La innovación, clave del voluntariado de la sociedad civil durante la pandemia
El voluntariado está atravesando un proceso de transformación para poder seguir generando impacto positivo en el desafiante contexto que trajo la pandemia del coronavirus. En tiempos de crisis, aparecen nuevos proyectos para dar respuesta a las necesidades que emergen y al mismo tiempo más personas se sienten motivadas a sumarse a este tipo de iniciativas sociales para brindar su apoyo.
La participación es variada: algunos voluntarios se comprometen con proyectos a largo plazo y otros colaboran en acciones puntuales, se suman a campañas en redes sociales o realizan donaciones.
Muchas ONG batieron récords históricos en donaciones, voluntarios y participantes en actividades en estos meses.
Por ejemplo, el programa del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires Mayores Cuidados, que se creó para acompañar a adultos mayores, tuvo casi 40.000 inscritos durante el primer mes.
El Programa UBA en Acción, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, que promueve el desarrollo comunitario y apoyo en barrios vulnerables, tuvo unos 7.000 voluntarios (cinco veces más que años anteriores).
Antes de la cuarentena, la organización latinoamericana Helpers, que asiste en situaciones de emergencia, tenía alrededor de 1.100 voluntarios y hoy supera los 4.000.
“En este momento, hay mucha gente con tiempo disponible, ya sea porque son parte del grupo desafortunado que se quedó sin empleo o porque sus jornadas laborales se vieron reducidas, entre otros motivos. Siendo Internet la ventana al mundo en esta época de encierro, las personas se encuentran en un estado de hiperconectividad que las acerca más a las oportunidades virtuales de voluntariado; esa es la clave”, dice Mario Roset, cofundador y CEO de Civic House, una organización sin fines de lucro internacional que ofrece un espacio de creación y colaboración para impulsar e integrar iniciativas y organizaciones de innovación cívica de alto impacto.
Según Roset, la cuarentena obligó a muchísimas organizaciones sociales a transitar un acelerado proceso de transformación: desde repensar los procesos de trabajo colaborativos en tiempos de pandemia; traer nuevas herramientas digitales para el trabajo a distancia y capacitar al personal de las organizaciones sociales en su uso; dar apoyo con piezas digitales para visibilizar el trabajo de las organizaciones; acompañar la búsqueda de fondos y donaciones, y, por qué no, trabajar en todas aquellas mejoras que eternamente se posponen para “cuando haya tiempo”.
El voluntariado remoto no es algo nuevo. Existen plataformas globales como UN Volunteers donde la premisa es justamente conectar con personas interesadas en colaborar desde cualquier parte del mundo.
“Lo interesante de esta nueva oleada de voluntariado remoto es que se trata prácticamente de la única modalidad de voluntariado disponible hoy y eso abre las puertas a una mirada global. Podemos trabajar de forma colaborativa con personas en cualquier parte del globo. Está habiendo una clara motivación por parte de muchas personas a colaborar como nunca nos había pasado antes”, comenta Roset.
“Una tendencia que estamos viendo es que muchas veces las ganas de colaborar están más vinculadas a lo que cada uno sabe hacer (si sos programador, ofrecés tus horas de programador, etc.) y eso es algo que consideramos muy valioso”, añade.
En relación al voluntariado en tiempos de pandemia, el referente de Civic House observa tres desafíos: qué hacer con los programas de voluntariado en territorio y cómo seguir colaborando con esas poblaciones a la distancia; el desconocimiento sobre cómo ayudar, y la problemática de conectividad, que deja aislada a grandes poblaciones vulnerables.
Adaptarse a las circunstancias
Techo es una organización que busca brindar soluciones habitacionales en barrios vulnerables. La organización tiene presencia en 19 países de América Latina y el Caribe. Desde el 13 de marzo, tuvieron que suspender todas las actividades en territorio e innovar para seguir acompañando a las comunidades.
“En un principio, empezamos a promover acciones orientadas a poder diagnosticar el estatus de cada comunidad en relación a la COVID-19. Realizamos un monitoreo telefónico en las 500 comunidades con las que trabajamos. Evitamos ir para no propagar el virus”, cuenta Juan Pablo Duhalde, director general de Techo Internacional, magíster y licenciado en Sociología.
Techo reorientó su trabajo y armó una campaña para llevar kits con alimentos y productos de higiene a las comunidades donde la organización está presente. Se entregaron más de 123.000 kits en coordinación con los líderes barriales.
Los referentes comunitarios son la contraparte directa de las organizaciones en los barrios vulnerables y tuvieron un rol esencial en esta pandemia. En primera instancia, transmitieron los mensajes a los vecinos para que se cuidaran. Luego, se encargaron de la distribución de los kits.
“Las familias siguen necesitando una solución habitacional, pero nos dimos cuenta que en este momento lo urgente era el acceso al alimento. Ante cualquier emergencia o crisis, lo que Techo promueve es ir a los territorios, pero esta pandemia nos generó un limitante en este sentido. Fue una especie de golpe interno”, dice Duhalde.
Hoy Techo tiene 4.200 voluntarios fijos. Con las universidades cerradas y el trabajo remoto fue un gran desafío incorporar nuevos voluntarios.
“Pensando en la nueva normalidad de América Latina, deseamos retomar el trabajo directo y físico en los asentamientos. Entendemos que no va a ser fácil. La gran lección de este contexto es que se pueden generar iniciativas a la distancia que tengan impacto directo en las familias. Los desafíos se van a duplicar para todas las organizaciones sociales”, reflexiona Duhalde.
El modelo de trabajo de América Solidaria consiste en la cooperación en red: crean alianzas con organizaciones que trabajan en el territorio, con y por la niñez, y ponen a disposición profesionales voluntarios de todo el mundo, que donan un año al servicio de las necesidades que se requieran para disminuir las vulneraciones y exclusiones de la niñez en Latinoamérica. Hoy, sin embargo, el escenario cambió. 53 profesionales voluntarios están trabajando remotamente en los distintos proyectos.
Durante junio, la organización lanzó una nueva convocatoria de Socios Territoriales —organizaciones territoriales a las que se alían para llegar a la niñez—, con el propósito exclusivo de abordar las problemáticas que la pandemia está generando en los niños, niñas y adolescentes más excluidos. Este trabajo durará cuatro meses y será a través de profesionales voluntarios que residen en Chile, entendiendo que los traslados internacionales suponen riesgos que no pueden correr.
Los condicionantes impuestos por el confinamiento obligaron a muchas organizaciones sociales a suspender sus campañas sociales que, en muchos casos, implicaban grandes movilizaciones o encuentros de voluntarios.
Por ejemplo, las campañas de recaudación de medicamentos del Banco Comunitario de Medicamentos de la Fundación Tzedaká, donde muchas instituciones y laboratorios realizaban donaciones, no ha podido llevarse a cabo durante este año.
Lo mismo que muchas organizaciones que trabajaban en apoyo a establecimientos educativos. Por ejemplo, los apadrinamientos a escuelas rurales, se vieron afectados por la suspensión del transporte de media y larga distancia.
Organizaciones que nacen en la pandemia
La asociación Donarg fue pensada y organizada en plena pandemia por 25 jóvenes graduados y estudiantes universitarios. Ellos nunca pudieron reunirse personalmente, e incluso algunos de ellos no se conocían. Se juntaron a partir de una convocatoria realizada por la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires para dar respuesta a la fuerte caída en la cantidad de donación de sangre.
Otras iniciativas voluntarias novedosas que pueden mencionarse son Aquí estoy, integrado por psicólogos que gratuitamente brindan contención psicológica en esta coyuntura o Salimos codo a codo que son emprendedores o graduados de Ciencias Económicas que asesoran a comerciantes y pequeños empresarios a afrontar este nuevo panorama económico, por ejemplo, ayudándoles a armar su esquema de venta domiciliaria.
Desde el inició de la pandemia se conformaron grupos de WhatsApp y Telegram de personas que tienen impresoras 3D y quieren hacer su aporte. Uno de los grupos, ReesArg Zona Norte, tiene más de 120 personas conectadas que imprimen desde sus casas. Se arman redes para imprimir máscaras para los médicos u otros insumos como válvulas que son esenciales para el funcionamiento de los respiradores.
Preparar comidas en casa fue otra iniciativa que surgió con el confinamiento. Convidarte nació el 27 de marzo en Buenos Aires de la mano de José “Chino” Saraví Cisneros. “Le comenté a mi esposa que quería proponer a mis vecinos que cocinen en sus casas para llevar viandas a personas que las necesitan. Lo propuse a cinco vecinos y generamos una primera tanda de 60 vianda para el Comedor del Fondo de la Villa 31”, relata Saravi Cisneros.
Hoy Convidarte tiene 4.000 voluntarios y genera 7.000 almuerzos por día, que se entregan a más de 100 comedores. “El gran desafío del proyecto es coordinar toda la logística en este contexto. El éxito de Convidarte radica en que el aislamiento generó tiempo a las personas para que cocinen con sus familias”, dice Saravi Cisneros.
Al pensar en buenas prácticas para promover en el voluntariado en este contexto, Roset considera importante tener una reunión de equipo al menos una vez a la semana, poner objetivos pequeños y alcanzables para ir avanzando a pequeños pasos y usar herramientas como Trello, Asana o Slack para organizar la planificación y la comunicación interna.
“Hacer un uso respetuoso de los tiempos y los espacios de las personas es fundamental. Hay que evitar contactar a los voluntarios por canales personales como Whatsapp y, en caso de hacerlo, respetar el horario de la jornada laboral”, expresa el referente de Civic House.
Artículo apoyado por Stars4Media.