En busca de la empatía perdida con el refugiado
Parece extraño pasar un día sin escuchar noticias relacionadas con el desplazamiento de personas refugiadas hacia destinos sin conflicto armado. Familias completas o desconectadas, numerosas o individuales, que se han visto obligadas de salir de sus casas y de las fronteras de sus países, en plena guerra, para evitar una muerte segura. Y que buscan un lugar donde se les acoja hasta que puedan regresar.
Sin embargo, una gran parte del mundo les da la espalda y les pone mil barreras para evitar por todos los medios que se les dé asilo. No hay empatía con su complicada situación; son muchos los que no los ven con buenos ojos, y la mejor muestra de ello son los resultados electorales. Cada vez son más los gobernantes que han ganado en las urnas con programas que incluyen duras políticas migratorias.
España no es, ni mucho menos, el ejemplo a seguir. Por un lado, el Estado todavía no ha sido capaz de dar cobijo a cerca del 80% de los más de 17.000 refugiados de los campamentos de Grecia que se comprometió a acoger en 2015. Por otro, el Gobierno de Pedro Sánchez acaba de plantear nuevas medidas contra la inmigración ilegal que consisten en no dejar zarpar a los barcos de Salvamento Marítimo ni de ONG que patrullan por las aguas del Estrecho de Gibraltar y del Mediterráneo.
Se trata de buques como el Aita Mari o el Open Arms, frenados por la Administración en los puertos de Pasaia (Guipúzcoa) y en el de Barcelona, respectivamente. El ministro de Fomento, José Luis Ávalos, ha negado que esta sea una “decisión arbitraria”, sino que está basada en la falta de ciertos permisos que exigen las leyes para poder zarpar.
Sea como fuere, el anuncio del Gobierno está dando mucho que hablar. Tiene como objetivo reducir a la mitad las llegadas del pasado año: más de 57.000, según datos del Ministerio del Interior. Es la cifra más elevada de toda la UE, y un problema difícil de encauzar que también afecta a los refugiados que buscan encontrar asilo en Europa a través de una de las pocas vías abiertas y ‘factibles’: la de España.
Nuevas fórmulas para entender y empatizar
A lo largo del último siglo gran parte de la población española se ha visto abocada al éxodo dentro y fuera de sus fronteras. Bien como fórmula para huir de la guerra o de la dictadura, bien para medrar desde el punto de vista económico, o bien, más recientemente, para poder forjarse un futuro profesional.
Sin embargo, en la actualidad y a nivel general existe un problema de empatía hacia aquellos que llegan a tierras españolas huyendo de un conflicto o que buscan labrarse un futuro. Desde la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) son conscientes de este problema y están apoyando nuevas fórmulas formativas e informativas que mejoren esa situación.
Un ejemplo es la obra de teatro infantil Peregrinos, coproducida por Voilá Producciones y El Pavón Teatro Kamikaze. Cuenta la historia de la pequeña Bubú, de seis años, que tiene que huir sola de su pueblo para escapar de la guerra y encontrar a su padre, que vive en el norte. La protagonista es una marioneta de 110 centímetros que, gracias al apoyo audiovisual, atravesará mares y desiertos para llegar a su destino.
“El trabajo de documentación realizado ha sido muy importante, sobre todo para tratar los temas con el máximo respeto y poder conectar con la realidad una historia imaginaria”, comenta la directora de la obra, Cynthia Miranda. Esta explica que con la obra se intenta mostrar una realidad que normalmente se trata de esconder a los niños, plasmando de una forma sencilla situaciones complicadas “como la de poner una valla para evitar que se cruce una frontera”.
La atracción del videojuego
Otra plataforma que se ha escogido para hacer entender el difícil tránsito que sufre un refugiado ha sido el de los videojuegos. Recientemente, Nintendo ha presentado Bury me, my Love en versión descargable para su modelo Switch. Elaborado por el estudio francés The Pixel Hunt, muestra el viaje de Nour, una mujer que huye de Siria hacia Europa.
El jugador se pone en el lugar de su marido, Majd, que se ha quedado en Siria con el resto de la familia, y que se irá comunicando con su esposa a través de mensajes instantáneos vía smartphone. “Dependiendo de nuestras contestaciones, Nour tomará unas decisiones u otras, y su destino será diferente en cada caso”, explica el creador del juego, Florent Maurin.
Al igual que ocurría con Peregrinos, este videojuego lleva detrás un exhaustivo trabajo de documentación. No solo recabando información periodística de un buen número de medios generalistas de todo el mundo, también a través de documentales y de ONG. Y, por supuesto, contando con la ayuda y testimonios de varios refugiados.
“Especialmente de una, Dana, que sirvió de inspiración para crear a Nour. Nos ofreció gran ayuda en la elaboración y revisión del guion”, afirma Maurin. Este justifica la utilización del teléfono móvil como vínculo de unión entre el jugador y la protagonista de la historia. “Puede parecer un lujo a ojos de muchos, pero representa una necesidad que mantiene a los migrantes cerca de sus seres queridos y que los equipara con cualquiera de nosotros”, razona.
Con una línea gráfica diferente pero un trasfondo similar también se encuentra My Memory of Us, de Juggler Games, una historia inspirada en la ocupación nazi de Polonia que dio comienzo a la Segunda Guerra Mundial. Aunque desde un punto de vista más alegórico: los protagonistas del juego son dos niños judíos que tienen que enfrentarse a muros, guetos… y a un ejército de robots malvados.
El jugador deberá ir resolviendo diversos puzles de lógica con un objetivo claro: conseguir que los dos menores puedan evadirse del entorno que les rodea y jugar entre sí para poder seguir siendo niños. Sin embargo, para aquel que controle los mandos será difícil obviar la crudeza de los escenarios y las marcas diferenciales (de color rojo en un ambiente en escala de grises) de aquellos que están sometidos por el ejército invasor.
El punto de vista del cómic
Más realista y variado en lo que a historias se refiere es el caso de La Grieta, un extenso cómic que lleva en el mercado ya más de dos años y que ha sido elaborado por el fotógrafo Carlos Spottorno y el reportero Guillermo Abril, reconocidos con un World Press Photo. Ambos se plantearon darle una nueva forma narrativa a las 25.000 fotos y 15 cuadernos de notas que habían acumulado a lo largo de su carrera profesional en torno a las fronteras más complicadas de la Unión Europea.
Ahora es todo un referente en el campo de la novela gráfica. Sus páginas muestran historias reales en forma de ficción, en las que se puede descubrir el rescate de una patera frente a las costas de Libia, el éxodo de los refugiados de los Balcanes, los tanques de la OTAN frente a Bielorrusia o la complicación de cruzar la valla de Melilla, entre otras historias.
Todo un volumen para observar rostros cargados de expresividad, que son reales y que, en su mayoría, tienen un objetivo claro: cruzar al otro lado, sea como sea, cueste lo que cueste. Como la pequeña Bubú de Peregrinos. Como la joven Nour de Bury me, my Love. O como tantos y tantas que se juegan la vida aspirando a un futuro mejor, lejos de la guerra y la violencia.