LIBRO: MBA’s ¿ángeles o demonios?
Juanma Roca
Ediciones Gestión 2000
Barcelona 2009
Juanma Roca tiene razón cuando describe la crisis de 2008-2009 como un punto de inflexión en la evolución de las escuelas de negocio. La historia aún no ha terminado de escribirse, pero se vislumbran ya indicios de una transformación profunda en los valores, los contenidos y los métodos de la formación empresarial. ¡Ya iba siendo hora! El desastre de Wall Street en 2008 y la consiguiente recesión económica mundial han generado un debate enérgico acerca de la responsabilidad que la sociedad debe exigir de las empresas y de aquellos que las dirigen y han despertado la idea de si los directivos deberían hace una especie de «juramento hipocrático» como hacen otros profesionales.
La presión sobre empresas y directivos es cada vez mayor, a medida que las encuestas reflejan niveles de desconfianza en la empresa nunca vistos, y los medios de comunicación prestan más atención al comportamiento ético de las empresas. Incluso los dirigentes políticos reunidos en la reunión del G20 en Pittsburgh no dudaron en subrayar «el comportamiento temerario y la falta de responsabilidad» de algunos directivos como una de las causas de la crisis.
Si aceptamos que la crisis refleja no sólo un fallo de regulación, sino también de liderazgo, es obvio que debemos dirigir una mirada crítica a las instituciones que preparan a los directivos empresariales. La idea de exigir a los directivos no sólo una formación académica sino también unos estándares de conducta profesional a la par con otras profesiones es al menos tan antigua como las propias escuelas de negocios. Sin embargo, como Juanma Roca describe, tanto empresarios como académicos se han negado tozudamente a aceptar explícita e inequívocamente más responsabilidad que la maximización de beneficio para el accionista ni más código de conducta que el acatamiento de la ley.
En 2002, tras los escándalos de Enron y WorldCom, un grupo de jóvenes directivos convocados en Ginebra por el Foro Económico Mundial del que formaban parte propuso crear un código de conducta universal que articulase un compromiso público de la dirección empresarial al interés público. La idea resultó ser más controvertida de que lo que esperábamos, tanto en ambientes empresariales como académicos.
En 2005, al poco de llegar a Thunderbird, el claustro de profesores y el consejo rector aprobaron la propuesta de los estudiantes de adoptar un juramento de conducta profesional. El juramento, que incluye un compromiso de actuar con honestidad e integridad, de respetar los derechos humanos, combatir la corrupción y crear valor real y sostenible, fue incorporado a los procesos de admisiones, el contenido de varias asignaturas y a la ceremonia de graduación. La experiencia resultó ser transformadora en los valores que se transmiten a los estudiantes, lo que prueba que la llamada al cambio de Roca puede ser viable. Sin embargo, la experiencia siguió siendo poco más que una curiosidad aislada.
Desgraciadamente tuvo que ser un colapso financiero global lo que hiciera resucitar las ideas de cambio. Tras la caída de Lehman Brothers, las acusaciones se comenzaron a dirigir a las escuelas de negocio por su empeño en perpetuar una visión estrecha de la empresa y sus responsabilidades. Algunos líderes de opinión, como el presidente del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, y los profesores de Harvard Rakesh Khurana y Nitin Nohria se manifestaron en favor de la creación de un código de conducta para la dirección.
En 2009 un grupo de estudiantes de Harvard lanzaron su propio juramento –incluyendo un compromiso a servir el bien común y crear prosperidad económica, social y medioambiental en todo el mundo– y consiguieron que el 60% de sus compañeros lo asumieran en su graduación. Su iniciativa está siendo imitada por otras escuelas.
La dirección empresarial tiene que cambiar, asumir unos valores de servicio público que hasta ahora han brillado por su ausencia. Y este cambio cultural ha de estar conducido desde las escuelas de negocios, que es donde directivos se forman y de donde obtienen muchas de sus ideas.
Es hora de rechazar la falacia de que la defensa del interés público no es compatible con la generación de rentabilidades competitivas para los accionistas. O que las nociones de profesionalidad y responsabilidad social son inconsistentes con la innovación y la iniciativa empresarial. Es hora de reconsiderar el papel de la empresa y de la formación de los que las dirigen. Esta obra presenta un recorrido íntimo por el mundo de las escuelas de negocio y contribuye con datos y perspectivas novedosas a un debate fundamental que no puede hacerse esperar más.