Terapia con perros que cambian la vida de los adolescentes en centros de acogida

El programa ‘Buddies’, desarrollado en varios centros tutelados de Cataluña, aprovecha la influencia positiva de los perros para mejorar la motivación, comunicación y autoestima de los adolescentes tutelados.
<p>Raúl es uno de los jóvenes que participó en el programa 'Buddies' cuando vivía en un centro de acogida. Foto: Fundación Affinity.</p>

Raúl es uno de los jóvenes que participó en el programa 'Buddies' cuando vivía en un centro de acogida. Foto: Fundación Affinity.

“En el centro residencial de menores, mi día a día era algo sin motivación. Quería salir de ahí, escapar; no sabía valorar a la gente. Mentía y me amenazaba porque no me encontraba a mí mismo”. Raúl, ahora adulto, es uno de los miles de jóvenes que han pasado por un centro de menores en España. Con una difícil situación de partida y las complicaciones propias de la adolescencia, este joven catalán encontró una de sus tablas de salvación en un proyecto pionero de terapia cognitiva asistida con perros: el programa Buddies.

“Ver a Bau fue algo emocionante”, recuerda Raúl sobre la primera vez que vio al labrador negro y de carácter tranquilo con el que trabajó durante más de tres meses. “Él me dio el cariño que necesitaba. Cuando estaba con él, desconectaba; eran dos horas intensas, de felicidad a tope. Fue una motivación máxima”.

El programa, impulsado desde 2015 por la Fundación Affinity y la Dirección General de Atención a la Infancia y Adolescencia de la Generalitat de Catalunya en distintos Centros Residenciales de Acción Educativa (CRAE), hace hincapié en los beneficios del vínculo entre las personas y los animales de compañía. Se trata de una terapia que busca incidir de forma positiva en los diferentes aspectos de la personalidad de los menores tutelados mediante un proceso de adiestramiento canino, enfatizando en el bienestar del animal y de su instructor.

Todo ello con un objetivo final: dotar a los jóvenes de la suficiente autoestima, seguridad en sí mismos, empatía y habilidades de comunicación, entre otras aptitudes, para mejorar su vida en el centro y, sobre todo, asentar unas bases para su futuro en la sociedad.

Los centros de protección en España

Como Raúl en su día, en España hay casi 17.000 niños, niñas y adolescentes alojados en centros de menores, según los datos del Observatorio de la Infancia de 2020. La mayor parte son varones de entre 15 y 17 años y de origen español, que llegan a estos espacios de protección después de sufrir abandono, maltratado, negligencias en sus cuidados o encontrarse solos en un país extranjero.

Una medida de protección que, en teoría, se entiende como una solución temporal, hasta que sus familias o tutores puedan volver a hacerse cargo del menor. Pero que, en la práctica, en la mayor parte de los casos se vuelve crónica, hasta que al cumplir los 18 años dejan el centro. Solo once menores de cada cien volvieron a su familia de origen en 2020, según los datos del Ministerio de Derechos Sociales.

De esta forma, el centro tutelado termina convirtiéndose en lo más parecido a un hogar que la mayoría de estos jóvenes tendrá durante su infancia y adolescencia. Y, como cualquier otro hogar, será el que marque su futuro. Un paso a la vida adulta en el que, si no cuentan con las suficientes herramientas y habilidades, corren en el riesgo de quedar excluidos socialmente.

17.000
menores

viven en centros de acogida en España. La mayoría son varones de entre 15 y 17 años.

Desde el fracaso escolar y las dificultades para encontrar un trabajo, hasta casos más extremos de delincuencia o caída en redes de prostitución, la mochila que estos jóvenes cargan a sus espaldas -baja autoestima, frustración, estigmatización y desmotivación, entre otras muchas cosas- pesa especialmente a la hora de salir del centro, emanciparse y construir su propia vida.

Por estas razones, iniciativas como el programa Buddies, sumado al constante apoyo de los educadores sociales, psicólogos, psiquiatras y el resto de expertos de los centros de acogida, son necesarias para asentar unas bases sólidas que les permitan avanzar.

Una vía para expresar emociones

“Los perros no hacen milagros, pero crean una motivación muy alta”, señala Maribel Vila, responsable del área de Terapias Asistidas con Animales de Compañía de la Fundación Affinity, y coordinadora del programa Buddies.

El programa tiene una duración de entre tres y cuatro meses, durante los cuales se organizan grupos de máximo una docena adolescentes que trabajan principalmente en las instalaciones del CRAE una vez a la semana, durante una hora. Son grupos muy reducidos para que todos puedan “tocar perro” y, bajo la evaluación continua de los profesionales de Affinity y del propio centro, desarrollar diferentes aspectos de su personalidad.

Los jóvenes, de entre 12 y 17 años, trabajan ámbitos como la comunicación canina, trucos para que los perros obedezcan ciertas órdenes, hacerse responsables del cuidado del perro tanto dentro como fuera del centro y visitas a protectoras de animales -espacios que se les muestran como lugares de segundas oportunidades para los canes-, entre otras dinámicas.

Gran parte del proceso de adiestramiento es colaborativo: grupos de entre dos y cinco adolescentes a los que se plantean objetivos concretos, como conseguir que un perro saque un medicamento de un cajón o recorra un determinado circuito de obstáculos. Además, en estos ejercicios, los jóvenes comprueban cómo cada perro tiene sus propias capacidades: los hay más rápidos y lentos, pero todos destacan por alguna habilidad. Justo como ellos.

La principal ventaja que destaca la coordinadora del programa es que, a través de los animales, “puedes tratar muchos aspectos sin que tengan la sensación de que es una terapia, término que no les suele gustar”. Como recuerda Vila, por las vidas de los menores pasan multitud de personas que vienen y van, que les han fallado, han abusado o han sido negligentes, por lo que les cuesta confiar. Sin embargo, con los perros “no se sienten juzgados y, a través de ellos, confían más en nosotros”.

Maribel Vila explica, entre otros ejemplos, cómo uno de los menores rompió a llorar y mostró sus sentimientos cuando se le preguntó por los motivos que podrían haber llevado a la madre a abandonar al cachorro con el que estaban trabajando en la terapia. En otro caso, se aprovechó el hecho de que una de las perras montara a otra hembra para tratar el tema de la homosexualidad, de forma que uno de los menores -que se sentía diferente al resto por su orientación-, pudo comprobar que sus compañeros lo veían como algo natural. Así, “vas tirando del hilo y van aflorando sus miedos, pero también sus potenciales”.

“Nos sentíamos muy cómodos porque no trabajábamos en una tutoría, sino con el animal, haciendo tú todo el esfuerzo” recuerda Raúl, que pasó por el programa Buddies en el CRAE Joan Torras, que albergó el proyecto piloto.

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<p>El programa 'Buddies' fue impulsado desde 2015 por la Fundación Affinity y la Generalitat de Cataluña. Foto: Fundación Affinity.</p>

El programa 'Buddies' fue impulsado desde 2015 por la Fundación Affinity y la Generalitat de Cataluña. Foto: Fundación Affinity.

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<p>El programa 'Buddies' fue impulsado desde 2015 por la Fundación Affinity y la Generalitat de Cataluña. Foto: Fundación Affinity.</p>

El programa 'Buddies' fue impulsado desde 2015 por la Fundación Affinity y la Generalitat de Cataluña. Foto: Fundación Affinity.

La clave, señala la coordinadora del programa, está en saber plantear los temas. Los más delicados, de hecho, no se tratan en las primeras sesiones, sino a partir de la sexta semana de terapia, cuando ya existe el suficiente vínculo entre los menores y los perros.

Es en este momento cuando entra en juego el papel del educador presente durante las sesiones, parte imprescindible del programa. Una de estas profesionales es Mercè Camps, educadora social del CRAE Residència Juvenil de Manresa, donde el programa Buddies comenzó su andadura en el curso 2020-2021.

Como relata, la terapia con perros se lleva a cabo un día a la semana; en su caso, los miércoles por la tarde. “Mi tarea era tener todo preparado para que, en el momento en que llegaran los perros, pudiéramos empezar la actividad”, explica Mercè. Durante la sesión su participación era pasiva, interviniendo únicamente en momentos concretos. Al cierre de la sesión es cuando la educadora social tiene una mayor participación, ya que “muchas veces salían temas o se daban situaciones destacables en relación al trabajo que llevamos a cabo en el día a día del centro” y que podía seguir trabajando posteriormente durante el resto de semana.

Este es, de hecho, el aspecto que más valora Camps sobre Buddies. “La presencia del perro rompe tantas barreras que se puede trabajar a un ritmo mucho más ágil y cómodo para los menores”, señala la educadora social, que considera el programa como “un regalo para el CRAE”.

La clave para el éxito del programa

Desde el inicio del programa han pasado por Buddies un total de 280 niños y adolescentes de 28 centros CRAE de Cataluña. Este año, en concreto, el proyecto se desarrollará en dos centros.

Tal como cuenta Maribel Vila, son los propios centros los que se interesan por la terapia asistida con animales y se ponen en contacto con la Fundación Affinity. El siguiente paso es una entrevista para conocer el perfil de los chicos del centro y qué aspectos concretos de la conducta de los adolescentes quieren tratar. Normalmente, los CRAE necesitan mejorar ámbitos como la cohesión de grupo, la relación entre los menores, la capacidad de expresar emociones y aumentar la tolerancia a la frustración y la autoestima.

Una vez disponen del perfil y las necesidades, se crean dinámicas de trabajo específicas. Como insiste Vila, “acabamos trabajando con los centros que ven realmente el potencial del programa y que más creen en este tipo de terapia”.

“Es un tema de convicciones personales del equipo”, coincide Juli Jiménez, director del CRAE Joan Torras, que recuerda que, en su centro, “todos teníamos claros que es muy importante el trabajo con animales”. De hecho, antes de trabajar con la Fundación Affinity, ya realizaban visitas quincenales a una protectora de animales, donde los jóvenes cuidaban y se responsabilizaban de ellos.

“También teníamos claros los objetivos en los que queríamos incidir con los chicos: desde comportamientos sexualizados, trabajo emocional, afectivo y de conducta”. Jiménez coincide en el impulso del programa Buddies a las terapias habituales con psicólogos y psiquiatras: “al no sentirse cuestionados, muchas veces los chicos se veían reflejados en los animales del equipo, -sobre todo con los cachorros abandonados- y podían verbalizar muchas situaciones que luego trabajaban con nosotros”.

Mejora de la comunicación, autoestima y relación

Uno de los ejes de Buddies es la investigación y el análisis para demostrar la efectividad del programa. Además de los registros que llevan a cabo los centros, los investigadores de la Cátedra Fundación Affinity Animales y Salud de la Universitat Autònoma de Barcelona llevaron a cabo un estudio para obtener resultados específicos, publicado en 2018 con los datos obtenidos durante el curso anterior.

Las terapias asistidas con animales mejoran los aspectos emocionales, comunicativos y de convivencia en jóvenes en riesgo de exclusión, según un estudio de la Universidad Autónoma de Barcelona.

La conclusión de la investigación fue que las Terapias Asistidas con Animales (TAA) son eficaces en la mejora de aspectos emocionales, comunicativos y de convivencia entre los jóvenes en riesgo de exclusión, especialmente en la comunicación, autoestima y relación, como recuerda Maribel Vila.

En la investigación participaron 67 adolescentes de 7 centros residenciales de la Generalitat de Catalunya, que se dividieron en dos grupos: uno de 45 jóvenes que participaron en la terapia con animales y, otro con 22, que recibieron las terapias estándar.

Asimismo, antes de iniciar el programa, los terapeutas seleccionaron y midieron durante un mes tres conductas que era conveniente mejorar en cada uno de los adolescentes: habilidades sociales (respetar a los demás, pedir ayuda, etc.); autodesarrollo (saber planificarse, aumentar la autoestima, etc.) y autocontrol (aprender a tolerar la frustración, controlar la impulsividad verbal, etc.).

Tras las 14 semanas del programa, la investigación constata una mejoría estadísticamente significativa en la puntuación global de conducta de los adolescentes (test de Wilcoxon) que han participado en el programa, por encima del resto de menores que solo recibieron las acciones habituales de los centros. Una mejora que, además, se mantiene al menos durante los seis meses posteriores, según el informe.

Otros datos destacables son la alta tasa de asistencia a las sesiones de todos los chicos -del 73%- y la buena valoración en la encuesta de satisfacción que se les pasa a los jóvenes, en la que puntuaron con casi 9 puntos sobre 10 el trato recibido por los profesionales del programa.

“Mi valoración general fue muy buena”, recuerda Raúl, quien destaca especialmente cómo buena parte del trabajo de Buddies se basaba en “mucho contacto entre los chicos”, lo que permitió mejorar la relación entre todos ellos. “Yo no trataba bien a las personas siempre y, gracias a que tenía que decir bien las cosas para que el perro me hiciera caso, supe valorar a la gente, hablarles bien, porque sabía que no costaba nada”.

En el caso de Raúl, el vínculo generado con el programa, con Maribel Vila y con los perros durante la terapia fue tan fuerte que, años después, se mantiene. “Dejó mucha huella y, sobre todo, mucho amor por las personas”, explica el joven, quien sigue disfrutando de buenos momentos con el perro Bau. Es más, en la actualidad, le gustaría poder formarse en esta materia y “enseñar a todos los chicos a echarle ganas, esfuerzo, no rendirte y mirar siempre adelante”.

<p>Raúl, uno de los jóvenes que ha participado en el programa 'Buddies', cuenta que Bau le dió el cariño que necesitaba. Foto: Fundación Affinity.</p>

Raúl, uno de los jóvenes que ha participado en el programa 'Buddies', cuenta que Bau le dió el cariño que necesitaba. Foto: Fundación Affinity.

El valor de los perros como recurso terapéutico

La responsable del programa, Maribel Vila, lo tiene claro: “Lo ideal sería que en todos los CRAE existiese este recurso”. Sin embargo, pese al apoyo de la DGAIA en su implantación, señala el aspecto económico como principal limitación para que el programa se expanda. Hasta ahora, de hecho, todos los programas han sido financiados íntegramente por la Fundación Affinity. Como explica Vila, actualmente están explorando vías de colaboración para que la Generalitat también participe en el coste de los programas y puedan hacerse extensivos a más centros.

“El perro tiene un valor, pero suele creerse que es gratis”, señala. “Nadie cuestiona que un psicólogo o un psiquiatra cobre por su trabajo, pero si es una terapia con animales, la sociedad muchas veces se cuestiona por qué hay que pagar por el trabajo con un perro”. En este punto, recuerda que los perros “no hacen milagros por sí solos”, sino que las terapias con ellos necesitan el apoyo de profesionales.

De hecho, las terapias con perros se han ido extendiendo desde Buddies a distintos proyectos, como CRAE Parental -trabajo con padres que han perdido la tutela y los hijos que viven en los centros, que ya ha atendido a medio centenar de personas en dos ediciones-; Huscan, dirigido a la infancia víctima de abusos sexuales, que arrancó el año pasado; CREI, programa residencial con jóvenes tutelados en régimen cerrado, cuya prueba piloto se está desarrollando este año; y Casa de Acogida, cuya terapia se realiza en el primer centro u hogar donde los niños son llevados cuando se les retira de los padres y que en sus seis ediciones ha atendido a más de treinta niños.

Para Vila, no obstante, sería útil el trabajo con perros en muchos otros ámbitos, como las prisiones, los centros de salud mental, las escuelas donde haya problemas de bullying e, incluso, en los tanatorios, donde servirían para relajar mucho el duelo y el dolor de los familiares de los fallecidos.

Por su parte, Juli Jiménez, como responsable de centro, señala como uno de los inconvenientes de Buddies el volumen de chicos que pueden acceder al programa. En su caso, al acoger a 20 menores y no poder trabajar con todos a la misma vez, “tuvimos que hacer grupos y turnos, lo que duplicaba el trabajo”. Sin embargo, no lo vieron como un hándicap, sino que “la adversidad se convirtió en un punto positivo para alcanzar así mejor los objetivos que trabajamos con ellos”.

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