Del ecodiseño al residuo cero: claves para aplicar la economía circular en una empresa
Extraer, producir, consumir, desechar. Así es el modelo lineal que ha seguido la economía de consumo en las últimas décadas. Un modelo asociado al agotamiento de los recursos del planeta, a la acumulación de residuos y la aceleración del cambio climático.
Frente a un sistema que pone el planeta al límite, surge como alternativa el modelo de economía circular, que aboga por mantener el valor de productos y materiales el máximo tiempo posible. Esto genera efectos positivos sobre el medioambiente, pero también sobre la propia economía. Se trata de crear valor, pero sin agotar los recursos.
Según Accenture, el modelo de economía circular podría generar un crecimiento económico de hasta 4,5 billones de dólares en 15 años. Gracias a él, la Unión Europea vería incrementado su PIB en el 0,5% y se podrían crear unos 700.000 empleos adicionales hasta 2030.
Para cambiar a un modelo económico circular, es imprescindible que las empresas se sumen a él: hasta el 45% de las emisiones de gases de efecto invernadero se asocian solo a la fabricación de productos
En realidad, tienen poderosas razones para hacerlo. Tal y como explica el Pacto Mundial de las Naciones Unidas, este paradigma minimiza los costes y acelera el crecimiento empresarial, al reducir el consumo de materias primas y potenciar la reutilización de componentes.
La adopción de modelos circulares también facilita a las empresas el acceso a nuevas fuentes de financiación —a través de la inversión sostenible— y proporciona mayor seguridad a la cadena de suministro, al reducir la dependencia de materiales vírgenes. La mejora en la reputación de las firmas y la disminución de riesgos ambientales son otras de las ventajas que aporta.
El modelo de economía circular minimiza los costes y acelera el crecimiento empresarial, al reducir el consumo de materias primas y potenciar la reutilización de componentes.
Cómo aplicarla en la empresa
La aplicación de la economía circular en una empresa requiere un cambio profundo de perspectiva. Este paradigma debe estar presente a lo largo de toda la vida de un producto o servicio, desde su concepción y hasta su final, que debe retrasarse todo lo posible.
Con esto en mente, veamos algunos de los principios más importantes de la economía circular que pueden aplicar las empresas a su actividad:
– Ecodiseño: más del 80% del impacto ambiental de un producto se determina durante su fase de diseño. Para paliarlo, el ecodiseño propone diseñar productos para que sean reutilizados y reparados, en lugar de usados y desechados. Elegir materiales sostenibles y reciclables, así como facilitar las reparaciones y el tratamiento del residuo cuando finalice su ciclo de vida son algunos de sus principios. Concebir modelos de pago por uso frente a la propiedad es algo que también se debe tener en mente.
– Tecnología para reducir el consumo de recursos: desde reparar los equipos tecnológicos en vez de sustituirlos a reducir el uso de papel mediante procesos digitales, la tecnología puede ayudar a las empresas a preservar recursos y limitar la producción de residuos. Si es inevitable cambiar los equipos, se puede hacer por otros más eficientes que permitan ahorrar energía.
– Renovable y reusable: el paradigma circular prioriza la utilización de recursos renovables y reusables, así como su preservación. Los ejemplos van desde poner a disposición de la plantilla botellas de agua de vidrio rellenables a la sustitución de hidrocarburos por fuentes de energía limpias e inagotables.
– Reparación frente a desecho: se trata de alargar al máximo la vida útil del producto, facilitando su restauración para retrasar en lo posible su conversión en residuo. ¿Cómo? Por ejemplo, asegurando la disponibilidad de piezas, facilitando las labores de reparación por parte de terceros o fomentando el mantenimiento del producto con servicios adecuados.
– Residuo cero: este principio se basa en promover la reducción, reutilización y reciclaje de los desechos que la empresa no puede evitar generar. Limitar el uso de plásticos, reducir el desperdicio alimentario, así como transformar residuos en nuevos materiales o aprovecharlos para generar energía son prácticas que encajan en este principio.
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Este tipo de esfuerzos produce resultados tangibles. Un claro ejemplo es el de la compañía Mapfre: en 2023 fue capaz de someter a procesos de valorización hasta el 92% de su producción total de residuos. Esto equivale a 3.567 toneladas destinadas a recuperación, reciclado y producción de energía.
Por otra parte, la incorporación de la firma digital biométrica ha ahorrado 276 toneladas de papel, evitando la emisión de 251,75 tCO2e en España y Portugal. El grupo también donó para su reutilización 14.550,62 Kg de equipos informáticos el año pasado. Además, el 23% de los que gestiona en España se ha reacondicionado.
Su centro Cesvimap, especializado en la reparación y reciclado de vehículos, trató en 2023 un total de 1.887 vehículos fuera de uso, de los cuales llegó a recuperar hasta 673 toneladas de piezas para su reutilización en diferentes mercados.
Gracias a su actividad, los vehículos se procesan de manera sostenible al final de su vida útil y se alarga la vida de sus componentes, además de promover la reutilización de materiales como el plástico y el cristal o reducir el consumo de energía necesario para producir nuevas piezas.