La tecnología como soporte indispensable para el emprendedor social
Un grupo de expertos mentores han puesto su experiencia al servicio de varios proyectos que emplean la tecnología como medio primario. Bajo el nombre de UEIA, la primera aceleradora especializada en emprendimiento social de base tecnológica ha servido de trampolín a varias ideas prometedoras muy recientes que buscan ahora afianzar sus modelos de negocio.
Catalina Parra, cofundadora de UEIA (su sonido imita la palabra «huella»), estaba vinculada al sector social desde la creación de Hazloposible.org conjuntamente con José Martín Cabiedes. En todos esos años, numerosos emprendedores acudían a ellos con proyectos buscando un referente. «Nuestra capacidad para acoger gente era limitada, ni siquiera teníamos oficinas». Lo que sí tenían Catalina y José era un alcance de 8.000 suscriptores y una plataforma de lanzamiento buena.
Se pusieron a pensar qué hacer a favor de esas personas que necesitaban un empujón para orientar sus objetivos sociales y de ahí surgió una primera campaña de concienciación sobre emprendimiento social y nuevas tecnologías que convocó a un total de 120 personas. «Ahí se generó algo de caldo de cultivo», cuenta Catalina.
Posteriormente, se produjo «un éxito inesperado» con una «avalancha» de más de 160 trabajos durante el primer año de iniciativa, de los cuales, tras una criba preliminar de 40, fueron elegidos 12 de ellos. Todos habían participado en la fase denominada de «ignición», que va inmediatamente antes de la «aceleración».
Entraron en escena los mentores para ayudar a los emprendedores a trabajar sobre sus ideas evaluando cada plan «a la luz de la realidad». «Buscábamos, primero, que fueran realmente sociales y, en segundo lugar, sostenibles por sí mismos y con verdadero impacto social, aparte de la parte tecnológica», comenta.
Ese ingrediente tecnológico es el aspecto que el equipo de UEIA dominaba más y la ventaja de la tecnología radica en que «la prueba-error es más barata, más fácil y más rápida». Montar proyectos físicos requiere una inversión mayor y un plazo de prueba más amplio.
A través del llamado Demo Day, UEIA intermedió para conectar a los emprendedores con potenciales inversores, gente que podría apostar por esas ideas. Al principio eran pocos, como escasos eran también los fondos de inversión, aunque han ido apareciendo más («afortunadamente») y también hay más aceleradoras.
Durante el segundo año de iniciativa, otras 12 ideas recientes pasaron la criba en 2013 y ahora empiezan a levantar el vuelo. Catalina reproduce la mentalidad del inversor social: «Sé que no estoy dando dinero a fondo perdido. Es una buena inversión, con una rentabilidad muy discreta, pero con ella genero un impacto social».
El perfil es variopinto, desde personas individuales que creen en este modelo de inversión, es decir, los filántropos/ inversores que invierten –más que donar– para fomentar proyectos de mayor calidad y que perduren. A ellos habría que sumar aquellas instituciones que llevan tiempo respaldando proyectos de muy diversas maneras y que actúan en distintas fases de la cadena del emprendimiento.
Tampoco existe un retrato robot fijo del emprendedor social en España porque la aventura atrae a gente muy joven pero también se encuentraan personas implicadas de 40 o 50 años de edad.
May Escobar, otra de las piezas clave en el nacimiento de UEIA y actual directora de Innovación y Nuevos Proyectos en Fundetec, define al emprendedor social como «emprendedor al cuadrado» porque su cometido es doble: atender a la necesidad social y atender a los requerimientos del mercado.
Compensar por conservar la naturaleza
«Soy un humilde profesor. Esto lo tendría que desarrollar una compañía», pensaba Pablo Martínez de Anguita. «Pues hazte emprendedor social», le sugirió alguien.
La inspiración le llegó cuando aún no conocía qué era el emprendimiento social. Este investigador de la Universidad Rey Juan Carlos acudió a UEIA con un proyecto para la conservación de la naturaleza, quedando entre los doce finalistas del pasado año.
«Vaya reto. Me dijeron que tenía que buscar ingresos para mantenerme. Fue un verdadero estímulo. Elegí a una persona que sabía de empresas (yo soy más creativo), alguien ordenado y con talento para la gestión», así recuerda este profesor los comienzos.
Creyó en su potencial para montar un tipo de empresa social y el fruto se llama Lands Care un año después. Se trata de un sistema de sellos de prestigio a través del que los usuarios contribuyen a la conservación de espacios naturales y culturales.
«Tenemos que ayudar a esos custodios locales de los recursos y espacios, implicando a la propia comunidad y explicando la utilidad del sistema. Queremos que la sociedad sea la que gratifique al cuidador de unos recursos con estos sellos mediante pequeñas cantidades de dinero», argumenta.
Para esa persona, para esa asociación de vecinos, esa agrupación cultural, o para el ayuntamiento que esté detrás, otorgarle un sello es «reconocerle socialmente el esfuerzo».
Pablo se ha dedicado a estudiar durante años un mecanismo de pago por servicios ambientales aplicado a países centroamericanos y sudamericanos. La conclusión es que la naturaleza tiende a conservarse cuando genera productos o servicios de utilidad, pero en países o comunidades muy pobres, la misma pobreza hace que la naturaleza acabe destruyéndose. «No solo es por culpa del capitalismo», puntualiza. De esa premisa arranca su actual proyecto Lands Care para incentivar y premiar la actividad de conservación.
Para que la filosofía de Lands Care arraigue, un equipo de profesionales está desarrollando una página atractiva, fácil de utilizar y útil, de forma que la gente se impregne de la cultura de los sellos: Landscare.org. «Queremos convertir Lands Care en el primer sistema de pago por servicios ambientales a nivel mundial».
La experiencia basada en España podría trasladarse a muchos otros países, pero primero hay que consolidar el proyecto aquí, mejorar y afianzar la aplicación porque «para salir al gran público tenemos que tener un producto tecnológicamente bueno».
Cuidados a domicilio a golpe de click
Elisabeth Olivé y los socios que dan vida a la web de Afables acumularon malas experiencias cuando buscaban asistencia a domicilio para sus parientes mayores o dependientes. ¿A quién recurrir? No es sencillo ya que existe una visión del sector asistencial como algo «deshumanizado» en ocasiones.
Afables es un «recomendador» social de ayuda a domicilio, aunque a sus fundadores les gusta hablar de «buscador» porque se entiende mejor.
«Hemos vivido en primera persona la necesidad de utilizar estos servicios y sabemos la dificultad de acceder a información de calidad cuando hay que incorporar a una persona en casa», declara Elisabeth.
En la web se ofrecen cuidadores individuales y empresas especializadas, cada uno con un perfil dependiendo de la persona que hay que atender.
Es gratuito para las familias, que solo tienen que registrarse para alimentar con sus referencias y vivencias todo el sistema, una inestimable ayuda para otros usuarios. «De la misma manera que consultamos un buscador para encontrar un hotel o un restaurante, es necesario este mecanismo de recomendación». Elisabeth advierte sobre el prestigio que ganan las empresas y los cuidadores particulares.
«El buscador acerca la oferta a la demanda proporcionando información. Podemos hacer aflorar a los buenos profesionales del sector asistencial, a las empresas que funcionan, para que otros se pongan las pilas y trabajen mejor».
Además, la web Afables.com proporciona acceso a una red de voluntarios gracias a un programa con Cocemfe y la Fundación Mapfre para «dar un respiro al que cuida, fundamentalmente». Por un máximo de 10 horas al año, los voluntarios ofrecen acompañamiento no técnico a las personas dependientes y así los cuidadores habituales pueden cumplir con sus asuntos particulares.
Otro de los proyectos que caló el año pasado en UEIA está destinado a los más pequeños de la casa. Verónica Pastrana, experta en contenidos audiovisuales, identificó un problema en España.
Los niños pasan una media de 990 horas al año frente a la televisión, muchas más horas de las que están en las aulas. «Es una pasada», pensó Verónica al leer los datos de dos estudios sobre el consumo de televisión en España. Uno es el Anuario de la Televisión, elaborado por el Gabinete de Estudios de la Comunicación Audiovisual, y otro es el libro blanco titulado La educación en el entorno audiovisual, del Consejo Audiovisual de Cataluña. Eran demasiadas horas para no dar importancia a este hecho.
«Igual que elegimos el cole para nuestros hijos y los menús del comedor, ¿por qué no los contenidos audiovisuales? Si no podemos evitar que se sienten frente a la tele, al menos seamos capaces de elegir programaciones más adecuadas para su desarrollo cultural y psicoemocional», reivindica esta emprendedora.
Así nació su web Yeeep.tv con el respaldo de un equipo de padres, educadores, profesores y psicólogos, que son los encargados de evaluar los contenidos infantiles, seleccionar los mejores y elaborar fichas descriptivas de cada programa o serie.
Después de haber pasado por la aceleradora, había que establecer el ideario («la filosofía de Yeeep») y luego dar con esa tecnología que permitiera un sistema de trabajo para el análisis de contenidos capaz de suministrar información a padres y comunidades educativas, y establecer un criterio según la edad del niño y el momento.
Ahora, Yeeep está en pleno proceso de aprendizaje avanzando con cautela porque el producto en sí es «muy novedoso». Virginia confía en la utilidad de esta web tras haber recibido el estímulo de UEIA: «Han aportado mucho a la hora de pensar en los posibles modelos de negocio y en las estrategias de marketing, ayudándonos a ver la importancia del producto bien pensado y a hacer mediciones para mejorarlo.»
Tarifas con responsabilidad social
Tres compañeros de MBA de la Escuela de Negocios de Sevilla se marcharon a Madrid a exponer el concepto de Tarifas Blancas cuando en su tierra no les tomaron muy en serio. «En el sur nos veían como un poco freaks», asegura Pedro Rincón, uno de los promotores de esta web de descuentos con responsabilidad social.
Arropados por el equipo de UEIA lanzaron esta plataforma hace un año para lograr los mayores descuentos a personas discapacitadas y desempleados en un serie de servicios y bienes. A estos dos colectivos pronto se unirán las personas mayores y las familias numerosas como beneficiarios. Para Rincón, la idea llega en un momento lógico y complicado por el paro y la profunda crisis que viven las economías más vulnerables.
De momento, la web Tarifasblancas.com dispone de 22 categorías de servicios y productos, desde cursos en inglés, pasando por descuentos en ópticas y centros de estética.
Para acreditar su situación, el parado y la persona con discapacidad presentan un comprobante para que los administradores de la página validen el registro.
En la otra cara de la moneda están las empresas que realizan ofertas, que también deben pasar un control previo de idoneidad y saber si cumplen el valor social esperado. La página permite a los administradores y a las empresas registradas hacer un seguimiento del impacto social que se consigue con cada oferta publicada.
Pedro Rincón, que fue director de una oficina bancaria antes de cambiar de rumbo profesional para sacar adelante Tarifas Blancas, sabe que «emprender» es un verbo delicado «pero si encima añades el adjetivo ‘social’, es como un triple salto mortal en el mundo de la acrobacia».
La tecnología que constituye la espina dorsal de Tarifas Blancas no es un mundo abierto a todos. No todo el mundo confía en Internet, hay recelos de ciudadanos de a pie y también de empresas. No obstante, está convencido de que su proyecto tiene todo el sentido del mundo. «La única duda es si lo conseguiremos dentro de dos o tres años. Dependerá de la sostenibilidad del negocio, pero la necesidad social está ahí», afirma.