A los ecologistas no les gustan los transgénicos, consúmalos

HAZ1 julio 2008

Para las multinacionales ecologistas, los organismos genéticamente modificados (OGM) son lo más parecido al espíritu maligno. Sin embargo, su radical rechazo tiene más de carga emocional que de demostración científica.

Numerosos científicos –como Norman Borlaug, Premio Nobel de la Paz en 1970 por su contribución a la revolución verde, o Juan Ramón Lacadena, catedrático de Genética de la Universidad Complutense– aseguran que las ventajas de los transgénicos, sobre todo en los países pobres, son mayores que los posibles riesgos y pronto se aceptarán como un avance biotecnológico para benefi cio de la Humanidad».

La moratoria a los cultivos transgénicos sólo daña a los países en desarrollo. Per Pinstrup-Andersen, director general del International Food Policy Research Institute, subraya que la agricultura GM es un «lujo» que sólo pueden permitirse los países ricos. Mientras los ecologistas no descansan en su intento de paralizar el desarrollo de los cultivos transgénicos, millones de agricultores de Asia, África y América Latina que se ganan apenas el sustento con cultivos de bajo rendimiento, pasan hambre y tienen mala salud. La agricultura biotecnológica les ayudará a aumentar la producción mediante nuevas variedades de cultivos resistentes a la sequía, a los insectos y a las malas hierbas, y capaces de captar nitrógeno del aire. Conseguirá plantas más nutritivas, con mayor contenido de vitaminas, hierro y otros nutrientes.

En el mundo desarrollado, los temores a la biotecnología -incluso los injustificados- pueden paralizar el uso de los transgénicos sin provocar catástrofes. Los consumidores pueden permitirse el lujo de pagar más por la comida, aumentar los subsidios a la agricultura y renunciar a la oportunidad de disfrutar de alimentos más sabrosos y de mejor aspecto. No ocurre así en los países en desarrollo: frenar la biotecnología acarreará consecuencias desastrosas. Para la mayoría de la población, la mejora del nivel de vida pende del aumento de la productividad agrícola.

También Borlaug se queja del extremismo ecologista que quiere parar los cultivos transgénicos: «Tenemos la tecnología agrícola capaz de alimentar a esos 8.300 millones de habitantes del 2025. La pregunta es si se permitirá utilizarla a los agricultores. Los ecologistas de las naciones ricas parecen hacer todo lo posible por detener el progreso científico. Me alarman sobre todo esos elitistas que pretenden negar a los pequeños agricultores del Tercer Mundo, especialmente del África subsahariana, acceso a las semillas convencionalmente mejoradas, a los fertilizantes y a los plaguicidas que han permitido a las naciones ricas el lujo de productos alimenticios abundantes y baratos».

Las organizaciones ecologistas saben todo esto. Como también que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) reconoce que la biotecnología contribuye a elevar la producción y productividad en la agricultura, pesca y silvicultura, así como los rendimientos en tierras marginales de países donde no pueden cultivarse alimentos sufi cientes para dar de comer a sus poblaciones.

El objetivo inicial del desarrollo de vegetales sobre la base de organismos genéticamente manipulados (GM) fue aumentar la protección de los cultivos. La ingeniería genética permite transferir genes seleccionados de un organismo a otro y entre especies no relacionadas. Existen ya muchos ejemplos de la ayuda que presta a la reducción de la transmisión de enfermedades humanas y de los animales gracias a nuevas vacunas; a la producción de arroz con vitamina A y hierro, lo que mejora la salud de muchas personas de bajos ingresos; a la obtención de alimentos con mejor calidad y consistencia u organismos que limpian la contaminación por hidrocarburos y eliminan metales pesados en ecosistemas frágiles.

MEDIDAS DE PRECAUCIÓN. Los ecologistas radicales aún están a tiempo de contribuir a un debate sereno sobre los alimentos GM. Bastaría que, como la FAO y la OMS, reconozcan que los dos principales riesgos de la biotecnología aplicada a la agricultura –efectos en la salud humana y consecuencias en el medio ambiente- son potenciales en vez de defi nitivos.

Las organizaciones comparten la necesidad de actuar con precaución para reducir posibles riesgos de causar reacciones imprevistas, como alergias, el desarrollo de malas hierbas más agresivas o provocar tensiones ambientales, trastornando el equilibrio del ecosistema. También estaría el hipotético daño a la diversidad biológica, en caso de que estas especies modifi cadas se extendieran en perjuicio de las tradicionales.

Para proteger la bioseguridad de cada producto o proceso antes de su homologación, los científicos apuestan por un sistema de evaluación que contará con un atento seguimiento de sus efectos y procesos tras su aprobación, para asegurar que siguen siendo inocuos para las personas, los animales y el medio ambiente.

¿ÁNGEL O DEMONIO? Más del 70% de las personas pobres del mundo vive en zonas rurales y su supervivencia depende de la agricultura. La biotecnología agrícola es fundamental para responder a sus necesidades. Acelera los programas convencionales de mejoramiento y da soluciones cuando los métodos convencionales fallan. Es preciso subrayar que no se ha demostrado que el consumo de estos los alimentos «haya tenido efectos sobre la salud humana», indica la OMS.

Los partidarios de la ingeniería genética la consideran esencial en la lucha contra la inseguridad alimentaria y la malnutrición en los países en desarrollo. Los opositores alegan, en cambio, que devastará el medio ambiente, incrementará la pobreza y el hambre, y conducirá a la apropiación empresarial de la agricultura tradicional y el suministro mundial de alimentos.

La investigación privada domina la biotecnología mundial. Las diez empresas de ciencias biológicas más importantes del mundo dedican cada año unos 3.000 millones de euros a la investigación y desarrollo de la biotecnología agrícola. Mientras que Brasil, China e India, que cuentan con los programas públicos de investigación agraria más completos del mundo en desarrollo, gastan unos 500 millones al año por país para este apartado.

En los países en desarrollo con cultivos transgénicos, los pequeños agricultores han obtenido benefi cios económicos y se ha reducido el empleo de productos agroquímicos tóxicos. «Durante los últimos siete años, estos cultivos han reportado grandes benefi cios económicos a los agricultores en diversas zonas del mundo», asegura la FAO. En varios casos, los benefi cios por hectárea han sido superiores a los derivados de cualquier otra innovación tecnológica introducida en las últimas décadas.

En China, por ejemplo, más de cuatro millones de pequeños agricultores cultivan algodón resistente a los insectos. Representa un 30% de la superfi cie dedicada a ese cultivo. Su rendimiento superó en un 20% al de las variedades tradicionales y los costes de los plaguicidas se redujeron en un 70%. El uso de plaguicidas se redujo a 78.000 toneladas en 2001, lo que supone un cuarto de la cantidad total de los plaguicidas químicos utilizados. Este descenso signifi có una menor incidencia de envenenamientos provocados por los plaguicidas si se compara con los datos de las plantaciones donde se utilizaron variedades tradicionales.

Si bien los cultivos GM han sido distribuidos en la mayor parte de los casos por el sector privado, sus benefi cios se han repartido entre la industria, los campesinos y los consumidores.

Los resultados del algodón Bt en Argentina demuestran que el equilibrio entre los derechos de propiedad intelectual de los proveedores de tecnología y los medios financieros de los agricultores tiene una fuerte repercusión en la adopción de los productos y, en consecuencia, en el nivel y distribución de los benefi cios.

Son los productores y los consumidores los que obtienen la mayor parte de los benefi cios económicos, no las compañías que ponen a punto los transgénicos y comercializan. Las pruebas de las investigaciones de China, Argentina, México y Sudáfrica indican que los pequeños agricultores no han tenido más difi cultades que los grandes agricultores en adoptar las nuevas tecnologías.

LA UNIÓN EUROPEA SE RINDE ANTE LA EVIDENCIA. La UE había aceptado la producción y venta de transgénicos -incluidos el maíz y la soja- hasta octubre de 1998, cuando Bruselas impuso una moratoria a futuras solicitudes, bloqueando la comercialización de muchas solicitudes.

Estados Unidos venía acusando a la UE de haber instalado una barrera comercial que impedía el uso global de la tecnología que podría benefi ciar a los productores y consumidores en el mundo. Entre 1991 y 1998, la comercialización de 18 alimentos GM fue autorizada por una decisión de la Comisión Europea, tras ser examinados por un Comité Científi co sobre Vegetales, que consideró que la información presentada por los Estados para prohibir temporalmente la colocación de estos productos en sus mercados nacionales no justifi caba la prohibición.

Desde octubre de 2002 está vigente una directiva revisada. Actualiza y refuerza las normas existentes sobre el proceso de evaluación y gestión de riesgos y toma de decisiones respecto a la liberación de transgénicos al medio ambiente. Prevé también el seguimiento obligatorio de los efectos prolongados asociados con la interacción entre alimentos GM y el medio ambiente. A todos estos requisitos se añade la obligación del etiquetado para los productos derivados de la biotecnología moderna o productos que contengan organismos GM. Este sistema es claro, no discrimina y es transparente. Su exigente protocolo debería devolver la tranquilidad a los consumidores europeos sobre los alimentos transgénicos.

El 19 de mayo de 2004 la Comisión Europea autorizó, tras una moratoria de cinco años, la venta de un alimento genéticamente modificado: el maíz Bt-11, comercializado por la empresa Syngenta. A finales de 2005, aprobó 14 tipos de maíz modifi cado resistente al taladro y elevó a 25 las variedades de maíz Bt (resistente a insectos, muy utilizado en piensos y para la fabricación de bebidas refrescantes y caramelos) autorizadas en la UE.

Además, Bruselas impidió que Grecia prohíba comercializar semillas del maíz transgénico MON810. El motivo aducido es la falta de evidencias científi cas que demuestren que existe algún riesgo para la salud humana o el medio ambiente.

RETOS PARA UN FUTURO CERCANO. El incremento experimentado en el último lustro de los cultivos GM resistentes a insectos y con tolerancia a herbicidas hace pronosticar a los científi cos que la presente centuria estará marcada por la ingeniería genética. Las previsiones mundiales para el periodo 2006-2015 indican que podría mantenerse la tendencia ascendente observada hasta ahora. A la soja, maíz, algodón, colza, calabaza y papaya –los seis cultivos GM comercializados en el mundo- , se le sumarán productos farmacéuticos, químicos y vacunas orales. Los países en desarrollo se convertirán en los principales productores de alimentos GM en los próximos diez años.

Ante tal panorama, será preciso hacer frente a algunos retos:

– Intensificar la biotecnología con los productos agrícolas cuyas características interesan más a los pobres, por ejemplo: la tolerancia a la sequía y a la salinidad, la resistencia a las enfermedades o un mayor contenido nutritivo.

– Derribar las barreras que impiden a los países pobres acceder a la biotecnología y beneficiarse plenamente, como son la inadecuación de los marcos reglamentarios nacionales, la complejidad de las cuestiones relacionadas con la propiedad intelectual, el mal funcionamiento de los mercados y los sistemas de distribución de semillas y la escasa capacidad nacional en materia de mejoramiento genético.

– Como la biotecnología no se limita a los organismos GM, no debe subestimarse el potencial que ofrecen la genómica, el mejoramiento asistido con marcadores moleculares y las vacunas animales.

Poderosos argumentos a favor de los transgénicos

 – Incrementan la producción general de alimentos – desarrollan cultivos resistentes a las plagas y a las presiones ambientales para reducir los riesgos de malas cosechas a causa de sequías y enfermedades – reducen el empleo de plaguicidas tóxicos y sustancias químicas nocivas para la salud y el medio ambiente; – facilitan herramientas de diagnóstico y vacunas para el control de enfermedades animales devastadoras – mejoran la calidad nutritiva de alimentos básicos- crean nuevos productos para usos sanitarios e industriales – aumentan la disponibilidad y variedad de alimentos, al incrementar la productividad agrícola y reducir las variaciones estacionales del suministro – permiten introducir más nutrientes y vitaminas en las plantas, para combatir las deficiencias de nutrientes que sufren tantos pobres en el mundo – producen cultivos en los suelos de poca calidad en tierras marginales – imprimen mayor eficacia a los fertilizantes y a otros insumos para mejorar los suelos.

Los transgénicos en cifras

Desde su comercialización en 1996, en 10 años la superficie dedicada a los cultivos biotecnológicos se ha multiplicado por más de cincuenta, pasando de 1,7 millones de hectáreas cultivadas a los 90 millones en 2005 y ya hay más de 8,5 millones de agricultores que se dedican a los transgénicos, según el último informe del Servicio Internacional para las Adquisiciones de Aplicaciones Agro-Biotecnológicas (ISAAA).

De los 22 países con cultivos GM, 11 son países en desarrollo (Argentina, Brasil, Colombia, Filipinas, Honduras, India, Irán, México, Paraguay, Sudáfrica y Uruguay,) y 11 industrializados (Alemania, Australia, Canadá, China, España, Estados Unidos, Francia, Portugal, República Checa y Rumania). Brasil ha sido el principal productor en 2005, con 9,4 millones de hectáreas cultivadas de transgénicos, seguido por Estados Unidos (2,2 millones de Ha), Argentina (0,9 millones) e India (0,8 millones).

El producto estrella es el arroz Bt, localizado principalmente China e Irán. Constituye el principal alimento para 1.300 millones de personas en todo el mundo. La soja es otro de los cultivos con mayor actividad, ocupa el 60% de la superficie global de cultivos GM, seguido del el maíz, el algodón y la colza.

El 75% de las cosechas de soja, el 71% del algodón y el 34% del maíz producidos en Estados Unidos es genéticamente modifi cado.

PARA SABER MÁS

UE: Directiva 2001/18/CE del Parlamento Europeo y del Consejo (12 de marzo de 2001) sobre la liberación intencional en el medio ambiente de organismos modificados genéticamente. www.europa.es • OMS: 20 questions on genetically modifi ed (GM) foods (15-X- 2002). www.who.int/es/ • FAO: Evaluación de los efectos ambientales de los cultivos transgénicos (27-01-2005); El estado mundial de la agricultura y la alimentación 2004 (SOFA 2004); los cultivos transgenicos y la seguridad alimentaria: la segunda generación. www.fao.org • Juan Ramón Lacadena, catedrático de Genética de la Universidad Complutense • «Las plantas transgénicas se aceptarán como un avance biotecnológico para beneficio de la Humanidad». Aceprensa (18-06-2003). www.aceprensa.com • James Watson. A Passion for DNA (Pasión por el ADN). Crítica. Barcelona (2002). 304 págs. 22,50 euros • Las plantas transgénicas y la agricultura mundial. Informe coordinado por la Royal Society of London • Biotech Crops Continue Rapid Global Growth. Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agro-Biotecnológicas (ISAAA) • Biotecnología vegetal: Impacto Potencial de la Mejora de la Gestión de Plagas en la Agricultura Europea. Resumen de tres casos prácticos U.S. National Center for Food and Agriculture Policy • Alimentos Transgénicos. Agrocope

Por Carlos Cachán, director de la Cátedra Nebrija de Desarrollo y Medio Ambiente y profesor de Periodismo de Investigación.
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