A debate: ¿Quién paga la cultura?

HAZ18 junio 2012

La situación de crisis económica así como los continuos recortes han llevado al mundo de la cultura a plantearse una serie de reformas legales en busca de nuevos modelos de financiación y diferentes actores que terminen con la precariedad con la que habitualmente se presenta el sector. El actual gobierno del Partido Popular retoma el proyecto de reforma de la Ley de Mecenazgo, que planteó durante la oposición. Este contempla mejoras fiscales para el mecenazgo cultural y representa un papel protagonista en la transformación del mundo de las bellas artes y las humanidades.

En este contexto cambiante, Revista Haz ha querido debatir sobre la disyuntiva ¿Subvención o mecenazgo? con Marta Rey, profesora de la Universidad de La Coruña y exdirectora de la Fundación Barrie de la Maza; Pilar Gonzalo, profesora de la Universidad Europea de Madrid y exdirectora técnica del Instituto de Arte Contemporáneo; Elena Vozmediano, crítica de arte en El Cultural (El Mundo) y expresidenta del Instituto de Arte Contemporáneo; Mercedes Basso, directora de la Fundación Arte y Mecenazgo, Rafael Llano, de la Universidad Complutense y asesor del Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de Navarra, y, Alberto Fesser, director de la Fundación Contemporánea.

Revista Haz: ¿Qué opinan sobre la propuesta de reforma de la Ley de Mecenazgo? ¿Es una posible solución a los problemas que se registran actualmente sobre el modelo de financiación de las instituciones culturales?

Marta Rey: Me parece que mejorar el tratamiento fiscal al mecenazgo es algo que deberíamos haber hecho hace mucho tiempo en circunstancias más favorables, pero bienvenido sea aunque se plantee ahora en circunstancias desfavorables, porque es absolutamente necesario, aunque insuficiente. No obstante me gustaría sugerir que se haga, como creo que sucederá, no limitando la mejora fiscal al ámbito cultural sino ampliándolo a todo tipo de fines de interés general.

Hay que reinventar un modelo de financiación que otras áreas han explorado más: el mundo de la investigación aplicada, transferencia de conocimiento, etc. Sobre el título del debate, creo que no deberíamos hablar de la disyuntiva mecenazgo o subvención; habría que tener en cuenta muchas otras maneras de desarrollar las estructuras financieras de las entidades culturales, que afortunadamente existen.

Mercedes Basso: Más que oposición entre mecenazgo y subvención se trataría de provocar un cambio y pasar de la «etapa subvención» a la «etapa mecenazgo». A mí también me había creado cierta duda el título, habría puesto «y subvención», creo que no es una cosa o la otra.

Rafael Llano: La administración cultural tiene un problema porque los recursos que ha disfrutado hasta ahora no serán los mismos del futuro.

Los datos estadísticos del Ministerio de Cultura de los últimos diez años sobre parámetros generales de la cultura referidos al empleo que genera, número de museos, aportaciones al PIB, etc., eran crecientes; y este modelo que en otras circunstancias económicas parecía que no iba mal es el que está poniéndose en cuestión, al menos por la Administración y la Secretaría General del Estado.

Marta Rey: Pero el crecimiento era solo aparente; si se hurga en los datos, lo que crece es el número de equipamientos culturales hasta el punto de que hay, lo que un economista llamaría, exceso de capacidad, agravado además porque muchos de esos equipamientos culturales no han conseguido generar ofertas suficientemente diferenciadas entre sí.

Si se miran los indicadores de la demanda algunos no crecen desde hace ya bastantes años, que no siempre significa que se consuma menos cultura sino que ciertos tipos de productos y servicios culturales se consumen en casa de manera individual y en ocasiones pirateada. Los públicos en general quieren participación, implicación, accesibilidad… y no todas las instituciones son capaces de responder a esas nuevas demandas.

Elena Vozmediano: Hay que calibrar los precios para no dificultar el acceso a la cultura; los hay muy elitistas. Este año están cobrando entrada algunos museos que eran gratuitos; veremos qué incidencia tiene en las cifras de visitantes.

Alberto Fesser: Seguramente bajarán las visitas, pero es un camino que debe formar parte de una política de públicos. En una iniciativa cultural, los responsables deberían dedicar la mitad de sus esfuerzos a la organización de la actividad y la otra mitad a la comunicación.

La rentabilidad de la cultura es llegar al mayor público de la manera más intensa. Contar públicos está muy bien, pero no es lo mismo un visitante que tarda veinte minutos en ver el Prado que aquel que se apunta a un taller.

Rafael Llano: Hay que aprovechar las circunstancias de crisis para entender mejor lo que se esconde debajo de la palabra «cultura» y discutir si son competencia suya algunas funciones que últimamente ha ido asumiendo. Bajo la palabra «cultura», «instituciones culturales» o «administración cultural» habría que analizar seis grandes temas:

  1. Patrimonio y conservación de patrimonio, que es sin duda responsabilidad del Estado; es la parte menos vistosa, pero la menos equívoca: en la Constitución se recoge que las generaciones presentes han de transmitir a las generaciones futuras el patrimonio del pasado.
  2. El aspecto educativo, también ineludible por parte del Estado.
  3. Fenómenos industriales de la cultura asociados al turismo, a los fenómenos de masas, al espectáculo, donde creo que la iniciativa privada o empresarial tiene más sentido que la pública.
  4. La cultura como fenómeno político, que se utiliza sobre todo por administraciones locales, regionales o autonómicas como símbolo o marca para crear señas de identidad a través de la cultura; ejemplo de ello es el Museo Guggenheim de Bilbao.
  5. El aspecto intelectual y crítico de la cultura, responsable de la creación de opinión pública, difícil de controlar por parte del Estado y acercándose más al perfil de medio de comunicación.
  6. Cultura como fenómeno comunitario, es decir, que genere una marca de identidad de comunidades; en España está poco desarrollado.

Mercedes Basso: Cuando en 2007 nace la Fundación Arte y Mecenazgo ya nos planteamos la necesidad de una reforma jurídica en términos amplios, que girara alrededor de la figura del coleccionista, porque consideramos que en una sociedad madura donde la cultura se ha normalizado y hay una estructura a nivel estatal de centros culturales, museos, auditorios, etc., es fundamental plantear un cambio, que en este momento coincide en el tiempo con una crisis económica profunda, que lo hace vital y urgente.

En este cambio, el Estado no puede dejar de invertir en cultura, pero necesita repensar sus relaciones. Por otra parte, existe la necesidad de ampliar el ámbito del mecenazgo a todo aquello que sea de interés general, pero me preocupa que se caiga en el debate: «cultura sí o cultura no», porque aunque se destinan recursos a cultura y a proyectos sociales, la cultura siempre está por detrás, además es considerada social y jurídicamente elitista. De esta forma, tiene que haber también una profunda renovación o cambio de la percepción social.

CE: El anteproyecto inicial que presentó el secretario de Estado cuando estaba en la oposición se circunscribía solo a temas culturales y las organizaciones –plataforma de acción social, Asociación Española de Fundaciones, etc.– empezaron a presionar para disfrutar también de ese tipo de privilegios. ¿Qué les parece esta postura?

Marta Rey: En España existe una asignación tributaria en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) que a día de hoy beneficia fundamentalmente a las organizaciones sociales, y a lo mejor, de manera recíproca, igual que las organizaciones sociales esgrimen que debería ampliarse la Ley de Mecenazgo a los temas de interés general, el ámbito de la cultura podría pensar que por qué no se le da a elegir a los contribuyentes si dan su dinero a la Iglesia, a las causas sociales y/o a la cultura.

Pilar Gonzalo: A mí lo que me preocupa es que el debate sobre la Ley de Mecenazgo se esté planteado a raíz de la crisis económica, y que tras este impulso no haya una voluntad real de ajustar el modelo de financiación de la cultura: se dice que el actual no funciona pero en realidad no se está planteando ninguno nuevo. Me preocupa que sea un parche ante una situación conyuntural de incapacidad y que precisamente ante la incapacidad evidente de hacerlo frente en su totalidad desde la administración pública, se esté trasladando la responsabilidad a las empresas y a los ciudadanos en lo que suena a dejación de funciones por parte de la administración.

Yo defiendo los modelos mixtos en cultura porque creo que una equilibrada combinación de supervisión y libre competencia es buena para el sector. Dadas las circunstancias, el modelo mixto es la única vía posible para que podamos gestionar la cultura entre todos: empresas, administración pública, sociedad civil y organizaciones culturales. Pero esto pasa por una necesaria madurez de las organizaciones culturales, que están muy por detrás del tercer sector en metodologías y profesionalización.

Creo que la solución está en cambiar los modelos de financiación y medir los resultados e impacto, cuestión en la que la cultura está totalmente verde. Igual que se ha creado desde el Ayuntamiento de Madrid la Oficina de Innovación Social, se podría plantear una oficina de innovación cultural, que dependiera de la administración pública y que se encargara de plantear y medir una serie de baremos de calidad, impacto y evaluación.

Me da mucho miedo dejar la financiación cultural exclusivamente en manos de la iniciativa privada, porque la cultura no siempre es cómoda y patrocinar «lo incómodo» es difícil de esperar.

Elena Vozmediano: Mi modelo ideal no es el mixto sino uno en el que coexistan la financiación privada y la pública: de un lado, instituciones dependientes de administraciones públicas que no necesiten pedir dinero a empresas que pueden poner condiciones para hacerlo y, de otro, proyectos privados que cuenten con todas las facilidades para desarrollarse. Me encantaría que esos dos ámbitos estuvieran separados, aunque sé que no va a ser así.

Todo lo que estamos conociendo del proyecto de ley gira en torno a las desgravaciones, pero detrás tiene que haber toda una estrategia para fomentar el mecenazgo cultural, porque va a haber una competencia feroz entre los distintos sectores de orientación social que necesitan ingresos: educación y universidades, deporte, todas las formas de asistencia social. Y prueba de ello es que en los países que tienen Ley de Mecenazgo, al mecenazgo de las artes se dedica un porcentaje bastante pequeño del total; los proyectos sociales, la educación y en ocasiones el deporte están siempre por delante.

Habría que pensar en mayores incentivos para las instituciones y los proyectos culturales porque si no siempre van a estar en desventaja; las empresas preferirán la educación y el deporte, que tienen más visibilidad. Lo hemos visto en el foco de la obra social de las cajas de ahorro, que desde hace muchos años se ha desplazado.

Mercedes Basso: Déjame matizar que en el caso de La Caixa no ha sido así; en los últimos años se ha duplicado el presupuesto de la obra social de Fundación La Caixa y ese incremento se ha destinado a programas sociales, pero la cultura ha continuado en progresión ascendente. El foco de cultura tiene un retorno de visibilidad; inauguras una exposición y tienes página completa en varios medios, pero inviertes en programa social y no consigues el mismo efecto, aunque quizás al cliente le llegue más.

Marta Rey: Pero el dato para el conjunto de cajas españolas es muy distinto: desde el año 2001, en el que hizo pico la porción destinada a cultura de todas las cajas de ahorros españolas, la inversión en cultura ha estado en términos relativos en clarísimo descenso.

Pilar Gonzalo: Sin embargo, la cultura tiene más impacto que la acción social porque es indudable que los eventos culturales aparecen más en los medios. En cualquier caso, creo que precisamente ese ha sido uno de los defectos del sector cultural: se ha basado mucho en el evento, en la inauguración, y ese muchas veces ha significado el mayor esfuerzo; sin embargo, el sector social ha fomentado más los programas, que a diferencia de los eventos, se miden a medio-largo plazo.

Y la cuestión temporal es clave, pues ahora la disyuntiva está entre el retorno económico inmediato y la eficiencia de las acciones propugnada por parte de las empresas o respetar los plazos que la cultura necesita, que son otros muy distintos que los que articulan los baremos empresariales.

En esta tensión, las industrias culturales están siendo bastante tóxicas para la cultura en sí misma porque está excluyendo otros ámbitos de la cultura que no se insertan tan fácilmente en una estructura «comercial», como ocurre con las artes visuales.

Esta circunstancia está siendo un obstáculo para evaluar qué es lo que funciona y en qué se debe invertir.

Alberto Fesser: Yo defiendo el modelo mixto; creo que habría que aplicar la mejor solución en cada situación; habrá casos de combinación públicoprivado que no son buenas y otras que sean beneficiosos. La intención de esta nueva ley es intentar desarrollar en España una «sociedad civil», es decir que en la cultura, como otros ámbitos de interés social, no sea solo el Estado el que haga sus políticas y destine sus presupuestos sino que también la iniciativa privada elija qué cosas quiere hacer, las ponga en marcha, las financie y las mida.

Hay que avanzar hacia ese modelo en el que son necesarias las dos iniciativas. Que crezca esa sociedad civil es algo a largo plazo. La ley puede ser un buen paso, pero no va a cambiar de la noche a la mañana y deberá ir de la mano de medios de comunicación, sociedad, público, etc.

Además, tenemos en el ADN que la cultura es gratis, y hay que educar a las personas para que comprendan la enorme satisfacción de disfrutar de una cultura que además han tenido el enorme placer de contribuir a hacerla posible con su dinero y con su ventaja fiscal.

Rafael Llano: Me parece interesante la reivindicación de los individuos como capaces de un protagonismo cada vez mayor en la cultura, que además está asociado no tanto a la subvención como mecenazgo -la RAE lo define como aportación personal. En este terreno las posibilidades son infinitas y podría llegar a cubrir un espectro de la cultura muy desatendido por los discursos empresariales o políticos. El mecenazgo individual puede impulsar una actividad cultural sin medir retorno porque no quiera otra cosa que la satisfacción personal, lo que es filantropía.

Hay muchos fines posibles del impulso cultural, pero no distinguirlos puede crear problemas de foco. No puedes sorprenderte si tu actuación como industria cultural tiene muy pocos efectos educativos, porque es que no es eso lo que estás persiguiendo. Y si realmente te importa la cultura y el desarrollo individual de las personas te importará muy poco que no sea conocido.

CE: El británico Art Council tiene un plan estratégico a diez años que ha llevado un año y medio elaborarlo. Además, aunque ellos también sufren la crisis han creado un fondo de 50 millones de libras con el que no solo abordan el tema fiscal sino que capacitan a las organizaciones en temas de fundraising. Es decir, hay una política clara que no solo se centra en los beneficios fiscales sino que acompaña y ayuda a las organizaciones para abordar el cambio. Entonces, en España, cuando se habla del cambio de paradigma en el modelo de financiación, ¿qué modelo se propone?

Marta Rey: Algunos datos demuestran que el foco sobre este debate en torno a la reforma de la Ley de Mecenazgo está bastante errado. Estamos generando unas expectativas de que la filantropía institucional en sentido amplio, sea de fundaciones o de empresas mecenas, nos va a resolver una serie de problemas que ya antes de la crisis no resolvía. A modo de botón de muestra, el gasto total en fines de interés general de las fundaciones alemanas durante un año equivale a lo gastado por el Estado alemán en menos de un día, y hablamos de uno de los sectores fundacionales más potentes de Europa.

Elena Vozmediano: Creo que la Ley de Mecenazgo tendría que desarrollarse al mismo tiempo que ese Plan Estratégico para la cultura que José María Lassalle, secretario de Estado de Cultura, ha anunciado que está preparando, pero, ¿con quién lo está haciendo? ¿No debería hacer una consultation como el Art Council para diseñar sus planes y estrategias y que las nuevas medidas que quiera implementar se sometieran a debate con todos los interesados?

En conclusión, es necesario un plan estratégico consensuado con el sector cultural, una Ley de Transparencia que incluya todas las relaciones público-privadas dentro del sector cultural y una Ley de Patrimonio, que estuvo a punto de aprobarse, y que incluya la creación de patrimonio contemporáneo.

Pilar Gonzalo: Lo que está proponiendo la ley es un cambio de régimen fiscal, pero no un nuevo modelo, que es lo que se necesita. Me parece necesaria una transición porque no se puede trasladar de repente la responsabilidad a la iniciativa privada. No creo que debamos hablar de una ley sino del plan estratégico previo a una ley, ya que no tiene sentido sacarla sin una estrategia, sin unos indicadores culturales de referencia y sin un modelo de evaluación apropiado. No podemos empezar la casa por el tejado.

Rafael Llano: No creo que seamos genéticamente diferentes a un danés, pero lo que no hemos hecho ha sido reflexionar en profundidad y con la misma seriedad sobre la cultura como lo han hecho los daneses, los rusos, los alemanes o los suecos. Entonces, al margen de las herramientas legales u organizativas, es necesario un enriquecimiento de nuestro argumento persuasivo sobre los beneficios colectivos de la cultura. No necesitaríamos vender la cultura solo por sus retornos si fuéramos capaces de entusiasmar mostrando el valor que tiene en sí misma.

Marta Rey: Lo que hay que hacer es enfocar el debate y entender que hay que combinar distintas fuentes de financiación para que las instituciones culturales no estén permanentemente precarizadas.

Por ejemplo, en 2010, el Louvre en Francia que fue hasta hace poco un ejemplo de incentivos al mecenazgo, contaba con un 50% de su presupuesto procedente de fuentes públicas; en el caso de la británica Tate, el 54 % de presupuesto era público, y para el Museu Serralves de Portugal, paradigma de estructura financiera diversificada, un 43% del presupuesto era de origen público. El Moma de Nueva York no tiene financiación pública pero el peso de donativos y patrocinios (incluida filantropía institucional y mecenazgo empresarial) en su presupuesto era solo del 30%. El Moma en cambio tiene un cuantioso endowment, esto es, fondos propios; en España las instituciones no han ido construyendo reservas de capital con las que financiarse con todo el dinero que ha habido de las administraciones.

Y por ejemplo, en el Moma las actividades comerciales, más o menos alineadas con la misión, sumaban el 33% del presupuesto, y en la Tate un 29%; pero en España nos escandalizamos si hablamos de marketing en ciertos ámbitos de la cultura. Entonces ¿cómo vamos a reinventar el modelo de financiación? Para ello necesitamos primero incidir sobre la gestión y sobre el gobierno de las instituciones culturales.

CE: Como conclusión, ¿es necesaria la reforma de la Ley de Mecenazgo?

Rafael Llano: La situación de empobrecimiento de la lógica política y económica es gran una oportunidad para recuperar al alza la lógica cultural.

No solo hay que escuchar las demandas sociales sino que hay que crearlas a través de un discurso mucho más persuasivo sobre la belleza y del interés de la cultura. O la hacemos interesante para que crezca la demanda cultural o vamos a tener muchos problemas.

Marta Rey: Todos hemos consensuado la necesidad de que se reforme la Ley de Mecenazgo pero también que es insuficiente y que necesitamos urgentemente estructurar bien un debate que nos permita reinventar el modelo de gobierno, gestión y financiación de las instituciones culturales.

Mi desiderata es que en ese proceso de repensar empecemos por las demandas sociales y los públicos de hoy y de mañana.

Mercedes Basso: Asumiendo la urgencia de cambio, creo radicalmente necesaria la nueva Ley de Mecenazgo, así como incidir en el análisis y la creación de públicos, y como dijo el periodista y escritor John Carlin analizando a los deportistas españoles: cuando a la genialidad de la materia prima le añades procesos y técnica, el resultado es extraordinario.

Pilar Gonzalo: La crisis económica nos ha llevado a centrarnos mucho en el dinero, pero la puesta en valor de la cultura pasa por su capacidad para emocionar, interpretar, desestabilizar, trascender y mucho más; reservando el papel del dinero a la mera gestión. Los públicos son parte indispensable de la cultura porque la cultura se hace entre todos, no solo por las organizaciones culturales y por el gobierno.

Yo apuesto por un modelo de gobierno compartido para la cultura, en el que nadie tenga un peso específico mayor que el de los demás. También propongo un modelo de gestión desde la administración pública que supervise o coordine las actuaciones culturales en colaboración con la participación civil (empresas, ciudadanos, y organizaciones culturales) para que haya cabida de todas las expresiones culturales y para que haga labores de asesoramiento de los programas.

Creo que la ley es necesaria pero si viene articulada con un plan estratégico y, desde luego, acompañada de la necesaria transparencia del sector cultural, todavía muy opaco. Si no, ¿cómo vamos a convencer a una empresa para que apoye nuestra misión si nosotros mismos no sabemos explicar qué hacemos?

Elena Vozmediano: Uno de los problemas que vamos a tener incluso con la mejor Ley de Mecenazgo posible es que necesitaremos tiempo para concienciar a la gente y extender la idea, pero es un tiempo que no tenemos, debido la crisis y los severos recortes. Creo la ley debe tener en cuenta no solo a las empresas sino también a los individuos que, con los incentivos adecuados podrían trasladar a la cultura una parte de los fondos que ahora van a la industria del lujo, que tuvo el año pasado un crecimiento del 20-25%. Y cuidar especialmente el coleccionismo que, más allá del gusto personal, sostiene toda una red de galerías y artistas.

Alberto Fesser: Hay que profesionalizarse; hay que mejorar la gestión de financiación; hay que mejorar el conocimiento y la construcción de públicos; hay que hacer un análisis interno y mejorar el ámbito externo; colaborar unos y otros; vertebral el sector; tener más capacidad de influir en una iniciativa legislativa de un gobierno; dotarse de instrumentos de métricas, de análisis, de índices… y hay que aprobar la Ley de Mecenazgo.

Por Esther Barrio

Con la colaboración de

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