José Antonio Segarra: consejero, maestro y amigo

Ayer recibimos la inesperada noticia del fallecimiento de José Antonio Segara. Aunque desde hace casi un año luchaba contra el cáncer, ninguno esperábamos un desenlace tan repentino.

José Antonio siempre fue un hombre optimista y vital, y ese estado de ánimo lo transmitía inmediatamente a los que le rodeaban. En la Fundación Haz, de la que él era consejero, hemos tenido la fortuna de contar con su inestimable ayuda durante estos últimos dos años.

Su último correo lo recibimos hace apenas unos días, el pasado 30 de abril. “Perdonadme pero estaré fuera de juego, al menos este mes de mayo”. Respondía a un correo en el que le comentábamos un asunto de la fundación. El mensaje retrata muy bien el talante de José Antonio. Su gentileza, pidiendo perdón porque no iba a poder atendernos, su compromiso en todo momento y circunstancia y su desprendimiento, sin dar importancia a su grave enfermedad.

No tuve la fortuna de asistir a las clases de José Antonio en el IESE porque cursé el programa en Madrid y no en Barcelona. Pero si disfruté del privilegio de su sabiduría y calidad humana, primero en el patronato de la Fundación Codespa en Cataluña y después en la Fundación Haz. Entre uno y otro periodo transcurrieron cerca de siete años en los que apenas nos vimos, aunque intercambiábamos algún correo esporádicamente.

En el año 2017 le escribí para volver a vernos y me contestó inmediatamente. Nos reunimos en Madrid y nos pusimos al día. José Antonio me comentó que en estos últimos años dedicaba gran parte de su tiempo a ayudar a empresas y organizaciones sociales. Formaba parte del patronato de La Fageda y también del patronato de la Fundación de las Teresianas. Él, que había asesorado a las grandes empresas del IBEX 35 y a multitud de empresas familiares, quería dedicarse a apoyar de manera altruista a este tipo de organizaciones.

“Ayudar a estas organizaciones a combinar los objetivos empresariales y sociales”, esa era su ilusión. De hecho, su disertación para entrar en la Real Academia Europea de Doctores se tituló La empresa social compitiendo en el mercado: principios de buen gobierno, que, posteriormente, dio lugar a un libro.

Tras escucharle hablar con tanto entusiasmo de su colaboración con La Fageda y la Fundación de las Teresianas, le dije que mi intención era comprometerlo aún más y le propuse formar parte de nuestro consejo.

José Antonio ya conocía la actividad de la Fundación Haz, a la que seguía desde la distancia. Después de escucharme me contestó: “Te agradezco la invitación, pero me gustaría pensarlo este fin de semana y comentarlo con Montse, mi mujer. Te voy a pedir que me escribas un breve email para concretarme las dos o tres cosas que esperas de mí como consejero para poder valorar si mi contribución tiene sentido. También te aviso que yo no estoy en ningún sitio de espectador pasivo. Si me meto en algo, me meto a fondo”.

Al llegar a la oficina redacté el correo transmitiéndole cuáles eran las tres áreas en las que nos gustaría que nos ayudase. El lunes a primera hora recibí su email aceptando ser consejero y, añadiendo, que en la próxima reunión le gustaría hablar a solas con la presidenta y el secretario de la fundación para tener una visión completa.

Cuando tengo que impartir sesiones de formación a los patronatos de las fundaciones a menudo suelo poner a José Antonio como ejemplo de lo que debe ser un patrono: alguien consciente de que viene a contribuir y no a cubrir una plaza. José Antonio no entendía de medianías. Cada cosa que acometía la realizaba empleando todas sus energías y talentos. No se dosificaba, no se medía, no transigía. Siempre encontraba hueco para responder a un correo, atender una consulta o para excusarse y fijar un plazo, si en ese momento no podía prestar la atención requerida.

<p>Reunión en La Fageda del consejo asesor de la Fundación Haz en junio de 2018.</p>

Reunión en La Fageda del consejo asesor de la Fundación Haz en junio de 2018.

La última reunión del consejo la tuvimos hace un mes. Era una sesión importante en la íbamos a revisar la estrategia de la fundación y fijar los objetivos para los próximos tres años. José Antonio ya no pudo asistir por su enfermedad, pero nos envió sus comentarios por correo. Como siempre, había realizado un diagnóstico perfecto de la situación y nos había señalado el camino: “Dónde está el pollo del arroz con pollo”, como le gustaba repetir con su lenguaje claro y animante.

La Fageda y la Fundación de las Teresianas, a partes iguales, eran sus dos ojitos. Nosotros nos conformábamos con ser los segundos. El año pasado, por estas fechas, todo el consejo, empujado por José Antonio, nos desplazamos a La Garrocha para tener la reunión trimestral allí y aprovechar para conocer La Fageda. José Antonio se ocupó de todo y pasamos un día inolvidable conociendo la “empresa que hace los mejores yogures del mundo” y conversando con su presidente, Cristobal Colón, con el que nos une, desde hace años, una gran amistad.

Es muy natural experimentar en estos momentos un sentimiento de orfandad. Supongo que en la Fageda y en la Fundación de las Teresianas la sensación será muy similar. Pero esa impresión puede llegar a paralizar y hay que sacudírsela pronto, nos indicaría José Antonio. Por esa razón hemos decido no hacer caso a su último correo y contestarle rápidamente: “Lo siento, pero no tenemos intención de dejarte fuera de juego ni este mes de mayo ni en los siguientes. Seguiremos dándote la lata para que, desde allí arriba, nos indiques y nos recuerdes, cuando lo olvidemos, dónde está el pollo del arroz con pollo”.

Nuestro más sentido pésame a sus familiares y amigos de parte de todo el equipo de la Fundación Haz y Revista Haz. Descansa en paz, José Antonio.

Comentarios

  1. Desde hace 28 años, pertenezco a una empresa en la que José Antonio Segarra era su vicepresidente. Nunca, jamás, he conocido a una persona como José Antonio Segarra y nunca nadie ha sido un referente para mi, como lo fue el. Siento su muerte como si alguien, de repente, hubiera sesgado parte del conocimiento comercial que he adquirido durante mis últimos 40 años (actualmente tengo 60). Nunca me ha gustado idolatrar a ningún otro ser humano pero el caso de Segarra es distinto. Si por casualidad, ahora que tengo una edad avanzada, alguien pudiera decirme que me parezco en algo, aunque fuera una parte infinitamente pequeña pero en algo, a Segarra, podría decir que toda mi vida comercial habría tenido para mi, un cierto sentido. Evidentemente todas sus frases han tenido siempre mucho sentido, entre otras, además de la del pollo en el arroz con pollo, la del compromiso del cerdo y la colaboración de la gallina, en el «bacon con Huevos»….lo del cerdo si que es compromiso auténtico. Descanse en paz, un gran profesor y una mejor persona.

  2. Mi consejo, si me permites, es que sigas acudiendo a él; desde arriba sigue escuchando con el mismo interés y, sobre todo, responde siempre con el mismo acierto.

    Javier