reto de salud mental de este siglo

Los profesionales de la psicología alertan de que cada vez más personas presentan estrés y depresión relacionados con el estado del clima y los problemas ambientales, pero también de que la mejor manera de combatirlo es convertirse en ‘el cambio’ que queremos para el planeta. Transformar la sensación de ansiedad climática pasa por sentirse útil y ser consciente de que nuestra vida no empeora la situación del planeta, sino que, al contrario, puede ayudar a impulsar la transición ecológica necesaria siendo ejemplo de ella.

“Los cambios individuales llevan a otros colectivos. Así que, si quieres luchar contra esos sentimientos de angustia que aparecen cada vez que lees noticias sobre la crisis climática, debes saber que son esos pequeños cambios los que pueden marcar la diferencia respecto a tu salud mental y la del medio ambiente”, explican desde Climate Reality Project, el movimiento de sensibilización sobre la emergencia climática creado por el Premio Nobel y exvicepresidente de Estados Unidos, Al Gore.

Desde esta plataforma advierten precisamente del peligro a largo plazo de ese ‘pánico’ a enfrentarse a las consecuencias del calentamiento global y por eso, y de acuerdo con diferentes asociaciones profesionales de psicología, llevan tiempo alertando de que hay que tomarse muy en serio lo que se conoce como ecoansiedad, porque “puede poner en jaque el futuro de la salud mental de quienes la padecen, aunque aún no se haya catalogado como enfermedad”, apuntan.

Efectivamente, la ecoansiedad no está considerada una enfermedad, al menos por ahora, pero los expertos sí coinciden en que la emergencia climática que vivimos puede derivar en trastornos psicológicos. Concretamente la American Psychology Association (APA) la describe como “el temor crónico a sufrir un cataclismo ambiental que se produce al observar el impacto aparentemente irrevocable del cambio climático y la preocupación asociada por el futuro de uno mismo y de las próximas generaciones”.

Pero también recuerdan que, como cualquier tipo de ansiedad, esta es paralizante, y, frente a ello, la recomendación es “admitir que el mundo está cambiando y hablar de ello con nuestro círculo más cercano”. “La crisis climática no puede resolverse de manera individual y, por eso, quizá lo mejor es unirse a algún grupo con las mismas inquietudes y con quienes compartir miedos”, recomienda la organización de Al Gore. Porque, “muchas veces, darse cuenta de que no se está solo ayuda a gestionar el estrés”, agregan.

La formación, clave para actuar

Sin duda, la formación es esencial para entender lo que le está ocurriendo al planeta y qué cambios debemos hacer en nuestras vidas, pero sobre todo para comprender de verdad lo que quieren decir los titulares casi apocalípticos que encontramos a diario en los medios de comunicación. Y es que, pese a la emergencia climática, la comunidad científica coincide en que existen soluciones y que aún estamos a tiempo de revertir los efectos del calentamiento global. “Hay esperanza para nuestro planeta, pero para que ocurran los cambios -coinciden los expertos- la educación es fundamental”. Y para educarse, formarse e informarse es imprescindible acudir a fuentes fiables como el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), la propia Naciones Unidas o universidades e investigadores y científicos de probado prestigio.


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Los expertos coinciden también en el hecho de que son los jóvenes los que más parecen sufrir por esta preocupación en materia climática de cara al futuro. Precisamente sobre este tema en octubre de 2022 Osoigo Next y PlayGround presentaron en el Congreso de los Diputados el informe El futuro es clima en el que se recogen las conclusiones de la juventud española sobre la emergencia climática. Y según los datos recopilados, el 82% de los jóvenes ha sufrido ecoansiedad en algún momento de su vida y el 97% afirma estar muy preocupado por la emergencia climática.

Pero, frente a esta preocupación, las personas jóvenes proponen una batería concreta de acciones, cambios y soluciones de cara al futuro: según el informe, cuatro de cada cinco jóvenes afirman que les gustaría trabajar en una posición con un impacto social o ambiental positivo para el planeta y la mayoría (un 94%) estaría dispuesto a realizar trayectos más largos en sus viajes de ocio si eso supone utilizar medios de transporte menos contaminantes. Además, prácticamente en su totalidad (casi el 95%) cree que las inversiones públicas deberían priorizarse hacia el sector de las energías renovables.

Respecto a las políticas climáticas, el 80% las encuentra insuficientes por tener un alcance limitado y tampoco cree que sirvan lo bastante como para hacer frente a la emergencia climática.  En concreto, un 45% de los encuestados augura que las actuales estrategias climáticas solo les harán “vivir peor a consecuencia de su ineficacia para atajar el calentamiento global”. Sin embargo, una conclusión positiva es que la encuesta refleja que la mayoría de jóvenes quiere involucrarse políticamente para cambiar las cosas, ya que por encima del 76% de los participantes confía en que la implicación política pueda provocar cambios significativos en la lucha por el clima.

Realistas, aunque también optimistas

Más allá de lo que recomiendan expertos como los del Servicio Nacional de Salud de Reino Unido (NHS, por sus siglas en inglés), que ofrecen en su web consejos para el tratamiento de la ansiedad en general y de la ecoansiedad en particular como medicamentos y terapias conductuales cognitivas, científicos como Owen Gaffney -escritor, analista de sostenibilidad global en el Instituto de Investigación de Impacto Climático de Potsdam y del Centro de Resiliencia de Estocolmo y cofundador del Future Earth Media Lab- plantean otras soluciones.

Gaffney es autor de un estudio que detalla pasos concretos que gobiernos, empresas e individuos pueden poner en marcha para combatir el calentamiento global, recordando que “nuestras acciones individuales pueden tener un impacto positivo en el planeta”. “La ecoansiedad es la respuesta correcta ante la magnitud del desafío”, señala este experto que se declara, sin embargo, optimista, porque “vivimos en una época en que los individuos tienen más poder que nunca en la historia. Mira tu esfera de influencia, tus compañeros de trabajo, tu familia, tus conocidos… No tienes que convencerlos a todos, pero, si logras convencer tan solo al 25%, una idea pasa de ser marginal a significativa”, recalca Gaffney.

“Vivimos en una época en que los individuos tienen más poder que nunca en la historia. Aunque la ecoansiedad es la respuesta correcta ante la magnitud del desafío, debemos ser optimistas”, Owen Gaffney (Future Earth Media Lab).

Para este investigador es fundamental que las personas se mantengan positivas: “La ciencia es clara: tenemos que reducir las emisiones a la mitad antes de 2030, y tenemos la tecnología para hacerlo. Si lo logramos, el resultado será que más personas vivirán en ciudades menos contaminadas, seguirán dietas más saludables y trabajarán en economías más resilientes”, asevera.

Otros expertos, como el periodista especializado en análisis de datos Duncan Geere, reconocen, sin embargo, que “la mayor responsabilidad para producir grandes cambios es de los líderes políticos y los empresarios”, aunque recomienda tres acciones concretas que podemos llevar a cabo como individuos para ayudar a combatir el calentamiento global y controlar nuestra ansiedad: “Primero, piensa en el cambio climático cuando decidas qué comes, cómo viajas y qué compras. Segundo, habla del cambio climático con tus amigos, tu familia y tus colegas y, finalmente, exige acciones de los políticos y las compañías con los mecanismos que tengas a tu alcance”.

Por su parte, y a pesar de los momentos de desesperanza y tristeza que conlleva la ecoansiedad, el biólogo marino Tim Gordon -centrado en estudiar los impactos del cambio climático en los arrecifes de coral- no se deja ganar por esta sensación. “Te mentiría si no dijera que a veces me digo a mí mismo, ‘¿para qué continuar con este trabajo?’, pero, cuando piensas un poco más y hablas con otros científicos, te das cuenta de que aún hay mucho que podemos hacer”, afirma. “Sí, es cierto que muchas zonas del planeta están en serias dificultades, pero depende de nosotros proteger lo que queda. Por eso seguimos haciendo este trabajo. Por eso seguimos adelante”, añade rotundo.

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